Al lado de la parcela estacionó una furgoneta y varios hombres bajaron del vehículo para adentrarse en la finca a recolectar cientos de plantas de cáñamo. Todos iban equipados con petos, como suelen hacer los jornaleros en la Región de Murcia, pero en realidad se trataba de una ‘cuadrilla de cacos’ robando a plena luz del día mientras simulaban ser empleados agrícolas. “En 2020 me han robado cincuenta veces”, resume desesperado un empresario asiático.
“Estoy harto”. Tanto, que está buscando terrenos para cambiar de ubicación su actividad, que viene desarrollando desde 2015 en una localidad de la Comarca del Noroeste, y para la que cuenta con licencia de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios.
“A veces, en el tiempo que he tardado en ir al cuartel de la Guardia Civil a que me tomen declaración para denunciar un robo, cuando he regresado a las fincas he descubierto que me habían vuelto a robar por seguna vez en la misma noche”, ejemplifica sobre el disparatado bucle de hurtos con el que lidió durante 2020 y que le ha empujado a buscar nuevas tierras donde trasladar su actividad empresarial.
“Los cincuenta robos ocurrieron entre septiembre y octubre cuando las plantas florecen y me toca recolectar”, insiste indignado a EL ESPAÑOL. “En total me quitaron el 70% de mis ventas”.
La decisión de empezar a sondear el mercado de fincas agrícolas ha sido dura porque los terrenos donde actualmente tiene su producción son de sus antepasados. Este empresario asiático tiene raíces murcianas -por parte de madre- y decidió montar en la Comarca del Noroeste una sociedad limitada dedicada al cáñamo industrial. “En mi país la legislación es más estricta para producir cannabis medicinal y no pude obtener una licencia, así que pensé venir a Murcia a aprovechar las tierras de mi familia porque la normativa europea me podría permitir hacer ese proyecto, pero no imaginé que sufriría tantos robos”, admite.
Este empresario no desvela su identidad ni la ubicación de su explotación por miedo a sufrir nuevos palos. “Hay mafias que pagan a grupos de gente para que vengan a robarme”. Prueba de ello es que sus fincas llegaron a ser asaltadas por supuestos miembros de la banda de Tony ‘El Inglés’, dedicada presuntamente al tráfico de armas y marihuana. Nada que ver con el perfil de rateros de poca monta que habían robado algún puñado de plantas en su explotación desde que comenzó con la actividad en 2015.
“Me robaban una media de dos o tres veces al año”, recuerda. Esa estadística se ajustaba a las “pérdidas calculadas del 2%” con las que contaba este empresario, que era consciente de que los tres metros de altura que alcanzan sus plantas de cáñamo eran un reclamo para los amigos de lo ajeno. Por ese motivo, en cada una de sus cuatro fincas, este empresario colocó carteles bien visibles, con la siguiente advertencia: ‘Cultivo de cáñamo industrial. No contiene componentes psicoactivos (THC 0%) según normativa europea’.
También instaló cámaras de seguridad. De nada sirvieron las citadas medidas disuasorias porque la media de robos se elevó de tres a cincuenta, de 2019 a 2020, debido a que trascendió la ubicación de su producción. El perfil de los ladrones era de lo más dispar, desde bandas a ancianos fumetas. “Me han entrado menores de 15 años o personas mayores, de 70 años, que decían que era para consumo propio, y también grupos organizados porque una vez había diez personas por mis fincas”.
Los vídeos nocturnos
Este empresario aporta a EL ESPAÑOL varios vídeos de algunos de los robos que sufrió en 2020 para demostrar el infierno que padece en sus tierras. “Las cámaras que instalé son de vigilancia nocturna, como las que se utilizan para grabar reportajes de animales en la naturaleza”. El sistema se activa con sensores de movimiento y de inmediato le envía a este ciudadano un mensaje con imágenes de lo que está pasando. La 'fauna' que siempre aparece en pantalla es la misma: ladrones.
Como botón de muestra lo sucedido el 11 de septiembre. En plena madrugada, por una de sus fincas de cannabis medicinal, hay más trasiego de gente que en pleno casco urbano: a las 1.28 horas de repente aparecen en plano un caco, dos, tres, cuatro, cinco... Desde el otro lado de la finca, un vehículo mantiene encendidas las luces para iluminar los terrenos donde están los ‘jornaleros de lo ajeno’.
A las 1.39 horas prosigue la escena: uno de los supuestos ladronzuelos llega con grandes bolsas de plástico, de las que se usan para embalar, y las reparte entre los recolectores, equipados con tijeras y cuchillos de cocina para cortar las plantas. La cuadrilla suspende en materia de riesgos laborales porque todos aparecen con las mascarillas para prevenir contagios de coronavirus, por debajo de la barbilla. La secuencia pone de manifiesto la relajación e impunidad con la que actúan porque uno de ellos se fuma un pitillo mientras coge cáñamo a espuertas.
Llevan hasta camionetas
“Mis plantas contienen menos de un 0,2% de tetrahidrocannabinol (THC) para cumplir con la normativa europea, pero supongo que roban mi cáñamo para mezclarlo con marihuana para venderla”. Con esta operación consiguen más cantidad para sus trapicheos en el mercado negro, porque adulteran la ‘maría’ con el cáñamo idustrial de este empresario que carece de efectos psicoactivos: sólo tiene cannabidiol (CBD).
El mencionado componente tiene propiedades analgésicas y antiinflamatorias: se puede usar con fines farmacológicos y médicos en pacientes diagnosticados de epilepsia, de cáncer de mama... Sirve para casi todo, menos para colocarse.
“Tengo clientes en el sector de la farmaindustria a los que vendo el cáñamo para producir cosméticos, aromas, complementos alimenticios (leche, harina de proteína)...”. Entre su clientela se han colado los cacos. Básicamente, han encontrado en la explotación de este pobre empresario el mejor proveedor gratuito de 'marihuana falsa' para trapichear. “Son plantas parecidas”. Es la única explicación que encuentra este ciudadano asiático a que los robos en su explotación se hayan disparado exponencialmente el último año.
Los autores de los palos son cada vez más profesionales, ya que han llegado a alquilar furgonetas para cargar la mercancía sustraída en las cuatro fincas, que suman dos héctareas de producción. “Les pillamos porque vino la Guardia Civil y una grúa se llevó el vehículo que alquilaron”, subraya este empresario que no deja de sorprenderse por la logística que han empleado en algunos de los golpes que ha sufrido. “Han venído con camionetas como las que usan para cargar hortalizas”.
5.000 plantas de una tacada
En septiembre del año pasado, en más de una ocasión, cuando acudía por la mañana a supervisar la cosecha se encontraba por las fincas el mismo modelo de bolsa de cuadros comprada en un bazar chino. Unas veces le robaban supuestos integrantes de mafias y otras jóvenes organizados. A veces, todos estos perfiles de asaltantes coincidían en la misma noche, escalonadamente, tal y como sucedió el 16 de septiembre cuando le quitaron de una tacada 5.000 plantas.
“Esa día me robaron dos o tres veces”. Ni lo sabe con exactitud porque las cámaras primero grabaron varios hurtos en distintas franjas horarias y desconoce si los autores tienen conexión entre ellos. El primero, se produjo a las 23.23 horas. En el plano aparecen dos chicos, con linternas, cortando plantas por la base del tallo.
Después, a las 1.59 horas, el sistema vuelve a grabar a una persona en otra ubicación, incapaz de dar a basto con sus brazos para transportar la cantidad de matas de cannabis medicinal que acaba de robar. A las 4.25 horas, de ese infausto día 16, de repente, aparece lo que bien podría ser un ‘sherpa’ de la marihuana con un bolsón de plantas a su espalda. Y la guinda, a las 4.35, una cuadrilla de cuatro ‘jornaleros de lo ajeno’ abandona una finca tras una intensa noche de trabajo.
Las imágenes relatadas se covirtieron en la desesperante rutina de este empresario: cada vez que el teléfono le sonoba de madrugada, era la notificación de una alerta de las cámaras porque había movimiento ilícito en sus tierras. “Llegué a organizar patrullas nocturnas, pero como tengo cuatro parcelas es difícil protegerlo todo: cuando estás en un sitio te entran por otro”.
- ¿Por qué no contrató seguridad privada?
- El coste era inasumible para mí, al tratarse de un servicio 24 horas, en medio del campo. Me salía a 3.000 euros a la semana contratar a dos guardias de seguridad para controlar todas las parcelas porque están en sitios distintos de la localidad.
Ni las patrullas que realizaba este empresario ni las denuncias que presentaba surtían efecto para contener los continuos golpes a su producción de cáñamo. “En 2020, en sólo dos meses, puse diez denuncias y me cansé", confiesa. La Guardia Civil tiene que cubrir en esa zona una demarcación amplia y no podía estar perenne en su explotación. "Me decían que sólo había una patrulla para tres pueblos por el coronavirus y la inmigración ilegal".
Las investigaciones iniciadas por la Guardia Civil a raíz de las denuncias de este empresario del cáñamo, en ocasiones, han dado sus frutos: "Una vez me informaron de la detención de doce personas". En noviembre, la Policía Local también pescó a dos cacos en plena faena. “A la hora de comer un vecino me llamó diciéndome que había unos tíos, con muy mala pinta, metidos en mis parcelas cortando plantas de cáñamo”. El empresario no lo dudó y subió a la finca con su coche.
“Cuando llegué huyeron a la carrera, pero como eran unos drogadictos no podían correr mucho, fui detrás de ellos con el coche hasta que llegó la patrulla”. Esta pareja de individuos se había desplazado desde Murcia hasta la Comarca del Noroeste a robar. “Ellos vinieron a mis fincas pagados por alguien para robarme el cáñamo”, zanja como prueba de que las organizaciones tienen en la diana su explotación. “En otra ocasión me he encontrado camisetas de la Policía”.
Pide ayuda para la campaña
Este empresario subraya que ha accedido a hacer público su caso “para que no ocurra lo mismo” en la próxima campaña de recolección de cáñamo. "Acabé 2020 con pérdidas". Por este motivo, pide a la Administración que las Fuerzas de Seguridad extremen la vigilancia de sus terrenos que las autoridades tienen perfectamente localizados porque este ciudadano asiático fue pionero en la producción de cáñamo industrial en la Region de Murcia.
“Me convertí en el primer productor”, incide sobre la trascendencia que tuvo su decisión de abandonar su país para empezar una nueva vida en Occidente, donde emprendió una actividad agrícola para farmaindustria que aportó su granito de arena al mercado laboral murciano. “En abril, para la siembra, contrato a diez personas; luego tengo a tres para el riego, el mantenimiento de la plantación, la retirada de malas hierbas; y en septiembre, contrato a diez empleados para recolectar la cosecha”.
Ahora está en peligro la actividad que viene desarrollando este empresario en las dos hectáreas de terrenos familiares, donde produce de 600 a 1.000 kilos de plantas con cannabidiol y que comercializa a razón de 250 euros el kilo. "En 2020 invirtí 25.000 euros en comprar semillas a proveedores autorizados, contratar personal para los trabajos de plantación y acabé el año con pérdidas por los robos. Estoy buscando tierras para mudarme a otro sitio más escondido y seguro: no puedo seguir así”.