¿Recuerdan la película Very Important perros? En aquella comedia, filmada a modo de falso documental, una serie de personajes hacían de todo para que su perro fuese reconocido como el más bonito y estrafalario. Pero ahora la ficción parece haberse vuelto realidad: la moda de los “perros de lujo” –pues ninguno de estos vale menos de 1.000 euros–, impulsada por un creciente número de famosos que lucen sus mascotas en público, hace que Very Important perros parezca simplemente un documental, sin lo de “falso”.
¿Y se acuerdan del célebre momento en que Albert Rivera publicó en Instagram su “arma secreta” ser presidente? Por contextualizar, faltaba poco más de una semana para que tuvieran lugar las últimas elecciones generales, y Rivera apareció con Lucas, un caniche toy al que “si le dejasen votar, votaría a Ciudadanos”. Pues el asunto tiene más miga de lo que parece a priori.
Luis, de L'Argenteria, es un criador de perros con experiencia. Explica para EL ESPAÑOL que “el caniche era un perro obsoleto”. Él lo recomendaba, pues no suelta pelo y no tiene ningún tipo de alergias, pero la gente no lo quería… “Hasta que aparecieron Malú y Albert Rivera con su caniche rojo y ahora resulta que es lo más”. Casi al mismo tiempo, Tamara Falcó también se hizo ver con otro caniche rojo. ¿El resultado? Que todo el mundo se ha vuelto loco pidiendo caniches. Además, “como no hay caniches en España y en la pandemia no estaban entrando perros de importación, los poquitos que hay se disparan de precio”, cuenta este criador.
Así es como se crean las modas. Es lo que, de alguna manera, demostraba el psicólogo Albert Bandura en su Teoría del aprendizaje social: el ser humano aprende nuevas conductas a partir de la observación, especialmente si se trata de modelos atractivos. Se produce entonces el llamado “efecto imitación”. Basta que un famoso prenda la llama (o sea, que aparezca en los medios con su perrito), para que se genere un gran incendio.
Sandra es una de las intermediarias más reconocidas en España. Su labor consiste, básicamente, en hacer de nexo entre personas que buscan un perro determinado y criadores de esa raza concreta. Uno de sus últimos trabajos ha sido para Jesús Calleja, que “acaba de comprar un galgo lebrel”. Lo que cuenta a EL ESPAÑOL confirma el dicho de que “la realidad supera la ficción”. A ella la llamó un cliente interesado en el caniche toy –como el de Rivera– que le gustaba a su hija. Su precio: 2.500 euros. Sandra le emplazó a que fuese a su casa a recogerlo, a lo que el hombre contestó que “no tenía coche, eran una familia muy humilde”.
Pensarán ustedes que cómo era posible para una familia que no podía permitirse tener coche pagar 2.500 euros por un perro. Pues eso mismo fue lo que Sandra les preguntó. “Me dijo que tenía ahorrado ese dinero para el coche, pero que su hija es tan buena que se merece todo”, recuerda. Y así fue: Sandra le llevó el caniche toy a Legazpi, “donde tenían una casa muy normal”, y se lo entregó. En total fueron 2.550 euros. En la película Very Important perros los personajes no llegan a ese nivel. En todo caso, es una anécdota que resulta más significativa como síntoma de la precariedad y dinámicas de consumo a las que se ven abocadas muchas familias, y no tanto como una neurosis individual.
Muchos de estos “modelos atractivos” de los que habla Bandura están representados hoy en día por los influencers de redes sociales como TikTok o Instagram. Sandra cree que los chavales los ven con sus perros –convertidos en artículos de lujo– y se lo piden a sus padres. “Yo cada día recibo una llamada de un padre que lo quiere comprar porque su hija se ha enamorado del perro”, cuenta Sandra, que además incide en que “nunca oigo la palabra hijo, siempre llaman por sus hijas”.
Instagramers y tiktokers
En las redes sociales es donde más pueden verse famosos con sus adorables perros. Sandra sabe bien de lo que habla, pues algunos de sus clientes se dedican a ese mundo. Por ejemplo, la pomerania de Andrea Gasca, exconcursante de La isla de las tentaciones, se la consiguió ella. Ahora, la pomerania se llama Maddy y tiene casi 2.400 seguidores en Instagram.
De parte de Andrea la llamó después mucha gente, como Fani, también famosa por su participación en La isla de las tentaciones. Sin embargo, con Fani acabó fatal. En diciembre de 2020, Fani y su pareja Christopher compraron un pomerania al que llamaron Horus. Pero apenas un mes más tarde –cinco desde que se lo vendió Sandra– el pomerania murió.
Los problemas llegaron cuando Fani le reclamó los 1.700 euros que había pagado por él: “Me dijo que había fallecido de algo congénito, así que le pedí la necropsia habitual en estos casos, porque si se te cae el sofá encima de tu perro es culpa tuya, no de la criadora”. Pero Fani, en vez de los resultados de la necropsia, le envió a su abogado. “Al final le devolví el dinero íntegro por buena fe, porque su abogado me dijo que no iba a denunciar, pero sigo sin saber de qué se murió Horus”, explica Sandra.
Luis también ha tenido trato con influencers, aunque prefiere no revelar sus identidades. En su caso no han sido buenas experiencias: “Lo más gracioso es cuando te llaman las influencers por teléfono diciéndote que quieren gratis un perro de raza a cambio de publicidad”, comenta Luis indignado. “Esto no es un juguete que lo tienes para hacerte cuatro fotos; además, yo ni siquiera sabía quiénes eran estas influencers que me decían que tenían muchísimos seguidores…”
Este tipo de intercambios tan habitual hoy en día, donde un cliente pide un servicio a cambio únicamente de visibilidad, también parece estar presente en el negocio de la venta de perros. Y, nuevamente, habla de la precariedad de la que se aprovechan personas en situación de superioridad. A Sandra también le ha pasado, pero ella puede permitirse rechazar estos tratos: “Tampoco son famosas que me den de comer, no es como si me compra Cristiano Ronaldo. La publicidad es muy relativa en este tipo de cosas”.
Perros de lujo
Como Andrea o Fani, Alba tiene cuatro pomerania. “Son super juguetones, muy cariñosos con los niños, muy divertidos. Tengo dos hijas me vienen muy bien”. Se considera una enamorada de la raza y, hasta ahora, solo se ha dedicado a actuar como intermediaria “sin ánimo de lucro, para asegurarme de que van a una buena familia”. No obstante, entre sus planes de futuro está el llegar a ser criadora.
Ella tiene pensado criar pomerania. Dependiendo de si pertenecen a la línea europea o americana, pueden llegar a costar 4.000 euros: “El de Ozuna o Nicky Jam será del grupo de los que valen eso”, cree Alba. Los suyos le costaron 2.000 euros.
Pero también son perros que requieren de muchos cuidados. En bañar, cepillar y peinar a cada uno de sus pomerania, algo que hace cada 15 días, Alba estima que tarda dos horas. Por ello, se queja de que mucha gente los compra por la moda, pero después no saben tratarlos: “Les cortan el pelo, no los secan bien y acaban con problemas de piel o alopecia… Están maltratando al perro”.
Sin embargo, los pomerania no son los perros más demandados por los famosos. Según Luis, “el perro estrella de la actualidad es el caniche. Después van el bichón maltés y el galgo piccolo (pequeño lebrel italiano)”. En un tercer escalafón situaría, ya sí, al pomerania, al chihuahua y a los yorkshire, “que nunca pasan de moda”.
Entre los grandes, el número uno es el braco de Weimar. Es el perro, por ejemplo, de Leo Messi, aunque Luis no recomienda imitar al jugador del Paris Saint-Germain: “Son un pedazo de perro tremendo que yo jamás tendría en mi piso: a los cuatro días se comen los sofás, el mobiliario, las paredes… pueden quedar muy bien en una postal o un anuncio de El Corte Inglés, pero en la vida real este animal se mueve”.
¿Cómo comprarlos?
Si es usted famoso, seguramente no tendrá problemas para hacerse con uno de estos perros. Como explica Luis, a él nunca le llaman las celebridades directamente, sino sus representantes. También lo hacen a través de la Real Sociedad Canina, donde preguntan por un tipo de raza y allí les ponen en contacto con criadores. En el caso de los futbolistas, clientes habituales de Luis, es muy común el “boca a boca”: “La mayoría vienen buscando perros para sus novias… Y si entras en un equipo, se pasan tu contacto entre ellos y te llaman”.
Pero, para los que no son famosos, tampoco es demasiado complicado. En páginas web como Milanuncios o redes sociales como Facebook hay cientos de anuncios de vendedores. Para asegurarse de que el la transacción es legal, hay que pedir el núcleo zoológico al vendedor. El afijo también puede ser un indicador de la fiabilidad del criador, aunque solo marca "que has pagado a la Real Sociedad Canina", explica Sandra. Además, muchas veces el afijo no se comprueba.
Sorprende que algunos famosos siguen esta misma hoja de ruta. Es el caso de Luka Modrić, centrocampista del Real Madrid. “Un día me llama un señor rumano, que resulta que era el chófer de Modrić, para comprarme un bichón maltés”, relata Sandra. Más tarde, cuando se reunió con el propio Modrić para completar la transacción, la estrella del Real Madrid le confesó que la había encontrado por Milanuncios.
No es el único jugador del Real Madrid con el que ha hecho negocios Sandra. Lunin, portero del equipo blanco, le compró un pomerania. Lo curioso es que Lunin y Modrić no habían hablado entre sí: él también la encontró por Milanuncios.
Lo único que deben tener en común anónimos y famosos a la hora de comprar estos perros es una gran cantidad de dinero preparada. “He vendido caniches toy al jefe de todos los Centros Ideal por 3.000 y 4.000 euros”, cuenta Sandra. Los pomerania, por su parte, se mueven en un rango de precios similares, y nunca por debajo de los 1.500 euros.
En Estados Unidos, una persona con un perro se gasta alrededor de 24.000 dólares en el mantenimiento de su mascota. “Por eso César Millán se ha ido a Estados Unidos, porque se está forrando”, piensa Evelin, una criadora de galgos italianos. “Los míos cuestan hasta 2.500 euros, pero en el mercado negro se han llegado a pagar 6.000 euros solo por el semen de un perro”.
Además, la inversión de un criador con los papeles en regla no es muy grande. “Tú solamente te tienes que preocupar de la madre, de ponerle las vacunas hasta que los entregas (unos tres meses), y del pedigrí si lo tienes que sacar”, cuenta esta criadora. En total, unos 300 euros.
Lo que está claro es que es un negocio que mueve mucho dinero. O, como dice Sandra con vehemencia: “Si tiene 300 euros no busque un caniche, con eso váyase a la perrera. Tampoco puedes esperar conseguir un lulu de pomerania por 1.000 euros”.
El negocio de criador
Cuando Jesús Calleja buscaba un galgo lebrel, Sandra contactó con Evelin, pero al final no se lo vendió porque no tenía ningún macho: “Todos los que tiene son machos, lo cual entiendo porque si tiene una hembra puede ser la locura”, piensa Evelin.
Su padre era cazador y, desde muy pequeña, siempre ha vivido rodeada de perros de infinidad de razas diferentes. Cree que esto es fundamental, pues “los perros, como los hijos, entiende el que tiene”, explica. Y apuntilla: “En España somos analfabetos en esa cuestión”. Cuenta que ella prácticamente aprendió a leer con enciclopedias de perros.
Actualmente, tiene un alabai ruso (que en España se cotiza carísimo porque no los hay), dos pastores del Cáucaso, y ocho galgos piccolo que vende entre 1.500 y 2.000 euros. Estos últimos son galgos italianos que también se han puesto muy de moda porque son pequeños y, “aunque a la gente le gusta el galgo grande, para una casa son incómodos”.
Además del tamaño, Evelin cree que otro factor clave para que se pongan de moda es que sean novedosos. Por ejemplo, a los teckel (también conocido como perro salchicha) los modifican genéticamente para que sean azules. Son perros que no están vistos y, al salir en la televisión con famosos, muchas personas se fijan. Sin embargo, “este perro viene de los egipcios, puede verse en los jeroglíficos y Cleopatra ya los tenía”.
Para Evelin, es evidente que “lo que venden es la morfología del perro, algo que además es legal”. Aunque el de Calleja tiene mucho tirón porque es azul, y “todos queremos parecernos al famoso”, Evelin lo tiene claro: “A mí me gusta más el mío que el de Calleja, porque el suyo va a ser mucho más grande”.
Encarna también cría a este tipo de galgos italianos desde 1999. Por aquella época “éramos solo cuatro: un señor de Murcia, un chico de Granada… Pero desde hace seis años esto se ha disparado”. Ella cree que el boom de los piccolo está directamente relacionado con la emisión en Cuatro del programa ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, donde un participante salió con un piccolo azul.
Sin embargo, no considera que el hecho de que se hayan puesto de moda sea algo que le beneficie: “Ahora igual hago más ventas, pero es un perjuicio porque prefiero vender menos y que la raza se mantenga”. Y es que, cuando una determinada raza se pone de moda, “la gente se pone a criar y los estropea”.
Tanto Evelin como Encarna coinciden en que la venta ilegal es un grave problema, tanto para el negocio como para los animales. Cada comunidad autónoma tiene su normativa. En Cataluña, donde ellas trabajan, para estar en regla hay que presentar una solicitud con las instalaciones ya construidas, aún a riesgo de que sea denegada. Después, hay que pedir una autorización al ayuntamiento y, una vez concedida, obtener el núcleo zoológico. En Madrid, por ejemplo, está prohibido vender perros “a no ser que tengas núcleo zoológico”.
Un negocio infinito
Caniche, pomerania, piccolo italiano... la venta de perros de lujo supone un negocio que mueve cifras astronómicas. La venta más cara registrada tuvo lugar en 2014, cuando un multimillonario chino pagó más de un millón y medio por un mastín tibetano, una raza milenaria con apenas ejemplares en el mundo.
Convertidos en mascotas de lujo, el tiempo estimado que le dura el estar de moda a cada raza está en torno a los seis y siete años, aproximadamente coincidiendo con el período de vida del animal. Además, los perros se modifican genéticamente, de forma que siempre hay una raza nueva y diferente susceptible de que algún famoso la convierta en la mascota estrella del momento. Y, cuando eso pase, preparen sus bolsillos.