Juan José Cortés llega puntual a su cita en el centro de Sevilla. Se sienta a comer en un restaurante del centro, en plena Puerta de Jerez. Pide salmorejo de primero, atún a la plancha para continuar y flan de postre. Lo acompaña todo de dos cervezas sin alcohol. “No sé lo que pasó, me quedé en negro”.
Esta semana, el padre de Mari Luz, asesinada en 2008 por el pederasta Santiago del Valle, ha vuelto a ser noticia. Por una polémica. El lunes 11 de octubre llegaba a la estación de Santa Justa, en la capital andaluza, para pasar el puente de la Hispanidad con sus hijos. Al bajarse del tren se encontró con una mujer rubia, que “parecía una famosa” por las pintas.
Al cruzarse con ella cayó en la cuenta que se trataba de Candela Medrano, una tiktoker conocida por presuntamente estafar a sus seguidores pidiendo dinero por Bizum. Entonces recordó que en sus redes sociales había vertido comentarios de odio, repugnantes, sobre el fallecimiento de su hija. “A partir de ahí no recuerdo nada”. Se fue a negro, un black out total. “De repente me veo con la Policía, con mi mujer gritando al lado… No entendía nada”. Los agentes de la Policía Nacional se lo llevaron a dependencias judiciales, Medrano aseguraba que le había “abierto la cabeza” con una vara. Él Pasó la noche en el calabozo.
"Estuve con un chaval que había dado un tirón. Lo estuve convenciendo de que eso no valía la pena, que si quería le buscaba trabajo en la fresa, en Huelva. También con otro que había robado un patinete...", recuerda sentado en una terraza sevillana.
La semana de Juan José Cortés ha transcurrido dando explicaciones a los medios de comunicación. Siempre narrando los mismos hechos que ahora explica a EL ESPAÑOL en esta entrevista. La penumbra y una oscuridad infinita, como esa que no deja ver en el fondo de un pozo, invaden los ojos del que fue padre coraje de España cada vez que hablaba de su pequeña Mari Luz. Han pasado 13 años, pero el dolor es imborrable.
“Aquello me causó un trastorno de personalidad y una depresión profunda. Todavía me dura. Me produce a veces episodios como el del otro día, en el que no recuerdo nada, en el que me despierto desorientado sin saber que ha pasado”, explica. Cortés vive de una pensión por minusvalía y de echar una mano de vez en cuando a uno de sus hijos, que trabaja en un puesto en el mercadillo.
Poco se puede decir que no se sepa ya de los trágicos sucesos ocurridos el 13 de enero de 2008. Desde entonces, Cortés intenta escapar de una pesadilla infinita que lo persigue hasta en sueños. “A veces me despierto llamando a mi hija”, cuenta.
Hasta esta semana, Cortés había vuelto a ser anónimo. Todo lo anónimo que se puede ser cuando se ha pasado casi 11 años entre platós y cámaras de televisión. La gente lo reconoce por la calle. Gente que nunca ha cruzado una palabra con él lo saluda, como si todavía le tuviesen que dar el pésame.
Fútbol y Covid
Pasa largas temporadas en casa, su día a día no tiene sobresaltos. Se intenta distraer con lo que puede cuando siente que tiene fuerzas. “Mi psicólogo me recomendó que hiciese deporte, pero no siempre puedo”. Hace tres meses que ha vuelto a entrenar a un equipo de fútbol, el Sagrada Familia de Huelva. Los lunes, miércoles y jueves prepara a los chavales, de entre 17 y 19 años, para los partidos del fin de semana. Antes de 2008 llegó a entrenar a categorías inferiores del Recreativo de Huelva.
“Son sólo tres horas a la semana pero que me sirven mucho. Intento enseñarle valores, los niños son algo que siempre me han gustado mucho. Son buenos chavales”. Este sábado juegan en el campo del Mazagón. ¿Será un partido difícil? “Todos lo son”, apunta.
Esos días tranquilos, sin mucho que hacer, se convirtieron en una pesadilla con la llegada de la Covid-19. Necesitaba salir de casa, respirar aire fresco. Una situación no muy diferente a la del resto, pero agravada por sus recuerdos y por la enfermedad que arrastra.
Cuando todavía España no estaba confinada, a Juan José lo llamaron desde Torrejón, en Madrid. Un brote había afectado a la comunidad evangelista, de la que es parte. Eran los primeros meses del virus. “Nadie sabía cómo funcionaba. Esta sociedad siempre quiere culpar a los demás de lo que pasa, no se puede estigmatizar a un colectivo”, afirma.
— ¿Cree que saldremos más fuertes?
— Totalmente. Ahora valoramos más la vida social, la vida en comunidad. Vemos que nos necesitamos los unos a los otros. Creo que vamos a ser más solidarios, que es importante en esta sociedad que nos ha vuelto muy materialistas.
Cuando nos tuvimos que encerrar sin salir de casa, Cortés empezó a hacer cosas que nunca había hecho antes, como todos. Se metió en la cocina y empezó a hacer platos. “No sabía ni freír un huevo. Aprendí a hacer tortilla de patatas, a dejarlas reposar, a batir los huevos… Aunque de vez en cuando la Irene -su mujer con la que lleva desde la adolescencia- me echaba cuando metía la pata. Soy un desastre”, ríe.
Pero no todos los días había luz. Muchos se los pasaba encerrado, bloqueado en su espiral de depresión. Demasiado tiempo para pensar. En este año y media de pandemia Cortés ha sido un número más en la lista de los contagiados en España. Él apenas salía, pero su esposa hacía la compra y cogió el coronavirus en un supermercado. Al final él también se contagió. “Estuve 15 días con fiebre. Casi me muero, no podía respirar, me asfixiaba. El peor día fui a Urgencias y consiguieron salvarme”.
Como miles de familias, él también ha perdido a parientes en esta carrera de fondo: dos tíos por parte de padre y un primo en Madrid. Eso que él sepa, porque en su familia son “casi 4.000. Tengo parientes, en Cataluña, en Madrid, en Canarias… En Navidad no nos reunimos, necesitaríamos una plaza de toros”, vuelve a reír.
Confía plenamente en las vacunas para el coronavirus. Sólo lleva puesta una al haber pasado la enfermedad: “Al principio, sin saber nada, no había fundamentos para dudar de ellas. El tiempo nos ha confirmado que funcionan”, afirma preguntado por su opinión sobre los antivacunas.
Estudia Derecho
Hay temas con los que Cortés recupera la sonrisa y sus ojos dejan de mirar al infinito. Uno es el fútbol (“yo podría haber sido profesional, pero me caí de una tapia de tres metros y me destrocé las muñecas. No me recuperé”). Otro es el Derecho. Desde 2019 estudia esta carrera en la Universidad Pablo de Olavide. Ahora cursa tercero.
Está en un grupo de WhatsApp con sus compañeros, con los que a veces le toca hacer trabajos grupales, aunque no interviene mucho en las conversaciones comunes. “Las clases online me han venido muy bien, no puedo estar con mucha gente en un sitio. Me genera ansiedad”.
Cortés ha recibido una de las mayores alegrías en los últimos tiempos, aparte del nacimiento de dos de sus nietas (tiene tres: Mari Luz, Daniela e India): el Tribunal Constitucional ha avalado la Prisión Permanente Revisable, esa por la que luchó desde que pasó lo que pasó. Esa por la que entró en política. Esa por la que movilizó a miles de personas en las calles con su plataforma 18M.
Esa lucha para implantar penas más duras a los peores criminales de la sociedad es lo que le llevó a meterse en política de lleno. Antes de la muerte de la pequeña Mari Luz, estuvo afiliado al PSOE, pero fue el PP el que terminó de sentarlo en el Congreso de los Diputados. Eran las elecciones de 2019, y Pablo Casado llamó a su puerta para defender la Permanente Revisable que su partido había puesto en marcha. Salió elegido por Huelva. Hablar de política también le sienta bien, le gusta.
Confía en Casado
“Casado es un gran político. Lo veo muy preparado. Es una persona que siente lo que dice”. ¿Se sintió utilizado por ser un rostro mediático? “En ningún momento. Él me preguntaba cómo se podía hacer algo, yo le respondía y me escuchaba”. Al presidente del Partido Popular lo ve llegando a la Moncloa más pronto que tarde, y en el partido ve “ilusión”. No hablan desde las últimas generales, cuando fue candidato al Senado, aunque a última hora casi se cae de la lista. “Me estaba causando mucho estrés, el propio Casado me recomendó que me quitara, pero ya no se podían cambiar las listas”. Al final, no salió elegido.
-¿Y a Isabel Díaz Ayuso la ve de presidenta?
-Ayuso me gusta mucho (una sonrisa le llena la cara al hablar de la presidenta de la Comunidad de Madrid). Pero no la veo en la Moncloa, son carreras diferentes. Ella es muy buena en Madrid, no creo que tenga que dar el salto. Esto es como un equipo de fútbol: el portero es bueno de portero y el delantero de delantero. Si los cambias de posición, no jugarán tan bien. Si el PP no tuviese un buen candidato, Ayuso podría dar el salto. Pero esa posición está cubierta. Casado será un buen presidente.
Su etapa en política le trae buenos recuerdos “y muy buenos amigos”. Es otro de los temas con los que Cortés habla sin tristeza en la mirada. Sigue la actualidad de lo que hacen sus antiguos colegas. “A Albert Rivera le dije en el Congreso que firmase el acuerdo con el PSOE. Su salida de Ciudadanos fue precipitada, debió quedarse más tiempo y ordenar la sucesión”.
Aquella etapa terminó. Consiguió su objetivo, que era poner más difícil a los malos salir de prisión. “Aunque si la Prisión Permanente Revisable está en riesgo vuelvo a la carga. Ahora no me veo en política, pero por ese tema volvería. No sé si en un partido o en una plataforma, pero sin dudarlo, vaya”, apunta. Ha tenido contactos con otros partidos, como Vox, pero “nada serio”.
— ¿Qué es la Justicia para usted, Juan José?
— Es la garantía para defender nuestros derechos en la sociedad. Es uno de los valores principales en democracia.
Aunque ha dejado la política, sigue alineándose con las ideas del PP. “Creo que debería ser más independiente. Que los jueces sean los que elijan a los jueces y que no haya injerencias políticas. Que se elijan a los mejores como representantes de la sociedad”.
- ¿Y en su caso? ¿Se hizo Justicia?
-Bueno -vuelve a aparecer la pena en sus palabras- hubo un criminal que entró en la cárcel por uno de los crímenes más horrorosos que se puedan hacer. He luchado para que no salga tan barato matar a una niña, aunque creo que se debería hacer extensivo a los violadores reincidentes o a los que matan a mujeres. Desde que está la Permanente Revisable hay menos casos como el de mi hija. Si se les pusiese a eso desalmados veríamos como bajan esos delitos. La gente se lo piensa dos veces si se puede pasar su vida en la cárcel.
Cortés no se ha planteado siquiera la posibilidad de sentarse en una mesa con Del Valle, el pederasta que le arrebató a su hija. No sabe qué podría pasar si lo tiene delante. Tampoco lo que pueda suceder cuando salga de prisión. “El perdón de los pecados pertenece a Dios, no a los hombres. Yo no lo voy a perdonar, no seré capaz nunca de perdonarlo. La sociedad no lo perdonará nunca, imagínate yo”.
La Iglesia, su devoción
El padre de Mari Luz es un hombre de profundas convicciones religiosas, pero separa el perdón de la Justicia. Toda su vida lleva ligada a la Iglesia Evangelista. Llegó a ser pastor, dando cultos en Huelva y en Sevilla. Cuando Del Valle le arrebató para siempre a su pequeña Mari Luz, decidió montar su propio Ministerio cristiano, al que le puso su propio nombre. “No quería que mi exposición mediática afectase a mi congregación, así que nos juntamos 400 personas y empezamos por nuestra cuenta”, explica.
Aquella aventura empezó en 2011 con un local en Huelva, en el barrio del Torrejón. Al poco abrió otro en el municipio de Tomares, en Sevilla, en una nave industrial en el polígono El Manchón. Eran años de idas y venidas entre las dos capitales. En Huelva daba misa los martes y jueves y en Sevilla los sábados y domingos.
Decidió cerrarlo dos años después, cuando vio que ya no podía dañar a la Iglesia de Filadelfia, la tradicional de los gitanos y de la que ahora es un feligrés más de su pastor Javier. “Se llama así porque es una de las que aparece en el Apocalipsis. La de Filadelfia era la buena”, dice acompañado de una risa pícara.
Hace siete años que no va a aquella nave sevillana donde impartía culto y realizaba labores sociales como recogidas de alimentos. EL ESPAÑOL le acompaña para que vea cómo se ha convertido en una factoría de muebles. Mantiene la fachada blanca con tejado a dos aguas, aunque parece abandonada. De hecho, en una de las ventanas exteriores se puede ver un pájaro en descomposición, síntoma de que hace mucho que nadie limpia.
“Uf, cuántos recuerdos. Abríamos la puerta y se llenaba de gente. Recuerdo que compré un sistema de megafonía de segunda mano. Ya ves tú, 300 euros creo que me costó. Cuando lo montamos todo el mundo se alegró. Me da pena verlo así. Cuántos buenos recuerdos me trae esto”. Juan José se despide, ahora sí, con una gran sonrisa al ver lo que construyó con sus propias manos. Se va en su Audi A6 negro hablando de fútbol y de sus chavales. El sábado tiene un nuevo partido que ganar, como cada día.