“Las tildes han muerto”, sentencia de manera nietzscheana José J. Albert Márquez, doctor en Derecho y profesor de la Universidad de Córdoba. Se refiere a los exámenes contaminados de faltas de ortografía con los que se encuentra, pruebas donde a menudo las oraciones comienzan con "en plan" y las ideas se conectan con "xq" y "tb". Si bien no penaliza las faltas de ortografía en los exámenes, “algo que puede contemplar la guía docente” y considera que se escapa de su competencia, asegura que los alumnos “quedarán retratados cuando las tengan en un informe pericial o en una sentencia”.
Hace pocos días se filtró el enésimo intento del Gobierno por salir del pozo del informe PISA. Los borradores de los nuevos currículos de cara al próximo curso para la asignatura de Lengua Castellana y Literatura tanto para Primaria como para la ESO. El principal objetivo es el desarrollo de la capacidad oral y escrita de los alumnos en contra del tradicional análisis sintáctico de las oraciones.
Esas radiografías en forma de muñeca matrioska verdugas de muchas generaciones de estudiantes. Pero, ¿es ese el verdadero problema? A eso vamos.
¿Por qué tantas faltas?
Óscar Barrero es catedrático de Literatura en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha escrito libros de texto para ESO y Bachillerato y es evaluador de EvAU. Corrige los exámenes en lo que antes se conocía como Selectividad. Es salomónico a la hora de distribuir la culpa del fracaso ortográfico de los universitarios: “Todo el mundo tiene la culpa de esto: los padres, porque quieren como sea el aprobado para sus hijos; los profesores, para no meternos en líos; los políticos, porque elaboran las leyes; y los alumnos, porque a veces no son conscientes de que ese esfuerzo sirve para algo”.
“Conozco ambos borradores”, sigue Barrero, “se da muchísimo peso a las competencias relacionadas con la forma de hablar, de comunicarse con el entorno; y apenas a los contenidos tradicionales, como la palabra sintaxis, que desaparece”. El catedrático entiende que “ya está bien del sujeto-verbo-predicado, que no le va a servir de nada a casi ningún alumno”; aunque asegura que el problema “está en la base: a la Secundaria llegan con déficits que arrastran desde la primaria y llegan a la universidad sin que se les haya corregido”. Afirma recibir trabajos cuya bibliografía es El rincón del vago. Un copieteo, por otro lado, vintage.
Si bien se muestra conforme con algunas de sus intenciones, Barrero detecta “un sesgo desde el punto de vista ideológico” de estos borradores. “La palabra ortografía aparece una sola vez, mientras expresiones -cito textualmente- como personas respetuosas hacia las diferencias, comprometidas con el desarrollo sostenible, la defensa de los Derechos Humanos y la convivencia igualitaria, inclusiva, pacífica y democrática, diversidad étnica y cultural aparecen repetidamente. Y sobre todo un concepto obsesivo: diversidad de género. Ya me dirá que tiene que ver con la lengua como asignatura”.
“La lectura hace mucho, cuanto menos se lee más faltas de ortografía se tienen”, sostiene Laura Nuño, profesora de Lengua en la Academia Arganzuela, un centro de refuerzo escolar en Madrid. “Ya no es como cuando hice COU, cuando te mandaban La Celestina o La Colmena. Ahora eso ya no se hace prácticamente, cada vez se leen menos clásicos, aunque no sé si lo mejor es hacerles leer algo que no les atrae”. La lectura, uno de los envites del nuevo currículo que pone de acuerdo a todos los profesionales consultados, cada vez se lleva a cabo más en clase y menos en casa.
“Los alumnos llegan al segundo ciclo de la ESO con una comprensión lectora bastante mala”, sigue Nuño, “un problema para ellos porque afecta al fracaso escolar: si no entienden lo que están leyendo no pueden desarrollar bien un tema”. Además, estima que la repetición de contenidos a lo largo de los cursos no consolida los contenidos. “No sé cuál es la fórmula mágica, pero tengo alumnos en Segundo de Bachillerato que no saben que una palabra terminada en -mente es un adverbio”.
La casa por el tejado
“Yo creo que se está empezando la casa por el tejado. Los niños lo primero que aprenden es a hablar, no a construir oraciones. Mi hijo tiene dos años y construye las oraciones a su forma, aunque sabe que para darme una instrucción tiene que usar un verbo y un objeto directo: ‘Quiero esto’”, describe María Casinos Rosell, profesora de Lengua en un instituto de Usera, al sur de Madrid, que también está de acuerdo con la pérdida de peso del análisis sintáctico: “No tiene sentido que sepa distinguir todas las categorías gramaticales si luego no se sabe elaborar un texto o escribir un correo electrónico a tu profesor”. Este último punto también lo destaca Albert Márquez, que narra un intercambio delirante de correos electrónicos, muchas veces anónimos, sin presentación, para concertar una simple tutoría.
“Es una sociedad totalmente pragmática que si no la utiliza, no va a leer”, explica Casinos, que narra la picaresca de unos alumnos que no han leído El Lazarillo de Tormes: “¿Para que me voy a leer La Celestina [otra vez, un clásico] teniendo a un youtuber buenísimo que hace vídeos de libros”.
La profesora se encuentra en el aula con otro problema: el de la falta de medios. “El primer día de clase pedí a los chavales que trajeran un libro de casa y muchos no tenían ninguno”, relata, “no tenían literatura juvenil, igual un Blancanieves o Los santos inocentes edición del 83. No se lleva ya ni El Barco de Vapor. Quien lee tiene muchos libros y quien no lee, ninguno”.
“No enseñar al peso”
“Yo creo que está bien, aunque me cueste desprenderme de algo que habrá hecho mucho bien en algunas mentes; ahora hay que hacer hueco a cosas más importantes”, sostiene sobre que se disipe la sintaxis Carmen Solano, profesora de secundaria desde 1994. Solano defiende que “no es solo de los chavales” la decadencia de la expresión oral “porque en general todos nos expresamos cada vez peor”. La docente subraya la falta de discernimiento en el uso del registro, “cuándo se puede decir borde y cuándo desagradable y hosco”, y también apunta la falta de lectura como principal explicación a las faltas ortográficas, sumado al mismo registro empleado en WhatsApp.
El próximo anuncio del Boletín Oficial del Estado le da pavor. “Ahora tendremos que someternos a la dictadura de una nueva terminología pedante y científica donde tendremos que ver si en vez de decir competencias será estándares”, se queja la profesora, que pide “rigor y seriedad” y no “tanto marketing en la educación”.
“No tenemos que enseñar al peso”, argumenta acerca de la sobrecarga lectiva, algo que impide abordar los últimos epígrafes ortográficos de cada tema en pos de otras materias, como la Historia de la Literatura Medieval. “La única manera de aprender a escribir no es repetir una palabra 10 veces”, como Bart Simpson a la salida del colegio. “Tanto cambio en los libros de texto y en las programaciones distraen de lo más importante: educar”.