Los últimos 24 militares españoles en Afganistán hacen el petate: “Hemos vivido situaciones límite”
De los más de 30.000 soldados españoles que han pasado por el país solo quedan 24. EL ESPAÑOL ha accedido en exclusiva la historia y a las fotos de los últimos en irse.
25 abril, 2021 02:08Noticias relacionadas
Han pasado 19 años, tres meses y un día desde que una bota española pisó por primera vez Afganistán. Era el 24 de enero de 2002 cuando los primeros 350 soldados aterrizaron en Kabul. Desde entonces, y 104 muertos después, la presencia del Ejército en el país centroasiático, en la guerra moderna más larga de la historia, ha sido ininterrumpida. Ahora llega a su fin. El pasado 14 de abril, el presidente de EEUU, Joe Biden, anunció el repliegue definitivo de todas las tropas de la OTAN a partir del 1 de mayo.
A día de hoy, en Afganistán solo quedan 24 soldados españoles que recogerán su petate el próximo mes. Son los últimos de Afganistán y EL ESPAÑOL ha hablado con ellos en exclusiva.
Los 24 llegaron hace algo más de cinco meses, el 14 de noviembre de 2020. Su misión podía preverse más tranquila que en otros momentos de la guerra: llegaron en medio de una tregua firmada por los talibanes y la Coalición, que lleva vigente desde febrero del mismo año. Sin embargo, han tenido que enfrentar un enemigo poco imaginable hasta hace bien poco: el Covid, invisible y demoledor.
El Jefe del Contingente, el Coronel Alfonso Álvarez Planelles, de 57 años, describe así sus momentos más duros, un relato bien diferente al que cualquier otro militar español haya podido contar en Afganistán: “En este periodo en he pasado 15 tests PCR, todos con resultado negativo. He sido afortunado. Para mitigar el riesgo de contagios, las condiciones en la base se volvieron duras, cerrando los comedores para no compartir espacio, cerrando los gimnasios y limitando nuestro tiempo libre a estar en nuestras instalaciones”.
Álvarez Planelles estaba en la base Hamid Karzai International Airport de Kabul (HKIA), de la cual apenas salió en contadas ocasiones. En una de ellas, tuvo que desplazarse en coche a la Embajada Española en Kabul para una reunión. Fue entonces cuando palpó la pobreza y el caos que, 20 años después del inicio de la guerra, todavía reinan en Kabul.
“Ver a una niña de unos siete años, de pie, pidiendo limosna en medio de ese caótico tráfico, arriesgando la vida, limpiando los espejos de los coches con su pequeña falda, me puso los pelos de punta al pensar en la necesidad que tiene este país de ayuda para poder superar tanta pobreza. La recuerdo constantemente”, señala el coronel.
Los españoles estaban ahí para eso. Para ayudar a Afganistán, bajo la amenaza constante de los talibán y de grupos terroristas como Al-Qaeda, aún presentes en el país. En concreto, los hombres de Álvarez Planelles están distribuidos en una Fuerza de Operaciones Especiales con 14 efectivos en el Camp Morehead a 10 kilómetros al sur de Kabul, una unidad que constituye el Elemento Nacional de Apoyo (NSE, por sus siglas en inglés) con ocho militares en la base HKIA y otro mando, el Teniente Coronel Pablo Paniagua, del Gabinete Técnico de la Ministra de Defensa, en el Cuartel General en el centro de la capital.
Además, el contingente de 24 efectivos, tenía el apoyo de dos intérpretes que, por razones de seguridad, no se incluyen en este reportaje.
Hombres sin miedo
E. C. C., alias “Califa” nació en Melilla hace 35 años. Es un veterano de las misiones internacionales, con galones en Senegal y en Malí. A la pregunta de si ha entrado en combate desde su despliegue el 14 de noviembre de 2020, contesta: “No puedo dar esa información”.
Califa y sus 13 hombres, la mayoría miembros del GOE (Grupo de Operaciones Especiales) del “Tercio Ampurdán IV”, han sido los españoles con mayor contacto con el terreno y se han movido por todo Afganistán. Entre ellos también hay un miembro de inteligencia del Regimiento de Infantería “Isabel La Católica” 29 y otro de la Compañía de Transmisiones del Mando de Operaciones Especiales.
Ellos son la vanguardia militar española en el país. Son los soldados mejor preparados del Ejército de Tierra, y su misión ha sido entrenar y supervisar a los comandos afganos. Es decir, a la élite de las tropas locales que se encargarán solos de la amenaza de la insurgencia cuando ellos se vayan. La base de los GOE españoles es Morehead, un complejo militar que, en la larga historia bélica afgana, ha sido desde centro de operaciones de los paracaidistas soviéticos a campo de entrenamiento de Al-Qaeda en la época de dominio talibán.
Desde allí, su presencia se ha extendido a Camp Darulaman, HKIA, Bagram Airfield y Kandahar Airfield. Se desplazaban, sobre todo, en helicóptero. “Una cosa que siempre recuerdo es el polvo y el color arena de las casas desde el helicóptero. Todo ello con la cordillera del Hindú Kush nevada alrededor. Es impresionante el paisaje, te estremece”, relata “Califa”.
Así describe también el día a día de su Unidad: “Tenemos numerosas reuniones en el ámbito internacional para coordinar las actividades. También hacemos llamadas de coordinación con las Fuerzas Especiales Afganas, para asistir y asesorar tanto en la instrucción y adiestramiento, así como el seguimiento de las operaciones que realizan en el terreno. Siempre hay tiempo para realizar actividad física. Además, se trabaja mucho en los planes de entrenamiento de las unidades por lo que se está ocupado la mayor parte del día. Las relaciones personales y el contacto con las Fuerzas de Operaciones Especiales afganas se deben mantener a diario”.
Si hay algo en lo que coinciden todos los miembros del GOE desplegados en el país es que no han pasado miedo, a pesar de haberse enfrentado a situaciones delicadas en un país que, pese a la tregua, es altamente inestable.
“Aunque he vivido situaciones límite, en ningún momento he sentido miedo como tal. Durante años nos preparamos para enfrentarnos a determinadas situaciones y cuando llegan únicamente te preocupas en sacarlo todo adelante. Cuando todo finaliza y tienes tiempo de pensarlo, es cuando todas las sensaciones salen a flote”, describe el barcelonés G. L. C., alias “Lou”, en sintonía con sus compañeros del GOE.
En sus respuestas no se andan con rodeos. Son guerreros entrenados para cumplir estrictamente con la misión, sentimientos aparte. “Califa”, “Lou”, J. D. “Castor”, A.S.U. “Rocky”, J.R.C.I. “Moncho”, G.P.C. “Gayo”, A. J. “Junior”, J.M.G.B. “Animal”, A. R. M. “Moster”, J.G.G. “Polaco”, A. L. S. “Sito”, L. Q. M. “Titi”, A. C. C. “Hobbit” y F. B. C. “Búfalo” coinciden también en que los mejores momentos que han pasado han sido los de las competiciones con las fuerzas de los demás países.
Todos, sin excepción, se llevan amigos polacos, británicos, holandeses, rumanos, portugueses, búlgaros y estadounidenses con quien les toca compartir los últimos momentos de la OTAN en Afganistán.
Echar de menos
El último contingente español en Afganistán pasó las Navidades en el país. La familia y algo tan básico como la comida, según describen, ha sido lo que más han echado de menos. “Titi”, de operaciones especiales, por ejemplo, relata además que tuvo un familiar en la UCI en España por Covid. Fue, sin duda, su momento más duro.
Por su parte, Pablo Roca Castillo, alicantino de la fuerza de apoyo (NSE) española, fue tío estando desplegado y aún recuerda el revés que le provocó que le informaran que tenían que quedarse sin fecha definida hasta el final del despliegue. “Estábamos preparando el relevo y, a cuatro días de empezar a materializarse, se nos dijo que no habría el relevo y que nos quedábamos hasta el cierre de la operación sin fecha definida. Es lo más duro que recuerdo”, explica.
Al contrario de los miembros de operaciones especiales, los efectivos del NSE han tenido una estancia más rutinaria. El gran ambiente de compañerismo y su familia militar han hecho más llevaderos sus días. “Todos los días son lunes, hay que luchar por romper con la monotonía y tratar estar ocupado y entretenido para sobrellevar la distancia con la familia”, cuenta Pablo Pérez García, vigués de 47 años y con seis misiones internacionales a sus espaldas, entre Líbano, Bosnia y Herzegovina e Irak.
De los 24 del contingente completo, dos son mujeres: Sheila Sánchez Olea, de 36 años y nacida en Barcelona, y la melillense Leticia Góngora Buezo, de 39 años. En el caso de Leticia, operadora de comunicaciones en HKIA, no ha podido salir de la base. Sánchez, sin embargo, como auxiliar de cargas, ha estado trabajando en HKIA, Camp Taylor y Camp Morehead.
Ambas están desplegadas con el NSE y recuerdan sus mejores momentos en el compañerismo con el resto del contingente con el que han convivido. “Hay días buenos y días malos, pero por lo general el ambiente es bastante bueno. Al final tantas horas, días, semanas y meses juntos somos como una pequeña familia”, describe la catalana, al tiempo que no duda en afirmar que su momento más feliz será el día que vuelvan a casa.
No todos pudieron disfrutar de la compañía de los demás. El Teniente Coronel Panigua, el único español en el Cuartel General de la “Operación Resolute Support” en el centro de Kabul, un recinto de 400 metros cuadrados con 1.000 habitantes, donde están la mayoría de embajadas, tuvo que acostumbrarse a muchas rutinas en soledad.
“Obligado por la situación Covid, he tenido que realizar todas las comidas apartado de cualquier compañía. Esta circunstancia, inicialmente negativa, se ha convertido en positiva, ya que me ha permitido realizar videollamadas a familiares y amigos y he comido y cenado con ellos cada uno de los días que ha durado”, explica Paniagua, que además de echar de menos a los suyos, tiene añoranza por una caña bien tirada y un pincho de tortilla.
Algunos de los desplegados ahora en el país eran viejos conocedores de la realidad de Afganistán. Es el caso del Teniente Coronel Paniagua, los miembros del NSE Juan Alberto González, Sheila y Juan Carlos López Saavedra; y de los GOE “Califa”, “Moncho” y “Sito”. Para el resto -y, en cierta medida, también para los que ya habían estado-, las expectativas de su despliegue se cumplieron. Llegaban a un país devastado y atrasado por la guerra, pero lo que más les sorprendió fue la actitud de los afganos.
“Pensaba que era un país muy pobre y desorganizado pero al trabajar con miembros del ejército afgano descubrí que era lo contrario”, relata "Búfalo". “Me sorprendieron gratamente las ganas de luchar que tienen los militares afganos por su país”, dice, por su parte, “Polaco”.
El contingente lo completan los NSE Juan Alberto González Justo, Pablo García Hernández y Héctor Daniel Álvarez Chalarca.
La huella del Ejército
La presencia de los soldados españoles en Afganistán se recordará por un trabajo encomiable en la contención de la insurgencia y la pacificación y reconstrucción del país. Pero si cabe destacar una huella entre el resto de las tropas aliadas en el país, después de casi 20 años, es su enorme carisma.
“Es muy fácil dejar huella siendo español. Siempre está el tema internacional de Real Madrid o Barcelona... A parte de esto, he tenido la oportunidad de saludar a personas que me han agradecido nuestra ayuda, destacando nuestra profesionalidad y empatía con ellos. Creo que siempre se ha hablado mucho de ganarse a la población como mejor remedio para solucionar los conflictos. En este caso, los españoles tenemos un don especial en hacerlo, por lo que creo que hemos huella en parte de la gente de Afganistán”, relata Califa.
El jefe de los comandos españoles asegura que, de la parte que se siente más orgulloso, es por el reconocimiento del trabajo. “Es sorprendente que lleguen soldados afganos y te paren por ser español y te enseñen una foto en el móvil con soldados españoles, de antiguas rotaciones. El mirarle a la cara y ver con el cariño que hablan y con el entusiasmo que sienten al ver a los españoles, es una señal inequívoca de que hemos dejado huella en la población de Afganistán como militares y como españoles”, señala.
Lo mismo comparte el Coronel Álvarez Planelles: “La presencia española siempre lleva aparejada, aquí en Afganistán y en cualquier parte del mundo en la que estamos desplegados, una eficacia en el trabajo, una alegría, un cariño y una forma especial de llevar a cabo nuestra misión que siempre es muy apreciada y reconocida, tanto por loslocales como por los aliados con los que participamos.
Desde enero de 2002, más de 30.000 militares españoles han estado en Afganistán. Hoy, de ese abultado número, tan solo quedan 24. Son los que recogerán el pabellón español de la guerra más larga que se recuerda. Sobre el terreno, todos se han jugado la vida. 100 la perdieron mientras participaban en la misión de la ISAF, concluida en 2014, junto a dos intérpretes y dos policías nacionales en la Embajada en Kabul.
Los días de crudos combates contra la insurgencia han quedado atrás. Pero el país también está lejos de alcanzar su total estabilidad. Los se van dentro del plan de salida desescalada de la OTAN que se irá definitivamente en septiembre. A partir de ahora, serán los afganos a quienes han formado y dado apoyo, quienes deberán hacerse cargo solos de su propio país.