A veces los objetivos de Año Nuevo se truncan nada más empezar. El caso del ministro de Consumo, Alberto Garzón, es uno de ellos. Este 2022 prometía para él convertirse, quizás, en el ciclo con el que escaparse de la cola de los peor valorados del Gobierno, pero ha empezado mal. Incluso podría decirse que se la ha atragantado.
El coordinador de Izquierda Unida ha comenzado el año como el foco de críticas predilecto del Gobierno, en este caso, debido a sus declaraciones durante una entrevista al diario británico The Guardian el pasado 26 de diciembre. En sus propias palabras, el ministro aseguró que "no es en absoluto sostenible" el modelo de las macrogranjas cárnicas, a las que acusó de exportar “carne de mala calidad de animales maltratados”.
En realidad, la polémica de Garzón con la carne ya llueve sobre mojado, y hace sólo medio año el ministro ya había alertado contra "el consumo excesivo de carne" porque, según sugería, "perjudica nuestra salud y la del planeta". Entonces, incluso Pedro Sánchez tuvo que salir al paso y desacreditar a su compañero de Gobierno armado con su chuletón imbatible. Ahora, las críticas vienen directamente de la raíz: de los granjeros.
Es cierto que la intervención de Garzón en el periódico inglés entra en matices que pueden resultar difíciles de distinguir, pero no para los que se dedican a este negocio. El ministro critica, sobre todo, la sostenibilidad de las macrogranjas, de las que indica que “encuentran un pueblo un poco despoblado de España y ponen 4.000, o 5.000, o 10.000 cabezas de ganado [y] contaminan el suelo, contaminan el agua y exportan esta carne de mala calidad”. Los representantes del sector no han tardado en responder.
Pese a que el Gobierno ya se ha desmarcado por boca de la ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, el campo está que trina. Asociaciones como UPA y Asaja, dos de los sindicatos agrarios más representativos, han exigido el cese del ministro o su rectificación ante estas declaraciones, de las que dicen “atacan de nuevo” la imagen de España en todo el mundo. En las granjas, la opinión es la misma.
"Estamos cansados"
En este sentido, Jorge Izquierdo se hace sus propias preguntas. En Colmenar Viejo (Madrid) mantiene una granja de vacas y ovejas autóctonas de más de 3.300 cabezas en total. Ganadero desde los ocho años, cuando empezó a aprender el oficio de su padre, su abuelo, "y todos los anteriores hasta que tenemos memoria", teme que el negocio de la carne que siempre ha mantenido a su familia muera con él.
"El problema que tiene el odio a la carne y este tipo de declaraciones es que generan una cultura que hace mucho daño", explica. "Ninguno de nuestros hijos quieren ser ganaderos, y en parte es porque les dicen que comer carne está mal. Cuando faltemos y nos echen de menos ya será demasiado tarde", se lamenta.
Jorge se refiere a las críticas que el ministro hace de la industria cárnica en relación al cambio climático. En este aspecto, Garzón afeó más tarde -en una entrevista a Cadena SER la misma tarde de la polémica- el papel de las macrogranjas como excesivamente contaminantes y el excesivo consumo de carne.
"Estamos muy cansados de que sólo nos diga que la carne es mala y nos ataque. Yo creo que sería más interesante defender los productos de tu país, que además son muy buenos, y echarnos una mano de vez en cuando en lugar de criticarnos", afea el ganadero. "Queda muy bien decir que los animales perjudican al cambio climático, y es verdad, pero como absolutamente todo, agricultura incluida. ¿Por qué atacarnos sólo a nosotros?".
Defiende además que la labor de sus cabezas de ganado también ayuda a mejorar el medio ambiente. Sus ovejas, por ejemplo, con "bomberas" y limpian los montes de la Comunidad de Madrid para evitar incendios y suciedad, además de crear praderas que "absorben" la contaminación de los coches.
"Está muy bien que prefiera la ganadería extensiva, pero sólo con ella no daría para alimentar a toda España, mucho menos para exportar todo lo que exportamos", refleja. "Además, para que exista esa ganadería hace falta ganadería intensiva, que es la que se lleva la carne y los remata para que estén en perfectas condiciones para el consumo".
“Le invito a mi granja”
En Cantimpalos (Segovia), Pedro Matarranz está enfadado. Agricultor y ganadero porcino, lleva a más de 800 cabezas de cerdo en una granja que heredó de sus padres. En conversación telefónica con EL ESPAÑOL, no entiende las declaraciones del ministro.
“La normativa de salud y el bienestar animal que tenemos en España no se puede comparar con ningún país europeo. Ahora dicen que lo que dijo Garzón es a título personal, pero es que él es ministro las 24 horas: no puedes ministro cuando te interesa y cuando no dejar de serlo”, señala. “Nos está haciendo un daño enorme a todo el sector, sobre todo por la imagen que dejamos al resto de países”.
En lo que él le compete, el sector porcino español exporta a 130 países por todo el mundo. A sus ojos, esta influencia de la ganadería patria podría verse mermada si, desde fuera, ven que el propio ministro de Consumo “desprestigia” nuestros productos. Espera que no sea así, ya que “la calidad es altísima y estamos muy reconocidos”, pero nunca se sabe.
“Yo le invito mañana a que venga a mi granja a ver si maltrato a los cerdos. Tienen una calidad de vida que ya le gustaría a muchas personas, y el que dice lo contrario es que no nos ha visto trabajar ni cómo cuidamos a los animales”, lamenta. “Ellos son nuestra vida, cumplimos todo a rajatabla y cuidamos muchísimo su bienestar: no entiendo a qué viene esto ahora”.