Tano es el primero que recibe al visitante. Corre de un lado para otro, como asutado, sin fiarse del extraño que ha venido a verle. En el interior de la casa tiene a 15 amigos igual que él. Bartolo, Lauri, Mabubu o Rufo son algunos de sus nombres. Son 16 perros adultos que conviven en una vivienda de Granada junto a su ángel de la guarda, Pepa Tenorio -que ha rescatado a un perro que llevaba 7 años perdido-.
Esta granadina de 40 años saltó a los medios de comunicación hace algo más de dos semanas. Subió un vídeo a las redes sociales en la que se le veía en su coche, un Opel Clio que compró en 2009, llevando a un cánido en la parte de atrás.
El animal respondía al nombre de Dico, estaba perdido y su familia lo llevaba buscando mucho tiempo. Siete años, ni más ni menos. Su primer dueño murió a los meses de que desapareciese, pero su hijo no había cejado en su búsqueda.
Pepa pudo hacer realidad el sueño de José, que así se llama el dueño de Dico, gracias al escáner de chips de animales que lleva en el coche. Se lo regaló hace tiempo su amiga Inés, y desde que lo tiene, perro que ve en la calle, perro al que le pasa el detector. Lo siguiente es llamar a su veterinario de confianza, decir una a una las cifras de identificación, y esperar si hay suerte y lo están buscando.
En su coche, totalmente decorado con motivos de animales (tiene mariposas por el techo, un protector del volante con orejas de gato y fundas de los asientos con animal print) lleva más cosas: mantas, latas de comida que se cuentan a pares ("lo importante al echarlas es aplastarlas, porque si no se pueden cortar") y pienso.
Pero para esta rescatadora profesional de animales lo de Dico no ha sido extraordinario, más allá de la exposición mediática. “Ha sido increíble, me han llamado de latinoamérica y todo”, explica mientras conduce su coche dirección a su pueblo, Deifontes (Granada).
15 años de trabajo
Y no es extraordinario porque lleva haciéndolo 15 años. “No sé cuántos perros he podido salvar, 200 o 300 fácilmente. No puedo evitarlo cuando me miran con esa carilla…”, afirma esta autodenominada "loca de los perros". La relación de Pepa con los animales ha estado marcada por relaciones amorosas fallidas.
Cuando empezó en todo este asunto que ahora la ha llevado a conceder entrevistas día sí y día no, lo hizo de la mano de su pareja de entonces. Por decisión de ella, se ha omitido el nombre. Entre los dos empezaron a acoger perros abandonados, a cuidarlos, a darles cariño y una casa. Con el paso del tiempo él se vio sobrepasado de la situación y decidió no continuar con aquello. Ella no.
Aquel noviazgo se acabó, pero el trabajo incansable de Pepa continuó. Volvió a casa de sus padres, Conchi y Pepe. Ellos son los que se encargan de los perros que salían a saludar al principio de este reportaje cuando ella sale de la vivienda, que tiene una piscina a la entrada donde los canes se refrescan cuando el calor aprieta en verano. “A mi madre no le gusta que la gente venga aquí porque los perros lo tienen todo destozado. El césped, los arbolillos…”. Con EL ESPAÑOL ha hecho una excepción.
El santuario
Años después, en 2015, Pepa conoció a un chico de Navarra por las redes sociales. Otra vez le perdió el amor. “El me decía que iba a vender una casa que tenía y que me iba a comprar una montaña si me iba para allá”. Y no fue un monte entero, pero sí que Josetxo, que así se llamaba, compró un terreno y Pepa tuvo que cumplir su palabra.
“Le encantaban los animales como a mí, eso fue lo que me enamoró”, dice. Ni corta ni perezosa, cogió su famoso Clio y condujo hasta Lerga, una pequeña aldea de Sangüesa, en Navarra. Allí, entre los dos, montaron un santuario para animales que no habían tenido suerte en la vida. Lo llamaron Corazón Verde.
- La diferencia entre un santuario y un refugio es que al primero los animales ya van a morir, no puede ir la gente a llevárselos a su casa.
De aquella época es una de las fotos más famosas de Pepa. En la imagen se la ve a ella, a la Tenorio, junto a otra ‘Pepa’, una cerda ibérica de 400 kilos que acogieron y con la que se echaba la siesta. “Vino gente a ofrecernos dinero para llevársela porque claro, imagina los jamones que hubiesen salido de ahí”, ríe recordándolo. Nunca la dejaron marchar, claro.
Las fotos de aquella época muestran a una Tenorio distinta. Los tatuajes que muestra con orgullo durante la entrevista no ocupaban tanto espacio. Ahora en su brazo izquierdo lleva el rostro de los 21 perros que llegó a tener, aunque en algún momento de su vida llegaron a ser 36. También lleva tatuados otros animales, así como mensajes veganos. Hace años que Pepa no se come a sus amigos.
Aquel amorío también llego a su fin y Pepa se volvió a Granada. Josetxo sigue con la actividad del santuario, afirma la protagonista de la historia, y ahora cuenta con voluntarios que acuden allí a echarle una mano con los animales.
Vuelta a Granada
De vuelta en Granada desde 2018, Pepa sigue saliendo a la calle en busca de perros abandonados, maltratados o que simplemente se han perdido. También sale a alimentar a las colonias de gatos que viven por su barrio y alimenta a los patos del riachuelo que pasa enfrente de la casa de sus padres.
Ahora trabaja los sábados y domingos en una gasolinera. Echa algún turno entre semana, cuando hay que cubrir a algún compañero. Gana 500 euros al mes, y casi todo se lo llevan los animales. “Los tengo desparasitados, con su chip, con sus vacunas… Al mes me gasto unos 400 euros en mantenerlos, todo lo que tengo es para ellos”, afirma con una sonrisa en la cara.
Por suerte, recibe ayuda de gente preocupada por su labor, de personas que quieren que los animales con los que convive tengan los mejores cuidados. Además de su veterinario en el que confía ciegamente, una empresa le suministró en enero 20 sacos de pienso de 40 kilos. “No veas como comen estos, eh”. Pero, como es evidente, necesita de esa comida cada mes.
Coge uno de los sacos y lo esparce sobre el suelo, haciendo una línea. Inmediatamente se abalanzan sobre la comida 16 bocas que empiezan a engullir: “Lo hacemos así porque si no se matan los unos a los otros”. También tiene un “grupo Teaming”, donde la gente puede colaborar con un euro al mes a su causa.
Pero hay una persona que ayuda más que nadie a Pepa Tenorio. Todos los días, en todo lo que decide llevar a cabo. El amor ha vuelto a llamar a su puerta y en esta ocasión se llama Antonio. “Mi Antonio”, como ella dice cariñosamente. Él es camionero de un conocido supermercado. “Trabaja en Granada, como mucho va a Almería, por lo que podemos estar mucho tiempo junto”.
A Antonio lo conoció hace tres años, durante una campaña de castración que llevaba con una amiga. Pero no fue hasta hace unos meses cuando empezaron a salir. Para entonces ya tenía 16 animales bajo su brazo, y aun así decidió embarcarse en esta aventura.
“Muchas veces le pregunto si sabe realmente donde se está metiendo”. Hasta hace poco Pepa no viajaba, no salía a tomar café ni a comer por ahí. No quería dejar a sus padres con la responsabilidad de cuidar ellos solos a sus 16 perritos. Pero con su nuevo novio ha conseguido uno de sus sueños: viajar a Disneyland Paris.
Las últimas semanas han sido más movidas de lo normal en la vida de esta granadina. Periodistas, entrevistas, visitas a la televisión y hasta un homenaje que le ha otorgado el programa Gente Maravillosa, presentado por Toñi Moreno, por su labor con los animales. “Sé que no voy a cambiar el mundo, pero al menos intento hacer mejor el trocito que me toca”.