Nabil 'El Moro', el novillero marroquí de Pamplona: "Mi sueño es torear en la Maestranza"
El joven, de apenas 20 años, ya ha debutado en plazas de Andalucía. Participó en una novillada organizada por Morante de la Puebla.
5 julio, 2022 02:44En el centro de la Monumental de Pamplona, Nabil Essaouari mira al tendido con su capote en la mano. 'El Moro' cuenta 20 primaveras y tiene planta, hombros anchos y talle fino. Sueña con un traje de grana y oro, un Jandilla y un trapo al vuelo. Se ve torero en la brega, en quites, y con la muleta, artista y dominador. Ante nada y ante nadie, para, templa y manda, con una gaonera fina, como si la lidia entrara al trapo.
Para torear,
igual que para amar,
hay que parar, templar y mandar.
El novillero se vuelve tímido cuando suelta los aperos. No le gusta hablar en exceso. Al contrario que en la lidia, las preguntas las despacha con pases cortos. Sobre el albero, por contra, le gustan "la pureza, la naturalidad y la hondura de los muletazos".
Sabe que su nombre le da un toque exótico a su toreo, que tiene las 'mirás clavás' en lo que haga. Pisa el ruedo 'El Moro'. Eso no le incomoda. Su padre es de Marruecos y su madre de Olivenza (Extremadura). "Tengo la doble nacionalidad. Por mis venas corre sangre marroquí, pero nací en Pamplona".
También corre por sus venas la tauromaquia. Sus abuelos trabajaban en fincas de toro bravo en Olivenza y él quedaba obnubilado con los astados cuando iba a visitarles. La pasión del niño hizo que la abuela acabara por tejerle su propio capote. "Ese fue el primero que tuve. Siempre veíamos las corridas en la televisión", reconoce.
Tradición y religión
La Monumental de Pamplona tiene distintos recovecos que pueden visitarse antes de los días grandes de San Fermín. La Puerta de Cuadrillas es uno de ellos. Además de al coso, da acceso a un lugar donde se producen muchos de los momentos mágicos previos a la lidia. A la izquierda de este pasillo, al fondo de una puerta, se asoma la capilla, un lugar donde muchos han pedido a San Fermín que les preste su capote.
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Para este reportaje, Nabil accede por esta misma puerta. Sin embargo, no entra en la capilla. Los toreros suelen ser hombres de fe, pero en este caso el novillero no se adentra en los entresijos de la religión. Es algo común a una nueva generación a futuros matadores, más alejados del escepticismo, y no algo que sólo le ocurra a él en concreto.
"Convivo entre las dos religiones —la musulmana y la católica—, pero no soy muy practicante. Yo lo respeto, lo entiendo, pero no...", expone cuando se le ofrece hacerle alguna fotografía en la capilla, delante de una imagen de San Fermín.
No cumple con las supersticiones de los toreros clásicos. "La mayoría suele tener sus manías, pero no tengo un rito especial. A veces, si te salen las cosas bien, pues vuelves a hacer lo mismo. Los toreros somos muy raros. Pero no soy un maniático".
Habla de su apodo sin tapujos. "'El Moro', sí, eso salió cuando empecé en la escuela con Manolo Reyes. Me lo dijo él cuando me fui a comprar el primer capote: "Oye, tendrás que tener algún mote o algo. ‘El Morito’ o ‘El Moro’ igual llama más la atención, porque al final no hay mucho novillero marroquí".
Marruecos no es muy dada a la tauromaquia. En 1956 quedaron prohibidos los festejos y la Plaza de Toros de Tánger, rodeada de mezquitas, terminó por ser el refugio de varias familias.
La máxima relación que puede tener el territorio africano con el mundo de la lidia son algunos bares taurinos situados en Casablanca. "En realidad, en Marruecos sólo conozco a un chico al que le gustan los toros. Es de Casablanca y es muy aficionado. Está entrenando todos los días, lee mucho, ve mucho toro... Quiere venir a España y de vez en cuando nos mandamos mensajes".
El miedo
"Yo le prometí a mi padre, cuando estaba agonizando, que nunca más iba a tener miedo. Pero tengo miedo. Miedo a la muerte. Soy un cobarde". Estas frases pertenecen a Rafael de Paula. Las pronunció en una entrevista para Crónica, donde también afirmó que él había sido quien mejor había toreado en la historia.
Y es que el miedo es innato al ser humano. Los primeros en saberlo fueron sus familiares. Nabil podía haber sido futbolista, pero como José Tomás prefirió el capote al balón.
Nadie se lo podía creer. "Sí, les dio miedo cuando se lo dije. Ser torero es muy duro, no sólo para mí, sino también para ellos. Te pones delante de un novillo... Es complicado". "Me decían que si estaba loco...", apunta.
Él admite que la primera vez que se puso frente a un animal no tuvo miedo. "La primera vez era pequeño y no era tan consciente. Luego, cuando ves que va en serio, que tienes delante un eral, un novillo de casi 400 kilos... Ahí cambia la cosa".
Es el tiempo el que lo vuelve todo más complicado. El paso de los días se une a la experiencia adquirida y el niño que ponía un trapo a becerros ahora torea novillos. Su apoderado es Javier Munárriz, un empresario navarro que ayuda al novillero en todo lo que puede. Nabil Essaouari ha pisado plazas andaluzas, extremeñas, vascas y navarras. Ha lidiado en festejos organizados incluso por diestros de renombre como Morante de la Puebla.
Su última faena fue en Trucios (Vizcaya), organizada por la Escuela Taurina de Bilbao. En una buena jornada de toros junto a Nek Romero, frente a la ganadería de José Cruz Iribarren, 'El Moro' cortó una oreja y rozó la puerta grande. Sólo le alejó de ella un pinchazo ante el segundo novillo, bravo y bien plantado, que acabó dando la vuelta al ruedo.
Un oficio
Ese fue el inicio, viendo a las reses bravas en libertad. El siguiente paso sería aprender a manejar los aperos de labranza. El capote, la muleta, la espada... Cada cosa a su tiempo. Mejor dicho, cada pase en su tercio.
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Fue a los 16 años cuando se apuntó a la Escuela Taurina de Pamplona. Ahí realizó su primera verónica, su primer pase de pecho. De la mano de Manolo Reyes aprendió a manejar los trapos y el hierro. Primero en el salón, junto a otros muchachos; luego en el ruedo junto a becerros.
Mientras su generación mira de soslayo a la fiesta, él enfrenta de cara el arrinconamiento de la tauromaquia, cada vez peor vista entre los jóvenes. "La verdad es que nunca he tenido ningún conflicto con nadie. Me han respetado y me respetan. Nunca han cambiado su forma de ser conmigo porque quiera ser torero. A mí puede no gustarme lo que hagan, pero tampoco les digo nada".
Además, habla un chico joven, de apenas 20 años, del norte de España, donde los festejos no viven su mejor momento. Pero él se muestra bravo también para salir adelante. "En esta zona no es muy habitual que salgan toreros o novilleros como pueden ser Madrid, Andalucía, Salamanca… Pero cuando hay afición y quieres ser algo tienes que tirar para adelante, es como al que le gusta otras cosas".
Sabe que será complicado dedicarse al toreo, pero no desiste en el embite. Acaba de finalizar sus estudios de ganadería. Le gustan el campo y los animales y ni siquiera la pandemia le ha parado. Ha llegado a entrenar en el garaje de casa cuando no podía hacerlo en el campo. Tiene la valentía de un torero. "Son muchos los que lo han intentado, pero si alguien lo ha conseguido, pues por qué no vamos a intentarlo. Lo daremos todo, hasta que aguante el físico, la afición y el tiempo que te puedas mantener".
Todo influye
El toreo, como todo arte, es fugacidad. Los artistas demuestran que tienen madera en un simple pase, una media verónica o un delantal. Pero, como todo en la vida, también requiere de sacrificios, para evitar que San Fermín tenga que echarte un capote más de la cuenta.
Nabil deja claro que no tiene rutina de entrenamiento. Torea mucho de salón y, cuando puede, ante animales. "Tienes que practicar mucho para dedicarte a esto", reconoce.
Da menos importancia al aspecto físico. Es joven, cierto, y su genética es buena. A simple vista resaltan su fuerte tren inferior y su atlético tren alto. "El físico que hago es correr, cuando el tiempo me lo permite, y el frontenis, que es el deporte de los toreros. Los movimientos de este deporte son reacciones rápidas, correr para atrás, agacharte...", comenta Nabil.
'El Moro' sabe que no puede tener un cuerpo escultural y cuidado en el gimnasio. Debe dejar atrás deportes en los que la ganancia de músculo sea la prioridad. "No puedes estar muy musculado, la idea es que estés ágil", apostilla.
Igualmente, no comete excesos en la comida, aunque sí es cierto que en invierno mima más su nutrición. "Es más difícil salir a correr cuando llueve, de ahí que haya que mimarlo todo un poco más".
La Maestranza
Durante la sesión de fotos de este reportaje, Nabil posa en la calle Estafeta. Antes de que llegue la hora de celebrar los encierros, este emblema de las fiestas podría ser una vía más del centro histórico de la ciudad. Sin embargo, cuando Nabil posa, se torna distinta. Los viandantes le felicitan. "Ánimo, maestro, mucha suerte", le dice un señor mientras le tiende la mano.
Le preguntan si estará en el ruedo pamplonés del 7 al 14 de julio en la vuelta de los festejos de San Fermín a la Feria del Toro. De momento no, explica Nabil. Aún le quedan unas cuántas novilladas antes de tomar la alternativa.
Donde sí estará será en las gradas de Pamplona: ya tiene el abono. "Ver toros es bueno, hasta las corridas malas. Aprendes y ves lo que hacen con los toros buenos y malos. Ves cómo se colocan, los pases que le dan, el toque... Dices se le ha revuelto porque le ha hecho esto o lo otro". Bromea con la importancia también de pagar Canal + Toros. Se fija en las muñecas y en los brazos de los maestros.
La literatura taurina también es fundamental. De momento tiene entre manos la magnífica biografía de Chaves Nogales sobre uno de los maestros del toreo: 'Juan Belmonte, matador de toros: su vida y sus hazañas'.
'El Moro' quiere ser torero. Tiene claro por qué puerta grande quiere salir a hombros. "Me gustaría debutar en la Maestranza. También por supuesto en Pamplona, en Las Ventas... Pero me gusta mucho Sevilla y el ambiente que se respira, sobre todo el silencio, el respeto y la tradición".
De momento, Nabil Essaouari 'El Moro' ocupa el centro de la Monumental de Pamplona ante la atenta mirada de tres visitantes, anonadados con los capotazos del joven. Ellos le fotografían de lejos, como quienes ven a una futura figura del toreo; él se gusta y, mientras imagina su futuro, mece su cuerpo entero como mimbre canastero, traza el paso de un burel.
Cuando al vuelo tu capote
pinta veronica al trote
del toro en el redondel,
parece la Maestranza
una academia de danza
o un cortijo de Jerez.