En enero de 1949, dos de los mejores jugadores profesionales de cartas de todos los tiempos, Johnny Moss y Nick Dandolos, se sentaban frente a frente para dar inicio a la partida de póquer más larga de la historia. El Binion's Horseshoe Casino de Las Vegas fue testigo de un enfrentamiento entre dos de los jugadores más grandes del momento, que establecieron una marca que posiblemente jamás será superada.
Moss y Dandolos jugaron a todos los tipos de póquer conocidos mientras luchaban contra el sueño y el cansancio, ya que apenas dormían, abandonando la mesa cada cuatro o cinco días para asearse y descansar durante unas horas. El enfrentamiento congregó a miles de personas que querían ser testigos de una partida que se convertiría en leyenda, que llegó a considerarse una atracción turística y que finalizó cinco meses después, en mayo de 1949.
En aquel juego, Johnny Moss se impuso a Dandolos, que se retiraba con una frase memorable: “Señor Moss, me temo que tengo que dejarle ir”. El ganador obtuvo unas ganancias de más de dos millones de dólares, un sustancioso premio para una sobresaliente partida de cartas, pero una cifra irrisoria comparada con la que se cree que ganó un andaluz hace más de 500 años: el reino de Inglaterra por un día.
El imprudente rey que se jugó su reino fue nada menos que Enrique VII, el fundador de la dinastía Tudor. Y el ganador de aquella célebre partida de cartas fue un español nacido en Lepe, Huelva, y conocido en la historia como Juan de Lepe. La historia de Juan comienza a mediados del siglo XV. Lo poco que conocemos de él es que era un humilde hombre de mar, aventurero y atrevido que, por alguna razón desconocida, viajó a Inglaterra.
Allí supo introducirse en la corte, logrando convertirse en confidente, amigo, comensal o bufón del rey Enrique VII, además de compañero de sus juegos de azar. Es un misterio cómo una persona con ese bajo estatus social logró mezclarse con la nobleza británica, pero Juan participó durante años en la rutina del rey y su séquito.
La biografía del primer monarca de la dinastía Tudor nos narra que Enrique era un rey que solía pasar largas horas en palacio, distrayéndose con espectáculos y juegos de cartas. Asimismo, se le consideraba un monarca austero, avaro y tacaño, cuyo obsesivo amor por el dinero lo convertiría en un auténtico tirano.
Según la leyenda, un buen día, mientras Juan y Enrique disfrutaban de su enésima partida de cartas, el rey decidió apostar su corona contra el andaluz. Es probable que el español ganase y, solicitando una última apuesta, el rey declaró solemnemente ante todos los presentes que, en el caso de que Juan de Lepe ganase la nueva partida, este gobernaría Inglaterra durante un día. Juan ganó de nuevo. Y, a pesar de que nadie creía que el rey cumpliera su promesa, lo hizo.
El nombramiento de Juan de Lepe como simbólico de rey de Inglaterra se hizo público por todo el país y comenzó a ser saludado como el “pequeño rey de Inglaterra” (The Little King of England) además de recibir, tal y como Enrique había prometido, las rentas del reino durante 24 horas y el permiso y el derecho para poder disfrutar de todo lo conseguido durante esa jornada.
Tras la muerte del rey, el 21 de abril de 1509, obrando con habilidad y prudencia, Juan decidió regresar a su pueblo, haciéndolo como un hombre rico y triunfador, lo que le permitió vivir como un pequeño rey y contribuir con fastuosas donaciones al mantenimiento del desaparecido convento franciscano de Santa María de la Bella en Lepe.
Además, consideró necesario perpetuar en el recuerdo su persona y los hechos y aventuras que había vivido en tierras inglesas, por lo que decidió dejar instrucciones en su testamento para que el convento y sus herederos grabaran en la losa de su sepulcro, en forma de epitafio, el compendio de su vida.
La lápida, que posiblemente se perdió durante la invasión francesa, fue copiada por testigos que la vieron físicamente y ha sido autentificada por numerosos documentos y escrituras públicas. Además, en 1583, el padre Gonzaga, general de la orden franciscana, trasladó su contenido íntegro a su obra “Origine Seraphicae Religionis”.
“En la Iglesia de este convento aún se ve el sepulcro de cierto Juan de Lepe, nacido de baja estirpe del dicho pueblo de Lepe, el cual como fuese favorito de Enrique VII rey de Inglaterra con él comiese muchas veces y aún jugase, sucedió que cierto día ganó al rey las rentas y la jurisdicción de todo el reino por un día natural, de donde fue llamado por los ingleses el pequeño rey".
Y continúa: "Finalmente, bien provisto de riquezas y con permiso del rey, volvió a su patria nativa y allí, después de haber vivido algunos años rodeado de todos los bienes y elegido su sepultura en esta iglesia, murió. Sus amigos y parientes grabaron esta historia en lugar de epitafio, la cual quise yo, aunque no parece a propósito de esta Historia, dejarla como un recuerdo de este lugar”.
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No hay documentos oficiales en España o Inglaterra sobre esta historia, y el convento se vendió y abandonó en el siglo XVII. Tan sólo quedan algunas ruinas. Pero si alguien tiene dudas sobre la veracidad de este evento, aquí está una última prueba: Juan trajo a su pueblo una extraordinaria corona de plata grabada, que se conserva en el ajuar de la Hermandad de la Bella. Se dice que era una de las coronas de Enrique VII, rey de Inglaterra y señor de Irlanda.
Así fue como un hombre logró ser, por un día, rey de una de las naciones más poderosas de todos los tiempos: Juan de Lepe, The Little King of England.