Mbaye Babacar Diouf (Dakar, 1987), que actualmente utiliza el nombre de Mbaye Gil Sánchez, es un joven que soñó con ser sanitario desde que era un niño en la localidad senegalesa de Jaxaay. Sin embargo, tuvo que abandonar los estudios con solo 15 años para ayudar a sacar adelante a su familia de cinco hermanos, pues su padre falleció cuando él solo tenía 7.
Ante la situación de crisis en la que se sumía su país natal, Mbaye decidió, como muchos otros jóvenes senegaleses de su edad, poner rumbo a Europa en 2003 para buscar una vida mejor. Tenía 15 años. "No me quedó otra opción, en ese momento veíamos que todas las pateras salían hacia España, y luego la gente que volvía a Senegal desde Europa y vivían mejor", explica a EL ESPAÑOL.
En una época marcada por la crisis de los cayucos, cuenta que el viaje en patera hasta llegar a Tenerife duró diez días, pero el proceso de adaptación en España fue mucho más largo. Aún siendo adolescente, huyó durante meses de los centros de menores en Canarias y Sevilla, ya que tenia que trabajar para pagar la deuda con las mafias que habían costeado su viaje.
Al ser temporada de recolección de naranjas, decidió irse a Valencia, donde trabajó como temporero sin tener papeles y durmió en la calle durante los primeros años. Una forma de vida que chocaba con todas sus expectativas sobre la vida en Europa. "Cuando la gente vuelve a Senegal no cuenta exactamente cuál es la situación aquí. Yo he pasado hambre en Europa y he dormido en la calle en Europa", espeta.
A pesar de todos los contratiempos durante casi una década viviendo al margen de la legalidad, pasando por hasta tres detenciones y con la imposibilidad de acceder a servicios básicos como la sanidad o la educación, Mbaye reafirmaba más que nunca su aspiración de convertirse en enfermero desde que llegó a las costas españolas.
"Ver cómo eran los cuidados sanitarios que recibí de Cruz Roja cuando llegué en patera a Tenerife fue lo que me empujó a estudiar la carrera de enfermería", cuenta. Años más tarde y tras una sucesión de hechos que ni él mismo imaginaba, su sueño se ha cumplido.
Nueva familia y nueva vida
Durante los primeros años en el país, Mbaye consiguió algo de dinero para pagar su deuda y ayudar a su familia desde España. Aún así, la vida en el campo y la venta ambulante era realmente dura, por lo que en 2006, con solo 18 años, decide mudarse a buscar una nueva vida algo más calmada en Bilbao, huyendo también de los problemas con las autoridades. Una vez allí, vive los primeros meses en situación de calle y posteriormente en un piso patera junto a otros migrantes. "Poco a poco fui buscándome la vida y conseguí pagar la deuda del viaje tras ocho años, en 2011, trabajando en la calle", afirma.
Después de unos meses vendiendo en las calles bilbaínas comienza a charlar y a establecer una relación de confianza con Juan Gil, un vecino con el que se cruzaba cada día en un bar cuando se dirigía a trabajar en la manta. Un día, Mbaye le confesó que le gustaría estudiar enfermería y el propio Gil le ofreció mudarse a su casa para ahorrarse los gastos de alquiler y poder hacerlo.
Lo que Mbaye no se imaginaba es que ese hombre se convertiría años después en su padre adoptivo en España. Ya en su nueva casa, comenzó a estudiar Bachillerato mientras trabajaba como camarero. Posteriormente hizo la Prueba de Acceso a la Universidad para mayores de 25 años y consiguió entrar en la Escuela de Enfermería Universitaria de Vitoria-Gasteiz para formarse. "Estoy muy agradecido con mi padre, me dio la oportunidad de quedarme en su casa y poder estudiar", reconoce con emoción.
El sanitario guarda un buen recuerdo de sus años en la facultad, aunque tuvo que esforzarse para superar la barrera del idioma. Al terminar la carrera, su adopción ya se había formalizado, por lo que adquirió la nacionalidad española y en 2018 empezó a trabajar en el Hospital Universitario de Basurto, un centro público situado en el barrio homónimo de la villa de Bilbao.
Unos años más tarde, Mbaye fundó la ONG SUNU GAAL, -que significa 'nuestra patera' en wólof- con el objetivo de promover la cooperación sanitaria y educativa tanto en el País Vasco como en su país natal.
Ser sanitario senegalés en España
"A la gente le impacta ver a una persona negra trabajando en el hospital, aunque poco a poco vamos acostumbrándonos a la diversidad cultural que tenemos en nuestra sociedad", dice.
Lo cierto es que las condiciones para trabajar en el sistema de salud en España obstaculizan de facto el acceso de ciudadanos extranjeros. Especialmente en el ámbito público, porque para realizar la oposición de Enfermería, el marco legal determina que los solicitantes han de tener la nacionalidad española o de un Estado miembro de la Unión Europea, además de un título universitario equivalente y homologado.
"Como sanitario pude acceder con la nacionalidad porque mi padre me adoptó. Son políticas discriminatorias porque sin nacionalidad no habría podido trabajar en un hospital público", espeta. "Durante la pandemia sí se permitió que trabajasen las personas extranjeras y ahora después, que se les han rescindido los contratos, es como… 'en situación de emergencia sí, pero si mejoramos vas a ir a la calle'.
En este sentido, otra preocupación habitual es la discriminación cotidiana a la que deben enfrentarse los trabajadores migrantes. "Yo puedo decir que, en general, no he sufrido racismo en mi trabajo, salvo en el periodo de prácticas, cuando un hombre me dijo que yo por ser negro no podía atenderle. Esperamos que no vuelva a pasar y a mí al menos no me ha pasado otra vez. Noto que hay un respaldo por parte de la gente de mi alrededor para que no pase, porque las mismas capacidades que hay aquí también las puede tener una persona de fuera", expone el enfermero.
"Además, el hecho de trabajar en el sistema público para mí es importante porque ves a personas que vienen de otros lugares, y que muchas veces por desgracia el trato hacia ellos a veces cambia por parte de algunos profesionales".
Aún así, Mbaye destaca que en su profesión hay muchas más cosas positivas que negativas: "Me gusta hacer mi trabajo, estar con la gente… la enfermería es el motor de todo un sistema de salud", reconoce.
"Lo que no me gusta es que no te sientes apoyado por las políticas que se hacen. También hay momentos muy duros a los que te tienes que enfrentar, como la Covid, cuando las personas se morían sin despedirse de sus familias y la impotencia de no poder hacer por ellos… Para mí todo lo que hemos visto ha sido una lección de vida".
Un limbo de pobreza y exclusión
De acuerdo con el último informe de la Fundación por Causa, hoy hay hasta medio millón de migrantes viviendo en situación irregular en España. Según este estudio, el limbo legal y administrativo en el que se encuentran estas personas tiene un efecto determinante en sus vidas, pues impide el acceso efectivo a servicios básicos como la salud y la educación e incluso la justicia, además de multiplicar las posibilidades de vivir en la pobreza y la explotación laboral.
"No tener papeles te limita a todo, no puedes ni ir al médico antes de cumplir un año de empadronamiento porque se niega el acceso a la salud. Si te pones enfermo, olvídate. Igual te atienden si estás muy mal, pero después te llega la factura a casa", explica Mbaye.
Organizaciones como Amnistía Internacional llevan años denunciando la exclusión de personas extranjeras en el sistema sanitario español. Después de la última reforma del sector sanitario en 2021, se sigue limitando la atención a personas inmigrantes exclusivamente en situaciones especiales de urgencia.
La regularización exprés de refugiados ucranianos tras la invasión de Rusia también ha creado confusión entre el resto de población migrante, que no entiende por qué este mismo procedimiento no se ha llevado a cabo con aquellos de nacionalidad siria, afgana o yemení, entre otros.
De hecho, la propuesta de una regularización urgente de migrantes por la situación de crisis derivada de la pandemia fue rechazada en el Congreso de los Diputados en septiembre de 2020. "Siempre ha faltado voluntad política, nunca les ha importado poder regularizar la situación de otras personas que han migrado por razones similares. Hay refugiados de primera y de segunda. La única diferencia es el tono de piel y el color de ojos", denuncia, recordando que en 2020 murieron más de 4.000 personas en la ruta canaria.
En la actualidad, Mbaye compagina su trabajo de enfermero en Bilbao con su labor como director en la ONG que fundó. Además de ser conferenciante para diferentes instituciones académicas, también se centra en sensibilizar sobre la situación de los migrantes y la importancia del acceso a los servicios esenciales como la salud y la educación, tanto en España como en Senegal.