¿Cómo es el amor a los 50? ¿Y a los 80? ¿Qué sabemos del amor, así en general? Uno puede buscar respuestas en la sociología de Eva Illouz o en la ficción autobiográfica de Annie Ernaux o en First Dates, pero es un terreno del que parece que nunca se consigue salir de la ignorancia. Pepe y Lorena son amor y quizá, quién sabe, también respuesta. Ellos se han conocido bien entrada la madurez, a los 50, gracias a Ourtime, una aplicación que es como el Tinder pero para quiénes ya pasaron la época flemática de Tinder. Es decir, en vez de nietos lo que hay allí son abuelos.

Lorena y Pepe se vieron por primera vez en la pequeña pantalla de sus móviles y casi que de un día para otro, como si fuera una fantasía fugaz o una idea de Woody Allen, traspasaron la pantalla y se introdujeron el uno en la vida del otro, en la de verdad, la háptica, la de besos en los labios y caricias en las clavículas. Tardaron 50 años en conocerse, pero solo siete meses en casarse. Fue el pasado 26 de noviembre. 

"Solo llevábamos unos días juntos cuando, de repente, me pidió matrimonio. ¿Estás bien?, le pregunté, ¿te ha dado demasiado el sol en la cabeza? Y me contesta: 'ya te esperé 50 años, no voy a esperar más'", recuerda Lorena. Un auténtico milagro si a uno le cuentan que, lo primero que le escuchó Lorena a Pepe en OurTime, durante una videollamada grupal, fue: "¡Hola, Lorena! ¡Habla, Lorena! ¿Le muestro la polla a la nueva?".

Pepe y Lorena, durante su boda. Cedida

Tinder para yayos

No se puede decir, desde luego, que Pepe y Lorena sean yayos. Menos aún con esa vitalidad que se traen, esa energía como de haber nacido hace un rato. Ni son abuelos —aunque podrían serlo, por la edad de los hijos que tienen de relaciones anteriores—, ni pertenecen al grupo de la tercera edad, ni siquiera al de jubilados.

Sin embargo, lo suyo tampoco es lo habitual en Ourtime, aplicación que forma parte del grupo Meetic dedicado al ligoteo online. "La gran base de nuestros usuarios están entre los 55 y los 69 años, con un 50% de hombres y de mujeres", dice Pau Esteve, marketing mánager de la empresa. Algo que confirman Lorena y Pepe: "Nosotros somos dos chiquillos allí, hay gente bastante más mayor, de 70 años o de sesenta y tantos, al principio nos encontramos personas hasta de 80".

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Desde que el divorcio es legal e internet determina nuestras relaciones, cualquier negocio que se dirija al nicho de las personas errantes en busca del amor tiene la garantía de que nunca le escasearán los posibles clientes. La idea de Ourtime surge cuando "vimos que el grupo de mayores de 50 y solteros subía drásticamente, se sentían solos", explica Esteve. Así, la condición para formar parte de OurTime es esa: tener 50 años o más.

Lanzaron la aplicación en España en 2018, y ya cuentan con más de medio millón de usuarios registrados en el país. También están presentes en Francia, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Bélgica o los países nórdicos. "El tema de la edad, al principio, parecía que iba a ser una barrera, pero ha resultado lo contrario. Muchos de ellos no se sienten tan cercanos al mundo del 'dating' y están más seguros en un sitio donde solo hay gente de su edad. Además, les hacemos un acompañamiento".

—Pau, ¿qué diferencia hay en la manera de utilizar estas aplicaciones entre las personas mayores y las más jóvenes, que usan Tinder o Meetic?

—Los solteros mayores de 50 quieren disfrutar de la vida, no formar una familia. También tienen las cosas más claras. Por eso, en Ourtime tienes las opciones de filtrar a los usuarios por centros de interés, región, edad, el tema físico: si te gustan más altos o bajos, color de ojos... 

Luego, aparte, tenemos servicios como eventos en tiempo real, cursos de cocina, salidas... Hace dos años lanzamos las salas de reuniones, donde los usuarios tienen la oportunidad de charlar con otros solteros en videollamadas de grupos reducidos de 6-8 personas. Y, si hay algún perfil en la reunión que te gusta, puedes verlo con más detalle y seguir hablando con esa persona por privado.

Imagen de la aplicación OurTime. OurTime

—¿Cuál es el modelo de negocio?

—Tenemos un servicio premium de pago. La creación del perfil es gratuita y te permite tener una experiencia del servicio, pero la totalidad de la experiencia tiene unos muros de pago. Este incluye acceso a envío ilimitado de mensajes, que tus mensajes les salgan prioritariamente a los perfiles que te han gustado... en definitiva, que haya más opciones de encontrar a esa persona con la que vas a estar el resto de tu vida.

Lorena

En Ourtime, Lorena buscaba el amor. Ella es chilena y se fue a Valencia, donde tiene un tío, para ahogar su pasado en el océano. "A los 15 años me casaron con un infante marino. Tuve dos hijos con él, que ahora tienen 25 y 30 años, pero fui maltratada toda mi vida. Viví en un castillo, pero jamás fui una reina", cuenta Lorena, para quien las cosas materiales hace tiempo que dejaron de tener valor. 

Estuve esperando el momento, dedicándome a mis hijos. Cuando ellos hicieron su vida, les dije que ahora era tiempo para mí. Me separé y tenía mi negocio, pero no era feliz. No quería morir sin conocer el amor. 'Vuestra madre se va en busca de la felicidad, quiere encontrar el amor', les dije. 'Y, si no vuelvo en tres meses, vendan todo, porque mamá no va a regresar más'. Por eso me vine a España", relata Lorena, que no ha vuelto a Chile: "Ahora ya me puedo morir feliz".

Lorena estaba sin trabajo y a punto de regresar cuando le apareció Ourtime en Facebook. Rellenó los datos y puso unas fotos sin demasiada esperanza. Dejó su perfil en la aplicación como una casa abandonada. Hasta que un día se metió en una reunión grupal. 

—¿Cuál fue su primera impresión de Pepe?

Lorena y Pepe. Cedida

—Era el payaso del grupo. Eran todos amigos y se reían mucho. A mí me costaba hablar, me sentía extraña. También hubo cosas groseras, yo no entendía nada. Me dijo '¡hola, Lorena! ¡habla, Lorena!', pero yo estaba callada. Entonces, todos empezaron a decir 'Pepe, enséñale la polla a la nueva', y él se levantó del sofá y se puso de pie...

Mi tío, que es gay, me preguntó qué estaba viendo y le respondí que un hombre iba a mostrarme la polla. Yo no sabía lo que era la polla, en Chile no se dice. Y mi tío me dice 'espera, que quiero verlo...'. Después de eso le mandé mi número de teléfono y me empezó a llamar. Nos hicimos amigos.

Pepe

En Ourtime, Pepe buscaba pasárselo bien. Él vive en Sagunto, a 26 kilómetros de Valencia, donde las pocas casas que hay están tan separadas que apenas tenía nada cerca de lo que echar mano para quitarse la depresión, la soledad, la tristeza de una separación reciente. 

Con su anterior pareja estuvo muchos años, pero nunca llegó a casarse. Su hermana llegó a viajar a Turquía para comprarle una alianza, pero no se dio. Esa alianza es hoy la base del dedo anular de Lorena.

Tiene dos hijas. Con la mayor, de 16, casi no tiene relación desde antes de conocer a Lorena. Así que la vida de Pepe era bastante rutinaria: por las mañanas, a trabajar como soldador; por las tardes, de vuelta al monte, donde está su casa. Por eso, cuando le salió el anuncio de Ourtime no tenía nada que perder, "no tenía ganas de seguir vivo mucho más tiempo". Entró en la aplicación y, al poco, allí tenía su refugio: "Siempre había alguien conocido, alguien con quien reírte".

"Yo al principio no ponía la cámara porque no quería estar con nadie, ni enamorarme, ni nada de eso. Estaba bastante tocado. Luego vi que había mucha juerga y a mí me va el cachondeo, entonces la empecé a poner. Me disfrazaba, cocinaba, hablaba con gente de todos los puntos de España. Lo usábamos como sesiones con el psiquiatra", describe Pepe, que no le giró la cara al amor: "En realidad, era lo que había estado buscando toda la vida sin conseguirlo, y no se me podía escapar".

—¿Cuál fue tu primera impresión de Lorena?

—La primera vez que vi a Lorena le puse un cartel de bienvenida en la aplicación. Recuerdo que había uno de Cádiz que le hablaba mucho, no callaba ni bajo el agua. Yo tenía un gallo de goma amarillo para los perros que suena si lo aprietas. Teníamos la broma de que, cuando entraba alguien nuevo, decíamos lo de enseñar la polla. Y, claro, la gente se quedaba extrañada, como si fuese un trastornado que se iba a desnudar. Pero no, les enseñaba el pato y se reían. 

Lorena me gustó desde el primer momento, es muy atractiva. Además, cuando te pones a hablar con ella es muy dulce, muy tranquila, es todo paz. Le pedí el teléfono, le insistí y, cuando me lo dio, la llamé. Así hasta que dejamos aparcada la aplicación y llegó el momento de conocernos en persona.

Lorena y Pepe

Un día, el jefe de Pepe le habló de un trabajillo, una soldadura, en Valencia. "Lo hago yo aunque sea gratis", se ofreció él. Quedó con Lorena a las seis de la tarde frente al Turia, y ella se puso tan nerviosa como la adolescente de 17 años que nunca pudo ser. 

"Me preparé como si tuviese una gran cita, fui a la peluquería. Cuando lo vi llegar... me acerco al coche y me da tres besos. 'Eres la de las fotos', me dice, y yo pensando 'este hombre está loco, pero no importa'. Me preguntó que dónde quería cenar, si fuera o en su casa, y yo le dije que en su casa, que hacía mucho calor", recuerda Lorena.

"Yo había entrado muy pronto a trabajar ese día. Creía que me podría duchar o asear después, pero fue todo lo contrario. Además, iba con ropa de abrigo pero luego hizo un calor impresionante, y yo sin poderme lavar... fue de esas citas que, si sale bien, es para siempre", recuerda Pepe. 

Compraron la cena en el Mercadona (¡se gastaron más de 200 euros!) y fueron a casa de Pepe. Lorena se sintió muy cómoda, eran fallas, pensaron en alargar el fin de semana... y se alargó hasta el día de hoy.

Al principio, como el día de la marmota, Pepe se iba cada mañana al trabajo cabreado porque a la vuelta tendría que devolver a Lorena al Turia. Y cada tarde, cuando ella le decía que se quedaba un día más, el corazón encarrilaba de nuevo hacia arriba de la montaña rusa.

"Me quedé para siempre, solo he vuelto a casa para coger mi ropa. Mi tío me dijo que ya tengo edad para ser feliz y que, si no, siempre podré regresar a su casa", dice Lorena. "Nos casamos el 26 de noviembre, en mi casa. La ceremonia la ofició mi hermana, que es concejal. Salió todo perfecto", afirma Pepe.

Pepe y Lorena, celebrando la boda. Cedida

Cuando uno ha pasado el meridiano de su vida ya poco le importa tener certezas sobre lo que es el amor. "A mi edad no puedes esperar más tiempo ni estar buscando al príncipe azul. El amor, pasados los 50, es estar con la persona que te agrada y te da paz, con la que no hace falta ni la televisión", reflexiona Pepe. Ellos son felices, así que tendrá razón.