Han pasado ya ocho días desde el inicio de la huelga de transportistas en España y las consecuencias en los supermercados ya se notan. EL ESPAÑOL ha visitado, al azar, hasta cinco superficies de la Comunidad de Madrid de distintas cadenas y ha sido testigo de lo que los consumidores denuncian: “No queda leche, ni aceite de girasol y otros productos, como los cereales, ya empiezan a escasear”. Esas han sido las palabras de María, una madre de familia que se hallaba haciendo la compra y que ha podido coger una de las dos últimas cajas de leche Pascual que había disponibles en el lineal. Casi se queda sin ella.
“Yo consumo leche sin lactosa por una intolerancia que tengo y suelo comprar la de Central Lechera Asturiana. Ahora me da igual, compro la que consiga. Ayer, por ejemplo, fui al Carrefour y no había nada. Hoy, por suerte, he encontrado dos cajas de esta marca que ya conozco y me las llevo a casa”. Así ha resumido Luis su particular Odisea para comprar el producto tras afirmar que la “leche sin lactosa de Hacendado está bien”, la misma que ha adquirido en 12 bricks para poder acumularlos en su despensa. Al menos, hasta que amaine la tormenta perfecta del desabastecimiento de productos de primera necesidad como el lácteo, el aceite de girasol, los cereales o algunos frescos.
Como se ha indicado, el caso más impactante es el de la leche, donde miles de litros se están desaprovechando porque los productores no tienen la capacidad de darles salida. La huelga de transportistas, de esta manera, “está teniendo un efecto devastador sobre toda la cadena de suministro de alimentación (sector primario, industria, transporte y distribución), con pérdidas que ya alcanzan los 600 millones de euros”, han explicado a este medio varias asociaciones entre las que se encuentran la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (ASEDAS) o la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados (ACES).
Y la leche es el caso más evidente, pues es el producto –junto al aceite de girasol– que ha escaseado en los cinco supermercados visitados y que han servido como muestra y termómetro de la realidad que percibe el consumidor final. “Señores clientes: Como consecuencia de la huelga del transporte, estamos teniendo problemas de suministro de algunos productos. Esperamos normalizar la situación lo antes posible. Gracias y disculpen las molestias”, reza un pequeño cartel colgado en las estanterías de Carrefour en las que, hace una semana, había leche. Ahora, están desérticas y lo único que albergan es algo de polvo.
Y es que la huelga del transporte derivada de la incesante subida de los precios de los combustibles en España no sólo está poniendo en jaque al sector ganadero, sino también, por ejemplo, al pesquero. “Sólo en Puerto de Celeiro (Lugo) tiene hoy –por el pasado viernes– 140 toneladas de pescado que si no puede sacar se van a echar a perder”, denuncian las asociaciones de distribuidores. Esto se traduce en la escasez de pescado y otros alimentos frescos como frutas y hortalizas.
Aceites y cereales
Pero el desabastecimiento no sólo se puede achacar a la huelga del transporte. En esta tormenta perfecta de falta de productos, la invasión de Vladímir Putin de Ucrania también juega un papel fundamental. La razón: la guerra en Ucrania ha detenido la actividad en las refinerías de ese país, desde el que España recibe el 62% del aceite de girasol que utiliza. Además, los barcos ya no circulan por el estrecho del Bósforo y ya sólo queda el aceite que estaba en existencias.
“Por suerte, antes de que estallase todo, compré un par de garrafas de cinco litros de aceite de girasol que uso para freír”, explica María, la madre de familia con quien ha hablado este medio en un Alcampo del oeste de Madrid. ¿Y qué hará cuando se le agote? “Compraré aceite de oliva. De hecho, el litro del poco aceite de girasol cuesta ya casi lo mismo que el de oliva”, dice mientras señala los lineales del aceite en los que se aprecia un vacío en la parte del de girasol. Ya no queda mucho.
Pero la guerra desatada por Putin no sólo afecta al cultivo de los girasoles, sino también a los cereales en general. Ucrania, por desgracia, ya ha dejado de ser el “granero de Europa”, como se ha apodado desde hace décadas a ese país. Ahora, sus habitantes están preocupados por huir como refugiados hacia el oeste o defender las principales ciudades frente al Ejército ruso. Y, evidentemente, con tales preocupaciones, el país ya no produce sus cultivos, lo que se traduce en que el 42% de cereales que España y Europa importan desde el país tampoco llegan.
Y este medio es lo que ha visto en los supermercados madrileños: que las estanterías en donde se exhiben tradicionalmente los arroces o las harinas empiezan a verse bastante vacías. La huelga y la guerra son dos de los factores que empujan a que el consumidor final en España note la falta de productos. Pero el comportamiento humano al comprar en las últimas semanas, por otra parte, es otro factor que explica la escasez de productos como la leche, por ejemplo.
“Yo me voy a preparar”
En este sentido, Marta Burgos, del Colegio de Politólogos y Sociólogos, remite al “miedo” para explicar la situación. “Es una emoción que se contagia rápidamente. Ante la incertidumbre, ante el qué va a pasar, ante la falta de información sobre lo que implica, la gente toma decisiones. Y dice: ‘Yo me voy a preparar’. Y lo hacen comprando lo básico. Incluso, algo exageradamente, como si se estuvieran preparando para el fin del mundo”, ha contado a EL ESPAÑOL.
Lo mismo ocurrió cuando estalló la pandemia de la Covid-19 con el acopio –irracional– de papel higiénico por parte de los consumidores. “Es por la angustia”, decía Ana Fabón, psicóloga sanitaria con clínica propia en Madrid. “La gente sabe que hay un virus y trata de abastecerse para que no le falte lo básico. La gente, en estas situaciones, desarrolla pensamientos obsesivos en torno al ‘y si’. ¿Y si me mandan a casa en el trabajo? ¿Y si me contagio? ¿Y si me quedo sin comida? Tratan de frenar la ansiedad con estas conductas”, argüía.
Esa explicación puede extrapolarse a la situación actual, dado que el “miedo” de los consumidores a quedarse con algo tan básico como la leche o el aceite empuja a que compren de más para almacenarlo. Por ejemplo, en todos los supermercados había carteles en los que se limitaba la compra de aceite de girasol a cinco litros para frenar a este comprador compulsivo. O, por ejemplo, Josefa, usuaria de un supermercado, ha explicado que este lunes, a primera hora, “había más clientes de lo habitual en Mercadona y muchos de ellos, nada más abrir, se dirigieron al pasillo de leche”.
Sea como fuere, la huelga del transporte, la guerra en Ucrania y una suerte de psicosis social han hecho que los lineales de leche o aceite estén vacíos y que los de cereales como arroces, harinas y los de frescos estén de camino. No obstante, EL ESPAÑOL ha comprobado que, en líneas generales, el resto de los productos aún poblaban sus estanterías.
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