La tarde empezó caliente en Madrid. No sólo por las altas temperaturas registradas en la capital cercanas a los 30 grados, sino por la tensión que genera la final de Champions League. El Real Madrid, el club más laureado de la historia de la competición, ha conseguido alzarse con la 14ª Copa de Europa, lo que ha generado un aluvión de emociones entre los hinchas que se amontonaron alrededor del Santiago Bernabéu. “Se lo restregaré a mis amigos del Liverpool”, dice a EL ESPAÑOL el pequeño Íñigo, que apenas superaba los 10 años, pero que ya ha sido testigo de otra mágica noche europea.
Los casi 1.100 kilómetros que separan Madrid y París han quedado reducidos al mínimo por la exaltación de los aficionados madridistas, cuyos corazones latían insuflando ánimos a las piernas de los Benzema, Vinicius Jr., Modric y el resto de la armada blanca que ha logrado una nueva gesta. Íñigo y su hermana, Camila, estaban entre ellos, alrededor del estadio. Eran noveles, pero los madridistas de todas las edades no dejaban de corear al unísono. “¡Cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si me hiciste campeón de Europa una y otra vez!”, clamaban las gargantas madridistas cada poco minutos.
Y es que EL ESPAÑOL ha querido ser testigo de lo que se ha vivido en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu. Desde la calle del Padre Damián, hasta el paseo de la Castellana, pasando la calle de Rafael Salgado y la avenida de Concha Espina. Los cuatro costados del estadio estaban a reventar a pocos minutos del inicio de la final de la Champions de 2022. Se avistaban camisetas, bufandas y banderas del Real Madrid para animar al equipo de Chamartín. Niños y ancianos se concentraban con un único fin: celebrar la posible consecución de la 14ª Orejona.
Y así lo hicieron. Este medio, de hecho, ha visto la mágica final resuelta con un gol de Vinicius Jr. en el minuto 59 en uno de los pocos bares cercanos al Bernabéu que se han atrevido a poner el partido en la televisión, el Carl's Jr. de la calle de Santo Domingo de Silos, a escasos metros de la avenida de Concha Espina. Sólo los bares más valientes se han arriesgado a transmitir la final “por la que se podía liar”, explicaba a este diario el camarero de la Taberna La Daniela, también próxima al estadio.
Por las calles no cabía ni un alfiler. Ni siquiera se alivió el gentío cuando los 60.000 aficionados más suertudos accedieron al Bernabéu para ver la final en las cuatro pantallas gigantes que dispuso el club en el centro del campo. Éstas eran de 14 metros de ancho por 13 de alto, es decir, las mismas pantallas gigantes que mandó instalar Florentino Pérez en las finales de Champions de 2014, 2016, 2017 y 2018. Y, como un talismán, han servido para que en este 2022 nuevamente el Real Madrid se haya llevado el gato al agua.
De la tensión a la euforia
Al principio, este diario no entendía por qué muchos camareros y locales se negaban a poner la final. Luego quedó más claro que el agua. El Carl's Jr. donde ha estado EL ESPAÑOL estaba a reventar. Tanto que Marta, Sandra, Mari y el resto del equipo han tenido que ejercer no sólo de hosteleros, sino también de porteros de discoteca para limitar el acceso. Dura tarea, pero perfectamente solventada a base de paciencia y ciencia.
Mientras tanto dentro del bar se vivían sentimientos que pasaban rápidamente de la tensión a la euforia. Y vuelta a empezar. Por ejemplo, la primera parte de la final, que se tuvo que retrasar 36 minutos por problemas de seguridad con los aficionados del Liverpool, navegaba tensa. Hasta que marcó Karim Benzema. Euforia. Cervezas al aire. Y el Covid, olvidado. Como un chiste, un jienense, un inglés –del Madrid– y un peruano que no se conocían se fundieron en un abrazo fraternal y madridista.
Pero llegó el mazazo. El gol de Benzema fue anulado. El madridismo de los aledaños del Santiago Bernabéu comenzó a lamentar con rabia que el VAR señalara un claro fuera de juego. Y así transitaron los últimos minutos de la primera parte. Hasta llegar al descanso. Fuera del bar, eso sí, cientos de aficionados miraban el partido a través de los amplios ventanales del Carl's Jr. Algunos de ellos, bombo en mano, que no dejaba de retumbar, y bengalas al aire, cuyo humo entraba de vez en cuando al interior del local.
El gol de Vinicius
Tras los pertinentes 15 minutos de receso, el partido se reanudó y la tensión de este bar, como tantos en tantos otros que hay en la geografía española iba en aumento. Y los cánticos y las bufandas al aire volvieron a calentar el ambiente. “¡Hasta el final, vamos Real!” o el tradicional “¡Alé, alé, alé, alé, aléee, Real Madrid, alé, Real Madrid, alé, Real Madrid, alé, alé!”, coreaban los aficionados tanto dentro como fuera de los bares.
Por cierto, aunque no viniese a cuenta, los hinchas se acordaban de vez en cuando de Kylian Mbappé, llamándole de todo menos guapo. La renovación del futbolista francés aún sigue escociendo entre el madridismo, así que de vez en cuando clamaban “Mbappé, hijo de…”. Quizá, que la final se haya celebrado en Francia hacía recordar aún más al astro que se quedó en el PSG por unos cuantos millones.
Pero volviendo al partido, y al astro que se ha consolidado esta temporada en el Real Madrid, Vinicius Jr., lo que ocurrió en el minuto 59 de partido fue magia. Un fabuloso pase al hueco de Fede Valverde dejó solo al brasileño, que batió a su compatriota. Aquí, ni fuera de juego ni nada. Y el bar explotó en un júbilo de alegría. Abrazos. Besos. Lloros de emoción y, también, un aficionado con la silla al aire como ya la elevó David Alaba en el Bernabéu para recordar de quién es el trono europeo. Lo de este aficionado era más peligroso porque no había mucho espacio, pero no pasó nada. Por suerte.
Sea como fuere, la cerveza y las Coca-colas que quedaban en los vasos se derramaron al aire. Duchando a los madridistas del bar de Concha Espina, incluido este periodista. Mari, una de las camareras, lamentaba haberse empapado, pero como una trabajadora jabata permanecía incólume vigilando el acceso al lugar para que la cosa no se desmadrara. Ella y el resto del equipo de Carl's Jr., que estuvieron también brillantes en la final. No todos lo bares habrían aguantado.
Pese a ello, aún faltaban 31 minutos más los cinco añadidos para que el árbitro pitase el final del partido. Una larguísima media hora en la que el Real Madrid aguantó las embestidas reds con una buena defensa y un imperial Thibaut Courtois, quizá el mayor responsable de la consecución de la 14ª Copa de Europa al realizar nueve paradones ante el cuadro de Jürgen Klopp. En este bar, y en los de media España, de hecho, corearon su nombre en señal de agradecimiento al meta belga.
Y el árbitro pitó y los aficionados se subieron a las sillas para celebrar la victoria. Las bengalas volvieron a encenderse en Concha Espina y los bombos rugían más fuerte que nunca. “¡Campeones, campeones, oé, oé, oé!”, gritaba la gente presa de la emoción. Veteranos y noveles, como los pequeños Íñigo y Camila, han sido testigos de la nueva Champions madridista. Y, por supuesto, los más atrevidos, a Cibeles.