El convento de San Agustín de Barcelona fue primero convento, luego cuartel y finalmente centro cívico, archivo fotográfico y museo del chocolate. Desde este miércoles tiene un nuevo uso: el de ser sede del Centro de Masculinidades "Plural" promovido por el ayuntamiento de Ada Colau. El claustro que en el siglo XIV escuchó el murmullo del rezo los monjes agustinos y en el XVIII el estruendo de los cañonazos en el sitio de Barcelona, fue testigo la tarde del miércoles de las bases que definirán a un nuevo hombre. Un no-prototipo masculino "positivo, abierto, plural y heterogéneo" del que la Barcelona de Colau quiere ser abanderada.
La alcaldesa anunció a finales de julio la creación de este nuevo equipamiento municipal, donde tendrán lugar talleres, seminarios, charlas e incluso cursos de 10 a 16 semanas de duración con terapias de dos horas semanales que se encargarán de esculpir los nuevos modelos de hombre. "Plural" estará destinado a funcionarios del consistorio y a colegios, pero también a todo hombre que quiera desprenderse de la "toxicidad" que lleva incorporada por el hecho de haber nacido hombre. Y todo, de momento, gratis, pagado por el ayuntamiento.
La inauguración arrancó con una jornada que reunió a ponentes, 'performers' y representantes varios de la ciudadanía -policías de uniforme incluidos- que forman parte del collage de las nuevas masculinidades que promoverá la escuela de Colau. En las charlas participaron un hombre trans, otro con diversidad funcional, un gay, aliados feministas, varias mujeres y hasta un 'drag king'; es decir, una mujer que se traviste de hombre y que tiene "pluma marimacho", como ella misma dijo.
La velada inició con un encuentro cerrado al público entre diferentes entidades y actores implicados en el no pequeño entramado del género, el feminismo y las nuevas masculinidades de la Barcelona reciente, financiado en gran parte por el erario público. Pasadas las seis de la tarde, dieron comienzo las charlas, moderadas por la historiadora especialista en "género, inmigración y diversidad cultural" Gemma Torres.
Torres se arrancó diciendo que vio la película de Superman y que le llamó la atención cómo la cinta enseña a los hombres que no tienen que ser Clark Kent, sino Superman. "Pero claro, Superman es un extraterrestre (...)", dijo. El "héroe que salva al mundo" poco tiene que ver con el hombre real, planteó. "¿Existe el hombre de verdad?". Sobre ello debatieron después Antonio Centeno, un tetrapléjico desde los 13 años y que aboga por el acceso a una sexualidad igualitaria, y Miquel Missé, sociólogo y activista trans.
"Desde la diversidad funcional no hay ganas" de ser un "conquistador" o un "macho proveedor", dijo Centeno. También se mostró contrario al "guion de la superación" que la sociedad supuestamente exige al hombre, y más a hombres como él, con discapacidad: "Nos dicen que vivimos mal porque no nos hemos esforzado lo suficiente", dijo.
Missé, por su parte, habló de su experiencia como hombre trans y sus intentos para encajar en lo que se supone que es "el hombre original". "Los hombres dedican mucho tiempo a ser hombres y eso no les hace felices ni libres (...) Nadie conseguirá ser un hombre porque ser un hombre es una ficción (...) la masculinidad no es realista ni es humana", fueron algunas de las frases que siguieron.
Luego vino una especie de apología de la vulnerabilidad, como un modelo al que el hombre "violento", "competitivo" y "agresivo" debería aspirar. Missé relató su experiencia de cómo en varias ocasiones ha "bajado la mirada" o ha "cedido" con tal de que no le rompieran la cara en situaciones conflictivas. "Bajo constantemente la mirada" (...) "ceder también está muy bien (...) para conservar la cara intacta"...
Torres, la moderadora, concluyó: "Ser hombre es pesado, es peligroso, es un lío...". Se refería nuevamente a los "restringidos" modelos masculinos que plantea la sociedad heteropatriarcal. Acto seguido vino la performance del 'drag king' Ken Pollet.
Con canciones cuyas letras rezaban versos como "Ese es mi macho de verdad" o "Quiero encontrar un hombre de verdad", el artista apareció disfrazado con bigote y con el atuendo de un cuerpo musculoso que terminaba colapsando. La actuación concluía con Pollet quitánsose la ropa que lo masculinizaba, para terminar casi desnudo con el torso encadenado, haciendo alusión a lo que los cánones presuntamente le imponían.
Terminada la actuación, la moderadora lo presentó así, en una terminología digna de la nueva escuela de masculinidades barcelonesa: "Hemos visto a Ken Pollet, que es un 'drag King' que rompe escenarios y prejuicios. Es el cuerpo donde Elena Ramírez, filósofa y activista, vuelca su trabajo como 'drag king', que le sirve para investigar sobre el género y resistir la violencia machista y la homofobia. Nació en Málaga pero vive en Barcelona, donde realiza diversos talleres 'drag king' y varias fiestas donde quiere contribuir al empoderamiento 'marimacho' y 'bollo', donde celebra su pluma 'marimacho' y su ser travesti para resistir al binarismo de género, crear vínculos y redes de empoderamiento en la comunidad LGTBI y cuestionar las relaciones entre género, poder y masculinidad (...)"
Después habló Pollet, que concluyó su discurso con un "¡Viva el fracaso!", exhortando a fracasar "como hombres y como mujeres".
Posteriormente, Paco Abril, sociólogo y miembro de la asociación de Hombres Igualitarios AHIGE, y Adriana Sabater, educadora y activista feminista, debatieron sobre cuál sería el hombre del futuro. "Será un hombre heterogéneo, diverso, desorientado, descolocado y perdido sin referentes que emular", dijo Abril. "El mundo ya no gira a su alrededor y los demás no somos recursos a su servicio", prosiguió.
Abril, entre otro de los puntos que definirán al hombre que viene, destacó "la rendición de cuentas" que el hombre deberá asumir por la violencia que ejerce "diariamente contra las mujeres".
El coloquio prosiguió con críticas al sistema "competitivo", "capitalista" y "productivo" que vende el modelo de masculinidad tradicional. Con críticas al rol masculino que defiende "la ultraderecha". Con ejemplos de masculinidad tóxica como el asalto al Capitolio o el uso del "lenguaje bélico" durante la pandemia. Al final de las charlas, un mosso d'esquadra, Eugeni Tarjuelo, de la unidad de Policía Comunitaria, se excusó por aparecer con uniforme y manifestó su compromiso con lo que se había expuesto en la jornada.
Pareciera que, en boca del público, los ponentes y la moderadora, cualquier situación que exigiese de fuerza, agresividad o resistencia, en definitiva, de valores masculinos tradicionales, fuese una invención de la propia masculinidad para desplegarse. Que todo pudiese afrontarse desde una charla, bajar la mirada o una 'performance drag'. Claro que no se habló de delincuencia, o de cómo parar a un maltratador cuando la educación ha fracasado. Ni el mosso comentó cómo algunos de sus compañeros tienen que medirse día sí, día también, a vándalos que quieren acabar con sus vidas, incluso a terroristas, haciendo gala de unos valores de la masculinidad tan denostados desde la tarima.
Júlia Alpiste, participante en la charla de cierre junto a Roy Galán, aseguró que el mensaje está llegando a las instituciones, pero no a la calle. "El cambio real no está pasando (...) No podemos hacer charlas a las que vengamos solo nosotros". La queja de Alpiste es más que real. Si ser hombre es una ficción, también lo es, por ahora, el conjunto de posibilidades sociológicas sobre el nuevo hombre que pretende el Centro de Masculinidades que se acaba de inaugurar en Barcelona. Tiene trabajo por delante.
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