Corría el año 2011 y Guillermo Lasso (Guayaquil, 1955) ya preparaba su salto al poder en Ecuador. Entonces, en el arranque de la carrera política de quien el pasado 11 de abril se convirtió en presidente de Ecuador logrando derrotar a la izquierda después de 15 años en el gobierno, hay dos viejos conocidos: José María Aznar y su pupilo Pablo Casado. Hace diez años, el expresidente y un muy joven líder de los populares viajaron a Ecuador para sentar las bases de lo que sería una opción de derechas para entrar en el palacio de Carondelet de Quito.
"Esa es la esperanza que ahora tenemos frente a los que asesora Pablo Iglesias y con los que pacta el Gobierno de Sánchez", ha dicho Casado poco después de que el conservador ganase las elecciones. Tanto Casado como Aznar ya veían necesario apoyar hace diez años una contrarrevolución de la derecha en una América Latina donde el chavismo se extendía con fuerza.
Lasso conoció a Aznar a través de diferentes contactos de la derecha latinoamericana que a mediados de los 2000 se concentraban en la Universidad de Georgetown en Estados Unidos, donde el expresidente español fue profesor y donde se formaron los nuevos rostros llamados a liderar el conservadurismo en América Latina y España, como el propio Casado.
En octubre de aquel 2011, la Universidad de las Américas (UDLA) de la capital del país andino concedió el doctorado Honoris Causa a Aznar y a Lasso. El primero acudió en respaldo del segundo. Lasso era un banquero exitoso: había hecho una gran fortuna partiendo desde la nada pero llevaba tiempo alejado de la política. Aunque ejerció como ministro a finales de los 90, el legado corrupto de los anteriores gobiernos de derechas pesaba sobre él ante una hipotética competición con Rafael Correa, entonces presidente, quien gozaba de una enorme popularidad.
Lasso necesitaba crear un nuevo proyecto de derechas con caras nuevas y un aire renovador que pudiese destronar al todopoderoso Correa. Fue entonces cuando Aznar y sus redes de influencia entraron en la partida para apoyarlo y construir su motor ideológico, inspirado en los dos exitosos mandatos del PP en España: conservador en lo social, liberal en lo económico.
Derrotar al correísmo
Simultáneamente, aquel 2011, Lasso publicó su libro “Cartas a mis hijos”, editado por Planeta y presentado en España junto al propio Aznar y al presidente de la editorial y de Atresmedia, José Crehueras. El libro era la carta de presentación de un personaje que estaba llamado a destronar a Correa. Desde 2007, este había puesto en marcha en Ecuador la conocida como Revolución Ciudadana, un proyecto de socialismo del siglo XXI en la línea de la Venezuela de Hugo Chávez, la Bolivia de Evo Morales o el Brasil de Lula da Silva, pero con estilo propio: con una fuerte vertiente social pero sin descuidar los pilares de una economía mixta.
Así lo veía el propio Lasso cuando Correa ganó las primeras elecciones. Es más, el exbanquero dio su apoyo al izquierdista en sus inicios. El país necesitaba un revolcón y Correa era el mesías que, al igual que en Venezuela con Chávez, todos, de derechas e izquierdas, esperaban. Pero la decepción no tardó en llegar. Los tintes autoritarios del gobierno correísta y su paulatina colonización de las instituciones, le hicieron dar el paso en un enfrentamiento para el que tenía pocas opciones. La obra de Correa era visible en modernas autopistas, en avanzadas escuelas públicas y grandes hospitales.
Decidido a empezar con lo que fuera para hacerle frente, pocos meses después de aquel doctorado Honoris Causa junto a Aznar, Lasso fundó el movimiento CREO en enero de 2012. En 2013 se presentó a las elecciones y ocurrió lo esperado: el candidato socialista lo vapuleó. En aquel momento, Lasso dijo que se sentía huérfano de un apoyo internacional de derechas a su intento de alcanzar el poder: en España, a pesar de contar con el apoyo moral e ideológico de Aznar y Casado, dijo haberse sentido abandonado por el PP de Mariano Rajoy, entonces en La Moncloa.
Lo que dejaron claro aquellas elecciones es que a Correa nadie le podía ganar. En 2017, con este fuera del poder después de dos mandatos, Lasso volvió a acudir a las elecciones, esta vez contra el sucesor de Correa, Lenín Moreno. Si bien no se enfrentaba al presidente más carismático de los últimos años en Ecuador, lo hacía contra su legado. Perdió de nuevo.
Al poder, 10 años después
En 2021, 15 años después del inicio de la Revolución Ciudadana, había transcurrido tiempo suficiente para que aquellas obras sociales se vieran empañadas por los enfrentamientos internos -el propio Lenín Moreno se desvinculó de Correa estando en el poder- y para que los casos de corrupción aparecieran como un goteo en contra del expresidente socialista. Esta conjunción de factores junto a una mayor madurez política de Lasso le dieron a este la oportunidad de ganar, al fin, a la tercera.
La espera y el esfuerzo han valido la pena para un candidato que pensaba en abandonar si esta vez volvía a perder. A pesar de sus derrotas, la apuesta de la derecha española, sobre todo, a través de Aznar, Casado y la Fundación FAES no decayó en ningún momento. Lasso se ha mantenido fuertemente vinculado a los dos políticos populares, que le han acompañado en diferentes reuniones y premios en España a lo largo de la última década.
Su relación con España, donde el pasado 11 de abril estaban convocados 179.614 electores ecuatorianos, también se ha mantenido viva a través del Opus Dei, organización de la que forma parte. Al menos uno de sus hijos, sacerdote, estudió en la Universidad de Navarra, institución con la que el nuevo presidente mantiene una excelente relación: ha sido invitado a impartir diferentes conferencias y muchos de sus colaboradores más cercanos han sido formados en el alma mater de Pamplona.
Este "político de principios comprometido con la libertad, la creación de empleo y oportunidades", según ha definido Casado, ha sido el rezagado en incorporarse al giro a la derecha en Latinoamérica, después de que lo hicieran Chile con Piñera, Argentina con Macri o Brasil con Bolsonaro. En Ecuador, la obra de Aznar y Casado ha dado sus frutos diez años después.