Botellones, vandalismo... Los 70 años de abandono de los decorados de las pelis del Oeste en Almería
La provincia ve como poco a poco se desvanencen los recuerdos de una época dorada que la colocó en el mapa internacional del cine.
30 abril, 2022 03:25Noticias relacionadas
En octubre de 2021, el actor Viggo Mortensen fue el último en grabar una película en el Western Leone, el decorado de películas que el director utilizó para sus películas en Almería. El argentino fue de la mano de Lisandro Alonso para grabar escenas de Eureka en el saloon del poblado.
“Lo único que quisieron instalar fue este hierro en la barra”, dice el encargado, señalando al pasamanos que recorre del mostrador que en otro tiempo soportó vasos sudorosos de whisky que pedían los cowboys al llegar a la ciudad y amarrar su caballo en las maderas de fuera.
En la segunda mitad del siglo XX, Almería vivió su particular edad de oro cinematográfica albergando, entre sus montañas y el desierto de Tabernas, algunas de las mejores películas del lejano oeste. Caballos Salvajes, Lawrence de Arabia o El bueno, el feo y el malo son algunos títulos ilustres. Hoy la mayoría de las localizaciones no son más que polvo, amasijos de hierros y paredes que se caen carcomidas.
El cine llegó hasta Almería, casi por casualidad, en el año 1952 cuando se produjo el primer rodaje de un largometraje, La Llamada de África. La orografía de la provincia la colocó pronto en el punto de mira de los directores de westerns, sobre todo en la década de los 70, que convirtieron el lugar en una meca del séptimo arte.
Este atractivo propició el nacimiento de toda una industria relacionada con la cinematografía. Empresas, agencias de actores de acción, doblajes, guías turísticos… Y todo eso dejó una huella visible desde las carreteras que serpentean por las lomas que vigilan Tabernas desde las alturas. Son los decorados olvidados.
A escasos metros del Western Leone, en un paseo que no supera los cinco minutos a pie, se llega a El Cóndor. O lo que queda de él. En 1970 se erigió como fuerte para los soldados de la película homónima que rodó John Guillermin. Ahora, si se quisiese llevar a la horca a algún forajido sería imposible: la plataforma no tiene ni suelo.
Sólo queda en pie, más o menos, la pensión Coyote. El resto del set es un conjunto de andamios y paredes de adobe derruidos, sin ninguna posibilidad de ser rescatados por si alguien volviese a querer grabar allí. Es el ejemplo más claro de lo que fue un tiempo de gloria que ahora agoniza ante la indiferencia de las Administraciones públicas y los propietarios privados. Ninguna de las dos partes han sabido revitalizar una industria que podría haber sido puntera, según denuncian algunas organizaciones.
Caballos salvajes se grabó en 1973. Desde la autovía todavía se pueden ver restos de muros y de la iglesia del poblado Nueva Frontera, que formaba parte de la película. Pero no sólo los enclaves antiguos están deteriorados. Algunos que se usaron hace menos de ocho también están cayéndose trozo a trozo o incluso han desaparecido.
Es el caso del que mandó a construir Ridley Scott en El Chorrillo para su película Exodus (2014). En los últimos años el deterioro y el expolio es más que evidente, pero aún así todavía hay curiosos que se acercan hasta allí para retratarse junto a un lado de la historia. Tampoco está bien parado el set donde se grabó el poblado de Vaes Dothrak, el territorio de la tribu Dothraki en Juego de tronos.
Es más fácil encontrar pintadas de jóvenes prometiéndose un amor eterno que acabará como las paredes de las casas, latas cervezas de otros que fueron a pasárselo bien sin más o restos de hogueras que cualquier cosa que se parezca a un decorado de cine.
Si uno va buscando Aqaba, la ciudad que apareció en 1962 en Lawrence de Arabia, seguramente no pueda encontrarla. Se trataba de 300 edificios de ladrillos, que tuvieron que ser montados por más de 200 personas en tres meses, en la ciudad de Carboneras. Esta fue la primera gran producción de Hollywood en territorio almeriense. Hoy es una carretera que cruza el final del río Alías. No hay ningún cartel que indique qué ocurrió allí hace seis décadas.
Y de los enclaves que están todavía en pie se quieren deshacer sus propietarios. Es el caso del rancho Western Leone, donde arrancaba este reportaje. El símbolo de una era está en venta. Quien quiera (y pueda) puede hacerse con el recinto donde se filmó Hasta que llegó su hora.
Aquello se mantiene un poco como puede. Tras pagar la entrada de 12 euros, se puede pasear por las calles del rancho y sentirse un vaquero en el saloon (la entrada incluye una consumición, una lata de refresco o cerveza) mientras suena música de la época desde unos altavoces un poco cascados que le dan un poco más de encanto.
El problema suscita en el uso que le quiera dar el nuevo propietario, que podría revivir el rancho y darle una nueva vida de película, pero que también podría convertirlo en ruinas y dejar para el olvido cualquier legado de Leone en la zona.
“El tema de los sets es muy complejo. Confluye que se trata de arquitectura efímera que se usa en uno o varios rodajes, transformando el decorado según interese. Por otro lado, están en fincas privadas a cuyos dueños no les interesa mantener esos decorados para un uso turístico. Y, en tercer lugar, las instituciones públicas no pueden o no saben implicarse en cómo afrontar el tema. Uso para el cine, propiedad privada y disfrute turístico, es muy difícil conjugar todo eso”, explica a EL ESPAÑOL Juanen Pérez, de Almeriacine, una asociación que ha cumplido 21 años defendiendo el patrimonio cultural e inmobiliario del cine en la provincia.
“Produce mucha frustración en la población que ha visto que llegaron producciones muy importantes, con decorados muy importantes, pero que cuando terminaba la película no quedaba nada”, explica Carlos Rosado, presidente de la Spain Film Commission y de Andalucía Film Commission, a este periódico.
En su día, la Junta de Andalucía encargó a su organización un estudio de viabilidad sobre la rentabilización de los rodajes bajo el nombre de Centro Integral Audiovisual de Almería (CIADA). Su apuesta era porque se potenciaran los rodajes en interiores además de los exteriores. “Lo hemos dicho muchas veces: se necesita de un impulso público para que después el sector privado pueda gestionarlo”. El amplio informe no ha logrado el respaldo suficiente para salir adelante como posiblemente ocurra con los estudios de cine.