«(...) Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña ... pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
-Tiene acero ...
-Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo (...)»
"Sí, está muy claro: Platero, el burrito que describía Juan Ramón Jiménez era un asno de pura raza andaluza", responde a EL ESPAÑOL Álvaro Jiménez Guerra, presidente de ASNOPRA, la entidad que aglutina a los escasos 645 ejemplares de asnos de pura raza andaluza que quedan en el mundo. Están en peligro grave de extinción.
Odontólogo de profesión, también es profesor de la Universidad de Sevilla y hasta hace muy poco, secretario de la Sociedad Española de Implantes. Así que ¿cómo es que un odontólogo se ha convertido en el adalid y en la esperanza para defender y preservar esta raza?
-Yo ni la conocía. Yo a los burros los conocía por mis dos abuelos, que eran del campo.
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En España hay seis razas catalogadas de asnos, aunque las más importantes son la del burro catalán y el andaluz. "El catalán está bastante bien seleccionado, y la trashumancia entre Castilla y León, Extremadura y Andalucía ha hecho que haya relaciones entre las distintas razas", explica el dentista.
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Natural de Las Pajanosas, una pequeña aldea rural de Guillena (Sevilla), recuerda que cuando le llegó el momento de comprar un animal, sus dos abuelos -que en paz descansen- le aconsejaron que mejor se comprara un caballo. Fue hace varios años. "Ellos eran de campo, y tenían el concepto de tener animales que produjeran. Y el asno andaluz, desde hace décadas, dejó de usarse y se le denostó. Por eso está a punto de desaparecer".
Para que una raza se considere en riesgo de extinción, debe tener menos de 6.000 ejemplares (hay 645 asnos andaluces); debe contar anualmente con un relevo de 600 nuevas hembras (las existentes se cuentan entre esos 645 animales) y debe haber un mínimo de 100 garañones o sementales (cifra que no se alcanza). El burro andaluz cumple los tres requisitos más que a rajatabla.
Actualmente Álvaro tiene 10 ejemplares: 3 machos, 7 hembras y un macho más, cuya propiedad es compartida. Entre la docencia universitaria y la clínica de odontología, queda meridianamente claro que su razón para preservar los pollinos andaluces no es profesional sino puramente sentimental.
Porque ASNOPRA, la asociación aglutina la raza, se quedó sin nadie que la dirigiera. Al enterarse además de que la raza se encontraba en una situación más que crítica, decidió tomar las riendas. "Me dije que si no había nadie, pues que yo me implicaba". resume. Durante la pandemia, uno de sus hijos le preguntó que para qué se iba a meter en un jaleo más.
Dio el paso al frente en 2021, y por varios motivos añadidos. "Porque si se pierde el asno andaluz, se pierde el animal, pero también la historia, el nombre, la cultura y la esencia". En los años 70, cuando la agricultura era lo que ya no es hoy, había miles de ejemplares. Son animales de trabajo, destinados a la carga. Al aparecer la máquina, el burro cayó en desuso, y su mantenimiento se redujo a producir mulos.
El animal de los pobres
"Solo había tres puntos de cría ganadera: la Yeguada Militar, la de Conde de Aguilar y la de Serrano de la Cruz". Dos de ellas ya no crían a este animal, el hermano pobre -y andaluz- del caballo. El borrico andaluz es rucio, de color gris. Acero y plata, como escribió el Nobel de Literatura.
Se diferencia del catalán en que este último es negro excepto la barriga, que es de color blanco, y del zamorano, que es de color marrón y de pelo lanudo. También el pollino del sur es el más alto de todos. "Tiene patas más finas, que los otros. Por su talla y altura, puede ser montado". Además, "es muy inteligente y tiene una nobleza inigualable. Sí, sin duda su carácter y su descripción son la de Juan Ramón Jiménez", apostilla.
Otro de los motivos que favorecen su desaparición es, precisamente, que se le trata como si fuera un caballo. "Es por desconocimiento. El burro lleva miles de años siendo el animal de los pobres: aquel que después de trabajar, se le soltaba y comía de lo que hubiera creciendo del suelo. No se le daba de comer. Ahora se les alimenta como si fueran caballos, con piensos. Un exceso de grasa y de proteínas hace que el animal le salgan quistes y que le acabe fallando el hígado".
La gestación del pollino es más larga que la del caballo. Dura entre 11 y 14 meses, por lo que la cría se limita a un ejemplar anual. Además, el alumbramiento es difícil, y largo, hasta el punto de que para decir que algo se prolonga demasiado en el tiempo se le compara popularmente con el parto de una burra: si no están tranquilas, retrasan el parto hasta 15 días.
Debido a su escasez numérica, otra de las grandes batallas que debe ganar el burro andaluz es la de evitar la consanguinidad. Por ello existe un programa de cría que dirige el Departamento de Genética de la Universidad de Córdoba. El programa limita, por ejemplo, que haya un exceso de cubriciones de un mismo semental, y el ganadero debe seguir estas recomendaciones.
Enorme demanda en Europa
Paradójicamente, en Europa la raza es conocida y apreciada. Tanto, que se llevan a los animales porque pagan más. Otro problema. "Un caballo cuesta unos 20.000 euros, y un burro, 2.500. Así que pagan 5.000 euros y se llevan los buenos", explica el presidente de ASNOPRA.
Además de sus usos tradicionales, es un animal excelente para hacer equinoterapia. Lo sabe bien porque el mismo Álvaro tiene un hermano con Síndrome de Down. "Esta raza no se asusta como el caballo, y se deja acariciar", y además de con niños, también puede trabajar con adultos porque es un animal muy alto. Tras muchos años de selección, "el burro andaluz tiene un temperamento muy noble, es increíble".
Los burros de Álvaro, además, trabajan: realizan labores de desbroce de fincas. Una manera barata, ecológica, simbiótica y eficiente de dejar limpio de pastos lindes, terrenos y parcelas, evitando así las malas hierbas, peligros de incendio o plagas. Estas labores de desbroce también suelen hacerlas las cabras, pero son incontrolables y se lo comen todo, hasta el posible huerto colindante. "Y un burro no parte las vallas, como sí hacen los caballos cuando se les acaba el pasto".
A Santiago para concienciar
Para concienciar y difundir la raza, este agosto la asociación hizo el Camino de Santiago, sabiendo que es año Xacobeo y que iba a acudir muchos más peregrinos. "Lo hemos hecho para darle visibilidad a los animales, y ha sido una experiencia", explica. Él se llevó a 'Ventero'. Tiene 11 años y le puso ese nombre porque es el gentilicio de su pueblo.
Junto con otros cinco animales, han ayudado a tres peregrinas a ultimar los últimos kilómetros hasta llegar a Compostela. Han difundido la raza, mediante charlas, en los ayuntamientos de Sarria y Palas de Rey: los seis equinos generaron tal expectación que su fama llegaba a oídos de los alcaldes, que los recibían en los consistorios. "Y han amenizado las jornadas a muchos niños, a los que montábamos", cuenta orgulloso Álvaro.
Los 645 asnos andaluces que existen hoy pertenecen en su mayoría a personas ajenas al campo. Son profesionales que "crían burros y están concienciados para que no desaparezcan". A todos los problemas contra la supervivencia del pollino andaluz, se le añade uno más: que la situación "ahora mismo, no se arregla ni con subvenciones", explica Álvaro.
Álvaro está convencido de que la solución es "que la gente conozca al burro andaluz" y se enamore de él. "Es duro, es noble, es patrimonio de España y de Andalucía... y cuatro burros andaluces comen lo mismo que una yegua", ilustra el odontólogo, tirando también de las cuentas. Su mayor deseo es que en pocos años crezca el cariño por los plateros andaluces, y que también, y sobre todo, lo hagan en número.