José Antonio Torres Sáez es a sus 97 años y medio el alcalde más veterano de España y quizás del mundo. Es el más viejo por edad, sí, pero su entusiasmo y entrega es igual, o mayor, que la de muchos jóvenes. Ha sido un servidor público toda su larga vida, primero con uniforme militar y luego sin él. Fue guardia civil en el País Vasco, donde intentaron matarlo y presenció asesinatos de ETA, y desde 1995 es el regidor, con el PP, de Chercos, su pueblo natal en la despoblada sierra de Los Filabres de Almería. "Es un oasis", dice para animar a visitar y repoblar este municipio de 288 habitantes censados en 2021.
EL ESPAÑOL ha venido a su pueblo para conocerlo a él y a sus vecinos en su lucha cotidiana por mantener viva esta apartada y bella tierra, amenazada desde hace décadas por el desierto demográfico. La casa del alcalde está en la travesía principal de Chercos Nuevo. Este núcleo de población, de los seis del municipio, lo construyeron en el valle hace unos setenta años como relevo de las casas antiguas de Chercos Viejo, cuya orografía, sobre un desfiladero en la falda del monte, complicaba su desarrollo. En el pintoresco Chercos Viejo hay muchas casas vacías en venta y otras que han restaurado.
En este paisaje de bancales del interior mediterráneo nació José Antonio Torres el 23 de julio de 1925. Ha sido, por tanto, testigo de la mayor parte del siglo XX y sigue siendo protagonista bien metido en el XXI. Llamamos a la puerta de su casa, decorada en su dintel con un azulejo de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil, pero no hay nadie. Tampoco está el alcalde hoy en el pequeño edificio del Ayuntamiento.
En la calle, su amigo Juan Sáez Cruz, que a sus 85 años es el juez de paz del pueblo, informa de que el munícipe está en Almería capital, convaleciente de una operación no grave. Facilita su número de teléfono y, como a esta hora del mediodía se ha ido temporalmente la señal de telefonía móvil, lleva al periodista a su casa para llamarlo desde el fijo. No contestan.
Unos días después, el alcalde vuelve a la acción y responde con energía a la llamada de este periódico. Torres es consciente de lo llamativo de su caso. No en vano, cuenta, el anterior presidente del Partido Popular, Pablo Casado, lo reclamó para que fuera a su sede en Madrid porque quería conocer en persona al regidor más longevo de España, que encima es de los suyos. Pero él no le da importancia a este récord. Aunque, como veremos, no olvida el pasado, lo que le motiva son los problemas del presente.
En la Alcaldía
"Nací en Chercos y con 18 años me marché. Después del servicio militar entré [en 1949] en la Guardia Civil y corrí España. Volví a Almería, y en 1995, jubilado, se empeñaron en el pueblo en que me presentara para alcalde. Hemos hecho lo que hemos podido. Cuando entré, no había servicios de ninguna clase y ahora está a la cabeza de los pueblos pequeños", resume sobre su trayectoria este hijo de padres dedicados al campo y al mármol. Lo eligieron en las municipales de 1995 y cumplirá 28 años en el cargo, sucesivamente reelegido, cuando se celebren las siguientes en mayo de 2023. Gobierna con mayoría absoluta. El PP tiene cuatro concejales, el PSOE dos y el grupo Independientes por Chercos, uno.
Subraya que vive de su pensión. "No cobro ni un céntimo por ser alcalde". El dinero que ahorra por renunciar a cualquier compensación económica contribuye, según explica, a mantener saneadas las arcas municipales y sostener lo que considera su mayor logro: "Las becas que el Ayuntamiento da a todos los estudiantes del pueblo, 500 euros al año desde que nacen hasta que hacen el máster", lo que supone un gasto de entre 30.000 y 40.000 euros anuales.
Defiende como otro de los hitos de su gestión "no haber subido los impuestos municipales ni un céntimo en 28 años; siguen como en 1995". ¿Cómo evita los números rojos? "Facilísimo, es cuestión de organización", responde, y critica a los que hoy "van a la política a servirse de los pueblos" y no "a servir a los pueblos", como dice que ocurría antes.
Chercos, con una edad media de su población de 48 años, vive de las pensiones de sus vecinos mayores como el alcalde, y también de las canteras de mármol de la comarca, con epicentro en la vecina Macael. En el monte sobre Chercos Nuevo se distingue la excavación de su mina de carbonato cálcico, una de las mayores de Europa, que sirve para la industria alimenticia o farmacéutica.
El pueblo ha conseguido por poco mantener abierto su colegio público rural gracias a la incorporación de los niños de algunas familias, pero los "diez o catorce" chavales que hay en edad de secundaria tienen que ir en autobús al instituto en Macael, por una carretera de montaña que se vuelve peligrosa con las heladas (y nevadas) de invierno. "¡Cuánto sufrimiento de esas madres!, el autobús ha derrapado un montón de veces", alerta. Construir una nueva variante entre ambas poblaciones es una vieja reivindicación colectiva y el alcalde se indigna al recordar el veto que le impuso la Delegación de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
Esta obra frenada le sirve como ejemplo para denunciar -con un vigor inesperado en un hombre a quien acaban de operar hace unos días- "la burocracia" de algunos despachos de las administraciones superiores (Diputación Provincial, Junta de Andalucía, Gobierno estatal). Dice que le obligan a dedicar "años y cientos de papeles" para medidas que deberían resolverse de inmediato por el bien de la supervivencia de estos pueblos de la España interior. "¡Es una auténtica inquisición!", protesta. Como muestra -muy apropiada en este paisaje semidesértico- cuenta que el Ayuntamiento hizo un pozo para llevar más agua al pueblo y que al cabo de año y medio seguía esperando el permiso de la autoridad superior para construir un depósito.
La cultura
Tan importante como el agua es para él la cultura. "Yo soy un vicioso de los libros. Las personas, si no se cultivan, están a merced del politicastro, el listillo y el caciquillo", dice, y destaca con orgullo el alto grado de instrucción que han logrado sus habitantes: "Jamás se han visto tantas carreras en Chercos. Esos jóvenes son la honra del pueblo". Aprovecha para explicar que las becas que da en septiembre no las ha podido aún entregar a estas alturas del año debido a impedimentos de otras administraciones. "He tenido que llamar a todas las instituciones. Son hijos de padres muy humildes. ¿Cómo me pueden decir que no les puedo dar eso? Es nuestro dinero. ¿Por qué nos castigan de esta manera? ¿Estamos en Rusia, estamos en China?", cuestiona.
"En las reuniones nos dicen que tenemos que procurar que la gente no se vaya... ¡Por favor! ¿Esa es la ayuda para que los pueblos se mantengan?", incide José Antonio Torres sobre esos tomas y dacas administrativos. "Me estoy haciendo polvo para ver cómo mantengo mi pueblo". Aunque matiza luego que tiene buena amistad con las autoridades provinciales y andaluzas de distinto signo político y que a él lo tratan con gran consideración.
En Chercos Nuevo saltan a la vista los servicios y dotaciones públicos, como la pista de pádel. Haciendo balance a sus 97 años de sus casi 28 como alcalde, ¿de qué se siente más orgulloso? Responde José Antonio Torres que su primera satisfacción es la biblioteca, que abrió al llegar a la Alcaldía. No había una antes. "Veinte millones de pesetas de deuda me encontré. ¿Qué hice? Escribir a Felipe González y hasta el último mono, y me llovieron las cajas de libros. Arreglamos los colegios antiguos y pusimos la biblioteca". Otros logros de sus mandatos han sido construir una iglesia -ampliando la ermita frente al Ayuntamiento-, una piscina de verano, un tanatorio, un cine-teatro con cien plazas, un puente para desviar la circulación y un parque de 3.000 metros. A su entrada, un monolito con la bandera de España recuerda que se hizo en 2013 bajo el mando del alcalde.
Aunque muchos jóvenes del pueblo acaban instalándose fuera, la llegada de otras familias, como algunas británicas y belgas, ha frenado la despoblación. El alcalde aspira a que vengan más, de visita o para quedarse. Pregona los encantos del sitio, de los que damos fe: "Esto es un oasis en el desierto, hay árboles en cada centímetro: olivos, carrascas, almendros. Es un sanatorio. Aquí se respira aire puro", dice Torres. "Para vivir bien hay que venir a Chercos. Lo más importante que tiene es que la vida es como hace cincuenta años, en el mejor sentido: es limpio, sano, con aire puro, no hay maldad, somos hermanos, nos respetamos y ayudamos".
"Hace tres años me hicieron ir a Madrid porque Casado dijo que quería conocerme. Era febrero, por poco me coge la pandemia", recuerda el regidor. Ha conocido a otros dirigentes de la política nacional, pero fuera de aquí. A Chercos aún no ha venido ningún ministro en sus 28 años al frente del Consistorio. Si viniera el Rey o algún miembro del Gobierno, dice que les llevaría a ver la nueva fábrica de mermeladas de alta calidad que hay en el pueblo, de la empresa Lorusso, que él presenta como ejemplo de las posibilidades empresariales en el mundo rural.
Atentados
La de alcalde es su segunda etapa al servicio de la ciudadanía, desde su jubilación. La primera, que lo curtió para siempre, fue como guardia civil. Llegó al grado de subteniente en un periplo que lo llevó a Lérida, Sevilla, Albacete o Gerona. Su destino más duro fue el País Vasco, donde durante dos años, hacia 1978, se enfrentó al terrorismo de ETA e instruyó las diligencias de cinco asesinatos. Vivía en la casa cuartel de Bilbao y se desplazaba a Amorebieta y otras localidades. "Mi mujer sufrió mucho a mi lado. Nos despedíamos todos los días, porque no sabía si iba a volver o no", cuenta.
"Yo he visto masa encefálica de los asesinados en su propia casa. Han llamado a la puerta, han salido y les han disparado. He visto muchos casos. He visto a un padre de Extremadura con cuatro hijos, que vendieron su casita y se fueron a Bilbao, trabajaron como bestias, pusieron un bar, y lo llamaron [de ETA]: 'Usted, se va'. '¿Dónde voy? He pasado hambre para tener esto'. No se fue, y le tocaron a la puerta y le dispararon un tiro...", describe con emoción contenida.
Recuerda al alcalde amenazado de un pueblo vasco "cerca de Lemona": "Me pidió ayuda, lo mandé un mes a mi casa en Almería, volvió, y al día siguiente estaba muerto". Cuenta otra experiencia trágica de la que fue testigo como guardia civil en Euskadi, de esas que ha empezado a escribir en algunas páginas de memorias pero luego no puede continuar por el dolor que siente al recordar: "Tuve que ir a una casa, era un matrimonio con dos hijas. Las hijas pisando la sangre de su padre, y los sesos pegados en la pared...".
Se trataba en este caso, como registraron las crónicas de entonces, del taxista Elías Elexpe Astondoa, de 56 años, a quien el 25 de noviembre de 1978 mataron de dos tiros en la sien en el caserío familiar Zubieta Barri del municipio de Amorebieta (Vizcaya). Sus hijas eran Pilar y Edurne. El crimen que vio el luego alcalde sigue impune, como recordó hace unos días la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), Consuelo Ordóñez. El día antes, ETA había matado en Villabona al guardia civil retirado Heliodoro Ariaga Ziauriz.
El propio José Antonio se salvó por poco. "Me hicieron un atentado. Fue en un caserío a tres kilómetros de Amorebieta. Cuando escucho 'Amorebieta' me dan ganas de llorar. Cuando había un partido de fútbol teníamos que acudir. Llevábamos dos coches. Cuando terminó el partido, volvíamos por una carretera secundaria y había una trinchera en la cuneta. Alguien nos dijo, 'no pases por ahí, vuélvete'. Dos terroristas nos estaban esperando para hacernos polvo cuando pasáramos".
"Por eso, cuando veo que el Gobierno se deja caer en manos de Bildu... Han asesinado a cientos de guardias civiles, a cientos de políticos, también del Partido Socialista... Por Dios, por Dios, eso es inadmisible", critica el alcalde y antiguo guardia. Le duele, dice, que parte de la población no aprecie a la Guardia Civil. "Está para dar la vida por el pueblo, y eso no lo hemos llegado a comprender todavía. Exponen su vida", reivindica.
Sobre el pasado, añade: "La Guerra Civil Española fue destructiva. Franco para mí es como ETA. Salimos de una dictadura malísima y nos metimos con ETA. No era mejor Franco que ETA ni ETA que Franco. Entre uno y otro sembraron el terror en España".
El alcalde más viejo sigue en activo, con el apoyo de su mujer. Tienen un hijo, ya jubilado, una nieta economista y un bisnieto de cuatro años. Este domingo, José Antonio Torres Sáez estará de vuelta en Chercos tras su operación, reincorporado a su agenda pública, para participar en la comida de Navidad con los jubilados. ¿Se presentará de nuevo en las elecciones municipales de mayo de 2023? "Me lo estoy pensando", dice, pero deja entrever que le gustaría: "Tengo mucha ilusión". Si sigue con buena salud y sus vecinos le renuevan su confianza, en el siguiente mandato se hará centenario en la Alcaldía.
El juez de 85 años y otros vecinos del alcalde
En la visita a Chercos en busca del alcalde José Antonio Torres encontramos a otros vecinos que reflejan la realidad social del pueblo. Su amigo el juez de paz, Juan Sáez, de 85 años, que camina apoyado en un andador, dice que quiere dejar el puesto a alguien más joven, después de desempeñarlo desde 1977, pero no hay candidatos. Una de sus misiones es dirimir conflictos vecinales, otra, registrar nacimientos, casamientos y muertes, tanto de los residentes como de los emigrados.
En 2021, según los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, entre los 288 censados en este municipio (de ellos 18 extranjeros, la mitad británicos) hubo 11 emigraciones, 20 inmigraciones, 3 nacimientos, 5 defunciones y 1 matrimonio. Juan sigue viviendo con su esposa, María Requena González, de 79 años.
Con el veterano juez de paz se cruzan en la calle varios familiares suyos jóvenes: Laura Lorenzo, de 17 años, estudiante de 2º de Bachillerato en la cercana Macael, su hermana Josefina Lorenzo, de 28 años, que vive en la capital almeriense y es trabajadora social, y el novio de esta, José Antonio, de 31, vecino de Macael. El grupo explica que el colegio local estuvo a punto de cerrar por falta de niños pero se mantuvo y ahora tiene ocho o nueve alumnos. "Aquí hubo cinco escuelas en las pedanías y estaban llenos, hace más de cincuenta años", dice el juez de paz para ilustrar al declive demográfico y el éxodo hacia la costa y las ciudades. Precisan que Chercos tenía más de mil habitantes y hoy tiene censados 288 pero los residentes reales no llegan a 200.
Destacan que el Ayuntamiento ofrece dos viviendas para atraer a nuevos vecinos; si no hay interesados de fuera, las habitan mientras tanto familias jóvenes del pueblo. Dicen que hace quince años que se fueron los inmigrantes extranjeros que llegaron para trabajar. Tienen panadería, dos tiendas de comestibles, una nave de productos agrícolas, un club del pensionista y tres bares. Uno de estos es el Bar Avenida, que regenta María del Mar Tripiana Mena, emigrante retornada de 51 años, a la que ayuda su hija Silvia Padilla Tripiana, de 19, cuando regresa los fines de semana desde Almería, donde estudia Administración y Gestión de Empresas.
El marido de María del Mar, Manuel Juan (su apellido), de 48 años, es dueño de varias minas pequeñas de mármol en la comarca en las que trabajan españoles y paquistaníes, pero enseña las manos callosas para demostrar, dice, que él también es un obrero. Tiene mucho que contar sobre las dificultades para mantenerse en la sierra de Los Filabres y también sobre sus oportunidades, pero lo resume con una frase: "Chercos necesita savia nueva".
Savia nueva como la que aportó la promotora cultural del Ayuntamiento, Gema Ruz, cuando vino hace siete años de la provincia de Granada. No solo echó raíces en Chercos sino que ha tenido y cría aquí a su hija Aroha. Dice Gema, bromeando, que para quedarse embarazada se encomendó a la Virgen de Fátima y a "la Indala", una esquemática figura neolítica -semejante al característico indalo almeriense pero en versión femenida- que representa a una mujer con un bebé en su vientre. La han descubierto entre los dibujos rupestres grabados en la Piedra Labrá, unas rocas de gran valor junto al caserío de Chercos Viejo.