La vida de Carlos Julio Matos Montero pasaba desapercibida en Madrid. Sin estridencias, extravagancias ni sobresaltos. Parecía un dominicano más entre los muchos que viven en el barrio de Campamento (Madrid). Su vida era “gris”, en palabras de quien le ha seguido la pista durante más de tres años. Pero tras esa apariencia inocente y envejecida se esconde el temible Calín, un narcotraficante y asesino buscado en España e Italia, y que provoca pánico entre sus propios lacayos. La semana pasada, finalmente, fue detenido con las manos en la masa.
La operación se realizó conjuntamente entre la Policía Nacional, el Servicio de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria y la Polícia Judiciária de Portugal. En total, hay 15 personas detenidas -la mayoría dominicanos- que contaban con diferentes roles en una organización dedicada a introducir y distribuir cocaína en España.
Los agentes realizaron siete registros en Madrid, uno en Alcorcón, otro en Getafe y un último en Granada. En total, intervinieron 83 kilos de cocaína, un revólver, siete vehículos, 4.240 euros en efectivo, 28 teléfonos móviles, dos básculas y dos envasadoras al vacío.
El día que huyó
Calín llevaba años en el radar del grupo XV de la Brigada Central de Estupefacientes (UDYCO) de la Policía Nacional. El 26 de junio de 2019 estuvo a punto de caer en una operación en el aeropuerto. Aquel día —grabado a fuego en la memoria del inspector a cargo del citado grupo— el narcotraficante recibió un cargamento de cocaína procedente de Asunción (Paraguay) en el Aeropuerto de Barajas a través de los maleteros, es decir, los mozos que cargan en el equipaje.
Los agentes tenían a Calín bajo vigilancia, pero el narco, igualmente, estaba fuertemente vigilado por los suyos. Un movimiento en falso de los agentes podría haber desencadenado la huída del narco y ponerle sobre aviso. Había que esperar. Finalmente, la droga se perdió en el trayecto entre el aeropuerto y el domicilio del traficante.
Así pues, pasaron casi dos años hasta abril de 2021, cuando una serie de escuchas telefónicas confirmaron que Calín estaba detrás del traslado de una mujer a Lanzarote portando 60 bolas de cocaína entre sus pertenencias, motivo por el que fue detenida en Barajas.
Gracias a varias gestiones policiales, los agentes identificaron al miembro de la organización encargado de la distribución de la cocaína en Asturias y Cantabria. A finales de febrero, detectaron cómo Calín abandonó su domicilio en una furgoneta y se reunió con otro varón que iba a bordo de un turismo. Posteriormente, ambos vehículos se desplazaron hasta una finca situada en una pequeña localidad de Granada, para emprender posteriormente el viaje de vuelta a Madrid.
Una vez en la capital, los vehículos fueron interceptados, localizando 3,5 kilos de cocaína ocultos en una “caleta” por lo que los agentes detuvieron al transportista, al conductor del vehículo lanzadera y a la persona que iba a recibir la sustancia estupefaciente en Madrid. Tras ser puestos a disposición judicial se decretó el ingreso en prisión de todos ellos.
Los investigadores detectaron que Calín —destinatario final del estupefaciente y líder de la organización— huyó a Portugal al percatarse de los arrestos. Tras emitir una Orden Europea de Detención a nombre del investigado, fue detenido por la Polícia Judiciária de Portugal. Al mismo tiempo, fueron detenidos otros dos varones, concretamente los encargados de la venta de la sustancia estupefaciente y del blanqueo de capitales procedentes del negocio ilegal.
El momento de la detención fue vivido en las dependencias de la UDYCO como un gol en el minuto 90. “Gritamos, nos abrazamos, todo”, recuerda el investigador. Acababan de pescar a su pez más gordo. En el momento de su detención, el narcotraficante pretendía meter 80 kilos de cocaína ocultos en maletas por el Aeropuerto de Lisboa. “Tenemos ya muy vigilado Barajas, así que buscan otras vías”, explica esta fuente.
"No me soltéis"
Calín llevaba cerca de 10 años en España. Su organización controlaba todo el proceso entre el origen y el destino de la droga. O bien la vendían en sus propios narcopisos de Usera y Asturias, o la vendían a otros vendedores intermedios.
Pero el tráfico de drogas no es el único delito cometido por el temible Calín. En su país de origen, la República Dominicana, estuvo preso por el asesinato de tres personas. “Lo que pasa es que allí pagas a la familia y al Estado y sales [de la cárcel]”, explica el inspector que le ha detenido. Aunque se le han demostrado estos tres asesinatos, algunos de sus lacayos han asegurado que ha cometido más de 12, aunque nunca se han podido demostrar.
Algunos de sus compinches se echaron a llorar en el momento de ser detenidos, por miedo a las represalias si Calín se entera de que cantan. Los hay que prefieren las cadenas a la muerte. “Algunos nos decían: ‘No me pongáis en libertad’. Si Calín se entera de que están en la calle va a pensar que han colaborado y les va a matar”, asegura esta fuente policial.
Pese a las ingentes cantidades de droga que Calín pudo vender en España -suficientes para comprar un hotel de 3 millones de euros en su país de origen-, su tren de vida era muy austero. No conducía un coche lujoso ni comía en restaurantes caros. Vivía en un pequeño piso de Madrid con su pareja, que los investigadores sospechan que hacía las veces de contable. ¿Por qué entonces te dedicas a algo así? “Porque está loco”.
La operación policial que ha culminado en su detención fue bautizada como Operación Fring, en referencia a Gustavo Fring, el personaje de Breaking Bad. El temible Calín es igual: frío, profesional, calculador, austero, tremendamente cuidadoso y muy cruel. De ahí su apodo.