“La policía nos empezó a pegar con porras y pistolas, querían matarnos. Mataron a mis amigos enfrente mía, a mis pies. Toda la gente estaba herida, con brazos y piernas rotas. Nos dejaron dos horas allí tirados, como animales. Una persona pedía agua, agua, agua, otras lloraban; pero nadie nos vino a ayudar”, recuerda Abuobida esas dramáticas horas en que las fuerzas de seguridad marroquíes lo dejaron tirado en el suelo junto a decenas de migrantes en Barrio Chino, a pie de la valla de Melilla.
Abuobida tiene 20 años y salió hace cinco de Darfur (Sudán) con la vista puesta en Europa. Escapaba de una guerra para buscar protección junto a sus familiares en Francia y Suiza. Entonces, siendo todavía menor de edad, no imaginó que su viaje iba a ser tan largo y difícil, cinco años en los que atravesó Libia, Argelia y Marruecos.
Cuando era muy pequeño dejó a su familia y no sabe si están vivos o muertos.
“Cuando era pequeño estalló la guerra, prendían fuego a la casa y disparaban a la gente. Abandoné el país y me fui a Libia, pero no es seguro, matan y meten a los migrantes en prisión. No teníamos casa, ni trabajo, así que miramos a otro sitio. Llegamos a Argelia, y lo mismo de lo mismo; y entonces nos cambiamos a Marruecos. Marruecos parece un buen sitio, pero es fatal. No nos ayudan, vivimos en la calle como animales, no encontramos ni trabajo ni comida. Por eso, intentamos entrar a Melilla”, relata Abuobida.
Junto a cerca de 2.000 personas migrantes intentó saltar la valla de Marruecos a Melilla el 24 de junio. “No nos respetaron, nos pegaron, nos dispararon, nos asesinaron, un amigo murió, y otro está herido en el hospital”, lamenta Abuobida. Ese día, su amigo Hanin de 25 años perdió la vida. “Murió enfrente de mí. Estaba llorando y seguían pegándole, y al final murió”.
Los pies en Melilla
Poco antes, Abuobida había conseguido entrar en Melilla. Puso sus pies en territorio español el día 24 de junio. Sin embargo, cuenta su historia desde Marruecos porque lo devolvieron al infierno de la valla de Barrio Chino, donde decenas de personas migrantes yacían en el suelo bajo el sol rodeadas de más de mil agentes de las fuerzas del orden marroquíes. “Recorrí todo el mundo, entré en Melilla, y me devolvió la policía española, que además me hirió”, lamenta.
Devolución que condena la investigadora de la Universidad de Michigan Cynthia Magallanes-González desde Marruecos, donde documenta los flujos migratorios, “los grupos sudaneses automáticamente son reconocidos por ACNUR como refugiados en todo el mundo por lo que está pasando en sus países. Así que al devolverlos hacia Marruecos (como denuncia Abuobida), los dos Estados violan leyes internacionales, convenciones que ellos mismos han firmado, porque Marruecos es un peligro para muchos migrantes. Es un país muy racializado, donde los policías están entrenados a mirar a la persona con la piel negra como si fuera automáticamente una persona ilegal”.
Desde el Ministerio del Interior en Madrid mantienen a EL ESPAÑOL que “no ha habido ninguna expulsión. No se ha expulsado a nadie. De hecho, todos han expresado voluntad de protección internacional”. Se refiere a los 133 migrantes que llegaron al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), la mayoría de Sudán y Chad.
Por lo tanto, son personas susceptibles de protección internacional. En 2021, la tasa de reconocimiento positivo para personas procedentes de Sudan fue de más del 91% y de Chad fue de más del 82%, según los datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
A diferencia de lo que mantiene Interior, una voluntaria de una organización de apoyo a migrantes en Melilla, que prefiere guardar su anonimato, relató a este medio que “la policía marroquí entró en territorio español para contener y devolver a las personas que habían saltado”. “Testigos en Melilla oyeron disparos y se encontraron pelotas de goma. Se utilizaron porras y gas lacrimógeno para intentar contener la entrada”, cuenta la misma fuente.
Un pan en un día
La entrevista de Abuobida con EL ESPAÑOL es telefónica. El chico se encuentra en Agadir, después de que las autoridades marroquíes le subieran en un autobús herido el mismo viernes de la tragedia en la valla. Pasó toda la noche viajando. Lo abandonaron herido en Beni Melal, en las montañas del Atlas Medio. “Me duele todo el cuerpo. Sigo con la misma ropa y he comido un día un pan que nos dieron”, relata el joven una semana después de la tragedia.
Los días posteriores al salto, 1.300 migrantes fueron alejados a ciudades del centro y el sur del país en autobuses custodiados por las fuerzas de seguridad. El joven había llegado hace un mes a Nador para intentar entrar en Melilla y vivir en Europa junto a sus familiares, en Francia y Suiza. Ese tiempo malvivió en el campamento de Gurugú, junto a otros compatriotas que fueron llegando de distintas partes de Marruecos.
Los migrantes sudaneses se autoorganizaron. “Me llamaron. Llegó gente a Nador andando, en transporte público, en taxi, y durante un mes vivimos en los bosques. Hicimos un grupo allí para entrar en España porque nadie nos ayuda, y lo necesitamos”, explica este joven, que estuvo un mes en el monte.
“No hay ninguna organización detrás del salto”, mantiene. Mientras el gobierno español y las autoridades marroquíes apuntan a las mafias como las responsables de la muerte de al menos 23 personas migrantes y decenas de heridos. “No hay organización aquí que nos ayude. Vinimos a Marruecos sin ningún control y necesitamos llegar a Europa porque no tenemos dinero, no tenemos trabajo, no tenemos nada”, afirma Abuobida.
“Drama racista”
“La rueda de prensa ofrecida el 25 de junio de 2022 por Pedro Sánchez legitimó las acciones que condujeron a esta masacre, participando en el proceso de normalización de esta violencia letal contra las personas negras, personas que buscan el exilio”, sentencia Elsa Tyszler, autora de una tesis doctoral en sociología sobre la violencia del control migratorio en las fronteras de Ceuta y Melilla.
Sociólogos e investigadores ya hablan de un “drama racista”. “El excluir de entrar regularmente en el territorio europeo a la gran mayoría de los nacionales africanos crea las condiciones estructurales para este tipo de masacre, que se repite desde hace más de 20 años. El contraste con la acogida que se da desde marzo de 2022 a las personas que huyen de Ucrania ilustra aún más el aspecto racista de estos dramas”, afirma Tyszler.
Cuando EL ESPAÑOL entrevistó a Abuobida, el viernes, estaba estudiando cómo llegar a Rabat para poder acudir a pedir ayuda a alguna institución internacional. Su fututo inmediato se lo pregunta él mismo: “¿Qué hacemos ahora? Mis amigos han muerto a mis pies. Necesitamos ayuda”.