Conil de la Frontera (Cádiz) ha abierto esta semana los informativos por sus cifras de récord en cuanto a su tasa de contagios. Tiene otros, como los 27 vendedores de cupones de la Once que están vendiendo a destajo en verano. El dato es importante, porque la población oficial del pueblo es de 23.775 habitantes. Hay un cuponero por cada 870 vecinos. Hay uno en cada esquina, hasta el punto de que se tiene la impresión de que se camina en círculos. No hay autóctonos para tanto cupón. Ni entre los conileños hay una afición desmedida por los juegos de azar.
La respuesta para que haya tanta venta de cupones está en que en verano, Conil se llena de foráneos que compran números. De éstos, en esta historia, hay muchos. La alarma saltó el 6 de julio, cuando el pueblo rebasó la tasa de 1.000 contagios por 100.000 habitantes. Seis días más tarde llegó a los 1.453 contagios por 100.000. El viernes, la incidencia bajó hasta los 1.163.
La localidad comenzó a aparecer en los informativos nacionales. Luego, hubo un vídeo viral, el de docenas de jóvenes apiñados de marcha en una calle, sin distancia ni mascarillas. “Aquí la mayoría de la gente es respetuosa, y estamos pagando por culpa de 30 o 40 impresentables”. Desde entonces, al Ayuntamiento llaman los turistas potenciales preguntando si está cerrado el pueblo, cuenta el alcalde, Juan Bermúdez.
Cifras de récord
Conil en junio llega a los 45.000 habitantes. Explica Bermúdez. Lo saben con precisión por el aumento de las toneladas de basura y, gracias al Big Data, se sabe la cifra de terminales móviles que hay en el pueblo. “Al cruzar los datos de la basura y los de los teléfonos, nos dan números parecidos”, puntualiza.
En julio hay momentos en los que la población puede llegar a las 75.000 personas, sin contar con las que solo van a pasar el día. En agosto, la cifra supera las 85.000. Es uno de los pueblos andaluces con mayor número de plazas de alojamiento: 25.000, entre hoteles y alquileres, sin contar las segundas residencias, que son legión.
A estas cifras de récord se suman sus 14 kilómetros de playas, un centro histórico cuidado, muchas plazas de aparcamiento, una buena oferta de hostelería y marcha nocturna. Mucha. De hecho, la mayoría de los contagios que han puesto a Conil en el punto de mira de toda España han afectado a la gente joven “afortunadamente, asintomáticos o con síntomas leves”, cuenta el alcalde.
Insiste en que la incidencia “no es real. No es lo mismo 300 contagios sobre 23.775 habitantes que sobre 75.000. No hay un problema de salud pública. Y sobre todo, no podemos criminalizar a un pueblo ni a toda la juventud por una imagen que se está repitiendo en otros puntos de España”.
De hecho, si se hubiese calculado la incidencia en función de la población con la que cuenta actualmente el pueblo, con 300 contagios, la incidencia de Conil no habría sido de 1440, sino de 400. Se habría situado 64 puntos por debajo de la media española, que el viernes ya superó los 500 casos por cien mil habitantes.
El pueblo vive de la pesca y de la agricultura, y cuando llega el verano tiene tres meses en los que se crean miles de puestos de trabajo y consolida su economía para todo el año. En apenas una semana se han producido muchas cancelaciones de reservas por miedo al coronavirus. En hoteles, en los cámpings, en apartamentos... “En torno a un 20 o 30 por ciento de las hoteleras y en nuestro caso, un diez por ciento en los apartamentos de alquiler”, cuentan desde la Inmobiliaria ‘Hijos de Conil’, en el centro de la localidad. “Nos ha dañado esto, sí”.
El ocio nocturno
Con la cara amable de ser municipios privilegiados, la cruz del ocio nocturno, los contagios y triplicar población también ha afectado a Tarifa (1.264 contagios por cien mil habitantes) o Marbella (990 contagios por cien mil habitantes). La Junta de Andalucía podría haber decretado su cierre perimetral previa autorización judicial.
Pero los comités territoriales de salud, donde expertos sanitarios y epidemiólogos analizan los datos semanales, está teniendo en cuenta dos factores. El primero, que estas localidades turísticas triplican ahora población, y los datos, por tanto, no reflejan la realidad demográfica del municipio. El segundo es que, de momento, no hay presión hospitalaria.
En Conil se realizan PCR tanto en el centro de salud público como en uno privado. “Se hacen unas trescientas pruebas diarias, que es prácticamente como hacer un cribado. Eso está influyendo también si nos comparan con otras localidades que no hacen tantas. Y el sábado hay una vacunación masiva”, detalla el alcalde.
El edil emitió la semana pasada un bando haciendo que la mascarilla fuera obligatoria en el centro histórico, donde la estrechez de sus calles y el enorme flujo de gente hacen que, por la noche, sea imposible caminar guardando distancia.
Se ha instalado cartelería que recuerda la obligatoriedad de su uso. También hay indicadores de recorridos alternativos en caso de masificaciones. Policía Local y Protección Civil se sitúan en puntos estratégicos para controlar y aconsejar “y se sancionará si es necesario”.
Fuera de su ámbito competencial, a la Junta de Andalucía le ha hecho una batería de propuestas, como adelantar el horario de cierre de los bares de copas, no permitir concentraciones de personas hasta un número máximo o reforzar los seguimientos de los confinamientos.
La tormenta perfecta
“Cuando dijeron que no era obligatoria pocos la usaban. Y ahora, la llevan todos, sobre todo los de aquí, que están muy concienciados. Saben que se juegan las papas, que hay que ser cautelosos, revertir la situación y dar ejemplo”, indica Javi, un controlador de la Zona Azul. “De hecho, si te fijas, la escasa gente que ahora no la lleva, son de fuera”, afirma. La precaución ha logrado que la incidencia acumulada haya podido bajar 13 puntos, hasta los 1.140 casos por cien mil habitantes.
Hasta el mediodía, los turistas toman café y desayunan, con la indolencia propia de quien está de vacaciones. Luego comienzan a bajar hacia la playa. Casi todos con mascarilla. Pero antes, el autóctono lleva horas en el tajo.
En el mercado de abastos hay muchos de ellos, como María José, de la Pescadería Aragón. “Aquí se ha dado la tormenta perfecta”, sostiene a EL ESPAÑOL. “Que el Gobierno declarase que el uso de la mascarilla en espacios abiertos ya no era obligatoria el último fin de semana de junio, que desató la euforia, la llegada masiva de turistas, las nuevas cepas y la juventud”. En la Frutería de Paco Vázquez se respira optimismo. “De esta vamos a salir. Y ni nos planteamos que haya cierre”.