“Cojan una hoja en blanco y respondan a esta pregunta: ‘¿Qué es ser un hombre?”. Así arranca sus clases en la Universidad el Catedrático de Estudios de Género y Literatura Estadounidense Josep Maria Armengol (Barcelona, 1977). “A partir de ahí, empezamos a teorizar”. De Platón y Aristóteles, pasando por la literatura de Hemingway hasta los anuncios de cuchillas de afeitar de hoy en día. No faltan los conceptos de masculinidad tóxica y micromachismos. Y teorías de por qué las cárceles están llenas de hombres, ellos se suicidan más y algunos matan a sus mujeres. Pero antes, las respuestas de los alumnos. ¿Sorpresas? Muchas, nos dice: “Hay muchos hombres que han sufrido discriminación de género por esa masculinidad hegemónica por ser gays, pero también por no saber jugar al fútbol. Otros, por cuestión de privilegio, nunca la han sentido”.
Armengol trabaja en el Departamento de Filología Moderna de la Universidad de Castilla-La Mancha y el próximo curso 2021-2022 va a dirigir el primer Máster en Estudios de Masculinidades de España. La preinscripción se abre el 18 de julio. Ya tienen más de una docena de interesados: “Nos llama gente para darnos las gracias por cubrir esa parte formativa que faltaba”, explica Armengol.
El Máster está dirigido a profesorado, a trabajadores de Consejerías de Igualdad, pero también a personal sanitario que “quiera entenderla relación entre género y salud”. Se impartirá online y entre las asignaturas, Masculinidad y violencia de género, Masculinidad y envejecimiento, Paternidad en la sociedad… Se estudiará Antropología, Sociología, Publicidad, Literatura… Y sí, también hay profesoras.
Precisamente, una docente puso a Josep Maria Armengol en el camino de las masculinidades. Este catalán que ahora imparte clases en el corazón de La Mancha quería ser profesor de inglés, pero el último año de Filología, en la Universidad de Barcelona, se cruzó con Àngels Carabí. Para entender cuánto le marcó basta mirar su carrera posterior y ver que escribirían dos libros juntos: La masculinidad a debate y Masculinidades alternativas en el mundo de hoy.
Descubrir “que los hombres, al igual que las mujeres, también están marcados por el género”, le llevó a indagar más y más. Y así, centró su tesis en la Representación de la masculinidad en la literatura estadounidense contemporánea. “La literatura muestra la masculinidad hegemónica y tóxica, con hombres violentos, pero también alternativas”. Y ahí que se metió. “Los personajes de Hemingway son cazadores y boxeadores, hombres que no expresan emociones, homófobos, bastante tradicionales, aunque sean complejos”. En el otro lado, Richard Ford, “que nos ofrece personajes más cercanos, padres cariñosos, con más sentimientos”.
De la literatura, al cine: “Desde Brokeback Mountain, una película sobre cowboys gais que sería impensable hace 50 años, a La chica danesa, vamos encontrando nuestras formas de rehacer la masculinidad y de explorar y romper los estereotipos”. Él, que está dedicando toda su carrera a ello, recuerda: “El cine y la literatura interactúan con la realidad: ambos se retroalimentan, porque son inseparables, lo que vemos y leemos también nos influye porque configura nuestro imaginario”.
Armengol hizo su posdoctorado en EEUU con una prestigiosa beca Fulbright y ahora, entre otros proyectos, se lanza al nuevo máster. Repasamos con él las claves del mismo. El por qué "los hombres también lloran", asegura, solucionaría muchos problemas de la sociedad y de los mismos hombres. Un viaje, con paradas y debate sobre lo Trans, para vaciar eso de "sentirse menos hombres" y demostrar cómo ahoga y asfixia el canon del David de Miguel Ángel.
Primer aviso: Siempre habrá algún ejemplar de ‘macho ibérico’ en la resistencia: “Gillette lanzó un anuncio en 2019 que decía ‘Hay que ser muy valiente para ser hombre y llorar’, en esa línea de romper estereotipos. Hubo un boicot de una serie de hombres contrala marca”.
Pregunta.- ¿Por qué un máster en Masculinidades?
Respuesta.- Me di cuenta de que había dos tipos de máster, los de género, donde el mayor foco recae en estudios de mujer y feministas. Y luego, sobre temas LGTBI y minorías sociales. Pero echaba de menos un máster sobre el género masculino, que analizara al sujeto hegemónico del patriarcado, el varón blanco y heterosexual. Que diera respuesta a la construcción y la deconstrucción de la masculinidad. Aquí aunamos las Ciencias sociales y las Humanidades, tenemos asignaturas de Sociología… Analizamos y deconstruimos la masculinidad hegemónica de una forma académica y pluridisciplinar.
P.- Y estudiar la masculinidad, ¿es nuevo en la historia de la humanidad?
R.- Se ha reflexionado desde la Grecia clásica sobre qué es hombre o mujer, pero no se había hecho de forma sistémica. Toda la cultura occidental es patriarcal: desde Grecia a nuestros días, todo se ha escrito en masculino. Pero no se ha estudiado a los hombres en tanto que hombres. Cuando hablábamos de género, se estudiaba la mujer. Por eso hay que estudiar al hombre dotado de un género específico, no como emblema de lo universal. El hombre tiene un género específico, que haya sido el dominante no significa que no lo tenga. Hablamos de masculinidades, no de hombres individuales. Es evidente que no todos somos iguales, pero sí que existe un modelo de masculinidad hegemónica que se nos ha vendido como un ideal inalcanzable y que acaba siendo tóxico para los propios hombres.
P.-¿Quién tiene más culpa de esa masculinidad hegemónica?
R.- La cultura occidental es patriarcal. El pensamiento occidental lo es claramente, porque es un pensamiento que se crea sobre lo masculino. Y no sería hasta la Primera ola feminista, con las sufragistas, cuando el pensamiento empieza a cuestionar abiertamente el papel de la mujer en la sociedad. En los 60, con la Segunda ola, empieza todo: surgen los movimientos gais y contra el racismo. Es un momento de confluencia.
P.- ¿Hay que poner en cuarentena a los clásicos?
R.- En los clásicos está la raíz del androcentrismo. Sólo hay que leer a Platón en La República. Dice que los gobernantes deben ser filósofos, esto es: hombres libres. Hombre, blanco, heterosexual. Ni mujer, ni esclavo, ni homosexual. Esto está en la raíz de la democracia moderna. Y continúa en la Revolución francesa, que es sobre todo la revolución del hombre burgués. Y también en la Revolución americana, porque en ella se excluye a las mujeres y a los hombres de color explícitamente.
P.- Usted, ¿se ha sentido alguna vez discriminado?
R.- Sí, muchas veces. En congresos feministas a veces me han mirado mal por ser un hombre hablando de género. Al mismo tiempo, los hombres -sobre todo heterosexuales- se sienten atacados cuando hablamos de masculinidades tóxicas.
P.- Las mujeres estamos reflexionando sobre nuestro papel y nuestros problemas, ¿qué lo haga el hombre es la otra cara de la moneda que llevará a la igualdad?
R.- Las mujeres han removido los cimientos y los hombres están descolocados porque los valores antiguos no les sirven, pero los nuevos están por descubrir. Ahora, no podemos poner a todos los hombres en el mismo saco. De ahí nace parte de ese sentimiento de desafección de algunos hombres que no se identifican con el opresor. Y eso el feminismo tenía que haberlo explicado mejor. Al mismo tiempo hay una reacción, porque el hombre blanco heterosexual ha visto su hegemonía en peligro. Lo vemos en partidos políticos que así lo denuncian. Lo vemos en la polémica con la nueva Ley Trans. Decía Simone de Beauvoir que ‘"no se nace mujer, se aprende a serlo". Pero hay feministas con tesis más biologistas que se oponen.
P.- La biología es una ciencia y no habría cambio de género físico sin ella, porque se necesita tratamiento médico: ¿Está equivocada la ciencia? Un profesor ha sido expulsado de un instituto de Alcalá de Henares por hablar en términos biológicos de dos sexos.
R.- La división binaria de los sexos no es absoluta. Y la misma ciencia nos habla de varios sexos, no sólo dos. Están las personas intersexuales, que no son XX o XY. El problema no es que el profesor defienda que haya dos sexos, creo yo, sino que hay personas que no se identifican totalmente con ninguno de los dos, personas de género fluido o no binarias. Como uno de los hijos de Brad Pitt y Angelina Jolie. Y eso hay que respetarlo. ¿Por qué debemos identificarnos con un sexo solamente? ¿Por qué no con los dos o con ninguno? Si te identificas sólo con uno de los dos, perfecto, pero si no…
P.- En el Máster, ¿hay profesores de Biología?
R.- No, pero en el libro La Masculinidad a debate (2008), que edité con Àngels Carabí, entrevistamos a Patricia Gowaty, una prestigiosa bióloga evolucionista estadounidense, para preguntarle sobre el papel de la biología en el género. Nos dijo que las diferencias biológicas intragénero -por ejemplo, a nivel hormonal-, son tan o más importantes que las diferencias entre géneros. Que sin duda la biología influye, pero no es para nada determinante en la construcción de género.
P.- Parafraseamos a Simone de Beauvoir, ¿no se nace hombre, se aprende a serlo?
R.- Totalmente. Lo que ocurre es que, históricamente, el hombre era el objeto de comparación con el que medirse. El hombre representaba al patriarcado, lo supuestamente universal. Se considera que el hombre, todos los hombres, siempre tienen el poder. Pero eso es reduccionista: muchos hombres en particular no tienen poder. Hay subordinación en la mujer, pero también en algunos hombres, como los homosexuales. Y, a la vez, se discrimina a determinados hombres por raza y clase.
P:- La mujer ha salido al mercado laboral remunerado, pero el hombre ¿ha entrado al mundo laboral no remunerado: la casa, los cuidados…?
R.- Exacto. El hombre tiene pendiente esa revolución. Ellas siguen haciendo ese trabajo. Porque el cuidado se considera femenino.
P.- De los demás y de ellos.
R.- El autocuidado se considera femenino. Hay muchos estudios que indican que los hombres acuden mucho menos a las revisiones médicas. Y, ¿qué es fundamental con las enfermedades cardiovasculares? Las revisiones. Ahí la mayor incidencia de infartos en hombres.
P.-En España, los hombres viven, de media, seis años menos que las mujeres. ¿Tiene que ver?
R.- Sí, está estudiado. Ser macho mata. Es muy cierto. Yo digo que la masculinidad constituye un problema vigente de salud pública. Conducir rápido, beber… La mayoría de accidentes de tráfico están causados por hombres, la violencia de género la cometen al 99% hombres… Y además, la violencia se suele ejercer también contra hombres.
P.- ¿De qué están llenas las cárceles?
R.- Efectivamente, de hombres. Porque existe una parte de masculinidad que puede ser autodestructiva. Esa masculinidad tradicional es tóxica sobre todo para la mujer, pero también para los hombres. Y eso lo vemos mucho en los suicidios.
P.- Tres de cada cuatro, hombres.
R.- La masculinidad hegemónica dice que el hombre no debe llorar. Eso quiere decir no expresar sus emociones. Y al final, acaba explotando. La violencia es la única forma válida de expresión del hombre. Si echamos un vistazo a los índices de depresión, ocurre lo mismo. Esto lo ha estudiado Luis Bonino, autor del concepto de micromachismos. El hombre no comunica, no expresa sus síntomas de depresión. El hombre se aísla, bebe… Es autodestructivo, porque no le está permitido desahogarse y por eso termina alejándose de la sociedad. Esa falta de expresión de los sentimientos afecta también a la familia.
P.- ¿Hablamos de la paternidad?
R.- Del trato con los hijos, sí. La masculinidad tiránica no dejaba crecer la conexión emocional entre padres e hijos, porque se veía como femenino y lo femenino se consideraba vulnerable. La definición tradicional de masculinidad se ha hecho por negación: ser hombre es no ser mujer y no ser homosexual. Y esa ideología patriarcal también ha sido asumida por la mujer. Pensemos en Margaret Thatcher en los 80. Lo que transmitía es que para que una mujer llegara al poder se tenía que masculinizar.
P.- ¿Cómo explicamos la violencia de género?
R.- Para estudiar el maltrato en los los casos de violencia de género hay que entender que maltratador no es la mujer. Tenemos qué preguntarnos qué hace que el hombre se sienta legitimado para el uso de la violencia.
P.- ¿Hay respuesta a esa pregunta?
R.- Hay dos teorías. Una avalada por estudios antropológicos, que es la que sostiene David Gilmore, autor de Hacerse hombre. Destaca tres grandes elementos para ello: la potencia sexual, el ser proveedor del hogar y la demostración de la fuerza o violencia. Y de hecho ha estudiado los ritos que suponen ese paso de niño a hombre en algunas culturas. En España, nos habría servido el servicio militar, por ejemplo.
P.- ¿Y la segunda?
R.- Es la que defiende Susan Faludi, en su libro Reacción (Backlash). Señala que los hombres usan la violencia cuando se sienten con menos poder. Eso explicaría que maten a las mujeres cuando ellas dicen que se van. Esa pérdida de control desencadena su violencia. Es lo que ocurre en la película Te doy mis ojos de Icíar Bollaín. Cuando hay sumisión, no hay problema, pero si la mujer se empodera, él se siente débil.
P.- Además de deconstruir la masculinidad tóxica, ¿se puede hacer algo ya contra la violencia de género?
R.- En Suecia y en Noruega se siguen programas de educación sexual antiviolación, para evitar episodios como el de La Manada.
P.- ¿Por qué hay que estudiar la masculinidad?
R.- Primero, por imperativo ético. Tenemos que avanzar hacia una plena igualdad de la misma forma que luchamos contra el racismo. Los hombres deben involucrarse en la sociedad para hacerla más justa. Y segundo, porque cambiar la masculinidad puede ayudar a cambiar la vida de los hombres. Sus relaciones con sus parejas, con sus hijos, con sus amigos y consigo mismos. Cambiar la masculinidad beneficia al hombre. Si animas a los hombres a expresar sus emociones, no solo les enriquecerá emocionalmente, sino que bajará el índice de suicidios. Si se cuidan, estarán más sanos. Puede parecer que los hombres pierden con la igualdad, aunque obviamente pierde ciertas cotas de poder, pero han de entender que hay mucho que ganar.
P.- Micromachismos, ¿están en el temario?
R.- No tenemos una asignatura concreta, pero es algo que se habla en ellas. Yo hago en mi asignatura de Introducción a la masculinidad. Los micromachismos son esos comportamientos que no se ven claramente como machistas, pero que contribuyen a continuar con el sistema patriarcal. Por ejemplo, en una pareja, nace un niño y hay que decidir quién deja de trabajar. En el 90% de los casos, lo hará la mujer.
P.- ¿Qué hacemos con el ‘humor machista’?
R.- Ese humor ha perdido la gracia. Y uno se puede reír de todo siempre y cuando tenga gracia. El humor puede ser muy bueno para deconstruir. Por ejemplo, las Drags Queen hacen una performance para reírse del género. Pero el humor machista, los chistes machistas, ya poca gente se atreve a contarlos en según qué contextos, sobre todo porque ya no hacen gracia.
P.- Hay quien dice que eso atenta contra la libertad
R.- Vivimos en una democracia plena y uno puede expresar lo que quiera, pero la libertad de uno acaba donde empieza la del otro. Se puede decir todo, pero puede haber opiniones que sean erróneas.
P.- Piropos, ¿a favor o en contra?
R.- Yo particularmente no estoy a favor, porque hay una desigualdad de género entre quien los dice y quien los recibe, generalmente de un hombre a una mujer. Suele pasar poco al contrario y no sé cómo los recibiría un hombre. La visión del patriarcado ha legitimado que el hombre pueda echar piropos a una mujer los quiera ésta o no los quiera.
P.- ¿Estamos educados de forma diferente desde la cuna? La colita de los niños es graciosa pero a las niñas se les enseña a ‘taparse las vergüenzas’.
R.- Aunque esté cambiando, desde el nacimiento a las niñas se les viste de rosa y a los niños de azul. Está estudiado que hasta el trato emocional e incluso el físico es diferente si el bebé es niño o niña. Si una bebé llora, se tiende a abrazarla. Si es niño, se presume: ‘Mira qué pulmones más fuertes’. Y no hay formación. Sigue habiendo segregación en el patio del colegio.
P.- No suena muy esperanzador.
R.- Los niños reproducen modelos, todavía no hay un cambio radical. Aunque haya cambios, hay comportamientos muy enraizados. Se tolera más a una niña que quiera jugar al fútbol que a un niño que quiere jugar a las muñecas. Hay que cambiar eso, hay que apostar por escuelas más igualitarias y queda mucho por hacer.
P.- ¿Quiénes son los autores referentes en el estudio de las masculinidades?
R.- Hay uno clarísimo, es Bob Connell, luego llamado Raewyn Connell, autora de Masculinities (1995), donde se acuña el término de masculinidad hegemónica. En segundo lugar, situaría a Michael Kimmel, autor de Hombres blancos cabreados. Y hablaría también del investigador británico Jeff Hearn.
P.- El gran teórico de la masculinidad, ¿precisamente transgénero?
R.- Cada uno tiene derecho a elegir como quiere vivir su vida. El movimiento trans ha puesto en cuestión el dictado de la biología, al deconstruir el género.
P.- Pero a la vez, ¿no se están perpetuando estereotipos de género, al permitir elegirlo?
R.- Si género es binario quizás sí porque la identificación sigue basándose en construcciones binarias tradicionales. Pero las personas trans no son simplemente hombres o mujeres sino hombres y mujeres que han cambiado de género. Y eso es muy valiente pues al hacerlo muestran cómo el género no es inamovible sino una construcción.
P.- El feminismo radical denuncia que con la Ley Trans, por ejemplo, se tiran por la borda políticas para la igualdad. Y si hablamos de deporte, se genera otra gran desigualdad, entre un hombre convertido en mujer, compitiendo contra mujeres…
R.- Claro que hay cuestiones que pueden ser problemáticas. Pero no hay que olvidar que ser transgénero no es un capricho. Es una decisión profunda que requiere mucho tiempo. No es fácil para nada.
Hombres mayores
P.- ¿Qué no le he preguntado, y debería, sobre masculinidades?
R.- Quizá sobre hombres mayores. Es uno de mis proyectos actuales. Hemos descubierto que la masculinidad no siempre es estática, sino que los varones, al igual que las mujeres, cambian y evolucionan. Al envejecer, muchos hombres cuestionan los modelos de masculinidad tradicional que encarnaron en su juventud. Así que la vejez puede ser una oportunidad para que los hombres se replanteen muchas cosas, incluida su masculinidad.
P.- La última es suya: ¿qué es ser un hombre para el director del primer Máster de Masculinidades que se imparte en España?
R.- Lo primero que te diría es que no lo sé. Lo más importante es que cada uno sea lo que quiera ser. Que seamos felices. Al final, cada uno tiene que lidiar y negociar su propia definición. Un hombre puede ser muchas cosas, pero no debe moldearse por los estereotipos de lo dominante y lo opresivo. Y si hay que cambiar los conceptos, para eso están los estudios sobre masculinidad.
Y para saber más, una recomendación del Catedrático: El hombre que (no) deberíamos ser, la revolución masculina que tantas mujeres llevan siglos esperando, de Octavio Salazar.