Sacedón, un pequeño pueblo de algo más de mil habitantes de la provincia de Guadalajara era su destino. Cerró el maletero, arrancó el coche y pisó el acelerador. Pero Borja nunca llegó. Su vida iba a terminar instantes después a consecuencia de la colisión de su vehículo contra una cabina de peaje de la autopista de Las Pedrizas de Málaga.
Mientras conducía, el sol ya se escondía detrás de las montañas. Pasaban las 17 horas y la luz de Borja estaba a punto de apagarse para siempre. Según los primeros informes forenses, el siniestro se produjo por una "pérdida de conciencia por cuadro migrañoso". Este joven Guardia Civil de 33 años acababa de sufrir un ataque epiléptico que le hizo perder el control del coche. Murió en el acto.
El choque fue muy aparatoso. El vehículo y la propia cabina que frenó su camino quedaron muy dañados. En su interior, una chica de 20 años trabajaba efectuando el cambio de dinero a los conductores que transitaban a esa hora por allí. La joven tuvo que ser atendida en el propio lugar de los hechos y trasladada al un centro hospitalario de la capital malagueña. Se ha agarrado a la vida.
A Borja Martín, en su Melilla natal le recuerdan como aquel "chico encantador y risueño" que hacía reir a los compañeros en el recreo del instituto Miguel Fernández. La víctima creció correteando y jugando con sus amigos por las calles del barrio del Real, con "esa sonrisa siempre puesta" que tanto le caracterizaba, como le describen quienes mejor le conocían.
El deporte y su vocación de "ayudar al de al lado" le llevaron a cumplir el sueño de ser militar, algo por lo que había "luchado mucho". Hace poco que había logrado aprobar las oposiciones de Guardia Civil y estaba destinado en Guadalajara. A pesar de la distancia que le separaba de su tierra, su familia lo echaba de menos convencidos de que él estaba feliz haciendo lo que hacía.
Asimismo, unos años antes, según fuentes del instituto armado, prestó sus servicios en el cuartel de Alhaurín el Grande, en la provincia de Málaga. Este joven "tan noble y tan cariñoso" aprovechaba sus días libres para desplazarse a Melilla y volver a sentirse niño entre las paredes que cubren las calles de su barrio. Mantenía ese espíritu "risueño y de bondad" hasta el último día de su vida.
Un chico trabajador
Borja terminó el instituto y decidió que no quería seguir estudiando. Él sabía que lo que realmente le llenaba era la vocación militar y decidió enfocar su vida en torno a esa idea. No paró hasta conseguirlo, pero mientras tanto se ganaba la vida trabajando en varios negocios de Melilla.
Con 18 años, su tío Pepe recomendó el perfil de Borja a una farmacia, que andaba buscando personal para echar una mano en tareas de limpieza y mantenimiento del local. Allí lo recuerdan como un "chico con una tremenda disposición para aprender", pero aseguran que "su ilusión siempre ha sido el Ejército".
De hecho, de forma voluntaria decidió dejar de trabajar en la farmacia para alistarse como METOPA -Militar de Empleo de Tropa Profesional-. "Cada vez que pasaba por Melilla venía a saludarnos", recuerda el boticario, para quien ver a Borja "siempre era motivo de alegría".
"Todo el equipo de la farmacia nos sentimos consternados por la dolorosa noticia del fallecimiento de Borja", han anunciado en un comunicado. Le han visto dar sus primeros pasos como adulto y hoy lloran su muerte: "Es una pena tremenda porque era un chaval excelente".
De acuerdo con fuentes próximas a la víctima, Borja estuvo este pasado fin de semana en Melilla. Fue de visita para estar con su familia y sus amigos y disfrutar de unos días libres. Pero también para vivir las primeras sensaciones con su nuevo coche que se acababa de comprar.
Un chico "muy sano"
Su compañero Amin Azmani, que conocía a Borja desde el colegio, en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga, confirma que era "un chico sano en todos los sentidos; no tenía ningún tipo de vicio. Era el típico amigo que estaba siempre a disposición de los demás". Fueron "muchas noches" las que vivieron juntos y Azmani afirma que su amigo "siempre tuvo muy claro a qué quería dedicarse".
Todo esto a pesar de los distintos trastornos que Borja padecía. Según el relato de una de sus compañeras en el Instituto Miguel Fernández de Melilla: "Muchas veces se quedaba dormido en clase y tenía que venir su madre a recogerlo". Es una de las muestras de su narcolepsia, una de las posibles causas de la muerte.
Aunque según la investigación, fue un "episodio migrañoso" relacionado con la epilepsia lo que acabó con la vida de Borja cuando iba al volante de su vehículo en la AP-46 de Las Pedrizas en Málaga.
Sus amigos le recuerdan siempre ligado al deporte: "Era muy constante para ir al gimnasio", destacan. Incluso, algunas veces "rechazaba planes" para cumplir con su rutina. Por otra parte, Azmani confirma a este periódico que Borja era "muy cuidadoso" a la hora de conducir: "Siempre trataba de evitar el coche, se movía en bici o en moto".
Dijo adiós a su abuela
La abuela de Borja falleció hace pocos días, por lo que Rosa, su madre, estaba pasando una "época delicada", cuentan fuentes cercanas a la familia. De hecho, el joven guardia civil viajaba con más frecuencia a Melilla para estar cerca de su madre y arroparla en estos momentos de sufrimiento.
Los amigos de Borja se volcaban con él cada vez que regresaba a su tierra desde Guadalajara. Su muerte ha sido "un palo muy duro" para ellos, que se preguntaban extrañados los motivos del terrible accidente: "Nunca había pensado en quitarse la vida ni había tenido relaciones traumáticas".
Desde este pasado martes, la vida de Borja se terminó para siempre. La huella que deja entre sus seres querdidos "es imborrable" y será recordado como un chico "con una excelente capacidad de empatía con cualquier persona". Descanse en paz.