Valentina (nombre ficticio) acude a la clínica Dator de Madrid. Se dirige a una consulta para practicar su segundo aborto. Va acompañada de un niño y de otra mujer. Ambas son latinas. Antes de que cruce la puerta, se le acerca Bernardo, un estudiante de ADE de 20 años. Lleva unos folletos en la mano. El chico se presenta y entabla una charla con Valentina. Bernardo le explica que si no quiere abortar, no tiene por qué hacerlo. Le habla de qué alternativas tiene. Valentina escucha atenta. Después de unos cinco minutos, el joven le entrega un folleto. "El grande, porque parecía bastante interesada", dirá luego Bernardo a EL ESPAÑOL. Luego, se despide:
—Que sepas que todavía estás a tiempo —dice Bernardo.
—Gracias —responde Valentina.
Lo que acaba de suceder puede que dentro de poco sea ilegal. A Bernardo podrían caerle hasta tres meses de prisión o un año o de trabajos en beneficio de la comunidad. El Grupo Parlamentario Socialista presentó el pasado martes en el Congreso una propuesta de ley para reformar el código penal y añadir un artículo que penalice a quienes "hostiguen o coarten la libertad de una mujer que pretenda ejercer su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo". La cámara, a excepción de PP y Vox, dio luz verde a la propuesta.
"Tengo miedo", responde Bernardo al ser preguntado por cómo se siente en caso de que prospere la reforma. "Creo que lo que hago es necesario y que no hostigamos, ni acosamos, ni intimidamos a las mujeres", asegura en conversación con este periódico en la puerta de la clínica. "Solo estamos aquí para ayudarlas", añade.
Bernardo forma parte de una fundación 'provida'. Sus voluntarios -o "rescatadores"- como ellos mismos se definen, acuden todos los sábados a las puertas de la clínica madrileña. Este jueves lo hacían para reivindicar su actividad tras la aprobación en el Congreso de la propuesta que pretende castigarles.
Activistas 'provida'
Cerca de Bernardo, hay una furgoneta aparcada en el cruce enfrente de la Dator. Se trata de una "ambulancia" que ofrece ecografías gratuitas a mujeres que vienen a abortar y la consulta de un médico 'provida', el doctor Jesús Poveda. Es un viejo conocido en este tipo de concentraciones. Varios 28 de diciembre -día de los Santos Inocentes-, la policía lo ha detenido por sentarse a las puertas de la Dator. "Voy a convertir eso en una guardería", le dice a un amigo que también está presente.
Junto a la furgoneta se encuentran también Amelia Bueno y el periodista Luis Losada. La primera es psicóloga y forense y ha sido activista provida más de 20 años. El segundo estuvo fuertemente vinculado al Grupo Intereconomía y a Hazte Oír. "La policía viene aquí todos los sábados, nos identifican y nunca nos llevan detenidos, porque comprueban que no hay acoso ni hostigamiento", dice Losada. "El delito de coacciones ya está tipificado y lo que quieren hacer no es otra cosa que una violación de la libertad de expresión", prosigue.
Losada advierte que desde la fundación demandarán a la clínica por un delito reiterado de "denuncia falsa". Explica que es el centro quien llama a la policía siempre que detecta su presencia, acusándoles de intimidar a las mujeres. Mientras Losada dice esto, una mujer sale de la clínica a fumarse un cigarro. Es la gerente: "No voy a hablar pero llevo 25 años aquí y esto es el pan de cada día", comenta con hartazgo.
Además de Bernardo en la puerta y la furgoneta, frente a la calle se concentra un grupo de jóvenes que varía de tamaño según pasan las horas. Sostienen un cartel en el que se lee: "Rezamos por ti y por tu bebé". Se escucha su murmullo mientras rezan el rosario. Son voluntarios de una nueva campaña provida, "40 días por la vida", que arrancó un día después de que el Congreso pasase la reforma.
Pretenden estar delante de clínicas abortistas en diferentes ciudades de España a lo largo de 40 días. "No concibo cómo una mujer puede matar algo que lleva en sí", dice Alejandra, una estudiante de magisterio de 21 años. Entre tanto, dos coches de la Policía Nacional se acercan y piden las identificaciones a los concentrados. Estos colaboran y defienden que lo que hacen no es ilegal. "Rezar no es ilegal", asegura, por su parte Pepe, de 26 años y estudiante de máster. "Cualquiera puede venir aquí y ver lo que hacemos. No acosamos, estamos aquí apartados y rezando", continúa.
Para las clínicas, sin embargo, no solo es eso. Después de años denunciando la presencia de estos colectivos frente a sus centros médicos, la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI) publicó en un estudio que son más de 100 los casos de acoso que cada año sufren las más de 800 mujeres que acuden a estos centros abortivos. De hecho, es ese informe en el que se ha basado el PSOE para presentar la reforma.
Para los 'provida' el estudio está sesgado. Losada dice que no es más que un informe de la patronal de las clínicas que no quiere "perder clientas" por la presencia de los antiabortistas que, en algunos casos, consiguen que las mujeres se echen para atrás.
"40 días de acoso"
Por su parte, Sonia Lamas, portavoz de la Dator, se muestra esperanzada con que la reforma legal cambie la situación: "Es un gran paso para consolidar los derechos democráticos y limar las aristas ideológicas que presionan a las mujeres para que cambien de opinión, con acoso, hostigamiento y en actitud de rezo..."
"Esto que estamos presenciando son '40 días de acoso', con una furgoneta y diferente cartelería. Dicen que en la clínica no hacemos ecografías y que por eso traen la furgoneta. Engañan a las mujeres... ¿Cómo no vamos a hacer una ecografía si nosotros cumplimos la ley y la ley dice que hay que hacerla?", prosigue Lamas.
Para la portavoz, que se repartan "panfletos" o que "grupos de 4 ó 6 personas aborden a las mujeres" ante una decisión libre y un momento tan delicado no tiene otro nombre que "intimidación". "El Franquismo y la Inquisición es cosa del pasado. Esto no es un debate de aborto sí o aborto no, se trata de cumplir la ley. Nosotros la cumplimos. Ellos no. Si no están de acuerdo, tienen sus cauces democráticos y sus partidos políticos para cambiar las leyes, pero no queremos que vengan aquí a invadir el espacio personal de las mujeres y a preguntarles en plena calle si van a abortar", concluye.
Valentina, la mujer con la que ha hablado Bernardo a la entrada de la clínica asegura después de la charla a EL ESPAÑOL que se ha sentido "cómoda". "Aborté una vez y lo pasé muy mal. Ahora es la segunda vez, porque no tengo recursos económicos para hacerme cargo de un bebé. Llamé a una asociación pero no me hicieron ni caso", dice. Ella es una a quien la presencia de los antiabortistas no ha resultado molesta. Otras, según reconoce el propio Bernardo, ni le cogen ni el folleto.