Hasta las cuevas les quitaron. José María no sabe escribir; leer, apenas. Tiene 60 años y nació en el barrio almeriense de la Chanca, donde escribía Juan Goytisolo que "en lo hondo de la hoya las casucas parecen un juego de dados, arrojados allí caprichosamente". Nació allí, pero se crió en una de esas cuevas, a la vez grises y blanco y negro como si fueran invención de los sentidos, que violan el paisaje de la Fuentecica. Su vida no ha sido fácil y el mundo no se le abría en mil oportunidades, como le prometieron, pero ya lo cantaba Estopa: la suerte a veces cambia de banda.
"Mi último empleo fue en 2010. Era un contrato de 15 días en una escuela que estaba de reformas", cuenta José María a EL ESPAÑOL. Los 12 años que unen —o separan, según se mire: José María es de los que ve el vaso medio lleno— aquel contrato y el día de hoy han convertido en bellos los días de la Fuentecica y han arrancado el arrepentimiento por los trenes que dejó pasar. Pero, como los trenes, los 12 años también pasaron ya: a pesar de tener las cábalas y las estadísticas en contra, José María ha conseguido otro contrato en Cicue, una empresa de limpieza de Almería, los únicos en darle una oportunidad.
Quien se queda en el paro a una determinada edad, como le pasó a este almeriense, no mira el futuro con esperanza. Según un estudio de UGT en 2020, de los 15 millones de personas mayores de 55 años que hay en España, tan solo el 26% están activos y, de ellos, casi medio millón no conseguían trabajo pese a que lo deseaban. En países como Argentina, tan solo dos de cada diez ofertas de trabajo no tienen la edad (ser joven) entre sus requisitos.
Por ello, que con 60 años José María haya conseguido un empleo, sin haber terminado si quiera la Educación Secundaria —aunque con un buen puñado de cursos a sus espaldas—, ni más cualificación que la de su experiencia en la albañilería, la jardinería o la limpieza, es un logro completamente excepcional. ¿Cómo lo ha conseguido?
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Los años de trabajo
Para sus padres, José María fue el mayor de 15 hijos; para sus hermanos, fue un segundo padre. "En aquella época iba al colegio, pero me sacaba mi madre porque tenía que atender a mis hermanos", recuerda. En la actualidad solo diez siguen vivos.
Vivían en una cueva porque no había posibilidad de tener casa. Allí, en la Fuentecica, se ha vivido mucho en cuevas. Sin embargo, José María no añora un pasado diferente: "Vivir en una cueva es mejor que una casa. ¡Uf! En verano es fresquita, en invierno no pasábamos frío. Se estaba muy bien. El problema es que hicieron unos pisos, los adjudicaron y se cargaron las cuevas".
Su madre tenía 15 años cuando José María pasó de su vientre a verse con el mundo por delante, y su padre tenía 19. Él fue el sostén económico de la familia hasta que José María cumplió los 15 y se puso a ayudar a su padre en la búsqueda de caracoles: era vendedor ambulante.
Poco después consiguió un puesto de peón de albañilería en la construcción de unas naves en Almería. "¡Uf! No me acuerdo de cómo se pagaba, pero sí de que todo era para casa", cuenta. En esas estuvo hasta que terminaron la nave y, cuando eso pasó, todos los que participaron se quedaron en la calle.
"Antes existía mucho lo que era el destajo. Para las naves se utilizaba ladrillo de este grande que había, con agujeros, y cuando se acabó el ladrillo se acabó el trabajo", explica. En total fueron seis meses en aquella obra y de vuelta a la venta ambulante.
10 años después, con 25, José María ya estaba casado y, bendito sea el matrimonio, esto le abrió otra puerta: "Empecé a trabajar con mi cuñado, que en paz descanse, haciendo chapuzas, sin asegurar ni nada", cuenta. José María cree que eso, hoy en día, no pasaría "porque las cosas han mejorado mucho, antes los empresarios no te aseguraban y, si no te parecía bien, te quedabas sin trabajo".
Entre chapuzas y percances, el cuñado se mató con una moto y todo volvió a complicársele. En 1992 consiguió un contrato de seis meses como limpiador en los Juegos del Mediterráneo, estadio de la UD Almería. Más tarde, un amigo le metió en una empresa de arborizaciones urbanas.
"Era una empresa buena. Nosotros éramos los que poníamos los bordillos en la calle, metíamos los tubos del agua, de la luz... pero cuando vino la crisis se quedó todo parado y la empresa quebró", recuerda José María, maldiciendo su mala suerte.
Era 2009 y tenía 47 años, pero volvía al punto de partida con menos opciones que nunca de llegar a la meta. Desde entonces, muchos currículums echados y cursos y más cursos (de carretillero, de jardinería, de riesgos laborales, de limpieza, de reposición y venta...) que de poco le han servido. "Los que haces por la Junta de Andalucía valen más que los que haces por Cáritas", afirma.
Cuando acabó los 15 días de limpiador en un colegio, en 2010, tan solo le quedaban nueve meses de paro. "He estado cobrando ayudas, subsidios por desempleo, desde 2010 hasta 2018. Pude sobrevivir gracias a la que ahora es mi exmujer, que sí ha tenido siempre trabajo de limpiadora", explica.
Cambio de suerte
"He tenido muchos momentos de desesperación, de pensar que nunca encontraría trabajo. Llegué al punto de que perdí la esperanza por completo, pensé que jamás me volverían a contratar, pero gracias a Cicue ha sido diferente", relata José María.
Una de las empleadas de Orientación Laboral, María Jesús, estuvo años echando el currículum de José María cada vez que aparecía una vacante que se ajustaba a su experiencia hasta que, hace pocas semanas, el teléfono sonó de vuelta. "Ha sido un contrato de nueve días como limpiador, pero me han dicho que me van a contratar indefinido", dice ilusionado.
EL ESPAÑOL ha contactado con la empresa Cicue, quienes afirman haber quedado "encantados" con José María y no dudarán en contratarlo en cuanto salga más trabajo. "Será para principios de 2023, que ahora con las Navidades todo es más difícil", espera José María, quien aún hoy sigue subsistiendo gracias a su hermana, que es quien le lleva a casa todos los días la comida, y su exmujer, que lo mantiene en casa "porque no quiere verme en la calle".
Para José María, su historia demuestra dos cosas. Por un lado, que nunca hay que perder la esperanza si se sigue intentando: "Le aconsejo a la gente que no se venga abajo. Sé que, a nuestra edad, hay muchas personas sin trabajo, pero les digo que no se rindan, siempre sale algo".
Por otro lado, es importante saber lidiar con la frustración cuando no se consigue lo que no depende de uno. José María ha estado los últimos cuatro años sin ayudas de ningún tipo. "Ni siquiera me dieron el ingreso mínimo vital porque, como al no tener adónde ir aún convivía con mi exmujer, me lo denegaron por eso", se queja.
Además, está convencido de que hay una clara discriminación laboral hacia las personas mayores: "He estado 12 años echando currículums y nadie me ha contestado. No sé por qué me descartan, porque tengo experiencia en esto, soy trabajador... Yo creo que ha influido el tema de la edad. No es que me digan que no me quieren por viejo, pero veo que para el mismo trabajo cogen a gente más joven".
Volver a la mili
José María solo se arrepiente de una decisión del pasado, pero se arrepiente hasta el dolor. Hizo el servicio militar en Tarifa y el subteniente le dio la opción de quedarse allí, de hacer carrera en el ejército. Se le daba bien, era trabajador y aquel anciano militar sabía que le estaba brindando un porvenir mucho mejor del que podría tener fuera del cuartel.
"Lo rechacé porque estaba lejos de mi familia. Echaba de menos a mis padres y a mis hermanos. Además, éramos muy pobres. Ahora mismo me arrepiento mucho de no haberle hecho caso a ese hombre", recuerda. En el ejército le pusieron un profesor que le enseñó a leer y lo poco que sabe escribir, pero no pudo aprovecharlo al máximo: "No podía estar estudiando, tenía guardias y se me cerraban los ojos. Nos pasábamos las noches enteras de guardia".
José María sabe que, de haber aceptado la oferta, posiblemente hoy ya estaría jubilado. Sin embargo, su situación es que tiene 9 años y 10 meses cotizados. Es decir, le faltan cinco años para llegar a los 15 años cotizados y poder cobrar la ayuda de los 52 años.
"Me gustaría que efectivamente me hagan el contrato indefinido en esta empresa y poder cumplir los años para jubilarme. Si no, a esperar a cumplir los 65 años y cobrar la no contributiva, si no me voy antes al otro barrio", bromea.
—¿Qué opina de los que dicen que el que no trabaja es porque no quiere?
—Pienso que son unos gandules que lo que quieren es vivir del cuento. Yo no quiero ayudas ni las he querido nunca, yo quiero trabajar y cotizar. Si he tenido ayudas ha sido porque no tenía más remedio. No hay tanto trabajo. O a lo mejor hay, pero no sé qué le pasa a los empresarios para que no me contraten... También ellos deberían dar oportunidades a personas mayores. Creo que la ley tendría que exigirles un cupo de personas mayores contratadas.
Esta empresa de limpieza me ha dado la oportunidad y la he aprovechado. Han visto cómo he trabajado y dicen que soy extraordinario, que les he gustado. Me hicieron una foto en la puerta de Cicue y todo, como al resto de empleados. A mí me gusta trabajar y doy todo lo que tengo, pero si no te dan oportunidades nunca puedes demostrarlo.
—¿Con qué presidente del gobierno se ha visto más apoyado?
—Yo, con el que me he sentido más a gusto, ha sido con Felipe González, y eso que es del PSOE, pero había más trabajillos ahí. Sánchez no me gusta ni chispa, no sabe gobernar, tiene muy mal al país. No me gusta entrar en política, pero debería mirar a los payores, que tenemos ganas de trabajar y queremos demostrarlo.