Óscar abre la puerta de su clínica, un entresuelo en pleno corazón de Murcia. Dentro de dos días, el Gobierno permitirá retirar las mascarillas al aire libre, pero él lleva ya mucho tiempo indagando en lo que esconden. Como ocurrió con todos los dentistas, empezó a trabajar durante el confinamiento para atender sólo a las urgencias del día a día, pero pronto se dio cuenta de que algo fallaba. A la pandemia de coronavirus se le había unido una nueva: la de los dientes rotos.
Es un fenómeno que la mayoría de dentistas ha experimentado en los últimos meses, sobre todo a partir de reabrir las consultas generales a mediados de 2020. En el caso de Óscar, la experiencia es chocante. Antes de la pandemia solía encontrarse con un diente roto a la semana: ahora no hay día en el que no aparezca una nueva fractura. La situación se repite por todas las clínicas del mundo.
Esta nueva pandemia, la de los dientes rotos, se ha convertido en una de las grandes secuelas a la otra pandemia, la de coronavirus, y su relación es inevitable. Aunque en España todavía no existen estudios sobre el tema, instituciones como el Instituto de Políticas de la Salud Americana estiman que las fracturas dentales podrían haber aumentado en un 70% a lo largo del último año. Al menos en su país. A Óscar no le extraña.
Estrés, bruxismo y roturas
“Es una reacción lógica de cada uno. La pandemia trajo consigo estrés, pesadillas, ansiedad y malos hábitos, y muchos de ellos han acabado en bruxismo”, comparte al otro lado del teléfono con EL ESPAÑOL. Además de odontólogo, Óscar Castro Reino es presidente del Consejo General de Dentistas de España, y por sus manos pasan los testimonios de cientos de profesionales que se han encontrado con lo mismo: dientes rotos.
El bruxismo, que ya de por sí es muy común, se produce al apretar la mandíbula y rechinar los dientes inconscientemente. "A muchos les pasa dormidos, pero la mayor parte de las veces ocurre por estrés o nervios”, señala. El esmalte dental es uno de los materiales más duros del planeta pero, como ocurre con los diamantes, se resiente cuando choca contra sí mismo. Ahí empiezan las roturas.
Las primeras llegaron en abril, cuando los dentistas de toda España fueron declarados actividad esencial, eso sí, sólo para urgencias. Paralelamente, el confinamiento llevaba un mes haciendo de las suyas, la Covid-19 arrojaba récords cada día y nadie -insistimos, nadie- sabía nada sobre el uso de mascarillas, tasas de riesgo, brotes de contagio o métodos de prevención, ni que decir de vacunas. La única certeza es que había un virus pululando y que, como lo pillases, te arriesgabas a morir por una neumonía.
Esta falta de evidencias, unida al confinamiento y las restricciones anteriores al verano, aumentaron el estrés y la ansiedad. La falta de luz solar y los espacios cerrados propiciaron las pesadillas, el mínimo malestar podía ser interpretado como un síntoma del coronavirus y la situación era, a fin de cuentas, un jaleo. “¿Y qué hace la gente cuando se encuentra así? Rechina los dientes”.
A 400 km de Óscar, otro dentista abre su clínica. Es Antonio Montero, presidente del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos. En su caso, los dientes partidos también han aumentado “de uno a la semana, como mucho, a más de uno al día”. “Los agobios, el estrés y el hecho de que mucha gente pospusiera sus visitas al dentista han acabado pasando factura. Llevo atendiendo dientes rotos a diario desde hace ocho meses”, sentencia.
El teletrabajo: otro culpable
Aunque el estrés es la principal causa del bruxismo durante el día, otros hábitos derivados indirectamente de la pandemia también han jugado su papel en la pérdida de piezas. A nivel bucodental, uno de los primeros síntomas que aparecieron tras el confinamiento fue el dolor de mandíbula, previo a los dientes rotos. Evidentemente, el estrés jugaba un papel fundamental, pero otro de los presuntos culpables sería el teletrabajo y los malos hábitos de postura que facilitó.
En este momento, si sabes tan poco de este mundo como servidor, te preguntarás por qué un dentista se preocupa por la ergonomía, o por qué siquiera la forma de trabajar puede afectar a su campo, pero una de las moralejas que podemos tomar de la pandemia es que no tenemos ni idea de nada. Que mejor hablen los expertos.
“Mucha gente no tenía la casa adaptada y, por ejemplo, se puso a trabajar en sofás o en sillas de comedor y adquirieron malos hábitos. Al encorvar la espalda y los hombros, los músculos del cuello tensan la mandíbula y precipitan el bruxismo”, explica. Además, según esclarecen los estudios estadounidenses, los problemas de sueño derivados del teletrabajo afectaron también a los nervios mientras se dormía. Excitación permanente con los dientes como víctima.
El bruxismo, como ocurre con la mayoría de trastornos de este tipo, es inconsciente y muy difícil -en muchos casos imposible- de tratar o curar. La solución, en este caso, pasa más por intentar paliar sus efectos que por cortarlo de raíz; esto es, incorporar una férula de descarga en la boca que anule los efectos del choque de dientes.
Un año de contrastes
En Terrassa, provincia de Barcelona, Cristina Cuadros despide al último paciente del viernes, que se acaba de poner una ortodoncia nueva. Ha sido una semana agitada, previa a las vacaciones de verano, en la que muchos han decidido apurar la última visita al dentista. No ha sido el único.
En cuanto a las visitas, ha sido un año de contrastes. Los dientes rotos no han sido la única ocupación de los dentistas, que se han encontrado con una sociedad adicta de repente a cocinar en casa por el confinamiento, reconvertida en repostera de la noche a la mañana -con la consiguiente carga de azúcar y ácidos- y, en general, más descuidada con su higiene dental. Muchos han vuelto a la clínica. Otros han decidido esperar.
“Es normal, si lo piensas. Mucha gente se ha lanzado a ponerse ortodoncias, como el típico bracket metálico feo, aprovechando que tenían que llevar mascarillas”, comenta Cristina. “Pero luego, lo importante es que la mayoría que ha hecho esto es porque no se ha gastado el dinero en irse de vacaciones, que son la competencia principal de los dentistas”, señala.
Antonio Montero está en las mismas. Está en un buen momento, pero echa de menos a algunos pacientes: “Existen los dos extremos: la persona que con la crisis lo ha pasado mal, que ha cerrado su negocio o ha perdido el trabajo, que no puede pagarse las visitas al dentista; y luego están los que no han perdido el dinero, no han tenido gastos y no van a irse de vacacione por miedo a la Covid, que son los que ahora invierten en ortodoncias”, concreta. “Ahora, a junio a junio de 2021, estoy empezando a ver a gente que tenía que haber venido en marzo de 2020. Luego es normal que se encuentren problemas dentales”.