Francisco Rábago estaba en Madrid, a la espera de intervenir como odontólogo en un quirófano. Su móvil comenzó a sonar entonces, sin saber lo que se le venía encima. Al otro lado de la línea, la voz de su amigo el doctor Pepe Arcas sonaba con total claridad para hacerle una petición a modo de reto: “¿Tú tienes valor para operar a un chimpancé?”. Rápidamente, Rábago respondió de manera tajante: sí, claro, por qué no. Obviamente, pensaba que era una broma.
A los pocos días llegó el momento en el que se encontraron en persona, ya en Jerez de la Frontera. Arcas se dirigió al odontólogo, que estaba en sus quehaceres diarios en la clínica: "Niño, a las 14 horas estate listo, que nos tenemos que ir para el Zoo a operar al mono". Rábago no se lo podía creer, pero allá que iba, a operar un chimpancé.
Aquello ocurrió hace 18 años. Desde aquel día, no hay boca (o pico) del Zoobotánico de Jerez que se le resista a Francisco Rábago, que trabaja en colaboración con los veterinarios Miguel Ángel Quevedo y José María Aguilar.
“A aquel animal lo operamos de una muela del juicio, con una tumoración grande, de una pequeña fisura en el ángulo de la mandíbula y en el otro lado tenía otra cosa. Se recuperó perfectamente y, a partir de ahí, empezamos a hacer cosas”, dice Rábago con total naturalidad.
Tal y como lo transmite el odontólogo, parece fácil: "Lo que hacemos con los mamíferos es jugar en casa. Con las aves es un poco más complicado, como jugar al fútbol en hielo. Los primeros, con las especificidades de cada especie, tienen un sistema parecido al de los humanos. Lo de las aves es completamente distinto".
Entre sus intervenciones destacan la colocación de un pico realizado en 3D a un buitre leonado, que venía con una malformación de nacimiento; la colocación de una pata a un ave en peligro de extinción, que volvió a su hábitat natural; o la recuperación del mandril del Zoobotánico Jerez. Los proyectos a futuro son varios.
Los miembros de este equipo son tres. Rábago es el especialista, pero está escoltado por los ya mencionados Quevedo y Aguilar. El director de RBG Clinic explica que él tiene "el tacto, por decirlo de alguna manera, y me muevo muy bien en pequeños espacios. Y en temas de tornillería y regeneración, para que la gente lo entienda. Ellos son unos fieras en tratamientos quirúrgicos de todos los animales".
Se sienten como Da Vinci o como los buenos cantaores de la tierra: tocan todos los palos. Quevedo habla de la similitudes de los miembros del equipo y el porqué del éxito: "Somos unos apasionados. Nos tocan las palmas y bailamos".
Del mandril al lince
Cuando Francisco Rábago y Miguel Ángel Quevedo pasan junto al mandril en el Zoo, las hostilidades quedan patentes. Por muy buenos que sean los doctores, a todos nos dan un poco de recelo. No iba a ser menos este paciente, al que además, "no nos atrevemos a cobrarle", bromean.
Comentan ambos el gran avance que ha tenido el simio en apenas unos meses. Hasta hace escasas fechas, este macho dominante no comía, se quejaba de la boca, estaba perdiendo peso y se le estaba cayendo el pelo. Hubo que intervenirle rápidamente y, afortunadamente, con éxito. "Ahora está muy fuerte", refleja Quevedo, mientras Rábago se fija en cómo ha ido recuperando el pelaje.
Reconoce que van aprendiendo a modo de "bomba, como los japoneses". Cada intervención les aporta una nueva experiencia que hace crecer a cada uno en su campo. Mientras se alejan del mandril, se van a visitar la zona de los ibis eremitas, una especie que ha salido adelante gracias al trabajo de este Zoo.
En este punto rememoran una de sus primeras intervenciones juntos: un ibis escarlata.
—¿Cómo se os ocurrió aquella pata artificial?
—Pensamos en utilizar unos clavos de osteosíntesis, con los que se reducen las lesiones. A partir de esa técnica traumatológica, podíamos utilizar otras de implantología y cirugía oral con las que colocamos un tornillo a través de lo que sería una tibia. Utilizamos técnicas que usamos en humanos oralmente y con las características que tienen los huesos de las aves, que son aéreos, que pesan muy poquito y son muy finos, muy complicados de trabajar, porque se rompían y se arcillaban. A partir de ahí hicimos otro tipo de técnicas en estas aves.
Tras este caso llegó el de una ibis eremita. Estaba sentenciada a muerte porque se le había enganchado la pata a una anilla y había que amputársela. Se trataba de una hembra reproductora para la que había que construir una nueva 'pierna' o dejarla morir. El riesgo, además, conllevaba que, de no salir bien, perderían a un miembro fundamental de una especie en peligro de extinción.
El tratamiento con las aves es más complicado que con cualquier otro animal. Los nuevos huesos que se le implanten no pueden impedirles el vuelo.
Reconocen que para aquella ocasión les sirvio de inspiración las prótesis utilizadas por el atleta Óscar Pistorius.
"Fue complicadísimo —rememora Rábago—. Sufrimos bastante, pero conseguimos hacerle una especie de ‘pierna biónica’, por decirlo así, porque la idea era imitar a Pistorius. Hicimos una amputación de la parte que no estaba bien, de la parte tarsal y lo limpiamos. Le colocamos un tornillo en el centro, con una estabilidad bastante buena. Nos costó bastante hacerlo, dos veces. Incluso, le hicimos unas técnicas de regeneración osea que utilizamos en pacientes con grandes destrucciones orofaciales, con membranas de colágeno, tornillos de osteosíntesis... Sacando de la especialidad de la implantología avanzada y de cirugía facial y maxilofacial y mezclándolo con la veterinaria".
Ese ibis eremitas volvió a su colonia en Conil. Vivió y se le volvió a ver meses después por la zona de Los Caños de Meca. El objetivo había sido conseguido.
Otro de sus trabajos más llamativos fue con un buitre leonado, al que hubo que construirle un pico después de que naciera con una malformación. "Dijimos: 'tate', le ponemos un tornillo con una técnica de cirugía maxilofacial que se llaman implantes cigomáticos, implantes que se ponen fuera de la boca, en el pómulo, muy utilizado en grandes destrucciones oseas o malformaciones, también en pacientes oncológicos donde no nos podemos quedar con maxilares. Es decir, ese paciente además de estar desdentado, está desfigurado. Como no tenemos hueso en el maxilar, nos vamos al pómulo".
Continúa explicando Rábago que, siguiendo esas bases filosóficas de tratamiento, "lo incorporamos al pico". "Fueron microtornillos laterales en ramas de un milímetro de anchura, hasta dos milímetros en la zona más grande que había. Aquello era peligroso porque no podíamos dañar los ojos y había que anclarlo en una zona de hueso muy fuerte que hay justo antes del cerebro. Y la idea era no matarlo, claro —bromea—. Más vale que comiera en la mano, a que se muriera. Pero claro, si no lo conseguíamos, estaba condenado a muerte".
La operación fue todo un éxito y el buitre pudo comer con su nuevo pico.
Entre tanto, también hubo momentos para algunos mamíferos. Es cierto que eso es más complicado: mientras la anestesia no hace efecto, le pueden morder. "El lince se cargó un visor porque le tocamos la boca antes de tiempo", reconoce. "Cerró, y menos mal que no lo hizo rápido, pero claro, el reflejo... No nos pegó un bocado de milagro".
Proyectos a futuro
Estos son solo algunos de los ejemplos de las intervenciones que han tenido el doctor Rábago y los veterinarios, pero hay más especialistas que colaboran con el zoo. Por ejemplo, el oftalmólogo Fernando Sanz, que ayuda en menesteres relacionados con la vista de los animales. "Sin estos especialistas, quizás habría que plantearse la eutanasia para los animales", refleja Quevedo.
¿Cómo se puede permitir un Zoobotánico tan pequeño y de gestión municipal —por ponerle en contexto, el de Jerez es uno de los ayuntamientos más endeudados de España— tener a su disposición a tales profesionales? Los veterinarios del parque lo resumen en una frase sencilla: "Somos pobres en dinero, pero ricos en amigos".
Los proyectos del Zoobotánico Jerez no se quedan aquí. Además del osario que han montado a la entrada del recinto jerezano, pronto quieren hacer una muestra de todas las bocas del parque. "Con el mismo escaner profesional que utilizamos en la clínica de odontología podemos tener todas las bocas de los animales. Así podemos hacer un molde de todas ellas y, también, podemos mostrarlas en hologramas en 3D a los niños que visiten el parque", señala Rábago.
Esto conllevará tiempo, ya que no se puede dormir a todos los animales con ese único objetivo. Tendrán que aprovechar las revisiones —por las que tienen que pasar alguna vez en la vida— para tomarles las medidas.
Quevedo señala que, en un momento en el que los zoos están en entredicho, el parque jerezano se ajusta a los parámetros modernos: "La base actual de este zoo es educación, conservación e investigación".
El veterinario zanja: "Aquí hay 250, aves, mamíferos y reptiles. Tenemos un centro de recuperación y otro de recepción de fauna libre, del Ministerio de Medioambiente. El Zoo es una entidad abierta al bienestar animal y a sacar adelante lo que que no podría hacer ninguna otra asociación de perros, de gatos, ni nada. Nos dedicamos a animales silvestres que tienen problemas".