Al igual que el sexo comenzó como algo puro, romántico e incluso infantil, el sexting entró en la vida de Carla con suavidad. Al principio se sentía como un sujeto pasivo: “Físicamente me excitaba, pero yo no era capaz de provocar el encuentro, me limitaba a la hora de expresarme”.
Tres años después, es ella la que toma la iniciativa; es directa, sincera y disfruta de escribir textos, enviar fotos o hacerse vídeos sugerentes. “Supongo que he tenido que interiorizarlo de otra manera por las barreras marcadas por la sociedad o por mi educación”, reconoce la joven de 25 años.
El sexo a través del móvil ha vuelto a la palestra tras la filtración de un vídeo de contenido sexual de Santi Millán —un delito contra su intimidad, pues fue sin su consentimiento. Aunque sea aún un tema tabú, son muchas las personas que han probado a grabarse manteniendo relaciones íntimas o que, simplemente, envían vídeos en conversaciones privadas. También están los que lejos de enviar contenido audiovisual, abogan por despertar la pasión enviando textos eróticos a través de aplicaciones de mensajería.
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Carla hacía esto último con su pareja sexual. El término, como tal, no lo conocía; el sexting, la unión entre sexo y texto (en inglés). La práctica sí, algunos de sus amigos lo habían explorado. A Carla (nombre ficticio) le surgió por la distancia; su novio vivía en otra ciudad y descubrió una forma “de avivar la llama”.
Este es uno de los muchos motivos que llevan a dos personas a usar el teléfono como herramienta sexual. Otras son el incitar como un preliminar, las ganas de provocar y de sentirse anhelado, o incluso el aburrimiento, según desgranan los expertos. Ellos inciden en no verlo como algo negativo; en cambio, en una búsqueda por internet la mayoría de resultados se enfocan en sus peligros: que los menores divulguen imágenes sin ropa y, en general, la exposición del material privado y el daño que pude provocar.
Es un juego que puede ir desde lo banal hasta lo profundo. Samuel Rueda, psicólogo y director del Máster en Sexología de la Universidad de Sevilla, describe que “en un ámbito de consentimiento y libertad, caldea el ambiente para un próximo encuentro sexual”: “Es conocer a la otra persona en distintos momentos de su vida íntima y cumplir fantasías”. Para él, la clave es “sentirse deseado y despertar el deseo en la pareja”.
Para muchos, puede ser una carta de presentación ante un desconocido. La oportunidad de contarle al otro las preferencias y un impulso para que el acto físico sea más esperado. Cecilia Bizzotto, socióloga y portavoz de la aplicación de citas Joyclub, insiste en que es una oportunidad para ser claro: “A veces, quedamos con alguien y nos damos cuenta de que igual no sabemos qué le gusta o cuáles son sus límites”. Con la pareja habitual ayuda a “mantener despierto” el vínculo, por la creatividad y el factor sorpresa.“Por ejemplo, si te haces una foto picante en el baño del trabajo”.
Bizzotto describe que la gran diferencia entre el sexo convencional y el virtual es que en este segundo gana protagonismo la masturbación. “Lo haces antes, después, durante, y en este caso a veces incluso te miras a ti mismo más para saber si estás guapo”, apunta.
De los usuarios del programa de Joyclub, un 84% de hombres y un 82% de mujeres han probado el sexting, según Bizzotto. “Estos perfiles coinciden en que están interesados en una sexualidad más liberada. No es que si no lo pruebes no lo estés, pero te tienes que gustar a ti mismo de alguna manera. El sexo es importante en tu vida”, comenta.
Se trata de una nueva forma de explorar el mundo; igual que a través de las redes sociales la gente comparte recetas, restaurantes, ropa o música. El brutal desarrollo de las tecnologías se instaura en las maneras de ligar y de cómo conectamos. “La explosión de la pornografía, el acceso a imágenes eróticas, explícitas y distorsionadas generan falsas creencias”, admite la socióloga.
Cultura de la inmediatez
Una foto provocadora puede sacar a una pareja de la rutina y también puede captar la atención de alguien que se conoce a través de una pantalla. Emma Rivas, doctora en Psicología y Sexóloga Clínica en Barcelona, coincide en el peligro de trivializarlo: “Se ha puesto de moda y a veces con la cultura de la inmediatez no hay una conciencia, no existe une reflexión sobre los peligros que tiene”.
Los aspectos buenos son, para Rivas, acercarse de una nueva manera al otro y encenderle. Los malos: la posible viralización –como el caso de Santi Millán–, también la extorsión. “Me he encontrado en consulta casos en los que se usaban este tipo de vídeos como chantaje. Lo haces en un contexto que te parece seguro, pero a veces puede ser una amenaza”.
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Además, si se utiliza como sustituto al sexo, pueden deformar la realidad: “Es como la pornografía, luego les puede costar las relaciones físicas reales”. La psicóloga, creadora de un programa de ”Mindfulsex” que aboga por explorar el cuerpo en plena conciencia, incide en que algunas veces esta confusión de la realidad nace de la “búsqueda de afecto y desconexión”.
Entre las preferencias, según Bizzotto, los hombres optan por las fotos y las mujeres por indagar en las fantasías. Por otra parte, el riesgo es diferente. Es más común que ellos lo pidan y, en el caso de que se difundan, ellas son las más castigadas, según coinciden los expertos. “En algunas plataformas en línea incluso se utiliza eso de: ‘No voy a quedar contigo si no te veo antes”, aclara Rueda.
También existe el caso contrario, que alguien envíe fotos sin que el otro las quiera recibir. “No deja de ser un tipo de violencia”, describe. Bizzotto lo tilda de “control y sometimiento”: “Cuando un hombre envía una foto no consensuada, lo hace porque no sabe ligar, pero también por dominar y hacer sentir insegura a la otra parte”.
Es lo que sucede cuando deciden compartir por grupos de WhatsApp las imágenes privadas que les han enviado. “Es machismo”, declara la socióloga: “Alardean o insultan, es gravísimo”. Bizzotto se plantea el peor de los escenarios con escepticismo: “De todos modos, si se acaba compartiendo tu foto desnuda, ¿qué dice de ti cuando la has mandado en un contexto erótico? ¿Por qué es negativo? Por los tabúes de sexo”.
Conversación, confianza y precaución
La duda y el miedo siempre están ahí. Incluso para Carla, que tiene acordado que después de que acabe la conversación se borran todos los documentos gráficos. “Aunque no me exponga, sea una relación madura, sana, estable y duradera, siempre hay un halo de desconfianza”.
En realidad, ese quebramiento de la privacidad lo es también de la intimidad, porque a Carla no le molesta que la vean haciendo topless en la playa, pero le aterra una imagen suya subida a la nube. “Es la intención, el vulnerar ese pacto”, confiesa.
Además de eliminar todas las pruebas del sexting, Carla evita que se vea algún distintivo de su piel como marquitas o tatuajes. Precisamente, sus actuaciones son las recomendaciones que prestan los profesionales. “Sobre todo es tomar conciencia, tener información, reflexionar antes de grabar un video y controlar la situación. Si depende de tu pareja, en principio confías, pero nunca sabes si estamos con un perverso narcisista. Se da a menudo que estás enamorada, grabas un video, y él se lo queda y lo usa para extorsionarte. No hay que dar el poder a otras personas”, resume Rivas.
Carla siente que hay que ir un poco cegado. Que como han determinado unas reglas, ambos las van a cumplir. Que se tiende a comprobar todo y provoca una desbocada ansiedad cuando algo escapa del control. Que ella ha evolucionado gracias a atreverse. “Con la comunicación, en cuanto a sexualidad, he hecho un desarrollo personal de tomar conciencia y ser más libre con mi pareja”.