Ni Rocío (44), que es profesora, ni su marido, José Francisco (48), que trabaja en la ONCE, se lo pensaron mucho: acudieron un domingo a una reunión de la Asociación de Familias Solidarias y se apuntaron para acoger a refugiados ucranianos. El miércoles les telefonearon para decirles que habían sido seleccionados y el jueves abrazaron por vez primera a Vika Vasileskaya (41), la madre, y Anastasia, Kateryna y Slava, de 21, 16 y 9 años. Ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, así que "la verdad es que no nos dio tiempo a pensar nada".
La historia no tendría nada diferente a la de otras familias acogedoras de refugiados provenientes de Ucrania, de no ser porque los Jerez Serrano son el padre, la madre y también Mario, Paloma, Lucía, Alma, Jose y Rocío, de 16, 14, 12, 10, 8 y 5 años, respectivamente. Son ocho en la familia. Nueve, si se cuenta a la gata, Gala. Con gata o sin ella, ahora faltan dedos de la mano para contarlos a todos.
-¿Qué te ha dicho la gente, Rocío?
-La gente qué me va a decir. Lo primero, que estoy loca, ¿no?. Pero a mí me da igual lo que me digan.
Las familias españolas acogedoras, quiere dejar claro Rocío, no cobran nada. Cero ayudas. "Escríbelo, por favor. Que ya nos ha venido alguno preguntando que si la paguita. Aquí las familias estamos acogiendo de manera altruista, de corazón y por solidaridad, y nadie lo ha hecho preguntando por eso. Nosotros estamos para ayudar a quien lo necesita".
Contra todo pronóstico, entrar en la casa de esta familia es entrar en un remanso de paz. Ya sea por estar los más pequeños aleccionados porque viene una periodista de EL ESPAÑOL, o porque son así de educados y organizados, lo cierto es que se respira orden y tranquilidad. Rocío apuntala: "Es así siempre. Si no, esto sería una casa de locos".
La concienciación y la unión en valores son totales. Mario, de 16, y Jose, de 8, que veían en el telediario las imágenes de la Guerra de Ucrania, "llegaron a decirme, cuando lo planteamos, que ellos estaban dispuestos a dormir un año en el sofá para cederles su cuarto".
No ha sido necesario que nadie duerma en uno de los sofás porque la vivienda, de 200 metros cuadrados, reune condiciones. "Aunque yo solo tenga dos camas libres, al final los niños durante la noche se cambian de camas para dormir juntos. Tengo dos camas libres, sí, pero en realidad tengo cuatro, porque tengo a cuatro de mis hijos que duermen siempre de dos en dos". Así que durante un año lo oficioso será oficial, y ya está.
La primera noche fue de 'bienvenidos' y cenaron todos tortilla de patatas: española. Luego, han comido algunos platos ucranianos cocinados por Vika y sus hijas, como pilaf y borscht. También hicieron panqueques para los niños. En estos días, Rocío ha descubierto que a ellos les gusta la comida ucraniana y que a los ucranianos les encanta el puchero con pringá y las albóndigas en tomate.
Integración y arraigo
La mujer explica que, además de la integración con los españoles, es importante para ellos reunirse con otros ucranianos, para mitigar y aliviar el desarraigo. Por eso, el otro día quedaron con otras tres familias españolas que también han acogido refugiados para pasar el día juntos. Y al otro acudieron a una nave, propiedad de un ucraniano, Slavi, que lleva viviendo muchos años en Cádiz, para coger ropa.
"Solo cogieron lo justo, lo que necesitaban: batas, unas zapatillas y calcetines", apunta asombrada Rocío. La necesidad de ayudar y de estar con su gente hicieron que los Vasileskaya quisieran quedarse allí toda la tarde para ayudar a Slavi a clasificar la ropa que les han ido donando para la gente de Ucrania que todavía está por llegar.
La mujer, alta y delgada, está de pie, junto al ventanal, aprovechando la trémula luz que entra a las 6 de una tarde lluviosa. Está envuelta en un halo de tristeza que escapa por sus ojos pese a que sonríe. Necesita sentirse ocupada, quizá para no pensar.
Por eso, está recortando con cuidado cuadrados de papel cebolla, verdes y amarillos. "Me está ayudando con una manualidad para el colegio", explica Rocío. Ella es tutora de 1º de Primaria y Logopeda en un colegio público, enclavado en uno de los barrios más humildes de San Fernando (Cádiz), "Se jubila una compañera y vamos a darle una fiesta sorpresa".
Gente rara
Rocío cuenta a EL ESPAÑOL que la llegada de cuatro miembros más a la familia no le está suponiendo ningún trastorno, más allá de poner tres lavadoras en lugar de dos. "Yo es que tengo la vida muy organizada, y ellos se han adaptado muy bien a nuestro ritmo. Cada día cocina uno de mis hijos, los más mayores, y ahora también cocinan ellas. Y luego tengo una chica que se ocupa de la limpieza. Los pequeños se acuestan a las 9 y los demás, a las 10 y media estamos todos en la cama".
Vika y su marido son hijos únicos. Por eso, a Rocío -que es hija de familia numerosa- le contó que en Ucrania, la gente tiene o uno o dos hijos, y que eso es lo habitual. Y que con tres hijos, ellos en Ucrania eran una familia rara. Rocío le respondió sonriendo: "En España también. Nosotros también somos unos raros en España".
Los primeros días las dos familias comían juntas y luego los Vasileskaya se iban a su habitación. Así fue cómo Rocío descubrió, al decirles que por favor se quedaran si querían todos juntos en el salón, que la mayoría de las casas en Ucrania no tienen esa habitación. "Me dijo que era así, que las cocinas eran grandes y que una vez había pasado el tiempo de comer, lo habitual es estar cada uno en su cuarto".
La familia se está adaptando bien, porque desde esa conversación en la que Rocío le dijo que el salón de los Jerez Serrano era también el salón de los Vasileskaya, hacen vida allí. Ninguno habla todavía español, pero avanzan a pasos agigantados.
Quiénes son
El pequeño Slava, de 9 años, dormita en el sofá, del que se levanta para que su madre lo peine y de inmediato se acerca a jugar y ver el partido de la PlayStation que disputa Jose: el lenguaje de los videojuegos es universal. En pocos días, Slava será escolarizado en el mismo centro al que acuden sus hermanos españoles.
Mientras, Kateryna, de 16, estudia español sentada en el suelo, muy concentrada, pasando unas fichas de vocabulario. "Aprenden muy rápido. En los pocos días que llevan aquí, ya entienden. Así luego no es raro que veas a tantísimos ucranianos que hablan nuestro idioma", advierte Rocío.
Su hermana Anastasia sí está en el dormitorio: está recibiendo una clase on line de una de sus profesoras de la Facultad de Kiev. Le quedan seis meses para acabar Educación Especial, y está dispuesta a terminarla: valora además el esfuerzo del profesorado por seguir impartiendo materias pese al fragor de las bombas.
El marido de Vika, Vadik Vasilevskiy, permanece en la frontera con Polonia coordinando las evacuaciones. Ha sido cinco veces campeón del mundo de culturismo, y dos veces campeón europeo, y además es entrenador de culturistas en Ucrania. Sabe que si la situación se recrudece, le llamarán a filas.
Vadik ha entrenado a su hija mayor, Anastasia, quien practica fitness artístico. En 2015 fue Campeona de Europa en gimnasia rítmica de grupo y primer puesto en los campeonatos celebrados en París y Budapest. Además de profesora, quiere ser campeona del mundo en esta modalidad.
Los dos, padre e hija, ya habían estado antes en España. En concreto, el año pasado, en Santa Susanna (Barcelona) donde se celebró un campeonato del mundo en el que ella quedó en tercera posición y él, en el primer puesto.
Conocer a Vladimir
Vika cuenta que en su familia, separada y destrozada por la guerra, conoce bien a Vladimir Putin. "Lamentablemente, mi familia ya se ha enfrentado a él en 2014. Ya huimos de la guerra de la ciudad de Lugensk. Tuvimos que abandonar nuestra casa y recalamos en Kiev". Esos ocho años después de esa guerra "los hemos vivido con miedo en la cabeza, pero no podíamos imaginar que Rusia atacaría a toda Ucrania. Lo que está pasando ahora es mil veces peor de lo que pasó en el Donbass".
-Entonces conoces bien la propaganda de Rusia.
(Vika lee la traducción y asiente lentamente)
-La propaganda rusa la conocemos bien. Ucrania es un hermoso país libre. Nadie, nunca, quiso que Putin 'nos liberara'.
La mujer narra que salir de Ucrania fue doloroso "porque mi esposo no puede salir del pais, nuestra separación me parte el corazón y estoy muy preocupada, pero tengo que pensar en la seguridad de mis hijos. Los soldados rusos están disparando a los civiles, matando mujeres y niños".
"No sabía a qué ciudad y a qué familia íbamos. Yo solo sabía que íbamos a España", prosigue. Su marido se puso contento: España estaba lo suficientemente lejos como para que no les alcanzaran las bombas. Durante el viaje, sus hijos "lloraron todo el camino". Fueron tres días en autobús que quedaron plasmados en un vídeo que han cedido a EL ESPAÑOL, y que comienza em Kiev cuando se despiden de su perra, Salma, de su padre, Vadik, su paso por Polonia, y que culmina cuando se abrazan a Rocío.
"Al tercer día, en el autobús, nos dijeron a qué ciudades íbamos. Nos mostraron fotos de las familias que nos estaban esperando. Cuando vi a la nuestra, pensé que eran personas muy agradables y hermosas. Me gustaron enseguida. Y no me equivoqué, son una familia maravillosa".
Rocío y Jose "son nuestros ángeles de la guarda", ilustra Vika. "Cuidan de nosotros, y nos dieron la mejor habitación, en la que estamos muy cómodos. Y sus familiares, amigos y compañeros nos ayudan a recoger la ropa y las cosas que necesitamos".
Personas vs números
Lo que a lo mejor no sabe Vika es que Rocío, en principio, hizo cálculos y se acordó de que solo tenía dos camas libres. La ONG les ofreció a los cuatro Vasileskaya, y les dijeron que las acogidas eran siempre entre tres y cinco personas. "Y entonces pensé que si yo tuviera que huir de una guerra con mis seis hijos, y no tuviera casa y por ser familia numerosa me rechazaran, por los números... pues no lo quiero ni pensar".
Lo que sí pensó es que los números son sólo eso, números. Y total, si cuatro de sus seis hijos acaban durmiendo juntos en dos camas todas las noches. Y qué mas da cocinar para 8 que para 12. Y qué importa poner tres lavadoras en vez de dos: así hay más manos para tender luego la ropa.
Por eso le dijo a la ONG: "Dame a estos cuatro que me has propuesto". Decidió contar, pero como decía Mario Benedetti: "Usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo".
Vika dice adiós con un abrazo y da las gracias "a Dios, a nuestra familia española, y a sus amigos que nos ayudan. A todos los españoles y ucranianos refugiados, que se sorprenden de recibir tanto cariño. Gracias por ayudarnos durante la guerra en Ucrania".
Al principio, confiesa Rocío, "yo tenía miedo, pero ahora lo que tengo una alegría constante", resume. "Yo tengo un lema en la vida: que es que quien da, recibe".