La tensión que se vive en la frontera entre Rusia y Ucrania va en aumento. Al menos para las informaciones internacionales sobre un conflicto que se remonta a 2014. Entre otras cosas, el país que dirige Vladimir Putin se anexionó el territorio de Crimea, ante la pasividad ucraniana, un país entonces más preocupado de sus problemas políticos internos.
En los últimos días, los primeros soldados del Ejército español han partido para unirse al contingente de la OTAN que se está desplegando a lo largo de la línea imaginaria que separa a los dos países. En un principio serán 650 los hombres y mujeres que participen, aunque no se descarta que el número aumente. Todo dependerá de la evolución del conflicto.
Pero también hay civiles españoles en la zona. Personas que trabajan en suelo Ucraniano y que se han visto envueltos en una espiral de violencia que no hace más que aumentar desde los últimos meses.
Es el caso del malagueño Alejandro Nievas, de 27 años y natural de Torremolinos, que llegó al país hace dos años y medio. Desde hace uno y medio vive en la zona del este del país. Ahora reside en la ciudad de Mariupol, al sureste, a unos 10 kilómetros de la frontera.
Este es su relato
“Trabajo con ONGs locales en proyectos de cooperación internacional relacionados con los derechos humanos. Trabajamos sobre todo en temas de educación, en universidades y colegios. Son proyectos financiados por la Unión Europea.
Llegué aquí porque me salió la oportunidad y siempre me ha gustado mucho todo el este europeo. Antes estuve haciendo proyectos similares, o más grandes, en Guatemala y Mongolia, por ejemplo. Ahora llevo dos años y medio aquí y espero quedarme más tiempo, si no me echan.
La situación actual lleva ya siete años. La gente está ya acostumbrada, aunque el conflicto salte cuando hay más tensión. Vivo cerca de la ‘línea de contacto’, a unos 10-15 kilómetros. Esa línea es una zona de trincheras: aunque no avance nadie, sí que hay enfrentamientos cada día. Cada semana hay bajas. En los pueblos cercanos siempre hay bombardeos con artillerías o morteros. Llevan siete años así.
La gente aquí, en el este de Ucrania, está tranquila. Donde se ve más preocupación es en la capital, donde hay más movimiento político o donde se ven helicópteros yendo a la embajada de Estados Unidos. La gente ve eso y está más nerviosa.
Aunque todo el mundo está preocupado por ello, aquí las personas intentan vivir. Los que quedan, porque muchas se tuvieron que ir de las ciudades grandes cuando fueron ocupadas. Tuvieron que rehacer su vida, así que ya están un poco cansadas porque vuelva a pasar todo esto.
La situación ya era difícil antes, especialmente a nivel económico. Pero lo que se quiere es tener tranquilidad”.
¿Está viendo más movimiento militar?
"Movimiento militar hay siempre. Es algo normal ver soldados por la calle. En las ciudades hay puestos militares, aunque donde se ven los convoyes es fuera de las ciudades, yendo hacia la frontera.
En la parte rusa es donde están más activos. El lado ucraniano está más tranquilo, lo que se busca aquí es la paz. La embajada española lo que nos pide es que tengamos cuidado, que tengamos más precaución estos días.
Por mi parte no pienso irme a ningun sitio. Mi trabajo, al fin y al cabo, trata de ayudar a los demás. Así que no me voy a ir a menos que la situación se vuelva más extrema”.
¿Esa situación se puede dar próximamente?
"No, una invasión a gran escala como ocurrió en 2014 es muy improbable. La situación de Ucrania es muy distinta, entonces no tenían ejército. Por eso pudieron entrar en Crimea sin ningún combate prácticamente. Ahora el país tiene un ejército bastante grande, al menos en número.
La gente, el sentimiento popular, es muy antiruso. Lo que quieren es avanzar hacia los valores europeos. Están cansados de que siempre tenga que mandar el que sea más fuerte. Eso ha pasado mucho tiempo y ya están harto de eso.
La situación ahora es muy diferente. Pero incluso aquí en el este. Mucha gente puede pensar que como se habla ruso están a favor del país vecino, pero no. Se hablan los dos idiomas, aunque el ruso es el primero en el día a día, pero eso no significa nada. De hecho casi todo el mundo es pro Ucrania. Los que están a favor de Rusia ya se han ido.
Aquí banderas ucranianas hay muchas. En los edificios, en los balcones, en las farolas… Y también se hacen muchos eventos para fomentar la cultura ucraniana, que ha estado muchos años sometida a la rusa, pero ahora está volviendo a renacer. Me refiero siempre que hablo al este del país, sobre todo a Lugansk y Donetsk, aunque pase en todo el país.
Lo que sí que puede pasar es algo más esporádico para conseguir el objetivo que se proponen: que países como Finlandia o Ucrania no entren en la OTAN para que Rusia pueda mantener su estatus de poder en la zona.
En mi opinión lo que está pasando deriva de la situación en Bielorrusia, en Kazajistán, en el Cáucaso, que son países o zonas satélites de Putin, y la gente se cansa de las protestas. La única forma que tiene Rusia de mantener el poder es la de crear un enemigo y que la gente te vea como un protector para que te sigan apoyando.
No hay que olvidar que fuera de las grandes ciudades, Rusia es un país bastante pobre. Lejos de Moscú o San Petersburgo, me refiero. Y la única forma que tiene la oligarquía de mantenerse en el poder es teniendo mano dura. Y, en medio de todo eso, está Ucrania”.