Cuando Ignacio Solana, chef y propietario del restaurante que lleva su apellido, se lanzó a tuitear el pasado martes, no se imaginaba la tormenta que iba desencadenar. El tuit era una foto con los dirigentes de Vox Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros, clientes habituales de su restaurante. Esa instantánea ha desatado una oleada de mensajes de odio sin precedentes y un boicot directo al local. “Me han llegado mensajes privados con amenazas muy graves, hasta de muerte o que me van a quemar el restaurante, insultos vejatorios, una cosa desproporcionada”, asegura el chef en conversación telefónica con EL ESPAÑOL.
“La verdad es que no me lo esperaba. Cada uno es libre de ir al sitio que quiera, yo ahí no me meto. Que expresen la opinión que quieran, solo faltaba. Pero ya se han pasado”, considera Solana. “Me ha tocado un poco mentalmente. No me esperaba esto. Yo creo que soy una persona educada que respeta a todo el mundo y no he encontrado ese respeto por una foto. No lo esperaba, no”.
Solana es uno de los cocineros más reputados de Cantabria y su local, ubicado en la localidad de Ampuero, ha dado cobijo a numerosas personalidades. En su palmarés tiene una estrella Michelín y dos soles de Repsol. Es la cuarta generación de una familia dedicada a la hostelería y tomó el testigo del negocio en 2004, después de años de formación como cocinero. También recibió el premio a la mejor croqueta del mundo en el año 2017.
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Tal como relata el chef al otro lado del teléfono, el matrimonio de políticos forma parte de su clientela habitual, tanto que se refiera a ellos por su nombre propio. “Iván y Rocío son clientes habituales del restaurante, aunque es la primera vez que subo una foto con ellos. Veranean en Cantabria todos los años”, explica.
“Toda la familia Espinosa de los Monteros son de Limpias, un pueblo pegado a Ampuero. Son clientes de cuando el restaurante lo llevaban mis padres, de toda la vida. Me visitan todos los veranos y ya hay casi una relación de amistad, como con todos los clientes que vienen asiduamente, que pasan a ser amigos”.
Así pues, la foto ha generado una discordia sin precedentes en la cuenta de Twitter de Solana. “Anda, parece un estupendo restaurante al que no ir nunca”, tuitea uno. “Hay que tener ganas de hundir un negocio, lamebotas”, prosigue otro. “Felicidades por mostrar lo que sois, espero que cerréis pronto”, desea un tercero. Y hay mensajes de mucho peor gusto.
—¿Ha recibido también mensajes de apoyo?
—Muchísimos. El teléfono del restaurante no ha parado de sonar. Ha llamado gente de todos los puntos de España, ha sido incesante. Desde Sevilla, Pamplona, Albacete, Cáceres, San Sebastián… De todas partes de España ha llamado gente dándonos su apoyo y su solidaridad. Por esa parte estoy emocionado.
Por el restaurante Solana han pasado animales de todo pelaje. Solana facilita a este periódico fotos con Miguel Ángel Revilla, con Ronaldo Nazario, con Jesús Calleja, con Esperanza Aguirre, Ana Botín, Sandro Rosell, Cristiano Ronaldo, Pablo Motos, Juan Echanove, Florentino Pérez, Ana Botella y hasta los reyes de España.
—¿También se haría una foto con Pedro Sánchez, si se diera el caso?
—Sí, por supuesto. Sin ningún problema. Es más, yo tengo un bar anexo al restaurante y hay muchas fotos de gente que nos visita. Hay famosos, políticos de todos los partidos y futbolistas. Yo soy muy seguidor del Real Madrid, pero tengo fotos con jugadores del Barça o del Athletic de Bilbao. Faltaría más, por supuesto que me la haría.
Pero en esta última semana, la reputación digital de Solana se está yendo a pique por una simple foto. Su valoración en Google ha pasado a la mitad y sus redes sociales se han llenado de mensajes de odio. Las dos Españas se expresan hasta en los temas más insospechados. Pese a esto y de momento, el negocio sigue “a toda mecha”. Tanto es así que han hecho falta tres llamadas para conseguir hablar con Ignacio.
“Me están haciendo mucho daño en Google. Hay una campaña orquestada para poner críticas malas a mi negocio. Están entrando sin parar. Teníamos una puntuación de cinco estrellas [sobre cinco] y éramos uno de los restaurantes mejor valorados y ahora ya estará en una o en dos, ni lo he mirado. Cada 20 segundos entra una reseña negativa. Ahora se sabe por qué, pero en un futuro la gente que lo mire no va a saber porque es. Eso hace daño. En cuanto a trabajo no nos va a perjudicar tanto porque tengo la suerte de ser la cuarta generación de un restaurante centenario y tenemos clientes de hace muchos años. El mes de agosto lo tenemos todo reservado desde antes de toda esta polémica”.