El sol se pone en Nerpio estos días pasadas las nueve y media de la noche. Una hora de la que están probablemente más pendientes decenas de extranjeros repartidos por todo el planeta que los 1.200 vecinos de este coqueto pueblo de la Sierra del Segura albaceteña. Es el caso de Andrew Harrison y Chris Baker. Son dos británicos que tienen plantados sus telescopios desde hace más de ocho años en una de las montañas de la zona. Anochece y ellos pueden comenzar a observar el cielo desde Nerpio. Lo hacen desde sus propias casas y sólo con unos clicks.

Para Camilo Maranchón y la caída del sol en Nerpio es una especie de hora bruja. Su deadline diario. Él es quien se encarga de que los telescopios de Harrison, de Baker y de una treintena de clientes más funcionen perfectamente cada noche. Estamos en el complejo astronómico privado Astrocamp: el primer albergue de telescopios de Europa. “La puesta de sol siempre mete presión: todo tiene que estar operativo para entonces”, explica Maranchón.

Llega la noche y se abren las cúpulas del observatorio que cobija, en total, 35 grupos telescópicos. Como un director de orquesta, Camilo coordina que la parte óptica, sus sistemas robóticos, sus cámaras, sus ordenadores y sus softwares funcionen correctamente. Un engranaje que permite que cada cliente desde Inglaterra, EEUU, Canadá, Francia, Austria, Rusia… pueda acceder a su equipo de Nerpio y dirigir su mirada telescópica al espacio. Los telescopios de Nerpio igual se fijan en Marte en oposición -su momento más cercano a la Tierra-. Igual surfean en el universo más desconocido.

Como muchos de los dueños de los telescopios de Astrocamp, Camilo Maranchón vive fascinado por la astronomía. Desde pequeño, tuvo su primer telescopio a los 15 años. Regalo de sus padres. Hoy es astrofotógrafo. Y juega en casa. No sólo conoce la zona y los equipos de Astrocamp, dirige el Observatorio de su pueblecito, Villatoya, en la linde con Valencia, y preside la Asociación de Astronómica de Albacete.

Maranchón nos cuenta que en Astrocamp hay tres tipos de clientes. Por una parte, aficionados. A la astrofotografía normalmente, “pero también a la búsqueda de cometas y fotometristas, que estudian la evolución estelar”. En segundo lugar, profesionales. “Tenemos uno que busca planetas orbitando otras estrellas”. Y empresas. Compañías que trabajan con la NASA, con Airbus, que vigilan la órbita de los satélites -la ‘geoestacionaria’- y rastrean basura espacial. ¿Para qué? “A cualquier entidad que tenga dispositivos en órbita le interesa saber dónde están los restos de otras misiones: los tornillos viajando a 200 km por segundo es mejor evitarlos”, explica Maranchón.

Astrocamp

Mingarnao, así se llama la montaña en la que se sitúa Astrocamp. 1.650 metros de altura. Desde su cima pueden verse Granada, Jaén y Murcia. Es la Sierra de las Cabras, el techo de Albacete. Su pico más alto, el Atalaya, supera los 2.000 metros. Y es la zona más oscura de España. Lo comprobaron hace más de una década, durmiendo en el coche, un astrofísico sevillano y un ingeniero de telecomunicaciones vasco. El primero Agustín Núñez, había contagiado a su amigo su sueño de montar un observatorio al que conectarse desde cualquier lugar del mundo. ¿Cómo llegaron hasta aquí? Les trajo “un mapa de luminosidad de la península Ibérica”, nos cuenta el segundo amigo, Fernando Ábalos, hoy director de operaciones de Astrocamp.

A la hora de elegir montaña concreta, pesó la infraestructura. Ya había un camino para subir -en 4x4- porque en lo alto hay una torre de vigía de incendios además de un observatorio ornitológico. Camino e instalación eléctrica. Fundamental para el consumo de los grupos telescópicos. En invierno, por ejemplo, necesitan un sistema de calefacción para que no se congelen los raíles que permiten abrir los techos corredizos de las cúpulas.

Astrocamp arrancó en 2011 con tres telescopios. Uno de Agustín Núñez, otro de unos compañeros de Facultad… Son los que se alquilan a la empresa australiana que vende tiempo para fotografiar el espacio: Itelescope, pionera en el sector. Más que por tiempo en bruto, cobran por el de exposición útil con un sistema de cupos y tickets. Es decir por el uso real de exploración y fotografía.

Pedro Duque

En los inicios del proyecto, los socios de Astrocamp contaron con el apoyo del actual ministro de Ciencia y Tecnología, Pedro Duque. Hoy, ya desvinculado, nos dicen. Hace una década, en calidad de astronauta, como uno de los españoles que más cerca ha estado de las estrellas, explicaba en TVE, con motivo de la inauguración del complejo, que el de Nerpio era uno de los cielos “más limpios de Europa”.

Astrocamp

Tras esos primeros telescopios, Astrocamp comenzó a crecer. “Fuimos a una feria en Londres, Astrofest”, recuerda Ábalos. “Teníamos un stand feo, pero la poca gente que se paraba nos decía: '¡Qué buena idea!’. Y es que, explica, en Gran Bretaña hay muchos aficionados a la astronomía. Como ejemplo, un histórico programa de la BBC: The Sky at night. Era mensual. Lo presentaba un mítico astrónomo y divulgador, Patrick Moore, estuvo 55 años en antena. Mucha afición, pero poco cielo despejado. “En Londres no tienen más que nubes”, bromea Ábalos, a la vez que explica que a los aficionados a la astronomía les gusta “tener cerca su telescopio y abrazarlo cada noche”.

230 noches despejadas

Pero el plan de Nerpio gustó. No sólo el cielo es limpio, prístino. Las estadísticas dicen que hay más de 230 noches despejadas al año. Pagando una cuota mensual de entre 150 y 500 euros, dependiendo de los tamaños, el cliente puede colocar su telescopio en Astrocamp y manejarlo desde casa para disfrutar de ese cielo oscuro, ideal para explorar y fotografiar. Y así comenzaron a llegar telescopios.

Pero, ¿cómo? “La mayoría de los clientes compra telescopio, cámara y ordenador, y directamente lo manda aquí”, explica Fernando Ábalos. La inversión en equipo se mueve, dependiendo de prestaciones y tamaños, entre los 10.000 y los 50.000 euros. Es el total del pack. Camilo, que aterrizó en Astrocamp precisamente en esa segunda fase, se encargará de la instalación en las cúpulas o en las casetas, según corresponda. Y los cuidará “como si fueran propios”. Política de la empresa.

Otra de las normas de la casa es hacer de día el máximo del trabajo: “De noche no se puede trabajar con luz, y si es muy necesaria tiene que ser mínima y lo menos posible, así que todo lo que conlleva desmontar o montar grandes cosas hay que hacerlas de día. Trabajos que impliquen tornillería, por ejemplo, cableado, o cualquier cosa de instalación más genérica son de día”.

Astrocamp

Junto a Camilo, entre los habituales de Astrocamp está Ricardo, encargado del mantenimiento del complejo y la vigilancia, que incluye además cámaras y micrófonos. Ahora, de vez en cuando aparecen otros visitantes locales: “La fauna salvaje está más que presente en esta zona; hay una gran población de rapaces aquí, en especial buitres leonados”, nos cuenta Camilo. Ricarado ha llegado a encontrarse a uno de estas aves protegidas en el maletero de su coche.



Una araña en la foto

Aviso a aracnofóbicos: las arañas también pueden ser un problemilla. “A veces se meten donde se supone que no deben de estar, y te llevas una sorpresa si le haces una foto a una galaxia y ves una sombra rara…”, explica Camilo. Puede ser una araña que en una noche fría “buscara el calor de un espejo calefactado”.

Para arañas y este tipo de cuestiones que no pueden manejarse por internet, Camilo, que se encarga también de la parte divulgativa y de actividades vinculadas al astroturismo en la zona, suele pasar revista de los telescopios al menos una vez por semana: “Ya es difícil no tener problemas con un solo telescopio… con 35 siempre hay algo que falla, necesita mantenimiento, o se puede mejorar, aunque es cierto que no siempre los problemas son urgentes”.

Polvo, viento, animales, temperatura -los cambios pueden desenfocar el telescopio-… pero “la estrella de los problemas”, nos dice, son “los cables y conexiones USB”. Resulta “que no están diseñados para funcionar en la cima de una montaña, a la intemperie, a 1650 metros de altura”. Aun así, asegura Camilo, pocas cosas hay que no pueda arreglar. “En equipos muy utilizados y en modelos con cierto tiempo en el mercado es difícil tener problemas extraños o difíciles de arreglar porque los fabricantes ya han tenido tiempo de mejorar esos componentes, y siempre hay alguien al que le ha pasado lo mismo y puede ayudar”.

Astrocamp

“Esto es como las Naciones Unidas”

Camilo suele hablar con los inquilinos, lo de a qué horas ya es otra cuestión: “A veces es complicado coincidir en el tiempo con zonas horarias tan diversas”, confiesa. Pero en persona no los conoce a todos. Calcula que sólo la mitad conocen físicamente Astrocamp. Muchos sólo han estado una vez: para conocer el sitio y las instalaciones: “Esto es como las Naciones Unidas: Alemania, Austria, Italia, Francia, Inglaterra, EEUU, Rusia, Israel… y hasta de Madagascar”, nos cuenta. Son los primeros pasos de un ‘astroturismo’ que se quiere fomentar más en esta zona de la Sierra albaceteña.

Pero si las visitas a Astrocamp llegan de lejos, más lejos llegan sus telescopios. Porque hay observatorios a más altura, como en Chile, “pero a veces tienen peor resolución por la densidad de partículas de polvo en el ambiente”, explica Camilo. Entre los hitos del de Nerpio, uno de sus telescopios descubrió un asteroide el pasado noviembre. Y también desde Astrocamp se ha fotografiado el objeto más lejano de la Tierra. Aunque igual no se dice así.

Pregunta.- ¿Cómo es eso de un objeto lejano?

Respuesta.- Quasar, éste en concreto es el objeto “QSO J1148+5251”. Son cuerpos que no se conocen todavía muy bien, pero que al telescopio, visualmente o en fotografía. tienen apariencia estelar…, como puntos de luz.

Son los grandes trofeos de la ‘caza estelar’. Esa que requiere de cuanta más oscuridad mejor. Como la de la remota Nerpio, donde cada noche es una nueva oportunidad para los buscadores de estrellas. Se pone el sol, y todo tiene que estar a punto para que Andrew Harrison y Chris Baker se sienten ante sus ordenadores e inicien sus clicks espaciales.

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