Cada primero de noviembre, la Iglesia Católica celebra una de sus misas más célebres. El Día de Todos los Santos no es solo una festividad más para muchos españoles, sino un día muy especial para las familias que usan este día para honrar a sus difuntos. El obispo Santos Montoya saluda a los feligreses a la salida de la homilía de las 12 en punto. Hoy es un día especial para muchos católicos que velan por el alma de sus seres queridos fallecidos y que lo esperan en el cementerio de La Almudena.
Sin embargo, Santos Montoya explica que, según el catolicismo, el lunes no es un día dedicado a la muerte. “Existe una confusión muy común en el cristianismo. El día de Todos los Difuntos es mañana; hoy -por este lunes- es el Día de todos los Santos”. El sacerdote asegura que “ambos días se solapan, pero hoy se celebra la victoria, a dónde vamos a llegar. No solo se honra a los que están en el cielo, sino que también los que están en camino, asumiendo esta forma de vivir cristiana”.
A pesar de ello, Santos Montoya resalta que hoy también es un día muy importante y valora muy positivamente que las personas acudan al cementerio usando el festivo.
“Honramos el tránsito de la vida a la muerte”, comenta sobre el Día de los Difuntos, que tendrá lugar mañana. El obispo recalca la importancia de estos días para las personas de fe, que se reconfortan asistiendo al cementerio y las misas que tendrán lugar durante todo el día. “El año pasado, con la crisis de la Covid-19, fue devastador y este año al fin nos podemos reunir sin restricciones”, positiva.
Regreso tras el Covid-19
Este lunes el Cementerio de La Almudena de Madrid se llena de personas que, aprovechando la festividad, acuden a dejarles flores y recuerdos a sus queridos enterrados entre los muros del camposanto más grande de Europa Occidental. A la entrada, las floristerías se llenan de entregados familiares que buscan los ramos más frescos y coloridos para dejar sobre las tumbas de sus familiares. “Nuestras ventas hoy se duplican en un 50% el día de hoy”, comenta Yolanda. Propietaria de la floristería Hermanas Gómez, regenta junto a toda su familia el negocio de flores más antiguo de la zona.
“Llevo 56 años dedicada a esto, desde que nací”, cuenta. “Empezaron mis abuelos el año 1928 vendiendo flores y bebidas. Luego el puesto pasó a mis padres, después vinimos nosotros y ahora también están nuestros hijos aquí”, continúa. Yolanda, asegura que la crisis del Covid-19 fue devastadora para este negocio familiar que casi alcanza los 100 años de historia. “Tuvimos 30.000 euros en pérdidas. Nos vimos obligados a tirar mucha flor”, describe la florista.
“El Día del Padre nos coincidió con el coronavirus y tuvimos que donar dos contenedores de flores para que no se perdieran”, cuenta la empresaria. “Las dimos a residencias de ancianos, asociaciones de mujeres maltratadas y las repartimos entre amigos y vecinos”, relata. Hoy por hoy, Yolanda agradece a sus clientes la rápida recuperación de la floristería. “Tenemos una clientela muy buena, de toda la vida, familias que vienen desde hace generaciones. Gracias a ellos salimos adelante”, concluye.
Una sepulturera de tradición
Cuando Mari Carmen honra a su madre en uno de los muchos nichos existentes en el laberíntico cementerio de La Almudena, parece una feligresa más que acude anualmente a honrar a sus difuntos. Sin embargo, esta mujer que corta flores junto a su marido ha dado sepulturas durante toda su vida. “Toda mi familia ha trabajado aquí. Llevo ya muchos años dando sepultura, hasta incluso fui al entierro de Lola Flores”, relata Mari Carmen. Acompañada de su marido, decora el lugar de descanso de su madre, quien hace casi 20 años que falleció.
La imagen de la virgen María acompaña a un nicho que destaca sobre los demás por su gran cuidado y ornamentación. “Éramos una familia muy cristiana”, asegura. La experiencia de Mari Carmen le lleva a mostrarnos los lugares más curiosos del cementerio. En la tumba de Lola Flores, un grupo de fans deja rosas sobre la estatua de La Faraona y su marido, El Pescaílla. Dentro del mausoleo de los González Villa, está enterrada la cantaora. “Están ella, su marido y su hijo, Antonio Flores”, asegura Mari Carmen. “Siempre hay muchas personas aquí”, describe.
Otro paseo lleva a Mari Carmen a mostrarnos la lápida de Tierno Galván. “Es también una tumba muy visitada”, comenta sobre el lugar de sepultura del que fue alcalde socialista de Madrid. Unos pasos más allá, está enterrado el exministro Calvo Sotelo, a quien el abuelo de Mari Carmen se encargó de darle sepultura. “Mis padres eran funcionarios de aquí, del cementerio. Mi tío era fontanero, mi abuelo sepulturero, mi padre carpintero. Todos hemos cuidado sepulturas de personas muy importantes”, asegura Mari Carmen. “Todos nos hemos jubilado aquí”, sentencia.
Familia y reunión
Más allá de los nichos que colman las paredes del cementerio, las lápidas son el elemento más significativo del Cementerio de la Almudena. Algunas tienen más de 100 años, están descuidas, con flores secas. Otras están radiantes, rebosan de flores y de homenajes familiares. Este es el caso de la tumba de la familia Fernández, que cada año se reúne para cuidar la losa donde se albergan los restos de bisabuelos, abuelos y padres. “Cada año nos reunimos y adornamos este lugar, lo dejamos bonito”, cuenta el padre de los Fernández. Su hijo mayor, sostiene un rastrillo con el que saca la tierra de las tumbas aledañas.
“No las pises, que algunas tienen más de cien años y apenas se ven”, comenta su padre mientras pasa un cepillo por el nombre de todos los familiares a los que se honra en la lápida. Ocho jarrones de flores rodean una tumba familiar con más de 60 años de historia. “Mi abuelo es el último. Murió poco después de que el Real Madrid ganara la Champions League, en 2014”, cuenta el joven haciendo un guiño al madridismo de su familia. “Hoy es un día especial para nosotros, nos reunimos todos los años y es una tradición”, cuenta el padre, que coloca otro jarrón, mientras su mujer cepilla la tumba junto a su hijo pequeño.
Al otro lado del cementerio, una pareja homenajea junto a su hija pequeña a toda una estirpe familiar. Inmaculada y Ángel Pablo tienen muchos familiares que visitar hoy. Sin embargo, ahora reposan varios ramos de flores sobre la tumba de la familia paterna de su niña. “Hace cuatro años perdí a mi padre”, cuenta Ángel Pablo. Además, aseguran que la crisis del Covid les golpeó muy fuerte. “Estuve a punto de estar aquí también”, señala hacia el suelo. “Me quedé 20 días en coma, en la UCI, me tuvieron que hacer una traqueotomía. El coronavirus me afectó al principio de la pandemia”, relata asegurando después que a día de hoy está completamente recuperado.
En el Jardín del Recuerdo
En el Cementerio de la Almudena, no todos los fallecidos permanecen en nichos y tumbas. El Jardín del Recuerdo, es un lugar muy especial dentro del camposanto que a día de hoy alberga las cenizas de cientos de personas. “Mi marido está aquí porque quería volar, no quería estar encerrado en un lugar”, asegura Aurora. “No todo el mundo puede permitirse un nicho para dejar las cenizas de sus seres queridos y aquí podemos homenajearles, dejarles flores”, comenta. En este espacio, las placas conmemorativas de los fallecidos se sitúan sobre varias losas de piedra. Pero es en los jardines donde reposan los restos exhumados de muchas familias.
Aurora y su hija, que tiene el mismo nombre, honran a varios familiares dejando ramos de flores en el espacio. “Eso de ahí no es tierra”, cuenta señalando a varios lugares que semejan estar repletos de piedras pequeñas. “Son cenizas de fallecidos”, continúa. Aurora se emociona al recordar a sus seres queridos y explica que cada familia que esparce sus cenizas en este lugar, cuenta con una placa conmemorativa junto a otros cientos de personas. Se trata de un espacio verde que tiene el privilegio de ser, quizás, el lugar de La Almudena donde más flores se acumulan en este día. Decenas de personas se vuelcan emocionadas, para ellas, compartir espacio es un orgullo.
En las losas de piedra situadas en la entrada del Jardín del Recuerdo, varias personas dejan sus flores en el poco hueco que les deja la placa que conmemora a sus difuntos. “A mi marido le pongo una rosa”, cuenta Lola. “Mi marido falleció de Covid-19 el año pasado. Era un hombre deportista y sano, pero murió en tan solo cuatro días”, describe desolada. Aunque es la primera vez que viene a ver a su marido en esta festividad, Lola sabe que vendrá cada año con su familia y que le colocará a su esposo una rosa roja con gran significado para él. “En vida me dijo que había dos cosas que le gustaban mucho, su Lola y las rosas rojas, siempre me traía rosas de este color”, se emociona.