Francisco Javier Almeida lleva 24 horas internado en el penal de Logroño. Llegó aquí el domingo, sobre las 12.30 horas de la mañana, tras negarse a declarar en el Juzgado de Instrucción número 2 de la ciudad, imputado como autor del asesinato de Alex en Lardero (La Rioja). Desde el principio, conocía las rutinas penitenciarias. ‘Mortadelo’, como también se le conoce intramuros, vuelve a ser el preso modelo que era antes de recibir la condicional en 2020.
Está en el módulo de aislamiento por su propia seguridad. Los presos comunes no son muy amigos de aquellos convictos imputados o condenados por haber violado o asesinado a un niño, tampoco de los que matan a las mujeres. Y Almeida ha cometido la mayoría de estas atrocidades, a la espera de ser juzgado por la muerte del menor en Lardero.
No protesta, cumple órdenes y conoce todos los protocolos internos. No es extraño. “Este tipo de presos no suele dar problemas. Saben que no les conviene. Son psicópatas”, dicen al otro lado del muro donde Pachi se encuentra privado de libertad provisionalmente.
La cama en la que ahora duerme está apenas a dos kilómetros de donde presuntamente mató a Álex. De hecho, la carretera que da acceso al pueblo separa ambos escenarios por una bifurcación: a la izquierda, el penal; a la derecha, el lugar donde vivía el presunto asesino, que ya violó a una niña en 1989, vivía con vistas a un colegio y muy cerca del parque infantil de Villa Patro.
La diferencia de comportamiento de Almeida de un lugar a otro parece abismal. Alguien que es capaz de violar a una niña, matar a una mujer y, presuntamente, matar de nuevo a un niño, ¿cómo es capaz es capaz de ser un preso modelo? “Es muy inteligente. Sabe lo que le conviene”, asegura una funcionaria del penal donde está ingresado.
En realidad, Pachi nunca muestra su 'cara B’ a la galería. Los que le conocían destacaban que era un hombre un tanto solitario, con problemas de sordera, gangoso al hablar. "Incluso parecía a veces que tenía un retraso mental", decía a EL ESPAÑOL una persona del barrio la primera vez que preguntamos por él en barrio. Nada más lejos de la realidad.
En el supermercado de debajo de casa siempre compraba cerveza para llevar. Y se quejaba constantemente de los turnos de su trabajo. Estaba empleado en una empresa de limpieza.
También compraba tabaco, aunque en los últimos tiempos lo había dejado. Al menos, ya no compraba. Entregó todos sus mecheros a uno de los bares de la zona en la que residía. Ahora se dedicaba a pedir en la terraza de este lugar y en otros puntos del barrio.
Fue aquí donde contó alguna vez que había matado a una mujer. Nadie sabía cómo ni por qué, no dio más detalles. Pero lo contó en la terraza de este bar para sorpresa de muchos e incredulidad de otros.
Ahora, Almeida ya no habla con nadie. No lo hizo en la comandancia de la Guardia Civil, donde pasó casi 72 horas tras ser detenido por el presunto asesinato de Álex. Tampoco lo hizo durante la reconstrucción de los hechos en su piso, al que hubo que trasladarle con sigilo para que los vecinos no lo lincharan, algo que habían intentado la noche anterior. Y se acogió a su derecho a no declarar ante la jueza este domingo. En el módulo de aislamiento de la prisión de Logroño, tampoco habla.
De hecho, Almeida sólo tiene dos horas al día disponibles para salir de su celda, de 14 a 16 horas. Es el tiempo que el resto de presos están encerrados. Y esos 120 minutos, además, no serán completos, deberá administrárselo junto a los otros dos presos en su mismo régimen que hay en esta cárcel. "A veces alguno incluso renuncia a salir", cuentan fuentes penitenciarias.
Los 568 días que Almeida estuvo en libertad quedaron atrás. En prisión, su comportamiento vuelve a ser modélico mientras está imputado por homicidio y no por asesinato. El caso se encuentra en fase de instrucción, bajo secreto de sumario y a la espera de conocerse la autopsia del menor.
La agonía de la espera
La familia de Alex está completamente desolada después de lo ocurrido. Gonzalo Martín, tío abuelo del pequeño, es quien habla con los medios de comunicación como portavoz de la familia. Repite una y otra voz que el dolor sufrido es mucho. Esperan cuanto antes la autopsia para poder cerrar la instrucción y tratar de cerrar de alguna forma lo ocurrido. “Paciencia”, dice Gonzalo.
En ningún caso la familia ha querido entrar a valorar los resquicios legales del caso, ni las órdenes de Interior para que Prisiones otorgara más terceros grados en las cárceles españolas. Tampoco sobre que Grande-Marlaska haya pasado de puntillas por el caso a pesar de estar a pocos kilómetros del lugar el mismo domingo o sobre las palabras de Ortiz, secretario general de Instituciones Penitenciarias, organismo que otorgó a Almeida el tercer grado en contra de la opinión de la . Sus cabezas no están pensando en eso ahora.
Lo que tenían que decir ya lo dijeron. “Este señor salió hace 19 meses. Creo que la Justicia ya podía haber hecho algo con este individuo, este asesino. Con este asesino suelto me ha tocado a mí, pero podía haber tocado a cualquier niña que se intentó llevar a su terreno la semana pasada. La justicia no tiene que soltar a su asesino”, expuso Gonzalo este domingo.
El mensaje que querían transmitir era que el asesino no puede volver a la calle. “He leído que por buen comportamiento le han dado 39 permisos penitenciarios. Podría haber hecho lo mismo. Estamos hartos. Queremos salir a la calle y no tener que ir con miedo de quién será el señor que pasa a nuestro lado. Tengo que decir que el Ministerio del Interior se ponga manos a la obra y lo solucione”.
Se congratula porque ha podido comprobar que la mayoría de la opinión pública está a su favor.
La normalidad en Lardero
Con el paso de los días, Lardero trata de recuperar la normalidad. El barrio de Villa Patro, en Lardero, continúa lleno de flores. El portal en el que fue asesinado Álex, el número 5 de la calle Río Linares, continúa recibiendo regalos en forma de peluches, cartas y velas.
También regresa a la normalidad la plazoleta y el parque infantil donde jugaba el menor cuando, presuntamente, fue raptado por Almeida. Este lunes ha salido el sol y los niños comienzan a jugar otra vez en unos columpios que están llenos de flores, regalos, cartas y pancartas para el menor fallecido.
La escena es desgarradora. Mientras salta alegre en una de las plataformas, debajo del tobogán continúa uno de los escritos más emotivos en memoria de Alex. “Tengo recuerdos en mi corazón que solo yo puedo ver. Mi ángel, que estás en el cielo, espero que entiendas que daría lo que fuera por tomar tu mano y no dejarte ir. En Lardero no llueve, en Lardero lloramos”.