Alana, la influencer murciana con un millón de seguidores que jamás dejará su barrio de okupas
Empezó trabajando en un super en Madrid y cuando regresó a Mazarrón limpió casas mientras estudiada un máster de maquillaje profesional
20 febrero, 2021 01:59El Residencial de las Cuatro Plumas de Mazarrón se proyectó como una zona elitista de esta localidad del litoral murciano, pero acabó siendo una urbanización con algunas casas ocupadas y familias trabajadoras. Allí se crió Alana: una niña delgadita, de melenón negro y piel tostada como el café. Por esos datos pocas personas caerán en la cuenta de que hablamos de 'La hija del jeque': 994.600 seguidores en TikTok y 240.000 en Instagram. Esta influencer que se inspira en la mítica cantaora Lola Flores no acabará viviendo en Andorra porque tiene claros sus orígenes: antes de triunfar limpió casas, trabajó en su super y hasta se llegó a disfrazar de fresita para animar las ventas de una heladería.
“Soy mazarronera a muerte”, sentencia Alana resaltando sus raíces -como en el anuncio de Cruzcampo donde La Faraona defiende la diversidad, las orígenes de cada uno y el acento-. “Acho, yo amo a mi gente y a mi barrio, me encantan mis playas de Mazarrón... Yo podría vivir donde quisiera porque el trabajo de un influencer es su móvil, pero me encanta la Región de Murcia: estoy orgullosa de mi tierra”, tal y como reflexiona esta joven, que no entiende su estilismo sin unas uñas de gel coloridas y un maquillaje que sobresalte su tez fruto de su genética mestiza: su padre es español y su madre una ecuatoriana mulata. “Yo soy latina-española”.
La fuerte personalidad que demuestra esta joven, de 22 años, que prefiere su barrio al postureo ‘it girl’, le viene desde la cuna por su nombre: “A mi padre le gustaba la cantante de rock Alannah Myles, autora del tema ‘Black Velvet’, por eso me llamó así, es un nombre que mola mucho porque lo tiene poca gente”.
- Entonces, ¿por qué escogió usted ‘La hija del jeque’ para los perfiles de sus redes sociales?
- No soy árabe ni mi padre es un jeque (risas). Un día estaba en la playa y vino un amigo marroquí vestido de blanco de la cabeza a los pies. Le dije de broma: ‘Mira, si pareces el hijo de un jeque’. Otro amigo que estaba con nosotros lo escuchó y me dijo que me pusiera ese nombre para mi cuenta de Instagram: ‘La hija del jeque, suena guapo’. Eso me dijo y yo me lo puse.
No hay ninguna gran historia detrás del seudónimo de esta influencer: tan sólo un impulso. Uno más en la vida de esta chica que es todo corazón, puro desparpajo y que emplea un lenguaje políticamente incorrecto, pero no lo hace para provocar ni para faltar al respeto: ella simplemente es así. Basta con consultar la carta de presentación de la cuenta de ‘lahijadeljeque’ en Instagram: ‘Maquilladora profesional. Estoy loca, pero soy buena. Delgada como un alfiler y un tremendo egocentrismo’. Punto. Te haces follower o hater de esta mazarronera.
Alana no solo está triunfando como influencer, sino que además se está labrando una gran carrera profesional como maquilladora. A esta veinteañera la reclaman para impartir cursos intensivos de maquillaje, la han contratado para promocionar productos de belleza y sus manos han dado lustre al rostro de La Zowi, afamada cantante hispanofrancesa de trap; a la modelo internacional Sita Abellán que participó en un videoclip de Rihanna; a la DJ Bad Gyal...
“Empecé a estudiar maquillaje para empoderarme”, explica ‘La hija del jeque’ porque antes de tener una legión de followers, un club de fans y ser objeto de deseo de algunas marcas simplemente era Alana: una adolescente que se pasaba el día en el parque, junto a su pandilla, litrona va litrona viene.
“He hecho cosas de las que no me siento orgullosa, pero todo este camino me ha llevado a lo que soy”, se confiesa a EL ESPAÑOL. Su historia de superación es la de una aspirante a ‘ni-ni’ que pasó de dar quebraderos de cabeza a su familia, a convertirse en una influencer profesional. “Fui mala, pero dejé de serlo”.
Una cateta por Madrid
Hizo la maleta siendo una adolescente para dejar atrás Mazarrón y empezar de cero en la capital de España. “Era una niñata de 18 años que estaba depresiva y me quería alejar de todo lo malo: me pasaba el día vagueando en la calle”. El objetivo de aquel viaje era dar un giro a su vida haciendo algo de provecho. “Comencé a trabajar en un supermercado, hasta ese momento yo era muy descuidada, pero aprendí a hacerme las uñas, con mi sueldo comencé a comprarme ropa, productos de belleza y de maquillaje: me di cuenta de que quería ser maquilladora profesional”.
Por aquel entonces ya tenía su perfil de Instagram y 'lahijadeljeque' subía historias por las calles de Madrid. La temática causó furor entre sus amigos. “Imagínate mis ‘stories’ sobre una zagala de Murcia, ‘to cateta’, que se iba de tiendas por la Gran Vía. Mi gente se meaba de risa: mi hermana Johan y mi prima Mari Ángeles insistían en que me tenía que hacer influencer”.
Alana no veía las redes sociales como una fuente de ingresos y decidió volver a hacer la maleta: se marchó a Londres para trabajar de ‘au pair’ cuidando de una niña. Esta experiencia tampoco la llenó y decidió regresar con 19 años a su querido Mazarrón. “Echaba de menos a mi familia, a mi tierra y me matriculé en la Escuela de Estética Susana Caravaca para hacer un máster de maquillaje profesional”.
De fresita animadora
Por fin había encontrado algo que la motivaba. Los estudios los alternó con empleos esporádicos y empezó a demostrar la cultura del esfuerzo que desde pequeña trataron de inculcarle sus padres: Yanina y Enrique, dueños del conocido Restaurante El Ánfora, en la espectacular playa mazarronera de Bolnuevo.
“Durante todo este proceso, cada vez que necesitaba dinero, he estado limpiando casas por 20 euros y todos los veranos he trabajado de camarera en varios establecimientos”. De hecho, esta veinteañera antes de despuntar como influencer ha estado pluriempleada, de lunes a sábado.
“Llegué a estar de camarera por la mañana y luego por las tardes animaba una heladería vestida de fresita: había días que trabajaba catorce horas”, recuerda con orgullo echando la vista atrás.
Hay pruebas gráficas que dan fe del pasado currante de esta influencer. Existe un vídeo en el que una batucada pasa por delante de la heladería y Alana sale del local, vestida de fresita, para bailar al ritmo de los percusionistas que detienen su desfile para seguirle el juego. Tal situación fue fruto de otro rasgo de su personalidad: es pura espontaneidad. “Me lo pasé superbien ganando un dinero extra: 30 euros. La idea fue mía, se lo dije a mi jefe y nos pusimos a buscar un disfraz por Amazon”.
Paralelamente a todos esos trabajillos, Alana iba haciendo carrera como maquilladora de integrantes de comparsas de carnaval, en bodas, y seguía con Instagram donde tuvo una idea para captar más seguidores: crear un personaje llamado ‘La Putonisa’. Y lo empezó a petar: logró más de 221.000 reproducciones.
“Mi primer vídeo que se vio de verdad fue el de ‘La Putonisa’ donde explicaba cómo hacer que se le caiga la polla a tu novio a ‘peazos’”. Esa historia se viralizó porque la cuenta de Cabronazi lo compartió en su perfil de historias curiosas, gifs, memes...
“Hasta ese momento crecía lentamente en Instagram porque en mis vídeos no hacía personajes”. Esta joven se percató de que esa era la clave y empezó a alternar sus tutoriales de maquillaje de fiesta y consejos prácticos de belleza, con las ‘stories’ de ‘La Putonisa’, donde los tacos y el humor iban de la mano para explicar, por ejemplo, cómo aprobar un examen. “Me encanta Lola Flores: su personalidad es una de mis inspiraciones y encima es acuario como yo”.
El número de seguidores de ‘La hija del jeque’ comenzó a subir como la espuma con los personajes que fue creando al margen de ‘La Putonisa’, como la madre renegona, la exnovia desesperada por volver con su novio... “Las historias que publico son situaciones que me han pasado a mí, a mis amigas y las exagero para hacer vídeos de risa: todas estas cosas las apunto y luego me preparo un guión”.
- ¿Usted se comporta como una influencer choni para viralizar sus historias en las redes sociales?
- No mi amor, yo soy igual. Lo único que no muestro es mi faceta sensible porque no quiero que me vean débil. Yo no tengo ningún personaje, soy lo que ves. Todo el mundo sabe que soy así. Quien me conoce ve lo mismo en mi Instagram o en TikTok que en la vida real. Tal vez hay días que en mi casa estoy más relajada porque en mis redes siempre estoy alborotada. Hay muchas influencer que les gusta dárselas de choni, yo no pretendo ser una influencer choni, tal vez me ha tocado ese estilo porque lo llevo dentro. Pero no me considero una influencer ni una choni, sólo soy una zagala con muchos seguidores que anima a la gente con sus vídeos. Soy una instagramer que crea contenido y aunque tenga un vocabulario vulgar también me lo curro.
Durante la pandemia de coronavirus alumbró otro personaje: 'la coroná’ (la Covid). Alana se enfundó un traje verde -simulando ser el cornavirus- para concienciar a los jóvenes sobre el uso de la mascarilla para evitar contagios. Tal mensaje lo lanzó a su manera: un 'sketch' con humor golfo.
Esta es la secuencia: una chica sale hecha un pincel por el portal de su casa, pero no lleva mascarilla y entonces aperece 'la coroná’ (la Covid) que se dirige a por ella, la joven se pone nerviosa y comienza a sacar todo lo que lleva dentro del bolso buscando la mascarilla: empieza a sacar consoladores de todos los colores y tamaños, rollos de papel higiénico...
La cuenta de su Instagram echó humo con 'la coroná': más de 343.100 reproducciones. “Yo no utilizo esas cachos de polla: una amiga me regaló un consolador con ventosa y la pegué en el espejo donde me maquillaba, pero llegó el verano y con el calor la polla se derritió. Entonces decidí pillarme una más grande y negra”, cuenta entre risas sobre el origen de aquella idea alocada de usar consoladores en algunos de sus vídeos. “Esas pollas son mis hijas”, le vacila al periodista.
El día de Año Nuevo volvió a sacar a pasear a su personaje de 'la coroná’ con la temática de la campaña de vacunación que empezaba en 2021: la aguja era un consolador. En sus ‘stories’ hay que ir más allá del lenguaje vulgar que emplea y quedarse con los mensajes que lanza a la gente de su generación. Valga como ejemplo el vídeo contra las relaciones tóxicas de pareja. ‘La hija del jeque’ se va de fiesta y deja en casa a su chico. Esta es la conversación:
Ella: Bueno cariño que me voy. Muah (le lanza un beso)
Él: Pero cariño, ¿a dónde vas?
Ella: Pues a sacar a la perra.
Él: Pero qué perra, loca, si nosotros no tenemos perra.
Ella: Voy a sacar a la perra que llevo dentro.
Él: ¿Qué respeto es este? ¡Yo soy el hombre de esta casa!
Ella: Claro cariño. Por eso, yo voy a salir y tú te quedas cuidando la casa.
- Usted es muy explícita en sus vídeos: ¿Alguna vez la han criticado por ello?
- La verdad es que no. La gente sabe cómo tomárselo y se lo toma bien.
En diciembre de 2019 la creciente repercusión de sus vídeos la llevó a crearse una cuenta en TikTok como ‘La hija del jeque’. “La gente me decía que me tenía que hacer tiktoker y me hice un perfil, volqué las historias que hacía para Instagram y se viralizaron: pero fue sin querer”. Y sin querer va camino del millón de seguidores en esta red social, de origen chino, que no para de ganar cuota de mercado gracias a que se ha convertido en una de las aplicaciones de moda para móvil.
“El verano de 2019 fue la última vez que trabajé de camarera”. El año pasado esta veinteañera definitivamente dejó de ser Alana para explotar profesionalmente a ‘La hija del jeque’. Prueba de ello es que hasta ha montado una página web donde comercializa sus cursos de maquillaje por módulos temáticos.
“Desde 2020 vivo de hacer campañas publicitarias en redes sociales, de promocionar productos de belleza, coméstica y peluquería, salones de uñas, belleza y estética, de hacer cursos ‘on line’ y presenciales de maquillaje... Ahora mismo trabajo en Instagram y en TikTok para entre diez y veinte marcas de coméstica y de prendas de ropa”.
- ¿Usted vive literalmente pegada al móvil para controlar sus cuentas de Instagram y TikTok?
- Hay días en los que estoy todo el rato pendiente del móvil, pero otras veces desconecto. Son pocas veces, pero lo hago. Desde pequeña sufro de ansiedad y hay ocasiones en las que necesito pasar del teléfono. No voy a comparar mi trabajo con alguien que, por ejemplo, trabaje de albañil o en el campo, pero sí que es verdad que mentalmente con las redes sociales nunca desconectas porque no hay un horario. Estás trabajando las 24 horas del día.
Cuando ‘La hija del jeque’ desaparece de las redes sociales, Alana se dedica a macharse en sesiones fitness de sentadillas, flexiones..., sale a pasear con su perro ‘Kimberling’, juguetea con su serpiente, una pitón albina, a la que bromea llamándola ‘bebé’ o se marcha a alguna cala de Mazarón. “Me gusta recoger plástico de las playas: lo estamos destrozando todo”.
- ¿Cuál ha sido la clave para que usted deje de ser camarera y viva desde hace un año de las redes sociales?
- ‘La Putonisa’ dá mucho juego, pero la clave de todo esto es la constancia, el no parar de moverte y querer ir a más profesionalmente. Yo me ido por Barcelona y por Madrid a maquillar a famosas, a gente que ha ido al programa de La Resistencia (Movistar+), a maquillar en conciertos, a maquillar para videoclips, esa es la clave, no parar de hacer vídeos de humor, saber lo que le gusta a la gente y darles lo que pieden. Hay que saber cuidar a tus seguidores.
- Sus padres son hosteleros: ¿Qué opinan de su profesión?
- Me dijeron que esto de ser maquilladora e influencer no era un trabajo, pero lo dijeron desde la ignorancia porque no sabían de qué iba este mundo. Ahora están muy orgullosos de mí. Mi padre me avergüenza porque le va enseñando a toda la gente mi cuenta de Instagram. Mi madre es muy estricta, no suele mostrar sus sentimientos, y hace poco me dijo que no se imaginaba que llegaría tan lejos.