Manlleu presenta la imagen tranquila de un municipio más de su tamaño en la comarca de Osona (Barcelona), donde conviven diferentes grupos de extranjeros con la población local sin mayores problemas: mujeres con hiyab y minifalda se cruzan en las calles y se saludan, las carnicerías halal abren puerta con puerta con supermercados con productos de Rumanía y con locutorios regentados por hispanoamericanos; los ghaneses se sientan en el banco de una plaza en cuya esquina, los marroquíes toman café en un bar, y niños de diferentes orígenes juegan alegremente en la calle, al tiempo que se comunican en catalán y árabe con naturalidad.
Es la imagen de un paraíso intercultural que, sin embargo, el pasado domingo se desmoronó, cuando una pelea multitudinaria entre marroquíes y dominicanos trajo al frente una realidad subyacente: los problemas de convivencia que Manlleu arrastra desde hace más de 20 años, y que en los últimos meses se han recrudecido con una nueva ola de delincuencia.
Manlleu tiene una concentración de inmigrantes del 23,88% sobre el total de su población. Esto significa que, de 20.804 habitantes, 4.967 son de nacionalidad extranjera. El municipio se pobló primero de migración interior procedente de otras partes de España en busca de oportunidades. A partir de los años 90, llegaron los marroquíes, atraídos por las posibilidades que les ofrecía la potente industria cárnica implantada en la región. Solo en Manlleu, tienen su sede dos importantes empresas nacionales del sector, como La Piara y Casa Tarradellas. Los pequeños y medianos mataderos y plantas procesadoras se cuentan por decenas. En los últimos años, han llegado ghaneses, más marroquíes, y también dominicanos, venezolanos y de otras comunidades hispanoamericanas.
El epicentro del fenómeno migratorio de Manlleu es el barrio del Erm, una zona con edificios de viviendas de clase trabajadora y establecimientos comerciales rotulados en una gran variedad de idiomas. Fue allí, en el restaurante chino Li, donde se originó el enfrentamiento multitudinario cuyas imágenes dieron la vuelta a España. Rosa Moreno, la camarera que atendía en la sala aquel domingo, relata lo siguiente a este periódico:
“Entró un marroquí que suele venir a jugar a la máquina pidiendo cambio de forma algo agresiva. Un dominicano que estaba sentado en una de las mesas le llamó la atención y le dijo que se fuera. Entonces empezaron a insultarse. ‘Latino de mierda’, le dijo el marroquí. El otro respondió, comenzaron a empujarse y acabaron en la calle. Cogieron las botellas de la barra, las rompieron, y se amenazaron con ellas”.
Ya en la calle, conocidos de uno y de otro se unieron a la trifulca, llegando a una decena de implicados. La actuación de la Policía Local, sin embargo, evitó que el choque derivara en tragedia. El sargento Moixé Gimeno explica a EL ESPAÑOL que se trata de un hecho aislado y fortuito: “No son personas que pertenezcan a bandas. Lo que ocurrió es como cualquier pelea que puede estallar a la salida de un estadio de fútbol pero la difusión de las imágenes aumenta la percepción de inseguridad”.
Como las 'banlieues'
Si bien la pelea fue un hecho fortuito, ha puesto el foco en un municipio y en un barrio con un conflicto al que el policía se refiere así: “Tampoco estamos en un sitio fácil donde no pase nada. Manlleu es un lugar complejo donde coinciden diferentes culturas que tienen en común que ocupan la vía pública y lo que se percibe son situaciones de inseguridad y de incivismo”.
Por su parte, el alcalde de Manlleu de ERC, Àlex Garrido, se refirió así a la problemática que atraviesa la población en noviembre de 2021, en unas declaraciones a TV3: “Estamos a las puertas de una situación muy similar a la que se vivió en Francia en 2005 con la revuelta de las ‘banlieues’. Tenemos que combatir el fracaso escolar y dar alternativas de inserción laboral a los jóvenes”.
Garrido hablaba, en concreto, de una ola de delincuencia provocada por menores extranjeros no acompañados que, junto a otros jóvenes de etnia gitana, han protagonizado incontables robos y peleas en los últimos meses. Un vecino presente en el restaurante chino Li, dice a EL ESPAÑOL que hace apenas un mes hubo “dos tanganas entre grupos de unos quince marroquíes”. “Los problemas son sobre todo entre ellos”, añade el residente, que no quiso dar su nombre.
Moreno, la camarera del bar, relata asimismo que a una amiga suya le entraron a robar en casa, e incluso los ha visto arrancar de cuajo las cajas de un supermercado BonÀrea en el mismo barrio. A ella misma le robaron el contador del agua hace unas semanas. Sin ir más lejos, el 12 de mayo, los Mossos d’Esquadra detuvieron a otros chicos que iban con un televisor por una de las calles del Erm a plena luz del día, después de haberlo robado forzosamente de un domicilio. Casos como estos son una tónica habitual que tiene a los vecinos atemorizados.
“Aquí no hay centro de menores, pero los chicos vienen igual. No tienen donde quedarse y ocupan casas, roban en pisos y tiendas y echan el día en la calle”, explica Moreno, que además es responsable de la asociación Karaama. A través de esta ONG está en contacto con los colectivos más vulnerables del pueblo y conoce de primera mano la problemática: “Muchos inmigrantes vienen aquí porque los pisos son más baratos que en Barcelona o Girona y hay trabajos como los de los mataderos que muchos locales no quieren hacer. El problema es cuando vienen familias enteras sin papeles y menores que no tienen qué hacer o dónde meterse”, lamenta la camarera, que pide que se tomen medidas al respecto.
La mayoría de delitos y casos de incivismo se concentran en el barrio donde conviven las principales poblaciones de extranjeros. Así lo muestra un mapa de calor elaborado por la Policía Municipal y al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, el cual localiza la mayoría de las incidencias en el Erm. El sargento Gimeno, sin embargo, hace hincapié en que la percepción es mucho mayor que la realidad que arrojan los datos.
“En 2020 tuvimos una tasa de 37,3 delitos por cada 1.000 habitantes, algo que está por debajo de la media en el grupo de municipios con un número de residentes similar al nuestro. Resolvimos también el 33,9% de los delitos, cuando la media en el mismo grupo es del 31,4%. Los detenidos por 1.000 habitantes, en Manlleu fueron del 4,1%, mientras que en el grupo de municipios fue del 3,1%; los delitos denunciados por drogas o armas fueron del 8,1%, cuando en el resto de pueblos fue del 4,7%...”, explica Gimeno.
Con esto, el sargento quiere poner el foco en que el trabajo de la cuarentena de agentes de la Policía Local es constante y consiguen controlar la inseguridad en un lugar donde se dan todas las características para que ocurra lo contrario. “Estamos desarrollando una app de seguridad ciudadana, vamos a instalar cámaras en la rotonda donde se produjo la pelea, que es el punto con más delitos de todo Manlleu y estamos poniendo todos los medios para cercar a este grupo multireincidente que es que protagoniza la mayoría de episodios de violencia en el pueblo. Hemos expulsado ya a algunos a sus países de origen y estamos dispuestos a aplicar toda la severidad posible para garantizar la convivencia”, añade el policía.
Junto a la actuación policial, los diferentes equipos de Gobierno de Manlleu han tratado de revertir el problema de convivencia con diferentes medidas en los últimos años. Ya en 2006 se presentó un primer plan que se renueva de forma cíclica. El último fue lanzado en 2019 y tiene previsto alcanzar la totalidad de sus objetivos en 2023.
Esto no ha impedido que el Erm de Manlleu se haya convertido en objeto de estudio por parte de universitarios y expertos en asuntos de multiculturalidad. Vecinos como Miquel Casanovas, presidente de la asociación de residentes del Erm, se muestran cansados de participar en entrevistas en medios de comunicación y en estudios científicos que, según él, utilizan su barrio como un “laboratorio” o como un ejemplo de situaciones que él define de “excepcionalidad”.
“Llevamos años trabajando en diferentes líneas para hacer posible que Manlleu sea un lugar en el que se pueda vivir con normalidad y con la integración de las diferentes comunidades que conforman su población. Unas tienen más éxito, otras menos”, asegura el vecino, que declinó participar en una entrevista con más profundidad.
Problema de racismo
La realidad de Manlleu también ha sido el caldo de cultivo perfecto para el auge de posturas identitarias que afloraron con fuerza a principios de los 2000 con el partido xenófobo Plataforma per Catalunya. La antigua formación liderada por Josep Anglada nació en Vic, capital de Osona, como respuesta a la creciente población inmigrante y, sobre todo, musulmana, que se asentó en la zona. En toda la comarca y en otros pueblos de la provincia de Girona, la situación que se vive en Manlleu se ha reproducido con más o menos intensidad en función del momento.
En la actualidad, en Manlleu, solo un concejal recoge el testigo de la propuesta política de Anglada. Se trata de Francisco Zambrana, que ahora actúa como regidor sin vinculación con ninguna lista. Zambrana es vecino del Erm y trabajó durante 40 años como policía municipal. En las últimas elecciones superó el medio millar de votos y ha protagonizado algún episodio de tensión en el pasado.
“No es una realidad que vamos a negar. Aquí hay mucha delincuencia, pero también hay mucho racismo. Lo que tienen que hacer los políticos es aplicar programas reales para sacar a los chavales de la calle. La inmigración es una realidad que no se va a ir y tenemos que aprender a convivir con ella”, asegura Moreno.
La mayoría de generaciones de migrantes trabajadores en Manlleu es como se lo toman: Francisco es un jubilado oriundo de Jaén que llegó al pueblo hace 60 años, donde se quedó después de hacer la mili en Vic. “Sí que es verdad que antes todo era más tranquilo, pero nunca he tenido ningún problema con nadie”, asegura. En el mismo sentido se expresa Adams, un ghanense que reside en Barcelona y recorre todos los días el trayecto de más de una hora hasta Manlleu para trabajar en un matadero: “Aquí es todo tranquilo, vengo, trabajo, y me voy. Los amigos que viven aquí tampoco han tenido problemas”, concluye.