“Probablemente no tuve una buena idea el día que aposté por juntar frente al micrófono a Antonio Naranjo y a Máximo Pradera”. Lo reconocía Julia Otero en los micrófonos de su programa, Julia en la Onda. Corría 2014 y la presentadora iniciaba así su explicación sobre la expulsión de sus dos colaboradores: Antonio Naranjo y Máximo Pradera. Despedidos ambos de forma fulminante. Los motivos, personales, no trascendieron en antena. Ponía así fin a una sección (Con un par) en la que ambos se enzarzaban en acalorados debates.
La relación personal entre los dos periodistas acabó en los tribunales. Y se ha prolongado hasta 2019, con un montón de vaivenes jurídicos porque Naranjo le acusó en Twitter de maltrato. Pradera reaccionó denunciándolo por injurias y el juez le acabó condenando por agresión, aunque la Audiencia Provincial de Madrid acabó dándole la razón y condenando a Naranjo.
Aquella fue la primera vez (que se sepa) en la que Pradera se la lió a la presentadora. La última ha sido esta misma semana. El periodista ha sido despedido, esta vez el diario Público, por una columna de opinión en la que se refería a la enfermedad de Otero. En la pieza le acababa deseando un cáncer a Macarena Olona, José María Aznar o Donald Trump. El digital ha emitido una nota en la que, igual que hicieron en Onda Cero en su momento, desmarcaba estas palabras de su línea editorial.
El provocador
Ha sido en este terreno, en el de la provocación, en el que Máximo Pradera ha destacado más en los últimos tiempos. Porque su prometedora carrera televisiva (llegó a ser el elegido para disputarle el trono de las noches a Javier Sardá y su Crónicas Marcianas) no cumplió las expectativas. Su última participación habitual ha sido en un talent show de La 2 sobre música clásica.
En las redes, en cambio, su nombre es tendencia cada cierto tiempo por alguna salida de tono. Tal vez la más recordada fue su reacción al incendio de la catedral de Notre Dame: “Pudiéndose haber quemado La Almudena, va y se quema Notre Dame. El Destino es gilipollas”, escribió el 15 de abril de 2019.
Pradera acabó borrando el tuit pero siguió de bronca en bronca. Sólo un mes más tarde volvía a estar en el foco por haberse mofado del aspecto de una de las tertulianas del programa La Sexta Noche al preguntarse si “¿se puede ir a un debate en la tele con 2 servilleteros colgando de las orejas?”. Más agresivo fue en 2015 contra el diario ABC, al que acusó directamente de ser “un felpudo para nazis”.
El Partido Popular (sobre el que escribió un libro denunciando su gestión en Madrid) siempre ha sido uno de sus principales objetivos. De Isabel Díaz Ayuso dice que llora con lágrimas de cocodrilo y se pone el rimmel más barato para que se le corra. Antes fue Cristina Cifuentes. Cuando esta sufrió el accidente de moto, Pradera tuiteó: “La vida de Cristina Cifuentes no corre peligro. Ojalá muchos madrileños pudieran decir lo mismo de la suya”.
Otro con el que mantiene una notable enemistad es con Hermann Tertsch. El conflicto entre ambos también se encuentra judicializado tras la acusación a Pradera de querer matarlo con un sicario. Llegó a hacerse una foto en la puerta del domicilio de Terstch haciendo el saludo nazi.
Hasta en la tragedia aérea de 2015, en la que un avión de Lufthansa se estrelló en Los Alpes, tuvo que sobresalir: “políticos que estrellan países enteros contra la montaña de la austeridad, con decenas de mies de víctimas” y “el copiloto no era solo un depresivo. Era un neurótico obsesivo. Pero lo pero es a quién han permitido los alemanes pilotar lemania” fueron sus tuits.
Él mismo reconoce su querencia por la polémica. En una entrevista concedida al digital religioso Vida Nueva se confesaba: “Soy un provocador, no un camorrista”.
Arriba España
Máximo es el nieto del que acuñó la frase ‘Arriba España’, Rafael Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange. Y biznieto de Víctor Pradera, uno de los carlistas que fundó el Bloque Nacional junto a José Calvo Sotelo. Aquel Pradera fue asesinado por los republicanos en el 36.
El padre de Máximo fue el que viró ese rumbo. Javier Pradera es un histórico del periodismo español. Luchó activamente contra el régimen franquista en la clandestinidad. Estuvo 10 años afiliado al Partido Comunista y varias veces encarcelado por propaganda ilegal. Fue uno de los fundadores del diario El País, su jefe de Opinión durante una década y el autor del editorial del 23-F contrario al golpe de Estado que publicó el periódico ese día. En esa redacción trabajó hasta el mismo día de su muerte, el 20 de noviembre de 2011.
Ideológicamente, Máximo siempre se ha situado más a la izquierda que su padre. Profesionalmente, más cerca del show business que del periodismo. Su ecosistema siempre fue la tele. La pública, en sus inicios.
Entre 1988 y 1994 estuvo pivotando entre Televisión Española y Telemadrid. Fue en 1995, con su salto a Canal +, cuando saltó al estrellato. Presentaba junto a Fernando Schwartz un novedoso espacio de entrevistas: Lo + Plus. Se convirtió en la estrella de la programación en abierto del primer canal codificado de España.
Por Lo + Plus pasaron invitados ilustres como el premio Nobel José Saramago o el escritor Salman Rushdie. Salir en Lo + Plus era lo más parecido a que hoy te lleve Broncano a La Resistencia: algo mainstream pero pretendidamente alternativo. Funcionó aquel nuevo formato y Pradera y su equipo se llevaron el Ondas al programa más innovador. Incluso sacó un libro titulado Lo Max Plus, en cuya portada se leía: "66,6 preguntas sobre el programa más chachi de la tele y su impresentable presentador".
Estrella de la TV
Parecía que había nacido una estrella. Aquel Pradera de humor ácido y corrosivo apuntaba a retos mayores. Y él fue la apuesta de Antena 3 en 2001 para disputarle las noches al coloso: Crónicas Marcianas. El programa de Sardá llevaba liderando el late night español desde 1997. Nadie le tosía esa franja a Telecinco. Max Pradera venía para ser el antídoto.
El programa se llamó Maldita la hora y se estrenó el 17 de septiembre de 2001. El formato, una mezcla entre aquel Lo + Plus que le encumbró con muchas entrevistas y un toque de humor que pareció no calar desde el primer día. Su estreno debería haber suscitado todo el interés, pero esa noche, Sardá le dobló en audiencia. Antena 3 lo mantuvo en la parrilla un par de semanas, cancelándolo al décimo programa y sustituyéndolo por Diario de una guerra. Un negocio redondo para la cadena, que acabó denunciada y teniendo que pagar por aquella cancelación.
A partir de ahí, la carrera televisiva de Máximo fue en picado. Ha ido participando en algunos espacios de forma esporádica, pero no volvió a presentar grandes programas. Lo intentó como creador en 2005, con un programa de corazón que produjo El Terrat para Cuatro. También fue cancelado por baja audiencia.
Su carrera osciló entre el teatro, la música, los libros (forma algunos con su nombre y otros bajo el seudónimo de Joseph Gelinek), la radio y las columnas incendiarias. Las mismas que se le han acabado, al menos en Público. Su bagaje periodístico es mucho menos destacado y relevante que el de su padre, pero ha hecho de la provocación su nicho.
Ahora ha liado la definitiva: “El cáncer no es más que eso: una mutación", consideraba, preguntándose si "¿esas mutaciones no podrían repartirse con más tino? ¿Para qué tenemos a Trump, o a Aznar, o a la arpía de Macarena Olona, sino para que les toque algo en el sorteo? (…) pues nada, macho, la Otero con cáncer y ellos sanos como cervatillos. Tampoco es imprescindible que vayan hoy a reunirse con el Creador, pero estaría bien que tuvieran que bregar con el tratamiento, que casi siempre es chungo de narices", decía su columna.
En breve, Julia Otero va a enfrentarse a ese tratamiento ‘chungo de narices’. Mal gusto. Aunque ella ya lo perdonó. En 2014 despidió de su programa a Pradera y a Naranjo tras su enfrentamiento. Pero Máximo regresó y le dio una sección de curiosidades musicales, en la que sigue participando de forma semanal. Ahora será Julia la que decida si quiere aguantar otra vez más al 'broncas' de Pradera.