Ceuta

Con la crisis migratoria todavía latente, la ciudad de Ceuta comenzó a recuperar el miércoles cierta normalidad. Para la mayoría de ceutíes ha sido como el despertar de una pesadilla que comenzó el lunes y que, ahora, remite por momentos.

Pero en la ciudad autónoma, la calma es tensa. A pesar de que los comercios han abierto de nuevo y los ciudadanos de Ceuta han regresado a sus calles, el ambiente está enrarecido: cientos de jóvenes marroquíes que han cruzado a España en las últimas horas todavía deambulan por la ciudad y la amenaza de una nueva oleada migratoria tiene a sus 84.000 habitantes en vilo.

En el centro de la ciudad, a unos cuatro kilómetros donde en la tarde del miércoles se produjo un goteo constante de llegadas de inmigrantes irregulares -la mayoría menores que pueden quedarse en suelo español-, un grupo de ceutíes disfruta de unas copas. El contraste entre la valla de El Tarajal y la Plaza de España es total. Celebran un cumpleaños, pero parece que celebren el despertar -aunque sea momentáneo- de una pesadilla que jamás imaginaron: una avalancha sin precedentes que ellos tildan como una “invasión” auspiciada por Marruecos con el único fin de hacer realidad una reivindicación histórica del país vecino. Nada menos que apropiarse de Ceuta.

“Ceuta ha sido, es, y siempre será española”, dice Manuel, de 60 años. En los últimos días, sin embargo, se ha sentido abandonado por el Gobierno de Pedro Sánchez, al cual acusa de una “respuesta tardía”. “El Ejército tendría que haberse desplegado desde el lunes por la noche. La ministra descartó que se tratase de una provocación de Marruecos hasta el martes”, recuerda, en alusión a la titular de Exteriores, Arancha González Laya.

“Atentado a la ciudad”

Fue entonces, en la noche del lunes al martes, cuando la inseguridad y el miedo se apoderó de los ceutíes. Muchos de ellos se recluyeron en sus casas, cerraron los negocios para no abrir al día siguiente y no llevaron a sus hijos al colegio. La ciudad estaba completamente tomada por miles de jóvenes que vagaban sin rumbo, sin comida, sin entender el idioma y sin un techo bajo el cual cobijarse. “Es como si en Madrid metes a 40 millones de personas”, dice, por su parte, Quique, de 57 años que trabaja en un hospital de la ciudad.

“Intentan confundir esta crisis con un asunto humanitario, pero de eso no tiene nada. Esto es una clara reivindicación de Marruecos y dejar pasar a estos chicos del lado marroquí es una clara forma de hacer chantaje”, continúa Quique.

Las escenas de los jóvenes que deambulan por la ciudad, muchos de ellos menores y niños de muy corta edad, le conmueve. De hecho, él y otros vecinos se organizaron la primera noche de la llegada masiva de inmigrantes para darles comida y agua. Sin embargo, no duda en señalarlos como “monigotes” de su rey, en referencia a Mohammed VI. "Te dan pena, hasta que se meten en tu casa", dice.

Gema, Inma, Paloma, Manuel, Nené y Quique en un bar del centro de Ceuta este miércoles. Marcos Moreno

Unas calles más abajo, otro Manuel, de 60 años, está en el puesto de su quiosco en una de las calles principales de Ceuta. Su primera reacción a las preguntas de EL ESPAÑOL solo tiene una palabra: “Fatal”. Así es como se siente por todo lo que está sucediendo. “Es un atentado a la ciudad”, declara.

El martes mantuvo el quiosco cerrado todo el día cuando vio el “panorama”: “Aquí había entre 100 y 150 marroquís haciendo barullo e inmediatamente bajé la persiana. No me fui a casa, me quedé vigilando y llamé a la central de alarmas para que ni se les ocurriera llamarme a mí, sino que llamasen inmediatamente a la policía si sucedía algo”.

Para Manuel, los jóvenes que han tomado las calles de la ciudad generan “inseguridad”. “No tienen nada que perder”, dice. “Siempre vienen con aquello de que en Marruecos no hay trabajo, ¡pero aquí tampoco! No tenemos nada. Ya les vale”, añade. El quiosquero asegura que, si bien no le sucedió nada a su establecimiento, tiene conocidos a quienes “se les metieron en casa”.

Lo mismo comparten, al menos, dos entrevistados más por EL ESPAÑOL en el centro de Ceuta. Vikram, otro comerciante, de 42 años, también cerró su tienda y tampoco llevó a sus hijos al colegio. “Lo estamos pasando muy mal. Parece que hay normalidad pero nadie sabe realmente qué se nos puede venir encima”, apunta. “Esto no va a más porque la ciudad está militarizada, ¿pero qué hacemos luego con todos estos que se quedan por aquí?”, declara a EL ESPAÑOL escéptico.

El Ministerio del Interior retiene en las naves de El Tarajal a 900 menores a quienes se practican pruebas PCR a contrarreloj. Sin embargo, aún no hay una solución para ellos. Tampoco para los cientos que deambulan por las calles con los centros de menores de la ciudad colapsados. El Gobierno solicitó un reparto de 200 de ellos entre las Comunidades Autónomas que aún no se ha concretado.

Estrategia de presión

Lola, de 49 años, maestra especializada en drogodependencia asegura que, la primera noche, “iban como miles de hormigas, sin rumbo fijo”. La ceutí, que tampoco llevó a dos de sus tres hijos al colegio el martes, relata que “salían hasta de las alcantarillas”. Un amigo suyo se encontró a un grupo en su casa porque se habían colado por la ventana en busca de un techo bajo el cual dormir.

Manuel delante de su estanco. Marcos Moreno

La tónica general del ambiente que ha vivido Ceuta en las últimas horas es de miedo y tensión. Entre familias y grupos de amigos siguen pendientes del teléfono y de sus grupos de WhatsApp, donde circulan noticias y rumores de forma constante. “Van a enviar una patrullera de la Armada desde Cádiz”, comenta Lola enseñando en su móvil la noticia que le ha compartido una amiga. Quiere mostrar que la preocupación no se irá y que, en cualquier momento, Marruecos puede abrir de nuevo la verja para dar vía libre a decenas de inmigrantes hacia Ceuta. “Estamos nerviosos”, apunta Lola.

La maestra, además, explica que cientos de los que han llegado estos días a Ceuta empujados por los mensajes de la policía marroquí han colapsado los hospitales de la ciudad. Han venido para hacerse chequeos a los cuales no pueden acceder en Marruecos aprovechando que podían pasar del lado marroquí. “Chicas que trabajan en nuestras casas llevaban meses sin poder entrar por la pandemia y ahora han visto la oportunidad, aunque sea para regresar a Marruecos al día siguiente”, confirma Lola.

Al igual que Quique, el trabajador de un hospital, Lola afirma que en los centros sanitarios se han detectado numerosos positivos entre los inmigrantes, hecho que añade una nueva preocupación a la maltrecha sociedad ceutí. La ciudad tiene una incidencia de 17,84 por cada 100.000 habitantes a la espera de sumar estos positivos, los cuales se desconocen.

La presión migratoria ejercida por Marruecos se produce después de un año en el que las fronteras han estado cerradas la mayoría del tiempo. El aldabonazo del país vecino dando vía libre a miles de inmigrantes ha terminado por asestar un nuevo golpe a la maltrecha economía de la ciudad autónoma que, desde hace meses, está parcialmente paralizada por el bloqueo de los trabajadores y el comercio transfronterizo a ambos lados.

Si Marruecos había logrado ahogar la ciudad económicamente con el pretexto de la Covid, ahora la ha sitiado con un alud de migrantes, añadiendo un problema de gran envergadura humanitaria. Los ceutíes están desesperados, mientras tímidamente regresan a la normalidad sin perder la tensión por un posible repunte de la crisis. “Esto jamás se hubiese permitido si hubiese sucedido en la península”, recuerda Manuel.

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