Para viajar entre Ibiza y Formentera no hay más remedio que navegar por Es Freus, un estrecho plagado de islotes donde además hay bastante viento, muchas corrientes y poca profundidad. Por si fueran pocas las dificultades naturales, este paso de 6,3 kilómetros inmerso en el Parque Natural de Ses Salines, soporta desde hace años un tráfico marítimo descomunal, especialmente en temporada alta. A lo largo de la historia han sido frecuentes los naufragios, pero ahora el número de accidentes empieza a ser preocupante. Este verano, en sólo 10 días, se han registrado dos siniestros con un muerto, un niño en estado crítico y decenas de heridos. ¿Qué es lo que pasa entre Ibiza y Formentera?
El primer accidente ocurrió en la noche del pasado martes 17 de agosto. Un hombre que paseaba por el casco histórico de Dalt Vila llamó al 112 porque había oído un fuerte golpe y muchos gritos en la entrada del puerto de Ibiza. Casi en el mismo momento, la tripulación del ferry Formentera Direct, de Baleària, alertó a Salvamento Marítimo de que había arrollado a una embarcación y estaba tratando de rescatar a dos personas.
Una de ellas era R. G. S., español de 46 años, que murió en el acto con la cabeza absolutamente destrozada, hasta el punto de que era imposible reconocerlo y de que submarinistas de la Guardia Civil tuvieron que buscar en los días siguientes los restos en el mar. El otro pasajero de la pequeña embarcación de unos ocho metros de eslora era J. I. V., español de 46 años trasladado al hospital de Can Misses con una crisis de ansiedad y que recibió el alta al día siguiente. Todo hace indicar que el ferry, cuyos 142 pasajeros salieron ilesos, no pudo ver a la pequeña barca porque ésta no tenía ninguna señal luminosa.
“Estábamos a punto de llegar al puerto de Ibiza cuando escuchamos un golpe bastante fuerte y el barco se paró en seco. Pensábamos que era una avería porque veíamos como un líquido saliendo por debajo de la embarcación, pero de golpe empezamos a escuchar a gente chillar desde el agua pidiendo auxilio”, cuenta a Diario de Ibiza Shadi Ruiz, uno de los pasajeros del ferry que regresaba de Formentera.
Pocos días después, el sábado 28 por la noche, el San Gwann de la compañía FRS encallaba violentamente contra el islote de Es Malví Pla con un resultado de 25 heridos. Un niño de 10 años tuvo que ser trasladado de urgencia hasta el hospital de Son Espases, en Palma, donde ha estado varios días ingresado en la UCI pediátrica en estado crítico.
“Estuve hablando con él para que no perdiese la consciencia, y también calmé a su familia para que estuviesen tranquilos. El niño perdió mucha sangre en poco tiempo y su respiración era muy débil”, explica a Ib3 una de las pasajeras del ferry hacia Formentera, Érika Peñalva, mientras se toca el collarín que lleva por un latigazo cervical consecuencia del fuerte impacto. “Fue aterrador, nadie lo vio venir. Notamos un golpe seco y a partir de ahí todo era un caos: gritos, lloros, gente por el suelo con heridas de los cristales que se habían roto…”.
El violento choque provocó varios heridos más, entre los que se incluyen un varón de 41 años y una mujer de 32 que, al cierre de estas líneas, aún permanecían ingresados en planta en el hospital ibicenco de Can Misses. Las labores de rescate duraron varias horas por el mal estado de la mar y por el alto número de afectados. En los siguientes días, se extrajeron rápidamente las 15 toneladas de gasoil y en la noche del martes la previsión de temporal obligó a acelerar el reflotamiento del barco de la naviera alemana que ha sufrido su primer accidente en 75 años de historia justamente en su estreno en la ruta entre las Pitiusas, una de las más saturadas del Mediterráneo.
Ocho desde 2007
Cada verano son frecuentes los choques, los encallamientos y los rescates. Desde 2007, se han registrado ocho accidentes graves en el estrecho que conecta Ibiza y Formentera. Aún se recuerda cuando ese año el barco de carga Don Pedro chocó contra el islote de Es Dau Petit y llenó con 150 toneladas de combustible varias playas de Ibiza. En febrero de 2012 el ferry Maverick, de la compañía Baleària, impactó contra el islote de Sa Torreta y se quedó allí encallado. De los 21 pasajeros y los cuatro tripulantes, sólo una persona resultó herida leve.
La embarcación estuvo allí varada tres meses. En el mismo lugar, en 2018, una lancha pequeña chocó cuando viajaba hacia Formentera: dos de los seis pasajeros acabaron heridos graves. Dos años después, una colisión entre dos veleros en el canal provocó la muerte de una mujer belga de 43 años y obligó a ingresar a un compatriota de 56 años en estado de shock y con politraumatismos leves. En octubre de 2020, el ferry EcoLux de Baleària se desvió de su trayectoria y chocó contra el islote de Casteví. No hubo heridos entre las 17 personas rescatadas.
Y pese a este largo historial de sucesos, la vida sigue igual en Es Freus o Ses Portes (las puertas), como también se la conoce en Formentera. El pasado martes, mientras el San Gwann era reflotado de urgencia, un enorme carguero de más de 200 metros de eslora llegaba a Ibiza desde Alaska con dos nuevos ferrys para la compañía Trasmapi. Junto a ella, otras cuatro navieras -Baleària, Mediterránea Pitiusa, Aquabus y la recién llegada FRS- conectan las dos Pitiusas y provocan un constante ir y venir de embarcaciones. Se calcula que los ferrys pasan por Es Freus unas 160 veces al día, con 78 trayectos desde Ibiza y 77 desde Formentera.
En verano, hay al menos dos ferrys simultáneos cada 30 minutos, a los que hay que sumar los barcos que hacen la ruta desde Baleares hasta Valencia y Dénia, con un millón de pasajeros anuales en total según los datos de la Autoridad Portuaria de Baleares (APB). Y por si fuera poco, en una pequeña porción de Mediterráneo, se concentran también miles de embarcaciones privadas como veleros, llaüts o lanchas neumáticas.
Se calcula que en temporada alta hay hasta 2.500 movimientos marítimos al día en Es Freus, según el último registro disponible del Parque Natural de Ses Salines. Esto supone, además de una enorme saturación, un consumo de 3.000 toneladas de combustible en apenas tres meses, es decir, lo mismo que gastan todos los coches que circulan por Formentera en un año entero. Casi todos esos hidrocarburos, en torno al 90 %, lo consumen las embarcaciones de recreo. Cabe recordar que Baleares concentra la mayor parte del creciente turismo náutico español, según datos del portal de reservas Click&Boat y Nautal.
La saturación de embarcaciones es una de las claves que explican los accidentes acaecidos en los últimos días. Por ello, el Consell de Formentera lleva años reclamando la reducción de las frecuencias de las navieras y la limitación de las excursiones marítimas. Sin ir más lejos, el pasado 27 de agosto, el pleno de la institución insular apoyó por unanimidad instar de nuevo a la APB a reducir las frecuencias marítimas entre las Pitiusas.
“Planteamos una reducción de estas frecuencias y de las excursiones de un día, además de la prohibición de los cruceros en el puerto de Formentera. Necesitamos que el puerto se adapte al pueblo de Formentera”, asegura la presidenta del Consell, Alejandra Ferrer, que recuerda que incluso llegan a salir cuatro ferrys de forma simultánea con capacidades que no superan el 30 %. “Este ritmo no es sostenible ni seguro. Hacen falta regulaciones y limitaciones”.
Sin embargo, la Asociación Patronal de Actividades Marítimas (APEAM) considera que los accidentes registrados en los últimos días son casos “puntuales y fortuitos”, que no tienen que ver con la dificultad de la ruta. Lo que hace falta, según su delegado en Ibiza, Rafael Cardona, es un mayor control sobre la navegación de recreo en las entradas y salidas de los dos puertos. “Hay que regular todo el tráfico marítimo y no solo a los controlables, que somos los barcos de línea, sino también a la náutica de recreo. Para ello, deberían establecerse canales de navegación para los barcos de recreo y la implementación de medidas de seguridad”.
Mientras tanto, Autoridad Portuaria ha prohibido que se han más de dos maniobras simultáneas dentro de puerto de La Savina, lo que ha trasladado el problema a la bocana, donde se forman colas para entrar a la vez que se mezclan los ferrys con las embarcaciones de recreo, las de alquiler y las que hacen excursiones.
Sin descansos reglamentarios
Otro de los motivos de los accidentes es el desconocimiento de la zona y de sus complicadas características para la navegación. Fuentes conocedores de las aguas pitiusas explican a EL ESPAÑOL que el estrecho entre ambas islas es una costa “sucia”, es decir, “con baja profundidad y con numerosos islotes” y por ello se requiere de pericia y conocimientos previos para poder navegar con seguridad.
También es aconsejable aumentar la prudencia con la velocidad, por eso los accidentes han puesto de nuevo sobre la mesa el debate en torno a una posible reducción de la rapidez que pueden alcanzar los ferrys. “Habría que regular y reducir la velocidad, aunque quizá vaya contra los intereses comerciales de las empresas y la náutica recreativa. Habría que decidir mediante una comisión lo que interesa más. Y efectivamente, una reducción de velocidad es lo que impide o baja las posibilidades de accidente”, explica el Jefe de Salvamento Marítimo, Miguel Félix Chicón.
De hecho, en el último accidente el San Gwann navegaba a 32 nudos y medio, “una velocidad elevada para el tipo de embarcación y para el punto donde se encontraba” pero completamente legal.
La última explicación del gran número de accidentes se hace en voz más baja y siempre con testimonios sin citar. Un trabajador de una compañía naviera reconoce a EL ESPAÑOL que no se respetan los descansos reglamentarios y que si alguien se queja, no le vuelven a contratar. “Estaría bien que los inspectores de trabajo se pasasen por aquí para comprobar cómo nos tienen”. Un capitán de la Marina Mercante que ha navegado en esta ruta durante años denuncia a Gaceta Náutica que hace años hacían “cinco viajes con 20 minutos de descanso entre trayectos y una hora y media para comer”.
“Encontrarse semirrígidas sin luces cruzando por la bocana de Ibiza y La Savina por delante de los ferrys era y es habitual. Lo de chocar con las rocas es otra cosa. Es un error humano y si hace cien años se navegaba sin chocar, hoy con la tecnología que existe no hay excusa”. Y sin embargo sigue habiendo accidentes. Como cuando el vapor Flaminian embarrancó en s’Illa des Penjats (la isla de los ahorcados) en 1881 o el llaüt pesquero Vicenta repitió mala fortuna en 1926. O como cuando mucho antes los corsarios turcos atacaban a los canteros que recogían piedra en ses Illes Negres para completar la muralla de Ibiza. Quizá sea el sino de la zona de Es Freus. O quizá se pueda hacer algo y no haya ninguna maldición que mil años dure.