Dos fechas marcan la vida de Ricardo Arias. La primera fue el 3 de octubre del 2000, cuando el arrastrero Arosa naufragó en las aguas del Gran Sol, uno de los caladeros de pesca que más vidas se ha cobrado del mundo, al oeste de las islas británicas. La segunda fecha ha sido este 15 de febrero, cuando el pesquero Villa de Pitanxo ha naufragado en el mar de Terranova (Canadá). En el primer episodio, Ricardo fue el único superviviente de los 13 tripulantes del pesquero. Actualmente, su nombre está entre los 12 desaparecidos de la mayor tragedia marítima de la historia reciente de Galicia.
Ricardo era natural de Loira, un pequeño pueblo a las orillas de la ría de Pontevedra y perteneciente al Concello de Marín, la localidad de la que partió el malogrado barco. “Era un tío super trabajador”, asegura a EL ESPAÑOL una vecina de Loira que conocía bien a Ricardo. “Como trabajador, se lo sorteaban”.
Pocos minutos después de las 10 de la noche (hora española) de este miércoles, los servicios de rescate de Canadá han anuciado la suspensión de las tareas de rescate por el temporal que azota la zona. De los 24 tripulantes del Villa de Pitanxo, tres han sido localizados con vida, nueve han fallecido y 11 están en paradero desconocido en el Atlántico Norte. Todavía no se sabe con certeza si Ricardo Arias forma parte del segundo o el tercer grupo, aunque ya poca diferenia hay.
El Villa de Pitanxo partió del puerto de Marín en la madrugada del 27 de enero con 24 almas a bordo: 16 españoles, cinco peruanos y tres ghaneses. Por delante tenían 45 días en el mar de Terranova, rico en fletán negro, gallineta nórdica, raya, camarón boreal y bacalao. El buque-congelador era uno de los más modernos del grupo armador Nores, con sede en Marín y perteneciente a la Cooperativa de Armadores de Pesca del Puerto de Vigo. Construído en 2004, también era uno de los navíos más jóvenes de toda la flota que faena en Terranova, cuya media de edad supera los 40 años.
Pasadas las 5 de la madrugada (hora española) de este martes, el Villa de Pitanxo emitió dos alertas. Las autoridades intentaron contactar con ellos pero nadie respondió. La señal de la caja azul —el equivalente marítimo a la caja negra de los aviones— se perdió a unos 450 kilómetros de la costa de San Juan, capital de Terranova y Labrador, poco antes de las seis de la mañana.
Varios buques cercanos se movilizaron en el rescate de los tripulantes del buque. El barco español Playa Menduiña Dos fue el primero en encontrar una balsa de salvamento con los tres supervivientes —Eduardo Rial, Juan Padín y Samuel Kwesi— en estado de hipotermia y cuatro cadáveres. Poco después, rescató otros dos cuerpos sin vida. El resto de cadáveres hallados fueron recogidos por un buque canadiense y dos portugueses. A las 16 horas (hora local canadiense) del miércoles el Centro de Coordinación de Rescate Conjunto Halifax anunció la suspensión definitiva de las tareas de rescate por el temporal. Gélidas temperaturas y olas de más de 10 metros hacen imposible continuar.
No pudo con Ricardo
El hundimiento del Arosa hace 22 años también ocurrió de madrugada. Fue a las 6:20 del 3 de octubre del 2000 cuando el buque lanzó un SOS atrapado en un temporal. A bordo había 12 hombres, entre ellos, un joven marinero de 24 años llamado Ricardo Arias. El barco trataba, sin éxito, de llegar hasta Galway (Irlanda). El capitán informó de que estaban en medio de un tremendo temporal y, además, con una vía que inundaba sus entrañas y les arrastraba lentamente hacia el fondo marino.
El buque faenaba en el caladero del Gran Sol, uno de los mares más temidos del mundo por sus temporales, pero donde nadan preciados bancos de merluza. Las hemerotecas reflejan las muchas vidas que se han cobrado estas aguas del Atlántico, al igual que no son pocos los relatos que narran lo duro que es surcarlas (sirvan como ejemplos el el libro Gran Sol de Ignacio Aldecoa o las crónicas a bordo del Nuevo Confurco del periodista Antonio Lucas).
Ricardo Marín sobrevivió al Gran Sol cuando nadie más lo hizo. La imagen de su todavía inocente rostro fue la portada de La Voz de Galicia al día siguiente al naufragio. “Sufrí hasta que creí morir; el tiempo se me hizo interminable”, declaró entonces al citado periódico.
Los paralelismos con el naufragio del Villa de Pitanxo se ven también en la lista de fallecidos y los lugares de origen de los tripulantes del Arosa. En el hundimiento murieron Ramón Pardo Juncal, Eugenio Díaz Carracelas, Julián Soto Fuentes, Francisco Filgueira Fernández (naturales de Marín), Alfredo Estévez García (Bueu), José Ramón García Figueroa (Cangas), Luis Miguel Vidal Ribadulla (Pontevedra), Jesús Lafuente Chazo (Pontecesures), José Antonio Ferreirós Pérez (Lousame, La Coruña), Albertino Herculiano Dacosta Craviz y Sebastián Vaz de Almeida (Santo Tomé) y Orlando Soares (Ghana).
Los muertos identificados en el naufragio de este martes, por el momento, son el marinero de Cangas (Pontevedra) de 24 años Raúl Santiago González y los peruanos afincados en Marín Daniel More Valladares, Diego More Vega y Edwing More.
Sin miedo al mar
Ricardo fue rescatado y pasó parte de su recuperación en Irlanda, donde se cuenta que conoció a una mujer y tuvo una hija. “Si la tiene, no tiene contacto con ella”, asegura la vecina consultada. Su familia ha declinado amablemente dar declaraciones.
—¿No cogió miedo al mar tras el primer naufragio?
—Qué va, nada. Estuvo allí [en Irlanda] recuperándose, se vino y, al poquito, se fue otra vez.
Cuando estaba en tierra, Ricardo se hospedaba con sus padres y con sus abuelos en su pueblo natal. Tenía también dos hermanos que no viven en Loira. Quienes le conocían hablan de un hombre grandullón, “muy educado” y un trabajador incansable. Eso sí, “cuando llega a tierra se pierde un poco”, en referencia a que al marinero le gustaba mucho la juerga.
La misma situación de la familia Arias la viven otras 21, que a lo largo de este miércoles se han ido acercando a la casa armadora Nores, en Marín, para conocer la información que llega a cuentagotas desde el otro lado del Atlántico. “Está todavía en la lista de desaparecidos”, declaraba por la mañana Carolina con la voz entrecortada. Es la mujer de Jonathan Calderón, de 39 años, natural de Perú y contramaestre del Villa de Pitanxo.
Carolina habló con su marido la tarde anterior al naufragio. Jonathan lleva 12 años navegando en este buque y Carolina está acostumbrada a que su marido —y padre de sus dos hijos— pase largas temporadas en alta mar. Tal es su costumbre, que solo con el sonido ambiente que percibe en la llamada sabe cómo están las aguas en las que navega su marido. “No había malas condiciones. Ya conozco ese sonido. Lo que sí me dijo es que hacía mucho frío”. Unas 12 horas después, un temporal devoraba el barco donde viajaba Jonathan y sus 23 compañeros.
A las 20 horas de este miércoles, el Ayuntamiento de Marín ha celebrado una sesión extraordinaria en la que se ha leído una declaración institucional. “Hemos sufrido otras veces los golpes durísimos de los naufragios. Montrove, Mar de Marín... y ahora, Villa de Pitanxo. Nombres de embarcaciones que, al igual que los de todos aquellos que perecieron en ellas, nunca salen de nuestra memoria, una memoria individual y colectiva que no se entiende sin el mar y su doble cara”, ha pronunciado la alcaldesa, María Ramallo.
“La cara amable de la pesca, fuente de nuestra riqueza, de Nostra In Mare Fortuna. La dura cara de las largas travesías, de la separación de las familias, del esfuerzo y la soledad. La cara bella y de riqueza de la tradición marinera que nos marca como pueblo y como comarca. La cara cruel de la posibilidad abierta de que todo salga mal, de que los nuestros no vuelvan”. Tras la lectura de estas palabras, el pleno ha celebrado un minuto de silencio. Dos horas después, se confirmaba que los desaparecidos ya nunca volverán a casa.