Vigo

En el fondo de la ría de Vigo sobrevive un viejo muelle de carga. Ahora parece casi simple chatarra, abandonada en una de las orillas de la ría y corroída por el paso del tiempo, pero, como han ido insistiendo a lo largo de los últimos años las asociaciones de defensa del patrimonio, esa chatarra merece ser conservada.

Es, por un lado, uno de los restos de patrimonio industrial que ha sobrevivido en una comarca poco dada a proteger y conservar esa herencia. Por otro, es uno de los espacios que recuerdan los años en los que Galicia cuando era un nido de espías, en el que una de las cosas por las que estos competían era el wolframio.

Como ocurría entonces en otros puntos de la comunidad, en ese cargadero se daba salida a ese material durante la II Guerra Mundial. Por entonces, el precio del mencionado material se disparó y la Alemania nazi usó a España como fuente de una materia prima clave que, en el contexto bélico, no podía obtener de ningún otro lugar.

En la Galicia de los años 40, ese material era uno de los incuestionables temas del momento. Ahora, casi un siglo después y en otro contexto bélico, en la comunidad gallega se vuelve a hablar del wolframio.

Operarios trabajando en la extracción.

También conocido como tungsteno, puede sonar a material sacado de las páginas de los libros de historia, pero lo cierto es que sigue siendo una de las materias primas que se emplean para crear todo tipo de cosas. Está en nuestros móviles, en los paneles LCD, en los interruptores de la luz de casa o en las herramientas que usa el dentista cada vez que comprueba nuestra salud bucodental, por poner solo unos ejemplos.

La Unión Europea tiene al wolframio en su lista de materias primas críticas —aquellas que son esenciales para el desarrollo y la innovación—. Quizás, los más conocidos de ese listado sean el litio, que es el material clave para las baterías, o las tierras raras, pero no son los únicos.

"Ciertas materias primas son esenciales para que Europa lidere la transición ecológica y digital y siga siendo el continente líder industrial en el mundo", explicaba Thierry Breton, el comisario de Mercado Interior de la Comisión Europea, en 2020, cuando se presentaba el Plan de acción sobre materias primas fundamentales.

Entonces, la Comisión ya alertaba de que Europa no se podía permitir "depender completamente de terceros países y, por lo que se refiere a algunas tierras raras, depender incluso de un solo país". El objetivo clave era diversificar el suministro o ampliar la capacidad comunitaria para hacerse con ciertos materiales. 

La guerra en Ucrania y lo que suponen las medidas de presión sobre Rusia en términos de comercio ha vuelto a poner sobre la mesa la importancia de contar con fuentes diversas de materiales. Nuevamente, se habla de wolframio y, como ocurría por razones diferentes en medio de otra guerra hace 80 años, el wolframio gallego está adquiriendo un nuevo protagonismo.

El resurgir del wolframio gallego

El principal exportador de wolframio del mundo es China, seguido por Vietnam y Rusia. En las cuentas del wolframio, Europa está en una situación precaria, porque depende de la producción que llega desde fuera para las necesidades de su mercado interno.

"Rusia es uno de los mayores proveedores de tungsteno a Europa, después de China", explica a EL ESPAÑOL el director general de Rafaella Resources, Steven Turner. "Según Argus Media, las preocupaciones sobre el suministro están aumentando en el mercado de ferro-wolframio –una aleación de wolframio– de Europa, ya que el conflicto entre Rusia y Ucrania obstaculiza el comercio y las entregas de la aleación rusa ya contratada y deja a China como la principal fuente de suministro del continente", indica.

Trabajos de extracción.

Al eliminar el tungsteno ruso de la ecuación, Europa se volverá más dependiente del mercado chino. "Algunos participantes del mercado dudan de que haya suficiente capacidad de producción global para compensar la pérdida de las exportaciones rusas de ferro-wolframio, la mayoría de las cuales tienden a ir a Europa", explica el directivo, añadiendo que otros análisis "sugieren que los productores chinos podrían aliviar las presiones de suministro, aunque busquen un amplio margen de ganancias".

Es ahí donde el wolframio de Galicia y el norte de Portugal podría convertirse en clave para este nuevo mercado. Ahora mismo, las minas gallegas de wolframio no están extrayendo material, pero la compañía que está detrás de ellas, Rafaella Resources, está ya en plena tramitación para poner en marcha de nuevo las minas de Varilongo, en Santa Comba, y San Finx, en Lousame, ambas en la provincia de A Coruña.

Galicia no va a cubrir, obviamente, toda la demanda de wolframio mundial, pero sí podría hacer, o al menos eso calculan sus productores, menos dependiente a Europa del tungsteno ruso. Las cuentas de Rafaella Resources apuntan que las dos minas gallegas podrían aportar el 2% de la producción mundial y más del 20% de la producción europea. Echando cuentas, esto supondría pasar de cero a ser una quinta parte de todo el wolframio necesario en Europa.

En términos comunitarios, esta cifra sí es significativa. Galicia no se convertiría así en la principal productora del wolframio del mundo, pero sí en una solución a la ecuación en Europa. "Dado que el 95% del wolframio se suministra desde China, Rusia y Vietnam, este material tiene uno de los mayores riesgos en la cadena de suministro de cualquier materia prima dada la situación geopolítica actual", recuerda Steven Turner. 

Steven Turner, de Rafaella Resources.

Yendo más allá de las dos minas gallegas, las estimaciones de producción que maneja esta compañía minera apuntan que las minas de la Península Ibérica podrían suponer hasta el 55% de la producción europea de wolframio para 2023-2025.  Ahora mismo, la producción de tungsteno europea no llega a la mitad de su demanda.

Cuando era clave para ganar la guerra

Las razones por las que este material resulta clave son muy diferentes. En los años 40, el wolframio gallego se convirtió en el “oro negro” porque era necesario para la maquinaria de guerra.

Ahora, lo es porque se necesita para crear muchas cosas de la vida cotidiana y también porque las normas comunitarias hacen más necesaria la trazabilidad de la materia prima y asegurarse que se extrae de forma respetuosa con el medio ambiente y con los trabajadores que hacen ese trabajo.

Aun así, volver a hablar de wolframio en Galicia lleva inevitablemente a recordar la historia de la comunidad y el momento en el que el tungsteno hacía fortunas en cuestión de horas.

Imagen de la mina de tugsteno.

La mina de Varilongo que se podría convertir ahora en clave para la producción gallega del wolframio se empezó a explotar, de hecho, durante los años de la II Guerra Mundial. Como apunta en O volframio en Valilongo Carmen Blanco Ramos, la comarca se llenó de gente que trabajaba en la explotación minera o que buscaba fortuna con el material.

En las aldeas más cercanas a la mina, “muchos vecinos vendieron las vacas para dejarles espacio a los mineros más alejados de su zona de residencia”. Las cuadras se convertían en improvisados alojamientos o hasta tabernas y “cada gramo de wolframio se cuidaba como un tesoro”. Por poder, hasta se podía beber Coca-Cola en aquella Galicia minera de 1942, lo que dice bastante sobre la economía de la zona. 

El historiador Emilio Grandío, profesor en la Universidad de Santiago de Compostela, recuerda al otro lado del teléfono que “las materias primeras en caso de conflicto son muy importantes”.  Dado que el tungsteno es una pieza fundamental para fortalecer el acero, durante la II Guerra Mundial era un elemento básico para el esfuerzo bélico.

Entonces, también, “la mayor cantidad de wolframio venía de China”, lo que se convirtió en un problema para los países del eje cuando la URSS entró en guerra y sus rutas de importación no podían pasar por la región.

Imagen del wolframio en la mano de un operario.

Alemania, explica el historiador, no podría traer de China el material y necesitó cubrir la necesidad de wolframio en Europa. España y Portugal eran los mercados en los que encontrar wolframio en el continente. La Alemania nazi acabaría contando, al final, únicamente con acceso a la producción española y el 80% del wolframio se extraía de los montes gallegos.

La rentabilidad de las minas gallegas subió como la espuma. “El dinero que circulaba en torno al wolframio era enorme”, apunta Grandío cuando se le pregunta por la cuestión, aunque explica, eso sí, que el “gran negocio fue relativo y disperso” y que quienes se llevaron la mejor parte fueron los distribuidores.

Durante la II Guerra Mundial Galicia estaba llena de espías y el wolframio era uno de los puntos de batalla entre los aliados y sus enemigos. Las razones de la batalla eran, eso sí, diferentes. Como explica el historiador, los aliados tenían ya tungsteno, porque contaban con acceso directo a las explotaciones estadounidenses, pero si bloqueaban el acceso de Alemania a la materia prima la hacían más débil.

La bonanza del wolframio gallego duró entonces un lustro, el que va desde 1939, cuando empieza la guerra, hasta 1944, cuando España termina las exportaciones por la presión británica. Tras ese episodio de beneficios sin igual para la industria, el wolframio gallego no conoció otro momento semejante —aunque tuvo un pico de éxito y precios durante la guerra de Corea en los 50— y las explotaciones se acabarían cerrando.

La necesidad de volver a acceder a materias primas de forma directa podría llevar ahora a un resurgimiento del wolframio made in Galicia, algo que la guerra en Ucrania acelera. “No podemos dar una fecha de entrada en producción, pero situaciones como las que hemos vivido de falta de suministro en la pandemia, y como las que vivimos ahora, debido al conflicto abierto en el corazón del continente europeo, nos muestran la importancia de ser autosuficientes en lo que a materias primas se refiere”, asegura Steve Turner, cuando se le pregunta por el día exacto en el que volverá a salir wolframio de las minas gallegas.

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