Pedro Sánchez, Antonio Hernando y Óscar López rodean a José Blanco, que acaricia a su jefe de prensa.

Pedro Sánchez, Antonio Hernando y Óscar López rodean a José Blanco, que acaricia a su jefe de prensa. Cedida

Reportajes

Ascenso, caída y renacer de los hombres de Pepiño: así metió el becario Óscar López a Sánchez en Ferraz

A principios de los 2000 Sánchez, López y Hernando eran inseparables en Ferraz. Tras varias idas, venidas, traiciones y perdones, los tres se han reencontrado en la Moncloa.

23 octubre, 2021 06:53

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Óscar López arquea una ceja. Tiene 24 años y trabaja como asesor en el Parlamento Europeo. Está sentado en su despacho, en Bruselas, con los brazos en el respaldo y los pies estirados. Tiene enfrente a un desconocido, el que se ha plantado ahí sin cita previa. “¿Te acuerdas de mí?”, le pregunta al entrar. Pero no se acuerda. “Soy Pedro Sánchez, soy del partido”. Y es él. Sonriente, trajeado, inconfundible, con el pelo más negro y las arrugas menos marcadas, a punto de hacer historia. Es 11 de septiembre de 1997.

Óscar es politólogo, lleva un año afiliado al PSOE y acaba de dejar unas prácticas en el Congreso de los Diputados para irse a Bruselas de asesor. Pedro le saca un año, es economista y lleva una semana en la ciudad. Compagina un máster con ayudar a Bárbara Dührkop, eurodiputada y ponente de los presupuestos del Parlamento Europeo. Están comprometidos, tienen ideas, y fundan la Asociación Espacio Europa XXI, con Óscar de presidente. Cuando no están trabajando se van de vacaciones y empiezan a juntarse con un abogado de la UGT, Antonio Hernando, que también termina por sacarse el carnet del partido.

Los tres madrileños se vuelven inseparables. Todos menos Sánchez, afiliado desde 1994, han empezado a militar en un PSOE perdedor, el primero en no gobernar desde que Felipe González arrasara en las elecciones de 1982, y buscan su sitio antes del cambio de siglo. Su amistad en los próximos tres años definirá la historia del socialismo español hasta nuestros días.

Pedro Sánchez, Óscar López y Antonio Hernando, el 23 de abril de 2010.

Pedro Sánchez, Óscar López y Antonio Hernando, el 23 de abril de 2010. Inma Mesa PSOE

Los hombres de Pepe

Es miércoles, 26 de julio del año 2000, y José Blanco, Pepiño, sufre dos resacas. La primera es de sueño, por celebrar el Día da Patria Galega, pero está acostumbrado a no dormir. La segunda es política, por ganar, y a esa no está tan habituado. Ese fin de semana, durante el 35º Congreso del PSOE, se ha hecho con el control del socialismo de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero. El partido es suyo y el cambio ha llegado.

Pasea por Ferraz con la cabeza en las nubes, calculando, maquinando nombres y valorando posibilidades. Acaba de ser nombrado Secretario de Organización y , primero de todo, necesita un jefe de gabinete. Levanta la cabeza y pregunta en alto: “¿Dónde está Óscar López, el que estaba de prácticas en el Congreso?” Hace tres años de eso, y sólo se acuerda su secretaria. “En Bruselas, con Carmen Cerdeira”, le responde. “Pues consígueme el teléfono, que esta tarde le llamo”.

Ha quedado a comer y sale con prisa, pero le vuelven a interrumpir. Son tres hombres bien vestidos, al sol de Ferraz, de pie y sonrientes. Uno de ellos, el más alto, le enseña la mano y repite la misma frase que escuchó tres años antes en un despacho de Bruselas: “¿Te acuerdas de mí?”. Y sí que se acuerda. “Tanto que acabo de pedir tu teléfono”, contesta.

Esa mañana Óscar López se convirtió en jefe de gabinete de Blanco, el gran artífice del nuevo PSOE ganador, aunque el nombramiento no se hizo oficial hasta septiembre. En paralelo, le presentó a sus dos compañeros, Pedro y Antonio, que estaban ansiosos por participar en la reconstrucción del partido, y pidió que les consiguiera un puesto en la sede. Un apretón de manos, unas palabras amables y estaba hecho: los tres amigos desembarcaron en Ferraz.

Pedro Sánchez, Óscar López, Elena Valenciano y Antonio Hernando en el Forum Europa de 2011.

Pedro Sánchez, Óscar López, Elena Valenciano y Antonio Hernando en el Forum Europa de 2011. Inma Mesa PSOE

“A Sánchez lo mandó al área de Economía con Jordi Sevilla, que acabó de ministro, y a Hernando lo metió en temas sociales, en el área de Inmigración, con Consuelo Rumí”, recuerda un veterano socialista que trabajaba en la sede en aquellos años. Sin estridencias, con poco foco y menos protagonismo, los tres empezaron a ser conocidos en Ferraz como “los chicos de Blanco”, en honor a su benefactor.

El ascenso

Se ha hablado mucho de la influencia de Pepe Blanco en la formación y ascenso de los amigos, pero su impacto en ellos, por lo menos desde que les recomendó en su primer encuentro, fue más bien testimonial. Los primeros años de Sánchez y Hernando en Ferraz discurrieron más entre papeles que entre políticos, siempre bajo la atenta mirada de aquel que les había recomendado. Vigilados, pero no guiados.

“Más allá de impulsarlos, no les apadrinó ni fue su mentor, pero sí estaba atento de lo que hacían porque a todos nos parecían buenos cuadros jóvenes para el partido”, señala la misma persona. Eran años de sequía para el socialismo, con un incombustible José María Aznar en el Gobierno, y los tres amigos se hicieron fuertes durante las vacas flacas. De nuevo, tres años en el futuro para entender el socialismo en España.

Recibieron la llamada de Blanco en 2003, el año de las elecciones municipales y autonómicas, para preparar la estrategia del partido y ayudarle en la campaña. Repitieron en 2004, el del 11-M, las generales y el pulgar arriba de José Luis Rodríguez Zapatero. No salieron en la foto, pero estaban ahí, por detrás, en los créditos. Antes de terminar el año, por deseo de Pepe, Sánchez había conseguido el acta de concejal del Ayuntamiento de Madrid y López y Hernando se estrenaron como diputados en el Congreso.

A nivel interno, el trío de jóvenes políticos -el mayor, Hernando, no había cumplido aún los 35- empezaron a sobresalir como los puntales de la maquinaria electoral socialista. Volvieron a las andadas en 2005, durante las elecciones gallegas: Óscar coordinaba, Hernando preparaba la acción electoral y Sánchez asesoraba y atendía las consultas ciudadanas. Movieron hilos, pisaron área y quitaron la mayoría absoluta a Manuel Fraga (PP). Se hicieron imprescindibles y tripitieron en 2010, ya con menos éxito, para intentar convertir a López en presidente de la Junta de Castilla y León.

A pesar de los éxitos y fracasos, durante los años de Zapatero ninguno entró en el Gobierno, pero sí crecieron en el partido. López encabezaba el grupo y entró en la Ejecutiva en el año 2005; Hernando le siguió en el 2008. Llegados a ese punto, era Sánchez el que les seguía por la cola, y mientras los otros se estrenaban y debatían con los mandamases del partido él se quedaba a las puertas del Congreso. Un año después, tras la renuncia de Pedro Solbes, consiguió su ansiado acta de diputado. Los tres amigos se juntaron en la Cámara Baja por primera vez el 15 de septiembre de 2009.

Óscar López y Antonio Hernando, entonces portavoces del PSOE en el Senado y el Congreso de los Diputados.

Óscar López y Antonio Hernando, entonces portavoces del PSOE en el Senado y el Congreso de los Diputados. EFE

Gloria y caída

La primera sorpresa llegó en junio de 2014. Pedro Sánchez, diputado, el único de los tres amigos que nunca había tenido un cargo en la Ejecutiva, se presentó a las primarias para la Secretaría General del PSOE. La segunda fue un mes después, cuando ganó, aupado por la quinta planta de Ferraz, la mayoría de los barones y el beneplácito de la que esperaba heredar el partido tras el -inminente- fracaso electoral: Susana Díaz.

Lo primero que hizo Sánchez fue rodearse, y tiró de amigos. Eligió a López de portavoz en el Senado y a Hernando en el Congreso, sus dos viejos confiables para dar la cara por él en las dos cámaras parlamentarias. Cuando se cumplió la profecía y perdió las elecciones, primero en 2015 y luego en 2016, el partido se frotó las manos y preparó la sucesión ‘natural’ que llevaban dos años esperando. Él se rebeló. Y perdió de nuevo.

“Lo recuerdo como si fuera ayer, desde el momento de las 17 dimisiones en septiembre hasta la votación a mano alzada en octubre”, rememora a este diario una de las asistentes al conflictivo Comité Federal de 2016, el que dejó claras las dos almas del PSOE y forzó la dimisión de Sánchez. El resultado fue demoledor: 107 votos contra 132, algunos de ellos de su máxima confianza. “Fue inhumano lo que le hicieron, los suyos, sus amigos, que le dejaron de lado y le traicionaron”. La cara de la felonía fue, precisamente, Antonio Hernando.

La historia de entonces se ha repetido un millón de veces: cómo Sánchez abandonó Ferraz, renunció a todos sus cargos y, ya en enero de 2017, se presentó como candidato a las primarias del PSOE. Óscar López dimitió de sus cargos y lloró el drama de su amigo, pero a la hora de la verdad apoyó a Patxi López en las primarias socialistas. Antonio Hernando, por su parte, se puso del lado de Susana Díaz. En ese momento, partido y amistad pudieron romperse para siempre, y la imagen de los tres jóvenes plantados a la puerta de Ferraz en el verano del 2000 pasó a ser un recuerdo bonito, pero olvidado.

Pedro Sánchez y Antonio Hernando juntos en el Congreso

Pedro Sánchez y Antonio Hernando juntos en el Congreso Efe

Renacimiento

Pero Pedro volvió a ganar. Primero en casa, en el PSOE, y luego en el Congreso, con el apoyo de Unidas Podemos, hasta convertirse en presidente del Gobierno en junio de 2018 mediante la moción de censura a Mariano Rajoy. La etapa de renacimiento del partido se ha prolongado hasta ahora, un poco a la manera que aprendió de Pepe Blanco. Y ha cerrado el círculo.

El primer lavado de cara fue en verano, con la revolución del Gobierno. Sánchez cambió la fachada del poder y fichó a Óscar López para dirigir su Gabinete en la Moncloa. Empezaron a circular los chistes, los chismorreos, y se bromeó con una profecía autocumplida: el perdón a Antonio Hernando, el tercero en discordia. No sucedió entonces. Ahora sí.

Tras el fracaso de las primarias socialistas de Susana Díaz, Antonio abandonó la primera plana de la política, asumió su derrota y recaló en el sector privado. Fue rescatado, nuevamente, por Pepe Blanco, con el que fundó la consultora Acento Public Affairs, pero los puentes no se rompieron del todo.

Un WhatsApp de Hernando en primavera lo precipitó todo. El contactó se retomó, volvieron a verse las caras y los capítulos negros, al menos de cara a la galería, pasaron a ser historia del socialismo. Sánchez tardó siete meses en proponerle volver a la política, esta vez como adjunto al gabinete. Él al frente, con Óscar a su derecha y Antonio a su izquierda, como si nada hubiera pasado. De nuevo el trío, como aquel verano del 2000, pero esta vez dentro de Ferraz.

Fue, de hecho, el director de gabinete quien un par de días antes del congreso de Valencia llamó al director general de la consultora Acento: "Oye, Antonio, que el presidente te quiere en Moncloa, de adjunto mío". Tras varios meses de dudas, ya no pudo decir que no. El primero en saberlo fue Pepe, benefactor y compañero. Luego Óscar, el nuevo jefe. Quedaba uno.

Cerró el círculo esta semana. Es un bucle que, sin saberlo, empezó el joven Sánchez hace tantos años en un despacho de Bruselas. El mismo que continuó López, tiempo después, a las puertas de la sede de Ferraz. El que ahora Hernando, finalmente, ha trasladado a la Moncloa.

—Hola, Pedro, soy Antonio. ¿Te acuerdas de mí?