“Puedo contar con los dedos de una mano los sitios donde se han respetado mis derechos laborales”. Habla Jesús Soriano, camarero de 34 años y con 16 trabajados en el sector. Su experiencia le permite hablar con total conocimiento de un gremio que tras la pandemia de la Covid-19 ha decidido poner tierra de por medio a las ofertas “explotadoras” de los jefes de la restauración.
Soriano es conocido en las redes sociales por llevar cuentas bajo el nombre de Soy camarero. En ella expone los ofrecimientos laborales más abusivos que le hacen llegar sus colegas. Contratos de 20 horas pero trabajando 40, un día de descanso cuando el convenio obliga a dos, sin vacaciones en verano, con cierres a altas horas de la madrugada y con horas extras de más. Casi siempre sin cobrarlas.
“Los hosteleros siempre se han aprovechado de gente que no tenía otra opción para trabajar. Ahora no es que les esté costando encontrar trabajadores, les cuesta encontrar esclavos”, afirma, a lo que añade: “Los chefs de alta cocina viven en un mundo paralelo, la inmensa mayoría de la hostelería es otra cosa".
Soriano responde así al reportaje publicado por EL ESPAÑOL en el que varios hosteleros de alto standing se quejaban de que no encontraban gente que quisiera trabajar: “La gente ha recibido ayudas como los ERTE y está mejor en casa que trabajando. No es que los sueldos por convenio en la hostelería sean los más altos, pero las condiciones han mejorado mucho”, decía Sergio Pérez, del restaurante Arita.
“No conozco a nadie que prefiera cobrar los 300 euros, con suerte, de un ERTE antes que ponerse a trabajar por 1.000 euros”, afirma David Rubio, camarero de 23 años de Valencia. Ambos curritos explican que en el mundo de la hostelería los contratos que se firman nunca respetan las horas trabajadas realmente.
El mismo Rubio rechazó una oferta el pasado septiembre donde firmaba 20 horas por 500 euros, pero en la práctica eran casi el doble. “Además me querían poner una categoría laboral menor a la labor que iba a desempeñar”, justifica. Días más tarde encontró otra “que tampoco es lo mejor” pero donde al menos le respetaban lo firmado y los horarios. La aceptó sin dudarlo.
Tanto Soriano como Rubio han trabajado sirviendo en bares y restaurantes desde jóvenes. La necesidad para pagar estudios, ocio y vivienda les llevó a ello. “Claro que he aceptado trabajos de mierda, pero ahora me niego”, dice el creador de Soy camarero y escritor de la novela gráfica Soy camarero. El cliente NO siempre tiene la razón (Grijalbo, 2020).
Soriano ahora trabaja en un buen puesto, en una pizzería familiar de un amigo en Alcira, Valencia, pero antes del verano rechazó una oferta. “Querían que fuese encargado de un restaurante con un contrato de camarero, firmando 20 horas con 50 mesas a mi cargo y cerrando a las tres de la mañana. Al día siguiente no volví, claro”, narra.
Estos dos ejemplos valen para poner negro sobre blanco la realidad de la precariedad en la inmensa parte de la hostelería, esa en la que se trabaja en “bares y restaurantes a normales, a pie de calle, los de barrio de toda la vida”.
Situación pandémica
La llegada de la Covid dejó todo en standby. Negocios cerrados pero con salarios y deudas que pagar. El Gobierno puso en marcha una de sus medidas estrellas que todavía sigue vigente: los ERTE.
El Estado pasaba así a pagar el 70% de las bases reguladoras de los trabajadores que se acogieran a ellos, dando un respiro a los patrones que vieron sus ingresos esfumados de la noche a la mañana.
El problema para los camareros, cocineros, ayudantes y demás personal que conforma un bar es que firman menos horas que las que trabajan, por lo que cuando se aplicaron los ERTE se quedaron lejos de ingresar en relación con lo que generaban para el empresario cada mes.
-Dicen que preferís cobrar una ayuda y no trabajar.
-Eso es que ni se sostiene. En la hostelería estamos sujetos a las horas que firmamos, y con las que nos ponen llegábamos con suerte a los 350 euros. Quién va a querer eso, que no pagas ni un piso, antes de trabajar con un sueldo decente
Rubio resume cómo se complementa el sueldo cuando no se tienen esos jornales reales: “Firmamos un registro horario legal y otro para el jefe. Cotizamos por el a y luego con el b nos complementan, pero de horas extras ni hablar".
Él y varios compañeros han montado una plataforma recientemente donde denuncian todos los comentarios de los hosteleros que se quejan de que no quieren trabajar. La han llamado Hostelería en Lucha.
“Con la pandemia los jefes nos han criminalizado como si ellos fuesen los más sufridores. Ahora se quejan de que les suben los impuestos, pero eso también nos repercute a la clase trabajadora. No queremos que los pequeños comercios cierren, queremos que las condiciones no sean lamentables” se queja David Rubio.
Cuando el primer cierre, en el primer estado de alarma, Rubio pudo acogerse al ERTE hasta que se acabó su contrato temporal. Después ya dejaron de contar con él. “En muchas comunidades, con los restaurantes cerrando a las 18 o 20 de la tarde, dejaron de contar con muchos de nosotros hasta que ahora nos han vuelto a contratar. Mucha gente ha estado meses sin poder cobrar nada”.
¿Y qué ha pasado? “La gente ha tenido tiempo para reflexionar, para ver que hay otros sectores donde hay horarios normales, con dos días de descanso y con un sueldo digno. Pues han salido por patas, claro”, se reafirma Soriano.
"La gente ya era consciente de esta realidad. Antes de la pandemia era un 'es lo que hay'. Ahora se ha visto cómo las grandes cadenas, que son la mayoría de establecimientos, no han perdido ni un euro. La gente está harta y ha decidido no aceptar trabajos basura. Igual que no vas a vender platos por debajo de su valor no pagues por debajo", exige Rubio.
Trabajo extranjero
Los jefes se quejan de que la hostelería es sacrificada y que ahora prefieren “quedarse en casa viendo Netflix” antes que firmar un contrato y les llaman “explotadores”. Soriano responde: “Sabemos perfectamente que es sacrificado, pero les llamamos eso porque no respetan los convenios. Si libras un día de dos que tienes firmado les estás regalando un día y si encima las horas extras no se pagan… Tú me dirás”.
En sus cuentas de redes sociales, que ahora compagina con su trabajo de toda la vida, Jesús Soriano cuelga ofertas abusivas como las que se explican en este reportaje. “Pero también subo otras con buenas condiciones para ayudar a los compañeros”.
Recientemente ha empezado a colaborar con una empresa de empleo en el extranjero. “Me llegan ofertas hasta de Irlanda, y la gente se va sin problemas porque les ofrecen mejores horarios y sueldos. Que no nos vengan con el cuento de que no queremos trabajar”, zanja.