Gabriel y María mataron a golpes a sus hijos Amiel e Ixchel, de tan solo seis meses y tres años y medio de edad. Lo hicieron inducidos por sus particulares creencias y teorías sobre la reencarnación, inspiradas en la religión maya. Así lo ha dictaminado el jurado del parricidio de Godella, que juzgaba a ambos progenitores por el horrible crimen cometido en marzo de 2019.
Él se expone a pasar entre rejas el máximo de 40 años que contempla la legislación española. Ella, enferma mental, probablemente será internada. Fue considerada inimputable por la "descompensación mental de tipo psicótico" que padecía en el momento de los asesinatos. Será el juez quien determine la pena de cada uno en la sentencia.
El jurado considera culpables a ambos padres pese a que los dos negaron el crimen en sus declaraciones ante el tribunal. María responsabilizó a una "secta" -inventada por Guillermo- de la muerte de los pequeños. Por contra, sí reconoció haberlos enterrado.
"Cuando me desperté estaban muertos. Mi hija Ixchel estaba muerta en el suelo de la terraza. El niño estaba en la piscina, en el borde de la piscina", aseguró. ¿Y quién los había matado entonces?, le preguntó el fiscal. "Para mí los había matado la secta", dijo ella.
La acusada, no obstante, subrayó que en las fechas de los hechos sufría "un brote agudo" de la esquizofrenia paranoide que tiene diagnosticada. ¿Lo sigue creyendo ahora? "Ahora yo creo que fue él, que lo tenía todo pensado porque nos íbamos de viaje y nadie habría sabido que estaríamos muertos", aseguró.
La paranoia de Gabriel
En su intervención María acusó a su expareja de haberle llevado a pensar que todo su entorno, tanto su familia, sus amigos como el colegio del niño, formaban parte de una secta que quería matarlos. Describió a Gabriel como un maltratador paranoico que la manipuló hasta hacerle creer que la supuesta secta los visitaba por las noches. "Poníamos muebles en la puerta por las noches y aparecían quitados por las mañanas", explicó.
"Él se autodenominaba Jesucristo reencarnado. Yo descubrí que Jesús tenía una pareja, y él me dijo que yo era María Magdalena, y que por eso nos atacaban por las noches. La idea de que éramos de una genética superior y que por eso querían muestras orgánicas nuestras, me la dio él, y yo me la creí", llegó a afirmar la acusada.
María acusó Gabriel de reiterados malos tratos que derivaron en un grave trastorno mental. Su relación comenzó de forma idílica, con el joven como voluntario en una protesta que ella organizaba contra el G-20 de Niza en 2011. Él, de origen belga, le ayudó con la logística gracias a su dominio del francés. Ella estaba entonces volcada en el activismo. Fue una de las caras visibles del 15-M en Valencia, donde fue detenida en el marco de las protestas del movimiento.
La relación entre ambos se volvió enfermiza en México, donde se empaparon de las creencias mayas que se encuentran detrás del parricidio. A su regreso pasaron por varias viviendas hasta okupar la de Godella en la que acabarían matando a sus hijos.
Lejos de aquel amor inicial, los acusados comparecieron ante el tribunal con versiones completamente contradictorias. Se acusaron el uno al otro del asesinato de sus hijos. Gabriel, en como su expareja, negó haberlos matado y atribuyó los asesinatos a María. "Me dijo: los he matado", aseguró.
Ella lo negó por completo. En su relato realizó una gran elipsis entre la noche previa y la mañana en la que, según su versión, aparecieron muertos. "A los niños los acostamos en la cama de matrimonio. Fumamos un porro. Estaba tremendamente agotada, llevaba noches sin dormir. Me acosté sola con los niños. Él se quedó en la cocina o en el comedor", expuso.
Lo siguiente que dijo recordar es que Gabriel la despertó. Era muy temprano, "el momento antes de que salga la luz del sol". Los niños no estaban en la cama, tan solo la "nerviosa" perra de la pareja, con la que tropezó y cayó. Se hizo un café y salió a fumar al exterior, y allí fue donde vio primero el cadáver de su hija y, después, el del niño junto a la piscina.
La realidad, según ha dictaminado el jurado en línea con la Fiscalía y los informes forenses y de las fuerzas del orden, es que fueron ellos mismos quienes los mataron a golpes en la cabeza a los dos pequeños tras someterlos a un "baño purificador".
Pero María solo reconoció haberlos enterrado. "Gabriel llevaba muchísimo tiempo diciéndome que nos iban a matar. Cuando vi eso dije: la secta los ha matado", explicó. "No podía dejar a mis hijos así. Me fui no a enterrarla, pero sí a tirarle tierra por encima", agregó.
El fiscal desmontó durante el juicio este precario relato y logró convencer al jurado con su tesis del parricidio. ¿Me quiere decir que, estando ustedes tres en la cama y con una perra nerviosa, el acusado se llevó primero a un niño y lo mató, y luego hizo lo mismo con el otro sin que usted se enterara de nada? "No sé cómo fue, si fue así no tengo ni idea", respondió ella.
La "ascensión" al cielo
Por lo que respecta a Guillermo, el fiscal lo desarmó al preguntarle por multitud de cartas manuscritas halladas en la casa okupada en la que residían. Él trató de negar su evidente autoría. En ellas se alude a una posible reencarnación sustentada en la mitología maya, creencia por la que ambos reconocieron su atracción.
El Ministerio Público también incidió en las búsquedas en internet realizadas durante las horas previas al crimen desde el terminal de Guillermo. Hubo varias sobre la ascensión de María al cielo. "Estaría investigando sobre María Magdalena porque me gustan esos temas", reconoció, pese a que atribuyó el grueso de las búsquedas a su pareja. Una de las páginas visitadas, sin embargo, correspondía a un artículo en francés.
¿Investigaba usted para lo que iban a hacer luego?, le preguntó el fiscal. "No, por supuesto que no", replicó. Pero el jurado no ha tenido duda alguna en responsabilizar a ambos padres del horrible crimen de Amiel e Ixchel en la tranquila localidad valenciana de Godella.
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