El Palmar de Troya (Sevilla)

De entrada, aquí nada es lo que parece. Y es, efectivamente, de entrada, porque a lo largo de 14 kilómetros -los que separan Utrera (Sevilla) de El Palmar de Troya- los bordes de la carretera están cubiertos de blanco. Acaba de finalizar la cosecha de algodón, y los restos de la herbácea engañan la vista. Bien pudiera parecer que fuesen restos de nieve, pero es imposible. El termómetro del vehículo marca, además, sus buenos 27 grados. 

Famosa por albergar el fastuoso templo de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, más conocida como la Iglesia Palmariana, esta semana este pequeño pueblo sevillano, de apenas 2.430 habitantes, ha vuelto a copar las noticias. El Instituto Nacional de Estadística (INE) lo señalaba como el municipio mayor de 2.000 habitantes con menor renta neta anual media por habitante de España, con 6.785 euros, tras analizar los datos de 2020. 

Si se es foráneo, para llegar a El Palmar de Troya (Sevilla) hace falta usar el navegador. No hay indicaciones de tráfico hasta llegar a Utrera. La localidad calificada por el INE como la más pobre de España se separó hace justo cuatro años de Utrera y se configuró como municipio independiente. Por eso no existe tampoco una serie histórica de datos del INE sobre el pueblo que vayan más allá de 2018. 

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Cae la tarde, hace un calor bochornoso y tres hombres toman café sentados en una terraza que José María, el camarero del bar 'El Rincón de María' barre con la misma energía con la que responde a EL ESPAÑOL. 

-¿Aquí en El Palmar? Aquí lo único que hacemos es trabajar. Eres el tercer medio de comunicación que viene por aquí esta semana para lo mismo.

-Entiendo. Pero, ¿qué es lo que ha ocurrido?

-Pues que los datos del INE son del año 2020, y aquí el 85% de la gente en edad de trabajar se dedica a trabajar en ferias y en empresas de catering. Y en 2020, con la pandemia, no hubo nada de eso. 

Según datos del Ministerio de Hacienda, consultados por EL ESPAÑOL, la renta bruta media por declarante, en el municipio de El Palmar de Troya en 2019 fue de 14.345 euros, 1.785 euros más que en el año 2018. Una vez descontada la liquidación por IRPF y lo aportado a la Seguridad Social, la renta disponible media por declarante se situó en 13.078 euros, 1.425 euros más que en el año 2018. Un año después, la pandemia hizo que la población perdiera la mitad de su renta neta media. 

Pepe Bruque, de 70 años, nació en uno de los chozos de jornaleros que dieron origen al pueblo. Cata Zambrano

Pepe, Pedro y Antonio apuran su café, escuchando atentamente la indignación de José María. Es Pedro quien se arranca y detalla a EL ESPAÑOL que "aquí se vivía de la agricultura. Familias enteras dedicadas a la aceituna, al algodón, a la fresa... familias enteras se iban a hacer las temporadas, hasta el punto de que el pueblo se quedaba vacío y la romería había que retrasarla, porque no había nadie". 

Pepe Bruque nació hace 70 años en El Palmar de Troya "cuando no era nada. Yo nací en un chozo, construido por los temporeros que acudían a trabajar a los numerosos cortijos de la zona. Al principio venían en bicicleta de los pueblos cercanos, y luego decidieron instalarse definitivamente porque no tenía sentido no quedarse cuando había trabajo".

Así fue como nació El Palmar de Troya como asentamiento: bajo una torre del Cortijo de Troya, en un campo lleno de palmitos, al albur del trabajo que daban los otros 13 cortijos de gran tamaño que rodean el pueblo. "Todos, todos, propiedad de gente de cuatro o cinco apellidos", apostilla. 

De los tres, Antonio calla, pero asiente cuando Pedro incide en que "la máquina se ha llevado por delante el trabajo del campo". Donde antes se plantaba remolacha, o mucho más algodón, y se necesitaban 300 personas, ahora hay olivar super intensivo. "Donde antes hacían falta tres o cuatro cuadrillas, ahora lo hace una máquina. En dos días ha recogido una cosecha de algodón.".

Los reyes tras la barra

Por eso, la población -muy joven, con una franja mayoritaria que apenas supera los 40 años de media- alterna el trabajo en el campo con un altísimo nivel de especialización como camareros, cocineros o cortadores de jamón. El nivel es tal que pese a lo pequeño que es el pueblo, hay más de una decena de empresas de catering y celebraciones en El Palmar de Troya, sin contar con los autónomos dedicados al mismo sector.

Una furgoneta de uno de las empresas de catering de El Palmar de Troya. Cata Zambrano

Lo cuenta a este periódico el alcalde, Juan Carlos González (PSOE). "Cuando hay trabajo en el campo se recoge almendra, aceituna, pipas de girasol... y cuando empieza la temporada de ferias, en mayo, casi todo el mundo se pone a trabajar en las ferias".

Se trata de un ingreso extra a las economías familiares, "y en 2020 fue el sector más castigado: el de las ferias, que no ha habido en dos años, y las celebraciones. No pudieron trabajar en nada".

El edil subraya que "incluso yo he trabajado en ferias. El nivel de especialización que tenemos es enorme. Un chaval de aquí sabe atender una barra, servir mesas, cortar jamón, queso y caña de lomo... No hay una feria en la que no haya camareros o cocineros de EL Palmar de Troya. Hay también empresas radicadas aquí vinculadas, como empresas de sonido, de iluminación...".

La entrada al pueblo, y al fondo, la basílica de la Iglesia Palmariana. Cata Zambrano

-¿Qué ferias suelen cubrir?

-Todas, empezando por la de Sevilla. Las de toda la provincia, en la de Huelva, en las de Cádiz, en las de Málaga... Los palmareños han trabajado hasta en los Sanfermines.

Un camarero en una feria puede ganar 150 euros diarios. Un cortador de jamón, "sobre los 380. Si trabajan diez días en una feria, el que menos se saca 3.000 euros. Y aquí cuenta mucho la experiencia; básicamente es que los buscan para trabajar", puntualiza el alcalde. "Aquí un camarero con experiencia no cobra menos de 150 euros al día, con contratos de 8 horas". Son buenos, son atentos y son rápidos. Son la élite tras cualquier barra.

De la venta Domínguez acaba de salir de trabajar Anabel. Va con ropa de trabajo, de color negro, como su compañera. Los dos se sientan en la terraza del bar que atiende José María. "Pues claro. Esperando estamos los datos del INE de 2022, a ver qué es lo que sale. En 2020 no trabajó aquí nadie. Ni mi madre, que trabaja en una empresa y estuvo en ERTE". 

Palmereños... y palmarianos

El gentilicio es otro equívoco que los lugareños se apresuran a puntualizar. Como con el algodón del borde del camino y la nieve de verdad, Pepe sostiene que "una cosa son los palmareños, y otra, los palmerianos", los adeptos a la Iglesia fundada por el Papa Clemente. Les molesta que El Palmar sea conocido únicamente por "ese disparate". "Eso no es El Palmar de Troya. Además, la iglesia está fuera del pueblo... No, no. Aquí no los coloquéis". 

-Pero os puso en el mapa...

-Al principio nos alegramos, porque dieron trabajo. Mucho, en la construcción. Ahora ya no. Nos discriminan. No se juntan con nosotros. Ni siquiera los niños, que aunque asisten al colegio público, no se les permite jugar con los niños de aquí. Casi todos viven en la misma calle, justo aquí detrás.

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Pepe recuerda perfectamente cómo surgió la Iglesia Palmariana. "Fue por cuatro niñas del pueblo, Rafaela, Ani, otra que se llamaba también Ana, y  otra más que no me acuerdo..."

-Pepi, la Pepi.-apunta Pedro.

"Eso. Hace ya cincuenta y tantos años ya de eso, no me acuerdo de los nombres bien pero yo me sé la historia desde chico y sé lo que hay. Vinieron un día las cuatro con la cara blanca diciendo que habían visto a la Virgen en un lentisco. Y luego llegó un listo de Sevilla en un 600 -Clemente Domínguez, el futuro papa- que vino a vivir del cuento".

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La Basílica solo abre sus puertas al público durante la Semana Santa. "Y no te vayas a creer que para entrar puedes ir de cualquier manera. Si eres mujer, no puedes usar pantalones y tienes que ir tapada. Ellas van tapadas también siempre", puntualiza Antonio, que abre la boca por primera vez para aportar el matiz. El resto del año, la basílica solo da acceso a sus creyentes. Por tener, tienen hasta cementerio propio.

La pandemia, al igual que arrasó con el trabajo de El Palmar hasta situarla en la cola de España, según el INE, también hizo estragos en las monjas y sacerdotes de la Iglesia Palmariana.

"Cayeron unos pocos, sí. Como son reacios a la medicina... aunque luego ya sí que acabaron viniendo por el consultorio, pues claro...ten en cuenta que la mayoría de los adeptos son gente enferma, que está desesperada... y que es creyente. Se agarran a su desesperación, y entran". 

Su papa actual es un suizo, Joseph Odermatt, ordenado como Pedro III. Los adeptos en la localidad son en su mayoría, extranjeros que se han asentado en El Palmar de Troya, y no se dedican a la hostelería ni al campo. "Eso sí, para entrar como fiel, lo primero que te miran es si tienes dinero, y tienes que donar todos tus bienes", puntualizan los tres parroquianos.

Un grupo de seguidores de la Iglesia Palmariana, en el centro del pueblo. Cata Zambrano

Hecha la distinción entre palmerianos y palmareños, en la terraza del Rincón de María a Pedro, Pepe y Antonio se le suma un tercer lugareño que acaba de regresar de trabajar en una empresa de construcción de Mairena de Alcor (Sevilla). 

Son las seis de la tarde y el calor no baja, aunque está nublado y a lo lejos se escucha algún trueno. Amenaza lluvia. El algodón, la nieve, los gentilicios, el calor, los truenos y la lluvia. El hombre sigue al pie de la letra esto de los contrastes de El Palmar de Troya y primero se pide un café, y a continuación, una caña de cerveza.

Da un sorbo mientras escucha atentamente la conversación, y cuando ya no puede más, interviene. "Los de aquí somos los primeros en coger un pico y una pala. Para eso somos únicos. Pero como andaluces, fuera tenemos la etiqueta. A ver si eso que vas a escribir nos la quita una mijita".