Que dos jóvenes empresarios de alta cuna se inspirasen en el personaje de Gordon Gekko de la película Wall Street para ponerle nombre a sus empresas, entraría dentro del folclore emprendedor de los vástagos de la élite española. Que estos dos amigos sean querellados por la Fiscalía Anticorrupción por estafa agravada, blanqueo de capitales y falsedad en documento público, tras llevarse seis millones de dólares por la venta de material sanitario en el peor momento de la pandemia, crea un inevitable paralelismo con aquel broker sin escrúpulos a quien dio vida Michael Douglas en 1997.
"La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena; es necesaria y funciona. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución. La codicia en todas sus formas: la codicia de vivir, de saber, de amar, de dinero; es lo que ha marcado la vida de la humanidad", decía Gekko en una de sus intervenciones que quedarían para la posteridad.
La admiración por aquel personaje de la ficción llevó en la vida real a Luis Medina Abascal -hijo de la exmodelo Naty Abascal- y a su amigo Alberto Luceño Cerón a nombrar dos sociedades que ambos crearon por separado. La de Medina Abascal, Gekko Partners SL, fundada en 2009. La de Luceño Cerón, Gekko Consultoría Estratégica SL, constituida un año después, en 2010.
Sus aventuras empresariales continuaron con intensidad en los años siguientes, aunque nunca de una forma en que se les pudiese relacionar. A pesar de sus estrafalarios referentes, la actividad de ambos estuvo siempre libre de sospecha. Hasta noviembre de 2020.
Entonces, la Fiscalía Anticorrupción les puso el ojo encima: comenzó a investigar a ambos amigos por beneficiarse del cobro de seis millones de dólares en comisiones por la venta de mascarillas y material sanitario importado de Asia tras una adjudicación del Ayuntamiento de Madrid. Un millón se lo llevó Medina Abascal, mientras que cinco fueron para Luceño Cerón, según adelantó Eldiario.es el pasado viernes.
Aristócrata y VIP
Luis Medina Abascal no es alguien acostumbrado a aparecer en las páginas de las secciones de Tribunales. Su actividad pública la ha acaparado siempre la prensa del corazón. Es hijo de la modelo Naty Abascal y del ya difunto duque de Feria Rafael de Medina y Ferández de Córdoba. Este último fue condenado por tráfico de drogas y corrupción de menores y falleció en 2001 tras una atormentada vida.
A lo largo de sus 41 años, Luis Medina se ha dedicado al mundo de la moda, la publicidad, y la gestión y consultoría empresariales a través de sociedades como Azulalia Essential SL, la mencionada Gekko Partners SL o Tula Creative Studio SL, establecida en Barcelona y cuyo nombre hace referencia a una de sus perras. En 2018, durante unos meses, también estuvo al frente de Nabain SL, una compañía en números rojos con la que su madre gestionaba su trabajo y patrimonio.
Su actividad en este entramado de empresas estaba complementada por numerosas apariciones públicas, fiestas y eventos en diversas capitales del mundo pero, sobre todo, en Madrid y otras ciudades españolas. A pesar de este perfil, siempre rehuyó la fama. "No me interesa ser influencer. Lo que me paga las facturas es Showme [perteneciente a Azulalia Essential], es mi día a día", dijo en una entrevista a El Confidencial en 2019. Entonces tenía una cuenta de Instagram con cerca de 30.000 seguidores. La gestionaba la agencia Artist Space.
La empresa lo definía así en su porfolio de personajes: "Aristócrata, empresario y socialité, Luis es uno de los invitados VIP más reclamados en los 'front rows' de los desfiles de todo el mundo y en las alfombras rojas de los eventos más exclusivos. En los últimos años se ha convertido en referente para las marcas de moda masculina, debido a su poder de prescripción tanto en el mundo 'online' como 'offline'".
Meses después de que la Fiscalía Anticorrupción iniciase la investigación, en marzo de 2021, Medina Abascal borró por completo su rastro en redes sociales. La apertura de diligencias coincidió también con la expectativa de convertirse en marqués: su hermano mayor Rafael, quien heredó el título de duque de Feria, le cedió el Marquesado de Villalba, algo que todavía no se ha llegado a formalizar.
Un primo de Almeida
Un año antes, en las primeras semanas de la pandemia, la falta de material sanitario para el personal en primera línea empujó a numerosas administraciones a conceder adjudicaciones sin apenas control. Fue entonces cuando Luis Medina Abascal hizo uso de su buena red de contactos y de su cercanía con un primo del alcalde, el abogado Carlos Martínez-Almeida Morales, según Anticorrupción. Después llamó a un alto cargo del Ayuntamiento de Madrid, de indentidad desconocida. Le dijo que su amigo Luceño Cerón conocía a empresas de las que importar mascarillas y otro material desde Asia.
Se produjeron unas tres llamadas más. Luceño Cerón ya estaba en contacto con el alto cargo del consistorio que dirige José Luis Martínez Almeida. El Ayuntamiento aprobó la adjudicación a través de la Empresa de Servicios Funerarios y Cementerios de Madrid SA. Dos semanas después de la luz verde, en abril, Medina Abascal creó en una nueva sociedad a propósito del contrato millonario, llamada Sextante Trade Desk SL, cuya actividad empresarial se registró como "intermediaria de comercio de productos diversos".
Al igual que sucedió 10 años antes con las empresas Gekko, Luceño Cerón fue detrás de su amigo e inscribió en mayo una nueva compañía con la misma actividad económica que la de Medina Abascal. Se llama Takamaka Invest SL, que además extiende sus operaciones al mundo inmobiliario. Mientras que en Sextante Trade Desk SL no figura ninguna actividad financiera, en Takamaka Invest SL se registran unas ventas de 4,8 millones de euros. La cifra corresponde únicamente al ejercicio de 2020, año en que la empresa estuvo activa siete meses.
Según Anticorrupción, Luceño Cerón se embolsó cinco millones, después de haber hecho de intermediario con una cadena de bazares malasia que fabricaba guantes, mascarillas y test rápidos en China. Medina se llevó un millón. En total, seis millones de dólares de comisión por tres contratos, por los que el Ayuntamiento de Madrid pagó 11 millones. Es decir, un 55% del desembolso del consistorio fue a parar a los bolsillos de los dos empresarios.
Finalmente, uno de los tres contratos fue revertido por el mal estado y baja calidad de los guantes, que además no eran los que el Ayuntamiento había encargado. También había 250.000 tests defectuosos. Luceño Cerón tuvo que devolver a su contratante cuatro de los cinco millones que se había llevado. Entonces, cortaron la comunicación.
De forma similar a las adjudicaciones de las que se benefició Tomás Díaz Ayuso de la Comunidad de Madrid que preside su hermana Isabel, los contratos investigados por Anticorrupción fueron los más caros que pagó el Ayuntamiento de Madrid a lo largo de toda la pandemia: Medina Abascal y Luceño Cerón vendieron las mascarillas FFP2 a 6,2 euros la unidad, mientras que los tests de anticuerpos los comercializaron a 16 euros cada uno.
En el caso de Tomás Díaz Ayuso, él y su socio Daniel Alcázar vendieron las mascarillas -también FFP2- a cinco euros la unidad al Gobierno regional. Esto es 1,2 euros más baratas que las mascarillas de Medina y Luceño Cerón, y aun así, tres veces más caras que el precio medio que se pagó al resto de proveedores sanitarios de la Comunidad de Madrid en aquel momento, según reveló El País este martes.
El Ayuntamiento de Madrid comunicó su intención de colaborar con la investigación para aclarar lo sucedido. Anticorrupción acudirá finalmente a los tribunales al considerar que ambos personajes actuaron "con ánimo de obtener un exagerado e injustificado beneficio económico". Mientras, los amigos que jugaron a ser como el codicioso Gekko permanecen en el más absoluto silencio.
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