A las 4 de la mañana suena el despertador. José Daniel Guerrero sabe que toca otra intensa jornada de trabajo bajo el sol. Sale de Fuentes de Ebro pronto para estar a las 6.00 horas en una población asentada sobre la dársena del río Gállego. Allí tiene lugar hoy el montaje de una de sus cinco plazas de toros portátiles para las fiestas del pueblo que comienzan el jueves. Va equipado con gorra, gafas de sol, un auricular inalámbrico, camiseta, guantes de obra, calzonas y zapatillas de deporte para una jornada que será más o menos extensiva según el brío que se den él y sus ayudantes, mínimo serán ocho horas entre nueve hombres.
—¿Se gana mucho con este negocio?
—Si ganara dinero me iba a levantar yo a las 4 de la mañana para montar plazas de toros… —dice José Daniel tajante, con ironía y una sonrisa mientras carga una viga sobre el hombro.
A las 6 de la mañana, sobre el terreno yermo se asientan dos camiones. La carga que portan los dos gigantes es una plaza de toros en piezas. Nadie puede imaginar lo que hay dentro, ni mucho menos cómo será el resultado final.
La cadena de montaje de la plaza parece una fábrica. El trabajo en cadena es un espectáculo. Sobre todo cuando comienzan los golpes a los hierros. Si el toreo es danza clásica o flamenco; el montaje de la plaza se asemeja por momentos a la música industrial. Golpes de martillo a compás y ruidos de piezas corriendo por riales hasta encontrar su hueco, terminando con un nuevo porrazo sonoro. Eso una y otra vez, durante ocho horas, repitiendo en cada zona un proceso similar.
Lo primero es trazar la circunferencia. Como enseñan en los colegios: atas una cuerda a un punto fijo y empiezas a hacer el círculo de la plaza. El radio está calculado a la perfección y para mantenerlo hay que fijarlo con cal, como se hacía antiguamente en los campos de fútbol de albero.
A partir de ahí, el camión con el material comenzará a dar vueltas mientras los operarios descargan. Se trata de colocar la estructura en el lugar donde se levantará finalmente. Esto es lo más parecido a un puzzle que se puede ver. “Si te equivocas en algo puedes retrasar el trabajo”, apunta José Daniel Guerrero.
Llegan las 14 horas y el ruedo está formado. El espectáculo puede comenzar. “Quién lo iba a decir hace sólo 8 horas”, se escucha decir junto al río Gállego. Aún falta un día para que comiencen las fiestas del pueblo, pero donde no había más que un terreno yermo, ahora hay una plaza de toros.
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Los números
José Guerrero heredó la empresa de su padre. Apunta que es autónomo desde los 16 años y está criado en los ruedos. "Con 12 ya recuerdo salir del colegio para ayudar en lo que podía, colocando algún tornillo y demás". Recuerda que antes —hace años— se montaban más espectáculos, pero el negocio no cree que se pierda.
Hace dos años, la crisis sanitaria de la Covid-19 dejó al sector taurino a falta de un estoque para la quiebra. El sector perdió un total del 89% de los festejos taurinos 2020. En 2021, la mayoría también se cancelaron. Sin embargo, en el negocio de las plazas de toros portátiles fue un gran ejercicio económico.
“Para nosotros fue bueno porque tenemos plazas con aforo. Entonces, con las restricciones por Covid, aquellas que no podían dar cuenta de su cupo no podían ser contratadas”, apunta el gerente de Guerrero Toros.
Él tiene a su disposición hasta cinco plazas. La que monta hoy es la más pequeña, con un aforo de unas 1.300 personas. Además, acaba de obtener un nuevo ruedo. En este caso es el más pequeño de su oferta y consta de 1.000 asientos. La más capacitada puede albergar hasta 2.400 plazas.
Los precios suelen rondar entre los 5.000 euros de las más baratas por apenas tres días hasta el doble del precio por cosos más grandes. ¿Facturación de una empresa así? “Eso te lo dejo a ti”, dice José Daniel. La multiplicación de los montajes haciendo una media de 23 espectáculos a razón de 7.000 euros de media, nos da una facturación que ronda los 160.000 euros. Este montante, por supuesto, puede ascender a más, pero a José Daniel no le gusta hablar de dinero. Lo único que tiene claro es que la facturación es “menos de la que debería”.
Los gastos, con las plazas en propiedad, son alquiler de la maquinaria para el transporte, personal (8 peones), reparaciones, seguros civiles y lugares donde guardar las plaza en invierno. Esto último, el empresario maño se lo ahorra porque lo hace en una nave familiar. Pero el resto hay que seguir pagándolo. “El único que se hace rico con este negocio es mi socio”, advierte en tono jocoso. El nombre del mismo, asegura, es Hacienda.
—¿Cuánto cuesta comprarse una plaza de estas? —le cuestiona el reportero.
—Lo mismo que comprarse un piso —responde José Daniel.
—¿Entonces unos 500.000 euros?
—No, no, ¿qué te lo has comprado en La Castellana?
—Bueno, no sé. Entonces, ¿cuánto?
—Una más o menos de este tamaño puede costar 120.000 euros. Y luego hay plazas que pueden alcanzar los 200.000 euros.
Montaje y desmontaje
El montaje de plazas de toros portátiles es algo habitual en España en los pueblos en los que no hay un coso taurino permanente. La normativa recoge que “son plazas de toros portátiles y eventuales aquellas instalaciones de perímetro cerrado, de carácter eventual, construidas mediante estructuras desmontables y trasladables a partir de elementos de madera, metálicos o sintéticos, con la adecuada solidez para albergar la celebración de espectáculos taurinos y debidamente autorizadas por los respectivos ayuntamientos donde se celebre el espectáculo”.
He ahí uno de los grandes problemas de la profesión: cada Ayuntamiento y cada Comunidad Autónoma tiene su propia normativa. José Daniel cuenta que hay plazas que no están homologadas ni registradas, pero que se montan por un precio inferior al que él lo hace. “Y aun así ganan más dinero que yo”, apunta.
Son los que él llama piratas. Actualmente, ha dejado de acudir a distintas regiones porque no podía competir. Apunta que ha llegado a hablar con algún consejero para explicarle que no inscribiría sus plazas en la Comunidad Autónoma hasta que no se hicieran las cosas de manera homologada.
José Guerrero instala sus plazas en País Vasco, Navarra, Aragón y Francia. No únicamente lo hace para los llamados festejos mayores, sino también para lo que se conocen como festejos populares (suelta de vaquillas -en su mayoría- recortadores, dobladores y otros espectáculos taurinos).
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“A ver, en esta zona se ha perdido el festejo mayor, pero el popular es muy difícil que se pierda. Está muy arraigado. Hay pueblecitos pequeños que no pueden permitirse todos los años instalar la plaza, pero sí lo hacen de vez en cuando. Y luego, los que lo hacen siempre, pues es muy difícil que se pierda”.
Las trabas que tiene habitualmente el negocio se acrecentaron con la llegada de la pandemia, como ya se expuso. “Para nosotros fue muy malo el 2020. No es que no facturáramos nada, sino que el Gobierno que tenemos consiguió que estuviéramos hasta el cuello. Las ayudas fueron irrisorias y muchos tuvieron que cerrar”.
Asegura que no piden ayudas, sino más bien una bajada de las tasas e impuestos. “Lo que queremos es que se nos deje trabajar. El negocio taurino está dando mucho IVA, muchos impuesto. Tenemos que ser como los demás. Parece que los del toro somos los apestados y después del fútbol somos los que más atraemos. Eso es dinero para trabajadores y empresas”, dice José.
Las plazas
Lo que al alba era una especie de puzzle colocado sobre un terreno yermo, a primera hora de la tarde es una plaza de toros perfectamente colocada. José Guerrero explica cómo se diferencian ellos de la competencia: “Se nota mucho en los materiales. Además, tenemos pasillos de metro y medio y llevamos los asientos bloqueados. Parece algo que no tiene importancia, pero si esto no es así la gente puede dar la vuelta al asiento y que se caiga. Además, los asientos son de 55 centímetros”.
Si uno se acerca a la plaza, es fácil saber que se trata de un trabajo serio y bien hecho. Lo primero que se ve desde fuera es una rampa para el acceso de minusválidos. Además, las plazas de Guerrero cuentan con siete puertas de entrada y salida, más la de minusválidos, y diez las grandes. “Por si hay que realizar una evacuación, que se haga rápido y sin problemas”.
“Siempre estamos pendientes de ser innovadores y pensar en los detalles”, dice Guerrero. Rememora cómo en una ocasión un recortador no pudo saltar la barrera para acceder al callejón. “Ahí vi claro que teníamos que poner antideslizante en los estribos. Somos los únicos que lo hacemos, que yo sepa”.
"Nuestras plazas —aseguran desde la empresa— son supervisadas y pasan una inspección por una empresa privada cualificada cada tres años".
Asimismo, José y su cuadrilla están hoy junto a la ribera del Gállego, pero mañana tocará un nuevo montaje. “Estoy muy contento con mis trabajadores. Llevamos cinco años ya, saben lo que tienen que hacer y son muy trabajadores”.
Con las sofocantes temperaturas que asolan a toda España, empiezan pronto para dejarlo todo finiquitado cuanto antes. La semana pasada se programaron para no trabajar debido a la ola de calor. Saben que a partir de agosto, en el norte comenzará a hacer más fresco. Entonces el trabajo será un poco menos duro. El 12 de octubre, con la celebración de las Fiestas del Pilar, se cerrará el círculo y tocará centrarse en otra tarea.