Enrique nunca se tomó las audiciones demasiado en serio. Para él eran una afición, una forma de pasar la tarde, “como una actividad extraescolar”, asegura. Tenía seis años cuando, en una de esas audiciones, le dieron un móvil y le dejaron hacer. “Yo me imaginé en ese momento que estaba hablando con mi padre. Marqué su número. Era lo que más ilusión me hacía en ese momento”, confiesa. Aquel niño no podía imaginar que acababa de plantar el germen de uno de los eslóganes navideños más icónicos de los 90. Cinco simples palabras: "Hola, soy Edu. Feliz Navidad".
Han pasado 23 años desde aquel famoso anuncio de la compañía telefónica Airtel que le cambió la infancia. Edu en realidad se llama Enrique Espinosa y ahora tiene 31 años. Vive en Barcelona desde siempre, es dueño de una empresa de márketing digital y comparte su vida con una hermosa mujer llamada Ariadna, también presente en esta entrevista con EL ESPAÑOL.
La charla transcurre en un local de El Raval barcelonés del que son parroquianos. Enrique -a pesar de los años y las continuas rememoraciones- no tiene ningún inconveniente en volver a hablar de su álter ego. Eso sí, no niega la mayor: no es una persona navideña. ¿Quién lo iba a decir de Edu?
“Todo empezó cuando yo tenía cinco añitos y vi un programa en la televisión catalana en el que salía un rótulo tipo: '¿Quieres que tu hijo venga al programa?'. Yo lo veía en casa y le dije a mi madre que quería ir. Quería estar con los niños y hablar, porque siempre me ha gustado mucho dar mi opinión. No por un tema de televisión o ser famoso. No es que mis padres me incentivaran o estuvieran a favor, lo decidí yo”, explica Enrique.
Aquello propició una peculiar carrera televisiva. “Fui al programa, hice mucha gracia allí y nos dijeron que había una agencia, que yo podía servir para la publicidad. Mi madre pensó: 'Si al niño le gusta, pues vamos a hacerlo'. Yo iba a castings y me daba igual salir o no salir. Era para mí como una actividad extraescolar”.
Frente a las madres que se tomaban aquello como un Pequeña miss sunshine, que ponían guapos y peinaban a sus hijos minutos antes de entrar a la audición, para Enrique era un juego más. Quizá fuera la clave de su éxito, quién sabe. La naturalidad y el desparpajo del pequeño encandilaba a los responsables. “Salí en muchos anuncios. Hice para La Lechera, para Chupa-Chups… Pero en la mayoría de los spots nadie reconoce al actor”. Le acompañaba siempre su madre. Su padre, en cambio, estaba ausente. Viajaba mucho por trabajo y el joven Enrique le echaba de menos. “No lo veía”, lamenta.
A la prueba de Airtel llegó tarde. “Nos apuntamos de los últimos. Me dice mi madre: ‘Oye, ¿te quieres ir?’. Yo le dije que no, que estaban ahí mis amigos. Al final coincides con los mismos niños, porque en todos los ‘castings’ buscan los mismos perfiles”. Enrique estaba a un paso de convertirse en el niño más famoso de las navidades de 1998.
Natural
Cuando entró en la sala, simplemente le dieron un teléfono. "Yo solo estaba acostumbrado a hablar con mi padre por teléfono. Marqué su número. Era lo que más ilusión me hacía en ese momento”, explica. “En un momento dado, el responsable del casting pregunta si el teléfono tiene línea. Porque yo me entrecortaba, hablaba, me quedaba callado… ¿Sabes? Pero el teléfono estaba apagado”.
A los pocos días le llamaron para darle la buena noticia. Para él, este anuncio era como cualquier otro, no le veía nada de especial. Era difícil imaginar que aquella frase calaría tanto y habría de perseguir a todos los Edus de España en los años venideros. “Me acuerdo de que repetimos la frase una y mil veces”.
“Y pegó el bombazo. ¿Por qué? Porque quien se encargó de diseñar el anuncio lo hizo muy bien. Es muy difícil crear una frase que pegue. Lo hizo en el momento adecuado y salía en todo momento en todos los canales”. Al anuncio del sofá, el más famoso, le siguieron otros dos con el mismo eslógan. Le pasó como a Bart, el personaje de Los Simpson, con su célebre “yo no he sido”. Era una época previa a las redes sociales, cuando virales solo eran los virus. Su padre, ausente en uno de sus viajes, era ajeno al bombazo de Edu, pero “llegó a España y se empezó a encontrar letreros con mi cara”.
La famosa frase perseguirá ahora a Enrique toda la vida. Hay quien le llama Edu de forma inconsciente, incluso. Pero de joven le valió numerosas burlas en el colegio -recordemos al chaval de la fiesshhta de Ausonia-, que hicieron que Enrique lo pasara mal.
“Fue duro con los compañeros. Yo no he recibido una paliza, eso tengo que decirlo. Ni he sido grabado, ni acosado por internet. Eso sí que debe ser jodido”, asegura. “¿Sufrí? Sí. ¿Tengo que vivir con ese sufrimiento? No. Lo cuento porque es una experiencia que tengo que contar y eso me ayuda a naturalizarlo”.
—¿Hay quien te sigue llamando Edu de forma cariñosa?
—Sí, claro. Y hay gente que se entera de que hice el anuncio y de golpe se bloquea y solo me dice Edu. Si me dices Edu me giro porque lo entiendo como un segundo nombre. Es más, lo luzco con orgullo.
—En la empresa, a veces, los nuevos le dicen Edu —añade Ariadna en su primera intervención en la conversación.
—Me molestó en una época pero ya no me molesta. —prosigue Enrique— Es una experiencia difícil de replicar. Agradezco mucho haber tenido esa oportunidad. Ahora no me reconoce nadie y puedo estar tranquilo.
Años más tarde, volvió a encarnar a su personaje más famoso, su segundo nombre, en un anunció de Volkswagen.
Enrique no pudo cursar una carrera universitaria. “En mi casa faltaba dinero. Yo me fui directamente a la parte profesional. Mi padre cayó enfermo del corazón, no podía hacer nada. Las pensiones, desgraciadamente, son las que son. Así que me metí a trabajar muy pronto. Hice formaciones y másteres que no requerían una carrera”.
Pese a no haber pasado por una facultad, su empeño y ganas de aprender le han valido una carrera profesional de éxito. Pasó por numerosas empresas antes de fundar la suya propia. La más notable fue Repara tu deuda. “Fue la que más me enseñó a escalar un negocio. Cuando yo entré éramos muy poquitos y ahora son muchísimos. Hablo mucho con la directora y me cuenta lo bien que le va”.
Actualmente, Enrique dirige su propia empresa -que prefiere que no salga en este texto, curiosamente-, dedicada al márketing digital y el posicionamiento SEO. Servicios del siglo XXI, ya se sabe. Cuenta con 20 empleados y una buena cartera de clientes. Es el único accionista de la misma. Esto lo compagina con apariciones puntuales en televisión. “Me llamaron de Obrim fil para que hablara de la Navidad, sobre si soy navideño y eso”.
—¿Eres navideño?
—No.
—¿Por qué?
—Porque me gusta compartir los momentos con las personas a las que quiero, independientemente de que sea o no sea Navidad.
Un flechazo telefónico
A los 27 años -hace hoy cuatro- Ariadna apareció en su vida. “Su jefe me puso en contacto con ella para montar un congreso. Yo llevaba la parte de márketing y ella la organización. En un cruce de e-mails, ella me envió uno a las once y media de la noche. Ver a alguien que se toma tan a pecho un trabajo y que le pone tantas ganas… En ese momento [ella] tenía 20 años. Afrontaba su realidad de una manera que me impresionaba. Yo en esa actitud vi mucho”. “Yo le llamaba Edu, porque a mi me pasaron su contacto como Edu”, apunta ella.
Aquello derivó en una llamada tras otra, dejando ya de lado la organización del evento y entrando en materia personal. “Fue recíproco que ella hablara conmigo de otros temas. Al final estuvimos hablando bastante tiempo por teléfono, ya pasadas todas las gestiones que teníamos que hacer, hasta que un día decidimos conocernos”.
—¿Fue un flechazo?
—Telefónico —responde Ariadna, echándose a reír.
Este periodista no puede evitar resaltar el hecho de que el niño de ‘Hola soy Edu. Feliz Navidad’ conociera a la mujer de su vida por teléfono. Fantasía. Si trabajara en la sección de Jaleos, ya tendría titular.
Así pues, todo en esta historia tiene un final feliz. Enrique y Ariadna viven juntos desde hace tres años y brilla sobre ellos el éxito empresarial. Él ha vivido las luces y las sombras de la fama, con la ventaja de que ya no le reconocen por la calle. “Haber vivido tanta fama y luego dejar de ser famoso, yo creo que es muy positivo. Yo creo que me ha dado la oportunidad de vivir en esos dos mundos”.
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