En el barrio de las Adelfas de Madrid, nos encontramos con el IES Pacífico, a priori, un instituto más en la capital, pero en el fondo, una de las mayores escuelas de talento de la misma. El pasado año, cada alumno recibió una media de entre seis y siete ofertas de trabajo antes de terminar incluso su formación. Y lo cierto es que la media de este año no ha bajado mucho más.
Con unos 550 alumnos matriculados, “todos los que terminan el grado superior, ya están colocados”, confirma a EL ESPAÑOL Salvador García, director del centro. Imparten básicos de Informática y Electricidad, grados medios de Instalaciones de Telecomunicaciones e Instalaciones Eléctricas y Automáticas; y superiores de Mantenimiento Electrónico y Sistemas de Telecomunicaciones e Informáticos. Además de contar con dos grados propios de desarrollo de aplicaciones para móviles y microrobótica.
Con tan solo 21 años, Guillermo López es uno de los alumnos que acaba de terminar el superior de Sistemas de Telecomunicaciones y ya tiene sobre la mesa tres ofertas de trabajo: “Hice las prácticas en Indra y me han ofrecido quedarme. También tengo dos ofertas más, pero no puedo decir el nombre de las empresas porque son fuertes”, cuenta el joven a este diario.
López terminó el bachillerato y decidió iniciar los estudios en este instituto con el objetivo de encontrar trabajo pronto, pero ahora ni siquiera sabe si aceptará alguna de esas ofertas: “No sé si decidirme o incluso seguir estudiando, tengo sólo 21 años y a lo mejor es bueno que estudie otro grado superior, aunque sin cerrar ninguna puerta”.
Confirma a este medio que el grado ha cumplido de sobra con sus expectativas y recomienda la experiencia: “En el colegio no te suelen dar la opción de la FP porque te intentan llevar por el camino de la universidad. Recomiendo a la gente que quiera trabajar que se meta en esto”. Como trabajo de fin de grado, ha planteado cómo sería la domotización de una casa: control de temperatura, humedad o electricidad, un proyecto laureado por los propios profesores.
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Muchas ofertas, muchas dudas
Tomás, otro alumno del instituto, acaba de terminar el grado medio de Instalaciones de Telecomunicaciones y tampoco tiene claro que vaya a aceptar la oferta de la empresa donde ha realizado sus prácticas. Es más, en principio, ya la ha rechazado: “Tenía claro que quería seguir estudiando el superior, pero me han vuelto a llamar insistiéndome y estoy dudando. Solo tengo 18 años y es una decisión importante”, cuenta dudoso.
En duda también se encuentra otro de los alumnos, Óscar Aguado, que tras tres años estudiando una ingeniera en la universidad, decidió pasarse directamente al grado superior. Ahora, tras realizar sus prácticas en AppPlus, le han ofrecido quedarse, aunque también ha recibido una oferta de otra empresa: “No esperaba encontrar trabajo tan pronto, esperaba terminar al verano para empezar a buscar tranquilamente, así que haré las entrevistas y tendré que decidirme”, relata.
El equipo directivo del centro no se sorprende con estas situaciones: ¿rechazar ofertas con tan sólo 20 años? “Hay empresas que nos han llegado a pedir 40 personas de golpe de una semana a otra, y nos ha sido imposible, no tenemos a tantos alumnos”, cuenta José Carlos Egea, jefe de estudios de IES Pacífico. El centro tiene convenio de inserción laboral con 160 empresas punteras en el sector como Prosegur, Vodafone, Indra o AppPlus. “El tutor de cada grupo suele ser el enlace con ellas y es una labor fundamental porque es el intermediario”, apunta Egea.
Los jóvenes que terminan estudiando en este instituto suelen perseguir un objetivo vocacional o de inserción laboral, como fue el caso de Javier Santiago: “Acabé el bachiller y vi que una carrera no era lo mío. Quería empezar a trabajar cuanto antes y sabía que para las empresas que buscan mi perfil, lo mejor era estudiar esta FP”, explica en un descanso de su recién estrenado puesto. Antes de terminar el grado superior, ya tenía un puesto de trabajo en Prosegur, donde ahora arregla alarmas, detectores y cámaras: “En principio, es un contrato de seis meses y luego ya me hacen indefinido”.
Ana, de la misma edad, comenzó ingeniería telemática en la universidad y lo dejó para estudiar el mismo grado: “Esto es más práctico. Al final, si es técnico y no estás tocando aparatos, no te vale de nada. Hacer cuentas, ¿para qué? Si luego no sabes operar”. Tras realizar sus prácticas en RTVE, buscará trabajo después del verano. La bolsa de empleo del centro le sigue acompañando en su carrera laboral.
La motivación es la clave
En la visita de este periódico al IES Pacífico nos cruzamos con Javier, el padre de uno de los alumnos del centro, Iñaki Velasco. Viene a recoger, orgulloso, las notas de su hijo, al que le ha sido imposible escaparse de su nuevo empleo. Se trata de uno de los casos de éxito más reconocidos entre el equipo educativo, tal y como reconoce el propio progenitor: “Aún recuerdo cuando entramos por esa puerta, que mi hijo tenía 16 años y traía mogollón de problemas de todo tipo. Empezó con el grado básico y el director me dijo: “A ver si conseguimos que llegue al medio”. Y mira… básico, medio, superior, y ahora está trabajando en Telefónica”.
Iñaki hizo las prácticas allí y no dudaron en contratarlo: “Terminó un jueves y al lunes siguiente ya había empezado su contrato. Desde la empresa le dicen que ingenieros hay muchos, pero que faltan técnicos, así que si destaca un poco, se lo quedan seguro”. Javier nos habla de lo importante que es la motivación en estos casos: “Todo era suspender y venía a clase torcido absolutamente, pero al entrar en la básica e ir aprobando, empezó a mejorar la autoestima, que es algo fundamental. Vienen de fracaso tras fracaso y los padres lo pasamos mal, es que hemos estado hasta con psicólogos. Así que no puedo más que agradecerle a todo el equipo del centro al completo, han sido todo facilidades”, desvela emocionado.
Y mientras unos van recuperando la motivación por el camino, otros la llevan por bandera. Es el caso de Pablo Herrero Martí, el alumno más aventajado del centro: a sus 66 años, acaba de terminar el grado medio de Telecomunicaciones. Sus dos hijos, según nos reconoce, le dicen que “está loco”, pero a él le da igual y lo cierto es que posiblemente sea el más cuerdo de todos los alumnos. “Llevo toda la vida aprendiendo, cuando me falte la cabeza y ya no me entienda ni yo, lo dejaré. Pero es una manera de vivir como otra cualquiera: aprendiendo”.
Es ingeniero técnico en topografía, maestro industrial y operador técnico en aparatos radiactivos. Y este diario lo encuentra en el centro dispuesto a recoger sus notas, tras realizar su proyecto final: “Hice un inventario de todos los equipos del instituto, pero es que el año pasado también hice el módulo de electricidad y domótica”. Tiene prisa –dice–, va a hacer otra parada en otro instituto para matricularse en Sonorización: “Voy a dar iluminación, sonorización, fotografía… una serie de cosas nuevas que me interesan”.
–¿Empezó a estudiar de nuevo cuando se jubiló?
Absentismo, pese a las oportunidades
–¿Los alumnos suelen dejarlo a mitad de curso?
–Los del superior, ninguno. Empiezan 30 y terminan 30, pero en los grados básicos… Sí, hay bastantes que se quedan por el camino.
José Carlos Egea relata lo difícil que es tratar con los alumnos que llegan a los grados básicos. “Es una vía para que los chavales no abandonen el sistema educativo, pero sabiendo cómo llegan con sus situaciones familiares, la verdad es que la mitad se reconducen, pero nos gustaría que fueran más”.
María Fernanda de Ayala y Sara Borja son las profesoras del grado básico, el cual tiene casi siempre el 100% de plazas cubiertas, y el que, según José Carlos, suele ser el que más “guerra” da. “Vienen chavales de todo tipo, normalmente, desmotivados, con mucho fracaso escolar o con situaciones de acoso en centros anteriores. Cada año es un reto diferente”, relatan las tutoras a EL ESPAÑOL.
Estos ciclos fueron de los más afectados por la pandemia. “Para nosotras fue muchísima cantidad de trabajo, no estábamos preparados para ese ritmo de clases online, y ellos mucho menos. Te escribían a cualquier hora, como a las cuatro de la madrugada, y pretendían que les contestases también a esa hora. Tenían los horarios cambiados, se ponían a hacer ejercicios a las tres y luego no había manera de que se levantaran por la mañana”, recuerdan las profesoras –ahora sí, entre risas–. “Para nosotras es complicado buscar un equilibrio para ser justos con todo el mundo y a la misma vez, ejercer de profesoras, por los problemas familiares que traen. Pero en este centro, la FP básica funciona muy bien y lo cierto es que los grupos, en general, suelen ser buenos”.
Formación en valores
Hablemos con quien hablemos, todos coinciden en lo mismo: el equipo humano del IES Pacífico es parte esencial de la inserción laboral de los jóvenes que pasan por allí. Lo corrobora Salvador García, el propio director del mismo: “La suerte que tenemos es la del equipo educativo, que está muy comprometido con los alumnos. Tenemos un ambiente bastante familiar, porque los chavales quieren el cariño de los profesores, no quieren ser un anónimo más. Sobre todo pasa con los pequeños, que cuando tienen un problema personal, se está muy pendiente. Y luego es que contamos con más de 160 empresas punteras en el sector que, en ocasiones, hay que decirles que no. El año pasado le mandamos de golpe a una empresa 60 alumnos, pero es que a la semana siguiente nos pedían otros 40”.
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Y entonces comienza el círculo vicioso –y más que positivo–: la motivación llega a los profesores. “Para nosotros esto es un chute de motivación enorme. Aunque ya la llevamos intrínseca, no le dedicaríamos tanto tiempo, sobre todo desde el equipo directivo, que le dedicamos muchas horas al centro. Queremos, de verdad, aportar un granito de arena a la sociedad”.
–¿Tienen apoyo por parte de las administraciones públicas?
–Sí, pero algo más siempre está bien. Si nos ayudaran a hacer más publicidad a esos módulos que tienen tantas salidas y en los que no tenemos tantos alumnos, estaría bien. Los medios que tenemos son buenos, a mí me gustaría que fueran mejores, pero dentro de lo que tenemos, están bastante bien.
Lo cierto es que no tienen tanta lista de espera como se podría esperar en un centro que asegura en sus formularios de inscripción –y con los hechos posteriores– que cuentan con un 100% de inserción laboral. ¿El motivo? Según el profesorado, “la desinformación”. “Las redes ahora son muy importantes, porque la prensa de papel cada vez se lee menos entre los jóvenes. Pero es una pena porque el ciclo de mantenimiento, por ejemplo, tiene una salida tremenda. Yo les hablo del ideal del centro a las familias, de que hay que formar ciudadanos útiles a la sociedad, ser respetuosos. Hay que inculcarles la cultura del esfuerzo, porque es lo que va acompañado de la llave del éxito”.