Carlos, el cerebrito con 27 matrículas de honor en la universidad en tres años: su prometedor futuro
“Yo no creo que tenga unos atributos o unas cualidades descomunales. Es más un tema de educación, de que me gusta y de que le doy vueltas, más que puro talento”, cuenta a EL ESPAÑOL.
26 octubre, 2022 02:14Durante su etapa en Infantil, Primaria y Secundaria en el colegio ‘La Purísima’, en Ourense, Carlos era un estudiante normal. Sacaba buenas notas, atendía en clase, pero también pasó por algunas épocas complicadas, como todo el mundo. Sin embargo, su despegue, asegura, fue a raíz de cambiarse de centro y comenzar a cursar Bachillerato. “Tuve profesores de una quinta más antigua, con un método más clásico. Ahí fue un poco donde tuve la suerte que se me empezaron a despertar más inquietudes”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Tras hacer la Selectividad, tuvo que elegir cuál quería que fuera su futuro. La decisión, tal y como define él mismo, fue completamente analítica. “Derecho lo quería hacer porque sentía que tenía vocación jurídica pero sabía que tenía que intentar hacer algo más porque nunca se sabe lo que puede pasar el día de mañana”, añade. Por ello, finalmente, se inclinó por el Doble Grado de Derecho y Finanzas, una opción que solo podía cursar en Madrid o Sevilla. “La Universidad Rey Juan Carlos atravesaba la crisis de los másteres y pensé que ya que iba a hacer una inversión, mejor hacerla en positivo”, cuenta.
Con las mismas, Carlos hizo la maleta, abandonó Galicia y puso rumbo a la capital andaluza, hasta el día de hoy. En la actualidad, se encuentra en el cuarto curso de sus estudios de Derecho y Finanzas en la Universidad de Sevilla donde, además, ocupa el cargo de delegado de estudiantes de la Facultad de Derecho. Hasta ahora, ha conseguido una hazaña lograda por pocos: obtener 27 matrículas de honor. Para él, no se trata de un caso de talento, sino de inquietud y deseo de aprender. “Yo no creo que tenga unos atributos o unas cualidades descomunales. Es más un tema de educación, de que me gusta y de que le doy vueltas, más que puro talento”, explica en conversación con este periódico.
Aunque lo logrado hasta ahora es todo un hito, no pone límites en su meta. Con la mente puesta en opositar para acceder a algún cuerpo superior en el futuro, Carlos cree que todavía puede conseguir alguna matrícula más en su etapa como estudiante. “Quedan años todavía, así que podemos sumar alguna matrícula más”, añade entre risas. En su faceta como estudiante se define como "una hormiguita" que va paso a paso. Se organiza, pregunta y profundiza. Tres aspectos que, bajo su punto de vista, le han permitido lograr los resultados obtenidos a día de hoy.
— ¿Cuál es tu rutina de estudio?
— Yo en eso no soy un referente para nada, tengo compañeros que son mucho mejores que yo organizándose. Yo tengo un mapilla de las obligaciones y los ritmos. Yo puedo saber de memoria qué nivel tengo de memoria, qué me falta por repasar y qué tengo que ver. Si hay una clase muy teórica y el contenido lo puedo dominar, me pongo con los manuales. Hay que aprovechar los fines de semana. Se puede hacer de todo, pero levantarse un poco antes y ponerse hacer eso es bueno. No tengo una agenda determinada. Cada día hago un esquema de situación. Cuando se acercan los exámenes ya son muchas horas y hacer un sprint final. Mi objetivo es llegar al día antes del examen sabiendo dar una vuelta entera al temario sin mirar el libro. Normalmente lo suelo conseguir.
Pero lo más importante, tal y como afirma, es que nada ha sido regalado. Detrás de sus éxitos se acumulan horas y horas de estudio y mucha ayuda, en su caso, por parte de los profesores. “A lo mejor hay un sentimiento general de que la universidad está mal. Hay cosas que mejorar, pero yo he tenido muy buenos profesores que me han ayudado con sus clases y con su manera de exponer y explicar”, comenta.
A ello, hay que sumarle también su pasión por la lectura, algo que le acompaña desde hace años. Cuando cursaba Bachillerato ya leía de forma voluntaria y porque sumaba puntuación a autores clásicos de la literatura española, como es el caso de Camilo José Cela o Gabriel García Márquez.
Tampoco deja fuera de la ecuación a su círculo de amigos, algo que asegura que también ha ayudado. “Tengo la suerte de tener un grupo de amigos competentes, con inquietudes intelectuales y eso siempre ayuda. La calidad del debate o las conversaciones que tienes te implican y te ayudan a tener más ambición cultural”, añade.
El problema del abandono
Según datos del último informe presentado por la OCDE, el 28% de los jóvenes españoles de entre 25 y 34 años solo ha completado, como mucho, los estudios de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). La cifra dobla la media de los países de dicha organización, que se sitúa en un 14,1% y supera con creces la de los países de la Unión Europea, que en la actualidad es de un 11,8%.
El problema, bajo el punto de vista de Carlos, reside en la falta de adaptación del sistema educativo a las inquietudes de los jóvenes. "Ahora mismo con la revolución digital y con la revolución de la información, que podemos ver contenido todo el día en los teléfonos, yo creo que la cultura y el conocimiento no ha sabido entrar bien en ese posicionamiento".
— ¿Se deberían hacer los contenidos más atractivos?
— A día de hoy, no digo que leas las obras completas de Aristóteles, pero hay novelas que a la gente joven le podría resultar igual de interesante que Tik Tok o Instagram. Tampoco se fomenta. Yo he tenido suerte de encontrar profesores que han fomentado la cultura y el entorno con mis amigos igual. Es más generar una motivación o una necesidad de conocer y saber. El sistema educativo no lo crea y eso hace que la gente se frustre. Hay que saber que no se puede afrontar los problemas de la educación de hoy con los métodos del pasado. Hay que plantearse cuáles son las inquietudes de los chavales, cómo se mueven en el mundo digital, de qué manera la lectura puede entrar en ese mundo y cómo hacer que se interesen por ello.
Selectividad más homogénea
Como a la mayoría de los gallegos, cuando se toca el tema de la Selectividad le sale su posición más crítica. Tal y como él mismo afirma, el examen de su lengua es uno de los más complejos en la prueba de acceso a la universidad. A pesar de que lo estudian desde los cinco años de edad y que se presupone un buen conocimiento, existen diferencias en función de las tradiciones familiares. “En mi familia se habla muy poco, no es una lengua materna para mí”, cuenta.
Por ello, y aunque considera que es algo complejo, cree que los criterios deberían ser más homogéneos. “El problema de exigir un examen diferenciado tiene ventajas e inconvenientes. Tiene ventajas como que permite a las autonomías configurar el currículum de Bachillerato de acorde a su propio examen. Pero luego claro, hay diferencias abismales y acabamos todos compitiendo por la misma plaza”.
— ¿Cuál sería la solución entonces?
— Es muy difícil porque, a nivel político, hay muchas administraciones implicadas. Es un ministerio y 17 consejerías autonómicas, pero sí que tendría que haber unos criterios más homogéneos. Que no hubiera tanta diferencia entre los ejercicios de Galicia, Canarias o Madrid. Llegar a un acuerdo de mínimos sería más plausible y daría más seguridad a los estudiantes. Hay gente que no llega a la nota o que otra persona ha tenido una selectividad más cómoda y le han quitado su plaza, yo eso lo he visto.
La nueva Selectividad propuesta por el Gobierno plantea la implantación de una nueva “prueba de madurez” que, aunque en un primer momento contará un 25%, a partir del curso 2026/2027 pasará a ocupar la parte mayoritaria de la nota, contando el 75% de la nota global. Una opción que, tal y como añade Carlos, ya ha comenzado a implantarse en otros países europeos. “En Francia, la prueba de Filosofía no está orientada a desarrollar un autor concreto sino que el alumno explique qué es la felicidad o la justicia. Puede ser interesante en materia de tipo humanístico, pero me parece complicado hacerlo en ciencias. Yo no sé qué consideramos madurez en un alumno de ciencias”, cuenta.
Sin embargo, la prueba podría ser perjudicial en caso de que se convierta en una forma de segregar las notas entre los estudiantes. "Puede estar bien, pero habrá que ver cómo argumentan y corrige la prueba. Si segrega mucho las notas porque hay alumnos muy capaces y otros no tanto, puede ser un error. Si es una prueba de madurez seria que mide conocimiento, capacidad de reflexión y premia reflexiones más sofisticadas, bienvenido sea”.
— ¿Y qué problemas atraviesa la universidad a día de hoy?
Existe cierta aversión a la empresa. Se considera que la empresa no debe entrar en los planes de estudio. Yo creo que la universidad debe tener su perfil propio, su propio espacio y autonomía. Una facultad no es un curso para acceder al mercado laboral. Pero la configuración en los planes de estudio, el problema ha sido el Plan Bolonia. Ahora mismo la formación teórica la consigues en cuatro años, aunque tú sales sabiendo lo justo y necesario para circular. Ese año que quitan, se podría aprovechar para dar más formación práctica en todas las carreras.
— ¿Y el problema del desempleo juvenil?
Ahora se retrasa la entrada al mercado laboral con el máster. El máster tiene prácticas, pero son de aquella manera. Eso influye negativamente. La gente más mayor ocupa puestos más altos y a los jóvenes nos está costando entrar. Va a mejorar, no porque el mecanismo del mercado de trabajo funcione mejor, sino por una cuestión demográfica. A día de hoy se jubila más gente que las personas que entran al mercado laboral, por tanto van a quedar vacantes.
Politizar la educación
La semana pasada, cientos de profesores pertenecientes al sindicato CSIF se manifestaron en Madrid frente a la sede del Ministerio de Educación. El objetivo principal de la protesta fue criticar los constantes cambios en la ley educativa, algo que, según los manifestantes, no está repercutiendo en la solución de los problemas estructurales que arrastra el sistema educativo.
Unas protestas con las que Carlos simpatiza. “Igual que se llegó a un acuerdo para que las pensiones no fueran un objeto de debate político, con la educación debería haber algo parecido. No debería cambiar de una legislación a otra”, añade. Por ello, entre las soluciones posibles, Carlos expresa la necesidad de crear un Pacto de Estado por la Educación y dejar claros los objetivos. “Los currículos no pueden cambiar cada dos o tres años. Es tanta la rotación que uno no sabe qué funciona y qué no funciona. Nosotros no hemos sido capaces de diseñar un modelo educativo que prospere”, concreta.
Con las mismas, Carlos gira la rueda y regresa al inicio de la entrevista para enlazar los problemas estructurales educativos con la importancia del esfuerzo y el sacrificio personal. Apuesta por los cambios y reclama nuevas tendencias. Sin embargo, reafirma su pensamiento sobre la constancia y el componente individual. “Tú puedes ir a clase, que tu profesor sea Barack Obama, pero como tu no llegues a tu casa, tengas interés, leas y preguntes, es imposible avanzar”, concluye.